jueves, 17 de agosto de 2017

El aire fresco que aporta Miquel Barceló a Salamanca y su Universidad























































Queda sólo un año para que se cumplan 800 años del nacimiento de la Universidad de Salamanca. La más antigua de las existentes en España (sólo Palencia la antecedió unos años como Studium generale) y entre las primeras europeas (de hecho, como universidad es la primera). Ocho siglos de vida, llena de avatares, con muchos claros y también oscuros. Una institución cultural que ha dado mucho que hablar, por donde han pasado miles y miles de estudiantes de todo el mundo, enseñantes de los más variopintos colores y saberes, y situaciones que en más de un caso se han hecho inolvidables. 

Francisco de Vitoria y su conocida como Escuela de Salamanca trazaron las bases del derecho de gentes en relación a la conquista americana y de la posición que mantuvo Bartolomé de las Casas frente a la explotación de indígenas. De Fray Luis de León nos quedará su "Como decíamos ayer", tras el paréntesis carcelario de la Inquisición. De Cervantes, que pasó por la ciudad, pero no estudió en su Universidad, se conserva escrito "que enhechiza la voluntad de volver a ella". Más reciente ha sido el episodio que protagonizaron en los albores de la guerra de 1936-1939 José Millán Astray, con su grito de "¡Muera la inteligencia!", y Miguel de Unamuno, con su respuesta de "Este es el tiemplo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote". O la concesión en 1954 del doctorado honoris causa a Francisco Franco.


Y un año antes de que tenga lugar la efemérides, Salamanca se ha convertido en escenario de una exposición poliédrica, que tiene a Miquel Barceló como artífice. Bajo el título "El arca de Noé" distintos lugares de la ciudad, al aire libre o en salas, acogen las numerosas obras que el artista ha prestado para su contemplación y deleite por la gente. No se trata de una exposición antológica, sino de obras recientes, las más antiguas de 2001-2003, pero en su mayoría de la década presente. La Plaza Mayor, el Patio de Escuelas Menores, el Palacio de Anaya y el Palacio de Fonseca con su Patio, Capilla y Hospedería han sido los espacios escogidos para mostrar un total de 80 obras, diversas en temas, artes, técnicas y materiales: pinturas, esculturas o cerámicas, tela, papel, barro, bronce o resina artificial, acuarela, dibujo, pintura acrílica, performance... 


La Plaza Mayor acoge el colosal Gran elefantdret (2008), una réplica hecha en bronce de otra obra suya, con el animal dispuesto en una posición inverosímil. 


En el Patio de Escuelas Menores se encuentran las 14 alumettes (2015), un conjunto de esculturas, hechas también en bronce, que forma un bosque fantasmagórico de cerillas gigantes retorcidas. En una de las salas que rodean el Patio podemos contemplar, a su vez, las 26 acuarelas que ilustran una edición de la Divina Comedia (2001-2003), con escenas del infierno, el purgatorio y el paraíso, y un retrato del mismo Dante Aliglieri. 

El Palacio de Anaya contiene Le gran écouteur (2015), una voluminosa escultura-cerámica de resina de poliuretano que nos lleva a Salvador Dalí: su título evoca a El gran masturbador y sus formas blandas se inspiran en la misma obra y a una de las figuras de Persistencia de la memoria


En el Palacio de Fonseca se han dispuesto tres espacios. Uno, el Patio, que ofreció en su día la performance La imagen fantasma protagonizada por Barceló en torno al mundo de la tauromaquia. Otro, la Capilla, donde se ha instalado, junto a grupo de 18 cerámicas (2012-2016), la obra que da título a la exposición, El arca de Noé (2014). Inédita ante el público, se trata de una especie de mural donde se emparejan imágenes de frutos y animales, que puede representar metafóricamente lo efímero de la vida. Y el tercer espacio, la Hospedería, acomodo de una variedad de pinturas realizadas sobre tela y papel, y de temas diversos, con la rugosidad de su superficie como común denominador. Un espacio donde se mezclan la abstracción y la figuración, los colores blancos, azules y ocres, los frutos de la naturaleza y los habitantes de los fondos marinos, lo presente y el eco del arte del Paleolítico...


De otro tiempo resuena la frase "quod natura non dat, Salmantica non praestat". De hoy creo que Miquel Barceló está marcando un nuevo episodio inolvidable en la existencia de la Universidad salmantina y de la ciudad donde se ubica. La magia de sus obras perdurará, pero para recordarlas como un chorro de aire fresco que nos tienen que ayudar a respirar mejor.