miércoles, 7 de agosto de 2024

La vida cotidiana durante el franquismo en Andalucía Oriental, de Antonio Rueda y Gilabert Jiménez, un interesante trabajo de historia oral


Hace unos días me llegó el libro La vida cotidiana durante el franquismo en Andalucía Oriental. Religiosidad, sexualidad y noviazgo a través de las fuentes orales (ARMH Alcalá la Real, 2024), cuyos autores son  Antonio Jesús Ibáñez Rueda y Alejandro Gilabert Jiménez. A este último le debo el envío y la dedicatoria del libro, por lo que no puedo por menos que agradecérselo. 

Se trata de una obra común de dos jóvenes historiadores, fruto de sus respectivos  trabajos de investigación de un máster impartido por la Universidad de Granada. La obra está basada en un trabajo de campo llevado a cabo a través de fuentes orales y cuyo resultado final aporta una información de sumo interés sobre  dos marcos geográficos, preferentemente rurales, pero no en exclusiva, de las provincias de Granada (capital, Alpujarras y la Vega) y Jaén (la Sierra Sur, con cabecera en Alcalá la Real). Su contenido se ha contrastado con otras investigaciones llevadas a cabo sobre los temas que se indican en el título en el contexto histórico del régimen franquista, pero en este caso con la especificidad de dos marcos propios y con rasgos que pueden ser considerados singulares. 

Las muestras orales recogidas reflejan el ambiente opresivo  vivido por la población, el doble peso de la tradición y de las instituciones del nacionalcatolicismo (Falange e Iglesia), su aceptación resignada por la mayoritaria y, en cierta medida, las diversas formas de intentar transgredir, entre lo consciente y lo inconsciente,  los límites impuestos. De entrada, nada nuevo de lo que podíamos imaginar, después de la losa de cuatro décadas de regresión tras el paréntesis de libertad que supusieron los breves años de la Segunda República, pero, tras una lectura atenta, con importantes detalles que no pasan desapercibidos y que nos permite conocer mejor los vivido por sus protagonistas.  

La primera parte, obra de Ibáñez Rueda, está orientada en lo relativo a la religiosidad y, más concretamente, la de carácter popular. Se percibe la pugna existente entre los intentos del régimen por recuperar el poder sobre los valores y prácticas religiosas perdidas, al menos parcialmente, tras el paréntesis republicano y el interés por recatolizar a los sectores de población  que se fueron alejando de dichos valores y prácticas. Una tensión, en gran medida inconsciente, pero real, en la que el peso de la tradición, menos encorsetada en cuanto a las formas,  se dejó sentir frente al rigor que se intentaba imponer desde las autoridades políticas y religiosas. Festividades (Semana Santa, romerías y fiestas locales/patronales), prácticas cuasi heréticas (como la santería), creencias no religiosas ancestrales (mal de ojo, la suerte...) o comportamientos entre iconoclastas e irreverentes fueron manifestaciones en los que se dio esa pugna.   

La segunda parte, obra de Gilabert Jiménez, está centrada en las relaciones sexoafectivas. Pese a lo que puede ser considerado como de uniformidad en el conjunto de experiencias vividas por las personas entrevistadas, se pueden constatar aspectos diferenciales. En lo referente al ámbito territorial, los derivados del contraste  entre el medio rural y el medio urbano, en especial de quienes vivieron el proceso migratorio hacia Barcelona; o entre los núcleos poblacionales más compactos y los de las cortijadas, donde el aislamiento de la gente condicionaba sobremanera. Y en cuanto al género, resulta evidente la doble moralidad existente desde todos los ámbitos (familiar, social, religioso...) según se fuera mujer, más exigente , o varón, más laxa.   

Después de la lectura, felicito a los autores del libro y animarlos para que prosigan en su empeño de aportar con sus investigaciones la información necesaria para conocer el pasado. En este caso, el del nefasto periodo que sufrimos durante cuarenta años, que impidió que la población española pudiera desarrollar las perspectivas de libertad que se abrieron en 1931.