lunes, 27 de enero de 2014

Ucrania: entre oligarquías (y grandes potencias) anda el juego

Ucrania lleva unos meses convulsa. En realidad, lleva años. Y si se me apura, desde 1991, cuando se independizó de la URSS. Las imágenes que nos ofrece la mayoría de los medios de comunicación son, sin embargo, distorsionadas. Pretenden hacernos creer que se trata de una lucha entre democracia y autoritarismo. Éste, encarnado en una oligarquía heredera de lo que fue la república exsoviética. Aquélla, por una oposición que es presentada como ejemplar. 

Ya hace una década lo que llamó "revolución naranja", auspiciada y financiada por las potencias occidentales, nos dio una idea de por dónde pueden ir las coas. En día aupó a la presidencia a Viktor Yuschtenko y a la jefatura del gobierno a Yulia Timoschenko. Es cierto que contó con el apoyo de importantes sectores de la población, pero también lo es que su acción de gobierno acabó ahogada por unos escándalos de corrupción que llevaron incluso a Timoschenko a la cárcel. La vuelta a la presidencia del país de Viktor Yanukovich, uno de los tiburones de la antigua burocracia soviética, ha durado hasta hace unos meses. 

Ucrania es un país grande, poblado y rico en recursos naturales. También es un territorio fuertemente fragmentado culturalmente, con su correspondiente proyección política, entre una parte de la población, localizada sobre todo en el este, con propensión a mantener lazos con Rusia, y otra parte, en mayor medida del oeste, más vinculada al mundo occidental. También existen sectores de la población donde está muy arraigado un nacionalismo antirruso, vinculado a una dominación secular y, más recientemente, a la vinculación de Ucrania con la URSS. Parte de este nacionalismo fue el que alimentó durante la Segunda Guerra Mundial a sectores minoritarios de la sociedad ucraniana cuando acogieran favorablemente a los invasores alemanes. Hoy en día están presentes incluso a través de varios grupos neonazis, entre los que destaca Svoboda (Libertad). 

Por otro lado, las relaciones con Rusia están fuertemente condicionadas por su cercanía y por el hecho derivado de ser el país que suministra a Ucrania los hidrocarburos que necesita y, en mayor medida, el gas natural. Esta potencia hace uso de su influencia para garantizar la seguridad geoestratégica de la región, muy vulnerable ante las presiones permanentes de las potencias occidentales, léase EEUU y los países dominantes de la Unión Europea. 

La crisis actual tiene que ver, pues, con las tensiones político-culturales internas y las pretensiones de las diversas potencias. Pero no sólo. Se olvida que quienes han dirigido el país desde 1991 y quienes son aupados desde occidente como principales dirigentes opositores no son más que miembros de los distintos sectores que conforman la oligarquía del país. Detentadores de un poder económico desorbitado, con prácticas que se salen de las formas propias de los países occidentales. Rivalizan entre sí, en la medida que tienen soportes materiales diferentes y que valoran de distinta manera las perspectivas de sus intereses según se oriente hacia Rusia o hacia occidente. Pero cuando gobiernan lo hacen en favor de sus intereses, olvidándose de la gente. 

Las movilizaciones que se suceden desde principios de diciembre tienen como principal catalizador el deseo de acercarse a occidente mediante un acuerdo con la UE y que, según se argumenta, el gobierno de Yanukovich estaría boicoteando. Las reivindicaciones de democratización, que también existen, recuerdan las que hubo en 2004 y que auparon a Yuschtenko y a Timoschenko al frente del país, pero que no arreglaron nada, entre cosas porque no eran más que, como oligarcas, parte del problema. Resulta preocupante también el papel que están jugando los grupos neonazis. 

¿En qué se basan las reivindicaciones europeístas? Tienen mucho de ilusión, al sostenerse en la idea de que todo lo que viene de occidente es bueno y, en este caso, sería la forma de integrar a Ucrania en el marco supranacional europeo. Olvidan, sin embargo, que la UE no es un espacio homogéneo y que en su seno existen fuertes desequilibrios y que además van en aumento; que precisamente los países más afectados son los del este europeo, que están conociendo una creciente degradación en su nivel de vida y en amplios sectores de la población se siente que son mal vistos; y, por último, que la UE sólo tendría intención de firmar con Ucrania un acuerdo preferencial, que, en todo caso, sólo serviría para ser un vehículo de expansión comercial y financiera de las empresas occidentales. 

Tampoco podemos olvidar las intenciones de EEUU de minar el campo de influencia de Rusia, como puede ser un acercamiento militar a la OTAN. Para Rusia sería una afrenta muy difícil de digerir, que ya tuvo en el caso de Georgia un precedente más que peligroso.  

Difícil lo tienen en Ucrania. Imbuida su población en unos dilemas con fuerte carga dramática, tengo la impresión que buena parte de ella se mueve en un mundo de ilusiones, sin entender que el destino de la gente, si se quiere que pase por la felicidad, debe pasar por buscar nuevos modelos que se basen en relaciones de solidaridad. Y desde luego, las oligarquías, sean las que sean y provengan de donde provengan, nunca traerán felicidad. Su rapiña sólo trae miseria para la mayoría.