viernes, 12 de noviembre de 2010

Simone de Beauvoir y la metáfora de los cuartos de baño

He acabado la lectura de Las bellas imágenes de Simone de Beauvoir (Barcelona, Edhasa, 1981). Curiosa recreación novelada de su famoso libro El segundo sexo. Bonita puesta en escena de la disección profunda de la realidad humana que hizo en 1949 a través del análisis de la milenaria sociedad patriarcal, donde la dominación masculina ha absorbido la existencia del otro sexo, el femenino, para convertirlo en su subalterno. La apuesta de Beauvoir por dar personalidad a las mujeres en igualdad con los varones queda reflejado en Las bellas imágenes en los intentos de su protagonista, la joven esposa y madre Laurence, por construir su propia personalidad, aun a riego de equivocarse, y sobre todo por dejar vía libre para que su hija pueda hacerlo sin las ataduras que le han acompañado a lo largo de su vida. 

Pero mi intención no es comentar la trama y los personajes de la novela que Beauvoir escribió en 1966, sino un aspecto de la misma, que tiene que ver con la visión que se tenía del futuro en la década de los sesenta del siglo pasado en un país de alto desarrollo económico como era Francia. 

En algunos pasajes de la obra la autora traza los rasgos de una ucronía en la que el optimismo social se impregnaba de los avances habidos en la ciencia y la técnica, que daban forma a un nuevo lenguaje universal, nuevos hábitos alimenticios, un nuevo modelo de relaciones entre los dos sexos e incluso una nueva cultura del trabajo. 

Este párrafo lo ilustra con claridad: 

Gracias a las proteínas sintéticas, a la anticoncepción, a la automatización, a la energía nuclear, podemos considerar que hacia 1990 se habrá instaurado la civilización de la abundancia y del descanso. La tierra ya no formará más que un solo mundo, hablando quizá -gracias a las traducciones automáticas- una lengua universal; los hombres comerán hasta el hartazgo, y no consagrarán al trabajo más que un tiempo ínfimo: quizás no conozcan el dolor ni la enfermedad (p. 77).

O este otro: 

¿Es que usted no sabe que en este momento la previsión del futuro se halla a punto de convertirse en una ciencia exacta? ¿Nunca ha oído hablar de la Rand Corporation?

-No.

-Es un organismo norteamericano dotado de recursos extraordinarios. Interroga a los especialistas de cada disciplina y hace un cálculo de probabilidades. Millares de sabios de todo el mundo participan en ese trabajo (p. 155).

Un cientifismo hecho a la medida de la clase dominante, la burguesía, que marcaba los límites en los cuales se actuaría:

-(...) Dentro de veinte años la mayoría no tendrá aún cuartos de baño (...).

-¿Y por qué no habrá cuartos de baño? - preguntó Thérèse Vuillenot.

-Las tuberías cuestan muy caras y eso haría subir el precio de las viviendas -dice Jean-Charles.

-¿Y si disminuyeran los beneficios?

-Querida, si los beneficios disminuyeran demasiado, a nadie le interesaría construir -dice Vuillenot (pp. 155-156).

Magnífica descripción de nuestros días hecha hace casi medio siglo. Sólo hay que cambiar los cuartos de baño por el bienestar colectivo. Metáfora de la realidad.