miércoles, 27 de agosto de 2014

La muerte de Michael Brown, otro pobre negro

Lo ocurrido hace dos semanas con Michael Brown en Ferguson, estado de Missouri, pone al descubierto, una vez más, el elevado grado de violencia y racismo existente en EEUU. La muerte -asesinato- del joven afroamericano a manos de un policía no ha sido casual. Se trata de un país donde la ideología de la violencia está fuertemente enraizada. Eso explica el recurso tan frecuente de solucionar a tiros los problemas de la vida cotidiana o, como hacen su gobernantes, de lanzar bombazos más allá de sus fronteras. El racismo, por su parte, sigue omnipresente. Ser afroamericano supone un factor de riesgo elevado, porque esa comunidad sufre más que ninguna otra. Es la más pobre, la que tienen menos esperanza de vida, la más castigada por el paro, la que menos expectativas tiene en los cursos universitarios, la que más llena las cárceles... El racismo incrementa, además, sus problemas, por ser la que más sufre la violencia policial y la que emana de parte de la mayoritaria población blanca de origen europeo. De poco -o nada- ha servido que un presidente con la tez morena haya accedido a la presidencia. Todo sigue igual para quienes ostentan el poder y para quienes se sienten superiores en cualquier orden de a vida. El racismo, al fin y al cabo, es una manifestación del sentimiento de ponerse por encima de otra persona humillándola. Vivir en los estados del sur y en determinados condados puede ser un infierno para mucha gente. Los tiempos de "esos frutos extraños", la genial canción de Abel Meerepol  ("Strange fruit"), parece que han pasado, pero la realidad es que siguen existiendo. Ya no hay cuerpos colgando atrapados por una soga, pero sí disparos a bocajarro. Brown tuvo la mala suerte de ser un pobre negro.