viernes, 7 de septiembre de 2018

La madre del artista



































Decir que Tato Cort es un excelente retratista, poca gente o nadie lo duda. 
Contemplar sus trabajos, por tanto, supone un verdadero disfrute. Haberlo hecho a lo largo del tiempo permite ver cómo su técnica se ha ido depurando, incorporando cada vez con  mayor maestría unos matices cromáticos que enriquecen el resultado.

Hace unos días nos deleitó en el café La Galería de Barbate con otra tanda de retratos. Allí estaba una variada gama de personajes, de distinta índole, pero con el mundo de la cultura como denominador común. Del mundo del cine y de la música, su Marilyn Monroe, Plácido Domingo, Rocío Jurado, Sara Montiel, Manolo Escobar y Aida Garifullina. De la pintura, su favorito Joaquín Sorolla. De la literatura, Eduardo Galeano (genial, por cierto). 
Una excepción es la de Rafa Nadal, a quien ha rendido tributo como aprecio por su tesón.

Mención aparte se encuentran dos retratos: el de su hija, Águeda,
y el de su madre, Florentina. Dos eslabones de su cadena familiar. La hija, heredando parte de esa cadena, pero con rasgos que nos llevan a su progenitora. Y la madre, joven y bella, rotunda en sus facciones y con una mitrada penetrante y cautivadora, lo que me llevó a decir a su autor que parecía una artista de cine. Y hete ahí que, no habiéndolo sido, sí tuvo en su juventud una formación musical que, por desgracia, fue cortada por el modelo de familia que se impuso en los cuarenta años de sombra vividos en este país. Un buen homenaje del hijo, artista, a la madre, que lo pudo ser.