
En 2013 el PP aprobó su "ley mordaza", que buscaba penalizar las movilizaciones sociales que habían surgido tras las medidas austericidas aplicadas por el último gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que el posterior del PP, con Mariano Rajoy al frente, intensificó. Esa ley supuso más porrazos y pelotazos de goma, en la calle, y más y abusivas multas. A eso se añadió la actuación desde algunos ámbitos de la judicatura, que condenaron con penas de cárcel a cantantes y usuarios de las redes sociales, con la acusación de haber hecho apología del terrorismo o de la violencia. Desde las instancias europeas se llegó a llamar la atención por el proceder desmesurado en esas actuaciones y sentencias.
No debemos olvidar tampoco lo ocurrido en otros casos, como con los jóvenes de Alsasua condenados a penas elevadas con la acusación de terrorismo, en lo que no dejó de ser una pelea a altas horas de la noche en un bar. O en la violenta actuación policial del 1-O de 2017 en Catalunya, cuando se desarrollaba la consulta sobre la independencia.
Son muestras del gran abismo existente en el proceder de las fuerzas de orden público, las autoridades administrativas o los miembros de la judicatura. Lo llevamos viendo desde hace tres meses en el acoso permanente en la vivienda de Pablo Iglesias e Irene Montero o el que han sufrido días pasados en la localidad asturiana donde intentaban pasar unos días de vacaciones. Lo vimos también hace unas semanas en Toledo con Yolanda Díaz y en Sanlúcar de Barrameda con Juan Carlos Monedero. Acosos, permanentes o aislados, en los que no falta el insulto soez, machista, misógino, homófobo, etc.
Fue en sede parlamentaria donde la recién destituida portavoz del PP se atrevió a llamar "terrorista" al padre de Pablo Iglesias, lo que ha seguido reiterando en sus declaraciones ante los medios de comunicación. O donde se vierten una y otra vez desde la bancada de Vox unas palabras que no tienen desperdicio, donde la verdad desaparece para dar paso a la calumnia y la falsedad. Formas de alentar a sus huestes, que se acaban reproduciendo en las redes sociales o en la calle.
Hace unos días tuvo lugar en Madrid una concentración de personas contrarias al uso de las mascarillas, con el aderezo de que el covid-19 es un cuento y demás monsergas. Fueron unos tres millares las que asistieron la mayoría sin mascarillas y sin guardar la distancia física debida. Mucha gente nos preguntamos, después de haber visto las imágenes, qué hubiera ocurrido si eso hubiera ocurrido en un acto convocado por movimientos sociales o grupos de izquierda.
Precisamente hace unos días la policía no tuvo reparos en actuar de una forma desmedida durante una concentración republicana, llevando quienes asistieron sus mascarillas y respetando la distancia. Pese a ello, se estuvo identificando a asistentes y se llevó a cabo violentamente una detención.