lunes, 23 de junio de 2025

Un poema: "A los hombres futuros", de Bertolt Brecht


Llevo varios días pergeñando una entrada basada en el poema "A los hombres futuros", escrito por Bertolt Brecht en 1938. En ese momento el escritor alemán se encontraba exiliado en Dinamarca, cinco años después que tomara la decisión de abandonar su país, cuando Hitler accedió a la cancillería alemana y el partido nazi empezó a sentar las bases de una dictadura. Las autoridades del nuevo régimen iniciaron casi de inmediato su persecución literaria, incluida la quema de su libros en público.

El poema está estructurado en tres partes, con un comienzo que resulta contundente, porque Brecht anuncia la percepción que tiene de la negrura del tiempo que se está viviendo. A continuación va lanzando unas palabras que resultan clarificadoras de su manera de entender el arte y la literatura. Propone despojarse de "la palabra ingenua", que no es otra cosa que hacerlo de esa visión tan extendida de encubrir, disfrazar o minimizar la realidad en toda su dimensión. Por eso en la representación de sus obras de teatro los escenarios se despojaban de los adornos, sus intérpretes se distanciaban de sus personajes y la música, en forma de canciones, era introducida para comunicar.

Lo que estaba haciendo Brecht, en fin, era sentirse -y provocar que la gente hiciera lo mismo- solidario con quienes más sufrían: "¿cómo puedo comer y beber / si al hambriento le quito lo que como / y mi vaso de agua le hace falta al sediento?".

En la segunda parte hace un repaso de lo que había sido su vida y su trabajo como escritor. De su rebeldía y de sus atrevimientos literarios: "Mi pan lo comí entre batalla y batalla". Lo hace como testigo de la forma en que transcurrían los días en esos tiempos de los años 20, que fueron tan difíciles en la Alemania derrotada y humillada en 1918. Los mismos que fueron viendo cómo se iba asomando el fascismo por Europa y que desde finales de la década se volvieron más que inestables para todo el mundo, hasta estallar en 1939 con una nueva guerra.  

La tercera parte, cuyo contenido es el que de alguna manera da título al poema, va dirigido a las generaciones venideras, con el deseo de un futuro que fuera esperanzador, superador del "marasmo" del presente. Su deseo era que "lleguen los tiempos / en que  el hombre sea amigo del hombre".  Y algo más: que para cuando se recordara lo que mucha gente intentó para superar esos "tiempos sombríos", pedir desde la humildad otro deseo: "pensad en nosotros / con indulgencia". 

Sin embargo, lo que vino después de 1938 fue mucho peor que lo que estaba describiendo. Acabó siendo la mayor masacre humana habida en la historia, llevándose la vida de decenas de millones de personas en seis años.

Ya estamos en el siglo XXI. Han pasado casi nueve décadas desde que Brecht escribiera el poema. Arrecian las guerras, muerte, la destrucción, las amenazas, el militarismo, la incertidumbre, la sinrazón... Y me pregunto en qué momento estamos del marasmo descrito por Brecht. 

La versión que presento del poema se corresponde con la que hicieron en los años sesenta del siglo pasado Jesús López Pacheco y Vicente Romano, publicada en  la antología Poemas y canciones (Madrid, Alianza, 1984)


1

Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.

Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa
revela insensibilidad. El que ríe
es que no ha oído aún la noticia terrible,
aún no le ha llegado.

¡Qué tiempos éstos en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque supone callar sobre tantas alevosías!
Ese hombre que va tranquilamente por la calle
¿lo encontrarán sus amigos
cuando lo necesiten?

Es cierto que aún me gano la vida
Pero, creedme. es pura casualidad. Nada
de lo que hago me da derecho a hartarme.
Por casualidad me he librado. (Si mi suerte acabara, estaría perdido).
Me dicen: "¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!".
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.

Me gustaría ser sabio también.
Los viejos libros explican la sabiduría:
apartarse de las luchas del mundo y transcurrir
sin inquietudes nuestro breve tiempo.
Librarse de la violencia.
dar bien por mal,
no satisfacer los deseos y hasta
olvidarlos: tal es la sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada de esto:
verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.

2

Llegué a las ciudades en tiempos del desorden,
cuando el hambre reinaba.
Me mezclé entre los hombres en tiempos de rebeldía
y me rebelé con ellos.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
Mi pan lo comí entre batalla y batalla.
Entre los asesinos dormí.
Hice el amor sin prestarle atención
y contemplé la naturaleza con impaciencia.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

En mis tiempos, las calles desembocaban en pantanos.
La palabra me traicionaba al verdugo.
Poco podía yo. Y los poderosos
se sentían más tranquilos, sin mí. Lo sabía.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

Escasas eran las fuerzas. La meta
estaba muy lejos aún.
Ya se podía ver claramente, aunque para mí
fuera casi inalcanzable.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

3

Vosotros, que surgiréis del marasmo
en el que nosotros nos hemos hundido,
cuando habléis de nuestras debilidades,
pensad también en los tiempos sombríos
de los que os habéis escapado.

Cambiábamos de país como de zapatos
a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos
donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.
Y, sin embargo, sabíamos
que también el odio contra la bajeza
desfigura la cara.
También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,
que queríamos preparar el camino para la amabilidad
no pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
en que el hombre sea amigo del hombre,
pensad en nosotros
con indulgencia.