domingo, 13 de febrero de 2011

Que se haga, Koldo

Llevo leyendo artículos de Koldo Campos Sagaseta en Rebelión e Insurgente desde hace bastantes años. Es uno de sus colaboradores más prolíficos, cuyos artículos, en el caso del primero, aparecen con el antetítulo “Cronopiando”. Se trata de comentarios y reflexiones en general no extensas, pero muy agudas e interesantes con las que resulta, al menos en mi caso, fácil de coincidir. Pero no fue hasta ayer cuando, ignorante de mí, reparé en que he topado con un creador literario de importancia. Leyendo su artículo “Algo más sobre los derechos de autor”, publicado por Insurgente el viernes 11 de febrero, nos recuerda, al hilo de sus peripecias como autor literario, algunas de sus obras teatrales y especialmente dos de ellas que han alcanzado un éxito importante en Latinoamérica: ¡Hágase la mujer! y La verdadera historia del descubrimiento de América. La curiosidad y, algo más, el deseo por saber más de él me llevaron a buscar primero esas obras por la red, de la que él mismo nos informa generosamente que pueden descargarse, por ejemplo, desde la sección “Libros libres” de Rebelión. Localicé también su página electrónica cronopiando.com y diversas referencias a su vida, obra y andanzas, que se corresponden con una persona fascinante en vivencias y experiencias, producto de tantos años de recorrer el mundo y, en mayor medida, América Latina, donde ha vivido durante más de tres décadas. El año pasado la editorial Tiempo de Cerezas publicó una recopilación de sus poemas con el título Cronopiando en verso… y otras vainas, y que me he apresurado a comprar ya, online, entre otras cosas para que pueda ver recompensado materialmente su trabajo, lo que merece.

Pues bien, esta misma mañana he podido leer una de las obras antes referidas: ¡Hágase la mujer! Representada por primera vez en 1987 en la República Dominicana, no tiene desperdicio. Es una obra más bien corta, ordenada en un solo acto y protagonizada por cuatro personajes. Contiene la intensidad suficiente para desentrañar las claves de las relaciones de género construidas a lo largo del tiempo y de la ideología que las sustenta, sin que falte la rebeldía de una mujer que se resiste a ser dominada y, un final, corrosivo, cuando no revolucionario, desde el momento en que el hombre acaba diciendo que se va también del paraíso “donde todos los seres humanos sean iguales” y el propio Dios, desesperado, decide acompañarlos “hasta la puerta”. Un final que, en cierta medida, me recordó al que Gioconda Belli expone en su novela El infinito en la palma de la mano, cuando escribe que “sabrán que el único Paraíso donde es real la existencia es aquel donde posean la libertad y el conocimiento”.

Koldo Campos Sagaseta se ha referido a sí mismo en varias ocasiones, quizás de una forma provocadora, que por sus circunstancias familiares ahora trabaja como “ama de casa”, dada su dedicación principal al cuidado del hogar y de sus dos hijas pequeñas.  Eso sí, a la espera de que “como autor aspiro a vivir (no necesito piscina privada) de lo que escribo”.