lunes, 30 de diciembre de 2024

miércoles, 25 de diciembre de 2024

La vida a través de la poesía


La vida está muy presente en la poesía. Prácticamente omnipresente. Referirse a ella explícitamente se hace menos. Hacerlo no deja de expresar una forma de amarla, (a veces) odiarla, reconocerla, sentirla, soñarla, defenderla... 

Son doce poemas los que ofrezco, que tienen en común hablar de la vida. Ay, esa vida que se sigue destruyendo y mancillando sin cesar. Por eso sigo haciendo presentes a poetas de Palestina, como Mahmud Darwish, con "Amamos la vida" o Fadwa Tuqán, "La llamada de la tierra". Por otro lado, tres de los poemas pueden escucharse también en forma de canción:  "Como tú", de León Felipe, en la voz de Paco Ibáñez; y "Gracias a la vida", de Violeta Parra, y "La vida"Silvio Rodríguez, que las interpretan.

A disfrutarlos.


Dale vida a tus sueños…

Dale vida a los sueños que alimentan el alma,
o los confundas nunca con realidades vanas.
Y aunque tu mente sienta necesidad, humana,
de conseguir las metas y de escalar montañas,
nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.

Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco,
no los dejes que mueran de hastío, poco a poco,
no les rompas las alas, que son de fantasía,
y déjalos que vuelen contigo en compañía.

Dale vida a tus sueños y, con ellos volando, 
tocarás las estrellas y el viento, susurrando,
te contará secretos que para ti ha guardado
y sentirás el cuerpo con caricias, bañado,
del alma que despierta para estar a tu lado.

Dale vida a los sueños que tienes escondidos,
descubrirás que puedes vivir estos momentos
con los ojos abiertos y los miedos dormidos,
con los ojos cerrados y los sueños despiertos.

(Mario Benedetti)


La vida comienza

Mi abuela pintaba rosas
siendo niña
la primera vez que vi una rosa roja
fue en uno de sus cuadros.
Así conocí la flor
-sin olor, sin terciopelo-
a través de sus manos
de las manos de mi abuela Teresa.
Aún no he encontrado encontrar ninguna
que encierre en sus pétalos
la verdad suficiente.
Podría decirse que esa primera rosa
fue la auténtica
y las que vienen de la tierra
un homenaje a su ternura.

Ahora utilizo la palabra
para atrapar la nostalgia
cuando aparece como debe
como una espina que
mantiene vivos los latidos
del recuerdo,
y encuentro en ella
la fuerza que nos clava al suelo
para florecer una y otra vez,
porque la vida comienza…

La vida comienza
involuntariamente
tantas veces como latidos
como suspiroscomo sonrisas
contenemos.
Comienza después del golpe
después de la herida
después de la pérdida
después de un café
de un abrazo
de hundirse en el mar
de tu película favorita
de los labios rojos.
Comienza.
La vida comienza,
te lo juro,
cientos de veces
por primera vez.

(Sara Búho)


Amamos la vida…

Amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella,
bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un alminar de violetas o una palmera.

Amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Robamos un hilo al gusano de seda para construir nuestro cielo y concluir este éxodo.

Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las calles cual hermosa mañana.

Amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa y recogemos mártires.

Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un relincho en el polvo del camino

y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh, relámpago! Ilumina para nosotros la noche, ilumínala un poco.

Amamos la vida cuando encontramos un camino hacia ella.

(Mahmud Darwish)


Una vida mejor

Y daría igual que fuéramos eternos.

El escaparate brilla como los fuegos fatuos.

Tras el cristal las minúsculas manos desmenuzan la herrumbre,

una maleta, un pañuelo, un zapato, el cinturón de falsa serpiente, plumas de avestruz para el sombrero que ya nadie llevará,

así brilla el tiempo tras el cristal, fruta escarchada de los días, brillo mineral colgado de un árbol cortado, pez anudado a la cuerda de tender.

Y dará lo mismo que seamos eternos.

Mirar los escaparates, corchea arriba, semifusa abajo,
acompasar el paso para tropezar,
para volver del mediodía, para llegar al anochecer.

Un escaparate y luego otro, y al fondo, el cajero y su ábaco de lágrimas: pasar o no pasar. O quedarnos aquí, moliendo la herrumbre con el molinillo de té.

Pero los guantes de gamuza se posan sobre el piano. Do re mi, sordamente, fa, sol, sol, felpa constante en la percusión. No, no hay pez martillo que valga. No hay animal de sombra ni luz en esta cuenta de adverbios: aquí, allí, ahora, entonces, cuándo.

Daría lo mismo que fuéramos eternos, entonces, ahora, hoy o jamás.

Es mucho más simple. No es cuestión de constelaciones, no es el brillo de la madera trasmutado en ballena, no es la piedra roseta, ni el esperanto de la lluvia, no el canto de sirena deletreado en los surcos de la pizarra. Es mucho más simple.

Una vida mejor.

Una vida con memoria de elefante y sed de camello y ojo de lince, brújula de cormorán, solidaridad de hormiga, precisión de abeja, una vida con fidelidad de cisne y sonrisa de chimpancé y delicadeza de libélula y piel de leopardo, conversación de bosque, majestad de cordillera y siempre el cuento de nunca acabar.

Primera lección nunca aprendida en las cuevas de sésamo: la vida está aquí, no allí, y todos creen que seremos eternos.

En el escaparate brilla la caja registradora, pequeña cola de alacrán, servilletero que nos abraza a la mesa,
una vida mejor,
aquí, allí, al otro lado del cristal.

Y nada importa que seamos eternos.

(Guadalupe Grande)



Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia …
como tú, piedra aventurera …
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda …
piedra pequeña
y
ligera…

(León Felipe)


Oda a la vida

La noche entera
con un hacha
me ha golpeado el dolor,
pero el sueño
pasó lavando como un agua oscura
piedras ensangrentadas.
Hoy de nuevo estoy vivo.
De nuevo
te levanto,
vida,
sobre mis hombros.

Oh vida, copa clara,
de pronto
te llenas
de agua sucia,
de vino muerto,
de agonía, de pérdidas,
de sobrecogedoras telarañas,
y muchos creen
que ese color de infierno
guardarás para siempre.

No es cierto.

Pasa una noche lenta,
pasa un solo minuto
y todo cambia.
Se llena
de transparencia
la copa de la vida.
El trabajo espacioso
nos espera.
De un solo golpe nacen las palomas.
Se establece la luz sobre la tierra.

Vida, los pobres
poetas
te creyeron amarga,
no salieron contigo
de la cama
con el viento del mundo.

Recibieron los golpes
sin buscarte,
se barrenaron
un agujero negro
y fueron sumergiéndose
en el luto
de un pozo solitario.

No es verdad, vida,
eres
bella
como la que yo amo
y entre los senos tienes
olor a menta.

Vida,
eres
una máquina plena,
felicidad, sonido
de tormenta, ternura
de aceite delicado.

Vida,
eres como una viña:
atesoras la luz y la repartes
transformada en racimo.

El que de ti reniega
que espere
un minuto, una noche,
un año corto o largo,
que salga
de su soledad mentirosa,
que indague y luche, junte
sus manos a otras manos,
que no adopte ni halague
a la desdicha,
que la rechace dándole
forma de muro,
como a la piedra los picapedreros,
que corte la desdicha
y se haga con ella
pantalones.
La vida nos espera
a todos
los que amamos
el salvaje
olor a mar y menta
que tiene entre los senos.

(Pablo Neruda)



Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco
y en el alto cielo, su fondo estrellado,
y en las multitudes, al hombre que yo amo.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario.
Con él, las palabras que pienso y declaro,
madre, amigo, hermano y luz alumbrando,
la ruta del alma del que estoy amando.
 
Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído, que en todo su ancho
graba noche y día, grillos y canarios,
martillos, turbinas, ladridos, chubascos
y la voz tan tierna de mi bien amado.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados.
Con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos
y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así, yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto
y el canto de ustedes, que es mi propio canto.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.

(Violeta Parra)


Vida, mi vida…

Vida, mi vida,
déjate caer, déjate doler, mi vida,
déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, 
de piedras verdes en la casa de la noche,
déjate caer y doler, mi vida.

(Alejandra Pizarnik)



La vida de un pájaro en vuelo,
la vida de un amanecer,
la vida de un crío,
de un bosque y de un río,
la vida me ha hecho saber.

La vida del sordo y del ciego,
la vida que no sabe hablar
la del triste loco,
la que sabe a poco,
la vida me ha hecho soñar.

La vida voraz que se enreda,
la vida que sale a jugar,
la vida consciente que queda,
la vida que late en el mar.

La vida que brota de un muerto,
la vida que no se murió,
la de los desiertos,
la de un libro abierto,
la vida me ha hecho cuál yo.

La vida que alumbra en el trueno,
la vida final de un adiós,
la vida goteando de un seno,
la vida secreta de un Dios.

La vida que pende de todo,
la vida de cada emoción,
la vida en exceso,
la vida de un beso,
la vida me ha hecho canción.

(Silvio Rodríguez)


Mi vida huele a flor

He redondeado esquinas
para no encontrar monstruos a la vuelta
y me han atacado por la espalda.
He lamido mi cara cuando lloraba
para recordar el sabor del mar
y solo he sentido escozor en los ojos.
He esperado de brazos cruzados
para abrazarme
y me he dado de bruces contra mi propio cuerpo.
He mentido tanto
que cuando he dicho la verdad
no
me
he
creído.

He huido
con los ojos abiertos
y el pasado me ha alcanzado.
He aceptado
con los ojos cerrados
cofres vacíos
y se me han ensuciado las manos.
He escrito mi vida
y no me he reconocido.

He querido tanto
que me he olvidado.
He olvidado tanto
que me he dejado de querer.

Pero
he muerto tantas veces
que ahora sé resucitar
—la vida es
quien tiene la última palabra—.
He llorado tanto
que se me han hecho los ojos agua
cuando he reído,
y me he besado.
He fallado tantas veces
que ahora sé cómo discernir los aciertos de lo inevitable.
He sido derrotada por mí misma
con dolor y consciencia,
pero la vuelta a casa ha sido tan dulce
que me he dejado ganar
—prefiero mi consuelo
que el aplauso—.

He perdido el rumbo
pero he conocido la vida en el camino.
He caído
pero he visto estrellas en mi descenso
y el desplome ha sido un sueño.

He sangrado,
pero
todas mis espinas
han evolucionado a rosa.

Y ahora
mi vida
huele a flor.

(Elvira Sastre)


La llamada de la tierra

“¿Me han usurpado mi tierra?
¿Me han privado de mis derechos,
y me voy a quedar aquí, uncida al exilio, humillada y desnuda?
¿Me voy a quedar aquí a morir como una extraña en tierra extraña?
¿Me voy a quedar?
¿Y quién lo ha dicho?
Volveré a la tierra amada.


¡Por supuesto que volveré!
Y allí se cerrará el libro de mi vida.
Se apiadará de mí su tierra generosa
y dará cobijo a mis cenizas.

¡Regresaré, es necesario que vuelva!
¡Regresaré, comoquiera que sean mis desgracias!”.

Mas siguió desterrada, observando su tierra
y murmurando: “¡Es necesario que vuelva!”.

Mientras, agachaba la cabeza en la tienda,
cerrando el alma a su oscuridad,
cerrando el pecho a su desgracia.
Pero seguía estando ahí, fija, esa idea,
zumbando febril y silenciosa,
hirviendo y ardiendo en su cabeza,
quemando, como el fuego, sus sentidos:
“¡Regresaré, es necesario que vuelva!”.

(Fadwa Tuqán)


La palabra infinito

La palabra infinito es infinita,
la palabra misterio es misteriosa.
Ambas son infinitas, misteriosas.
Sílaba a sílaba intentas convocarlas
sin que una luz anuncie su dominio,
una sombra señale a qué distancia de ellas
está la opacidad en que te mueves.
Van a algún punto del resplandor y anidan,
cuando las dejas libres en el aire,
esperando que un ala inexplicable
te lleve hasta su vuelo.

¿Es más que su sabor el gusto de la vida?

(Ida Vitale)


(Imagen: "El árbol de la vida", pintura de Fabiana Bermolen)

viernes, 20 de diciembre de 2024

Un poema de Luis Rogelio Nogueras (y una canción de Silvio Rodríguez), con Palestina en el fondo


El poeta cubano 
Luis Rogelio Nogueras (1946-1985) escribió a finales de octubre de 1979 un poema después de haber visitado el campo de exterminio nazi de Auschwitz, cercano a la ciudad polaca de Cracovia. Lo tituló, en inglés, "Halt!", que podemos traducir como "¡Halto!" (se utiliza mucho en América Latina), "¡Parad!", "¡Deténganse!"...

El horror que contempló está presente en los versos, recordándonos en casi todos ellos lo sufrido por el pueblo judío, esos "cuatro millones de espectros". Pero introdujo dos aclaraciones: en la introducción, en la que alude a una noticia de prensa del momento acerca de los bombardeos lanzados por el ejército israelí sobre la población palestina refugiada en el sur de Líbano; y en los últimos versos, en los que se pregunta por qué se han olvidado del "vaho del infierno". Y es que al poeta le resultaba inconcebible que el pueblo que había sufrido tal atropello, como ocurrió en tantas otras ocasiones de distintos siglos y lugares, estuviera infligiendo el horror a otro. He aquí el poema completo:

La artillería israelí sigue cañoneando campamentos de refugiados palestinos en el Sur del Líbano 
(de la prensa)

Recorro el camino que recorrieron cuatro millones de espectros. 
Bajo mis botas, en la mustia, helada, tarde de otoño, 
cruje dolorosamente la grava.

Es Auschwitz, la fábrica de horror 
que la locura humana erigió 
a la gloria de la muerte.

Es Auschwitz, estigma en el rostro sufrido de nuestra época.
Y ante los edificios desiertos,
ante las aceras electrificadas,
ante los galpones que guardan toneladas de cabellera humana
ante la herrumbrosa puerta del horno donde fueron incinerados padres e hijos,
amigos de amigos desconocidos,
esposas, hermanos,
niños que, en el último instante,
envejecieron millones de años,
pienso en ustedes, judíos de Jerusalem y Jericó,
pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión,
que estupefactos, desnudos, ateridos
cantaron la hatikvah en las cámaras de gas;
pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso
camino desde las colinas de Judea
hasta los campos de concentración del III Reich.

Pienso en ustedes 
y no acierto a comprender 
cómo olvidaron tan pronto 
el vaho del infierno.

Años después, recién entrado el siglo XX, el cantante Silvio Rodríguez compuso el disco Cita con los ángeles. Sonaban de nuevo los tambores de guerra en el Próximo Oriente, en este caso bajo las órdenes  de George W. Bush y con el apoyo de Tony Blair y José María Aznar. Las canciones del cantautor cubano, empero, lo que hacían era apelar a la paz. En un recital de 2007, antes de interpretar la canción "Sinuhé", recitó el poema "Halt". He aquí el poema y la canción en este vídeo:

jueves, 19 de diciembre de 2024

¿Por qué no una canción?: "Rabo de nube", de Silvio Rodríguez


Queda poco para que acabe el año y mucha gente pide algún deseo para el que está a punto de entrar. Ayer escuché una nueva versión de una de las canciones de Silvio Rodríguez que más me gustan: "Rabo de nube". Forma parte del álbum homónimo, aparecido en 1980, y según ha declarado en alguna ocasión la compuso durante una estancia en Ciudad de México. 

El título proviene del nombre  con que se conocen en Cuba los tornados y su  contenido alude metafóricamente al deseo utópico de un mundo mejor, donde se erradique "lo feo" y nos aproximemos a la felicidad. Sin exclusiones. 

Si me dijeran: "pide un deseo",
preferiría un rabo de nube,
un torbellino en el suelo
y una gran ira que sube.

Un barredor de tristezas,
un aguacero en venganza
que, cuando escampe,
parezca nuestra esperanza.

Si me dijeran: "pide un deseo",
preferiría un rabo de nube
que se llevara lo feo
y nos dejara el querube

Un barredor de tristezas,
un aguacero en venganza
que, cuando escampe,
parezca nuestra esperanza.


Ofrezco dos versiones. La primera, de 1997, interpretada por el propio cantautor en un concierto en Buenos Aires dedicado a Ernesto Guevara, el Che.


La segunda la escuché ayer y está interpretada por el Coro Nacional de Cuba, que en este caso está dirigido por Eduardo Ferraudi. Fue unas de las canciones que integraron el concierto realizado el 27 de mayo de 2022 en la Iglesia San Francisco de Paula, en La Habana, bajo la dirección de Mirta Guerra Ramírez.

   

domingo, 15 de diciembre de 2024

Homenaje a Rafael Alberti: 100 años de Marinero en tierra


Se acaba el año 2024 y el recuerdo del Marinero en tierra de Rafael Alberti, con motivo de su centenario, sigue latente. En septiembre pasado le dediqué una entrada, reproduciendo varios de sus poemas, y hoy he tenido el privilegio de haber asistido a un bonito y emotivo acto celebrado en El Puerto de Santa María, la ciudad natal del poeta. Organizado por IU y el PCE de Cádiz, se ha llevado a cabo en lo que fue el antiguo monasterio de la Victoria, contiguo a lo que fue una cárcel de infausto recuerdo, con la presencia de un público numeroso  y entusiasta. No ha faltado a la cita gente como el poeta Luis García Montero, el coordinador federal de IU Antonio Maíllo, el periodista Juan José Téllez, el coordinador provincial de IU Jorge Rodríguez y artistas como Lucía Sócam, Inma Márquez y tantos más, que se han dirigido al público con sus palabras, la lectura de poemas y/o interpretando canciones. Y todo, con la excelente presentación llevada a cabo por Anabel Moreno, coordinadora local de IU de Conil.


En el acto se ha hecho un repaso de la figura de Rafael Alberti, la evolución que fue conociendo a lo largo de su vida como poeta y su compromiso político desde muy temprana edad, mirando siempre a la gente del pueblo, sus luchas y sus sueños. Estuvo presente el recuerdo  de su compañera María Teresa León y el apoyo que le prestó, se contaron anécdotas personales o se mencionaron momentos transcendentales de su vida, como la macha al exilio en 1939 o el regreso a España en 1977.

Uno de los poemas que leyó Luis García Montero fue "Retornos del amor en las arenas", que Alberti dedicó a María Teresa y perteneciente del libro Retornos de lo vivo lejano:   

 

Esta mañana, amor, tenemos veinte años.
Van voluntariamente lentas, entrelazándose
nuestras sombras descalzas camino de los huertos
que enfrentan los azules de mar con sus verdores.
Tú todavía eres casi la aparecida,
la llegada una tarde sin luz entre dos luces,
cuando el joven sin rumbo de la ciudad prolonga,
pensativo, a sabiendas el regreso a su casa.
Tú todavía eres aquella que a mi lado
vas buscando el declive secreto de las dunas,
la ladera recóndita de la arena, el oculto
cañaveral que pone
cortinas a los ojos marineros del viento.

Allí estás, allí estoy contra ti, comprobando
la alta temperatura de las odas felices,
el corazón del mar ciegamente ascendido,
muriéndose en pedazos de dulce sal y espumas.
Todo nos mira alegre, después , por las orillas.
Los castillos caídos sus almenas levantan,
las algas nos ofrecen coronas y las velas,
tendido el vuelo, quieren cantar sobre las torres.

Esta mañana, amor, tenemos veinte años.

Juan José Téllez nos leyó un poema del granadino Javier Egea, "Espumas de la escollera", en el que hizo una adaptación del conocido poema albertiano con estos versos:


Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era
Rafael Alberti


Espumas de la escollera,
Puerto de Santa María,
si Garcilaso volviera
yo sé que preguntaría
por su joven escudero
que quiso ser marinero
y se quedó en tierra un día.
Si Garcilaso volviera
seguro que encontraría
sus armas tan bien veladas
que entre claveles y espadas
le entregaría su arnés
y el luminoso vigía
del pueblo de la poesía
yo sé que respondería:
¡qué buen camarada es!

El acto acabó con la interpretación por parte del dúo Ea! de "A galopar", la conocida canción musicada por Paco Ibáñez  y que tiene como texto el poema "Galope". Contó con el complemento del resto de intervinientes, que salieron al escenario, y del público asistente:

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!


viernes, 13 de diciembre de 2024

La infancia palestina y la supervivencia. Hacia el final de las pesadillas, un libro de relatos escrito por Fermín Aparicio Sáez


El miércoles pasado estuvo en Barbate Fermín Aparicio Sáez presentando su libro La infancia palestina y la supervivencia. Hacia el final de las pesadillas (Madrid, Diwan Mayrit, 2024). El acto, organizado por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, tuvo lugar en la Tienda d'Straza, y contó con la participación de Inés Foncubierta y Antonio Roldán. 

Foncubierta se refirió a que el acto estaba incardinado con el Día Internacional de los Derechos Humanos (celebrado el día anterior), como uno más de los que desde hace años organiza la sección local de la APDHA, recordándonos la necesidad de mantener viva su defensa. Roldán, por su parte, resaltó a Rolf Reichert, profesor y escritor alemán de origen judío, que durante muchos  años llegó a tener una casa en Conil, donde acabó muriendo. Fue el autor del libro Historia de Palestina, publicado por primera vez a finales de la década de los sesenta, del que Roldán nos leyó un pasaje de su Prólogo:

Desde tiempo inmemorial existía en Jerusalén una costumbre emocionante: los niños judíos y musulmanes nacidos en el mismo barrio y en la misma semana eran tratados por sus familias como hermanos de leche: el niño judío era amamantado por la madre musulmana y el niño musulmán por la madre judía. Esta costumbre establecía relaciones íntimas y duraderas entre las dos familias y las dos poblaciones. La costumbre cayó en desuso.

Una convivencia que se fue perdiendo desde principios del siglo XX entre las tres comunidades religiosas, fuera musulmana, cristiana o judía, que se rompió con la llegada progresiva de colonos judíos procedentes de distintas partes del mundo.
 
Pero centrándonos en el libro que nos ocupa, estamos ante unos relatos en los que, como se indica en el título, los niñas y las niñas de Palestina de nuestros días son sus protagonistas. Niños y niñas de "la tercera generación de palestinos", como señala Yamil Mahmoud Abousada en el Prólogo. De entrada, lo que más llama la atención en lo que se cuenta son las distintas situaciones que viven, y sufren, en un contexto de guerra, destrucción y genocidio. Pero también se refleja una esperanza en sus vidas, dentro de un espíritu en el que la solidaridad y la resistencia como pueblo les lleva a no desistir. 

Cada uno de los relatos parte de un hecho real, recogido de alguna noticia de prensa o de libros, sobre el que el autor ha ido desarrollando una historia. En buena parte esos hechos están implícitos, pero en ocasiones se mencionan explícitamente. Es lo que ocurre en "Nayla y Omar", donde la niña Nayla, herida gravemente en un bombardeo del ejército israelí, nos dice esto en un pasaje:

Poco a poco me voy muriendo, no escucho nada, no siento nada, esto debe ser la muerte, pienso que me estoy muriendo.
Alguna vez escuché en algún sitio que cuando mueres es como entrar en un túnel completamente oscuro.

Y es al final del relato cuando averiguamos lo que le ocurrió realmente: 

Dos semanas después la niña Marah [la Nayla del relato], también de Gaza, después de ser rescatada de debajo de los escombros de la casa familiar, bombardeada y destruida esa madrugada, cuando fue conducida al hospital y estaba siendo reconocida por el cirujano, preguntó: '¿pero estamos en un sueño o ha pasado de verdad y es la realidad'.   

El recuerdo del pasado, con el fin de mantener la memoria de lo que fue su tierra hasta 1948, está muy presente. En "Milad Monther Wajih al-Raei", que tiene a un estudiante de Secundaria como protagonista, se cuenta de él lo siguiente:

Le gusta saber cómo era y cómo se vivía en Palestina antes de las resoluciones que provocaron la llegada masiva de colonos y la Nakba. Le gusta leer y estudiar cómo vivían juntos musulmanes, judíos y cristianos en pueblos y ciudades de Palestina (...). [Saber] cómo el cultivo más frecuente era el olivo, cómo el paisaje más común en los campos de Palestina eran miles de olivos plantados por todas partes, que eran el sustento de innumerables familias,  y con la llegada de los colonos fueron arrancados como una forma más de expulsar a los palestinos de sus tierras.

Colonos israelíes que no han parado de poblar los cientos de asentamientos construidos y repartidos en Cisjordania o en los alrededores de Gaza. Protegidos por el ejército y libres de hacer uso indiscriminado de sus armas, sus habitantes no dejan provocar situaciones de humillación, desprecio y provocación, a la vez de ostentación de un mensaje religioso supremacista que busca legitimar esa ocupación. En "Murad y Ziad", por ejemplo, mientras los niños palestinos juegan a fútbol, se pone eso de manifiesto:

'¿Qué hacéis ahí?, ¿es que no sabéis que esta tierra no es vuestra?', dijo uno de los colonos dirigiéndose al grupo de niños. 'Nosotros vivimos aquí cerca y aquí no hacemos mal a nadie?', respondió Murad mientras recogía el balón y se dirigía al colono que hablaba. 'Esta tierra de cosechas nos fue dada por Dios porque somos hijos de Jacob. Cuando venga el Mesías, todos vosotros seréis nuestros esclavos, si sois dignos y os portáis bien'. 'Pero...', empezó a hablar Murad.
En ese momento el colono sacó una barra de hierro e intentó darle en la cabeza.  

La violencia mortal, tan permanentemente presente, no procede sólo de los bombardeos, sino que se asoma en cualquier situación, acompañada de gestos de deshumanización. Es lo que aparece en "Khaled", cuyo protagonista pertenece a una familia que, junto con otras, se ha visto forzada a trasladarse lejos de su hogar:

Khaled no entendía por qué su abuela se había caído al suelo mientras alguien le grit[aba]: '¡Khaled!, ¡corre!, ¡ven aquí!'. Se hizo el silencio de nuevo, mientras que el niño, en medio de su carrera, perdió una de sus zapatillas del Barça en la plaza, al lado de Rani [su abuela].
Lo último que escuchó Rani antes de morir fueron dos cosas: unas carcajadas que provenían de uno de los tejados, donde pudo distinguir a alguien con uniforme del ejército israelí, y un grito que decía: '¡tocado y hundido!'.

Son niños y niñas a los que, pese a todo, no les falta soñar. Como, por supuesto, ser libres y vivir en paz. Y para el momento presente persisten en seguir adelante, en formarse lo más posible o en alcanzar aquellos estudios que les ayuden a mejorar las condiciones del presente y del futuro de su pueblo. Por eso, quienes puedan hacerlo, se orientan hacia la medicina, el magisterio, la ingeniería o la arquitectura, aprovechando incluso las becas solidarias que se ofrecen desde otros países. Es así como en el relato ya referido de "Murad y Ziad" el hermano mayor de Murad, Samir, no duda en darle por carta un consejo lleno de esperanza y dignidad:

Una cosa más, no  os calléis nunca ante las provocaciones y humillaciones que os puedan hacer, pero, además, como ya os he dicho alguna vez, estudiad, estudiad y formaos.

Unas palabras que dan sentido a la segunda parte del título del libro, para que  se ponga final a las pesadillas.

Y para acabar, un detalle importante: la recaudación por la venta del libro tiene como destino la UNWRA, la organización de Naciones Unidas que se dedica a ayudar a la población palestina refugiada, y que es víctima, además, del acoso y persecución por parte de Israel.

jueves, 12 de diciembre de 2024

Zapal. La memoria de una fotografía: un nuevo premio en otro festival de cine


Días pasados hemos recibido la buena noticia de un nuevo premio para el documental Zapal. La memoria de una fotografía. Si a mediados de octubre fue reconocido en el Festival Internacional de Cine Documental de Córdoba (FIDC) con el Premio Gerardo Olivares, dedicado a la mejor dirección, en esta ocasión ha recibido el de mejor guion en el Festival Internacional de Cine por la Memoria Democrática (FESCIMED), celebrado en Madrid entre los pasados 3 y 7 de diciembre.  

Resulta evidente que la obra sigue ganando relevancia y reconocimiento tanto entre la gente que ha podido visualizarla como entre quienes se mueven en las altas esferas del mundo del cine. 

Por ello felicito a José Luis Tirado y Francisco Artacho, quienes, como directores y guionistas, están haciendo posible que no se pierda la memoria de un triste episodio de la historia de Barbate, y en especial de quienes vivieron y sufrieron en una barriada en la que la miseria puso de manifiesto la desigualdad social extrema. 

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Cuando hablan los huesos, un libro sobre las víctimas enterradas en el Cementerio de San José de Cádiz


Hace unos días recibí el libro Cuando hablan los huesos. Las víctimas del franquismo enterradas en el Cementerio de San José de Cádiz (1963-2023) (2024, Cádiz, Cementerio Mancomunado de la Bahía de Cádiz). Por motivos familiares no pude asistir a su presentación en Cádiz, pero gracias a Pedro Sibello, antiguo alumno y uno de sus autores, he podido hacerme con él y leerlo. 

Ha sido coordinado por el arqueólogo José Gener Basallote y el historiador José Luis Gutiérrez Molina, habiendo contado para su realización con un numeroso equipo multidisciplinar. Estamos ante un trabajo importante, pues la investigación ha puesto al descubierto una de las claves de la represión fascista que se llevó a cabo en Cádiz y, más concretamente, del principal lugar de enterramiento habido en la capital gaditana: el Cementerio de San José. 

Después de diversos trabajos previos, en 2015 se inició una campaña de intervención arqueológica, cuyo resultado, tras varias fases, ha sido la exhumación de los restos de más de un centenar de personas, entre las 512 enterradas que se conocen como víctimas mortales de la represión en dicho cementerio. Allí fueron depositadas en fosas o en sepulturas y/o nichos. En muchos casos están desaparecidas, bien desde el primer momento o bien como consecuencia de traslados posteriores, y entre los registros realizados en su día, en 77 casos se desconoce de quiénes se trata. 

Se han cuantificado diversos datos, como las edades que tenían o los traslados posteriores llevados a cabo entre 1941 y 1993 por familiares. Estos últimos han alcanzado el número de 136. A la vez, en el libro se señala que los desalojos forzosos por parte de la administración han sido escasos. 

Precisamente en esta última situación se encuentra el único barbateño del que conocemos que fue llevado al Cementerio de San José: Francisco Domínguez Benítez, que fue enterrado en una sepultura el 21 de octubre de 1936, después de haber sido fusilado en el entorno de la Plaza de Toros de Cádiz. Sobre esta persona publiqué en diciembre de 2022 el artículo "Profundizando en las circunstancias del asesinato de Francisco Domínguez Benítez desde la documentación del Cementerio de San José de Cádiz", que también fue reproducido en el portal  electrónico Todos (...) los Nombres. Para ello partí de los datos que me facilitó Pedro Sibello, y los completé principalmente con un breve trabajo de José Luis Gutiérrez Molina de 2015 dedicado a esa persona y la información  que yo mismo había obtenido en el Archivo Municipal de Vejer de la Frontera.

El libro se completa con el tratamiento  de distintos aspectos relativos al trabajo científico desde la arqueología, el papel de las asociaciones memorialistas o la preocupación creciente desde familiares de las víctimas. Se han incluido, así mismo, unas breves semblanzas biográficas de 434 de las víctimas enterradas en el Cementerio de San José. Y no falta tampoco la relación de sus nombres (alfabética y por año de enterramiento) y la de aquellas víctimas de Cádiz que no fueron enterradas en dicho cementerio.