lunes, 27 de julio de 2009

Silvio Rodríguez (y 2)


La discografía de Silvio Rodríguez es muy amplia. Es un autor muy prolífico, con cientos de canciones, cercanas al millar si es que no las ha superada. En los distintos discos que saca va introduciendo algunas anteriores, incluso de los años 60 y 70. El último que ha grabado, Érase que era, es una recopilación de canciones inéditas de sus primeros momentos. Aunque tiene un total de 19 discos en solitario (siguiendo la referencia de www.patriagrande.net/cuba/silvio.rodriguez/; otras dos páginas electrónicas son lapaginadesilviorodriguez.blogspot.com o www.silviorodriguez.org/obra.cfm), ha editado otros más en colaboración con artistas como Pablo Milanés, Roy Brown, Luis Eduardo Aute, etc., algo de lo que me ocuparé en la tercera parte. Ahora me voy a quedar con su discografía en solitario, sin que le haya faltado la colaboración, de distintas maneras y en distinto grado, de personas del mundo de la música importantes, sobre todo de su país, como Frank Fernández, Eduardo Ramos, Chucho Valdés y un largo etcétera.

Los cuatro primeros discos de Silvio Rodríguez (Te doy una canción, Cuando digo futuro, Al final de este viaje y Mujeres) tienen canciones inolvidables. ¿Qué decir de "Te doy una canción"? ¿O de "Playa Girón", "Santiago de Chile", "Madre", "Días y flores"...? Todas y, en especial, una debilidad mía: "Pequeña serenata diurna", bella en el inicio con guitarra, controvertida en sus primeras palabras ("vivo en un país libre, / cual solamente puede ser libre") y majestuosa en su final con saxofón. En el segundo y tercero está "Ojala", otra de sus cumbres, motivo de interpretaciones contradictorias (en "Maiami" se llegó a decir que era anticastrista) que aclaró él mismo aclaró en su día: se basa en el recuerdo de su primer, y frustrado, gran amor. Mujeres, por último, es bello en su conjunto, vuelve a incluir "Te doy una canción", me gustan "Mujeres" y "En estos días", y me subyuga "Esto no es una elegía", donde uno parece estar en las mismas calles de La Habana cuando la escucha (“Tú me recuerdas las cosas, no sé, las ventanas / donde los cantores nocturnos cantaban / amor a La Habana”).

Entre los discos de los años 80, de Rabo de nube (que me regaló mi hermano Jorge) me gusta la canción que da nombre al disco, pero también "Te amaré" o "Testamento". Unicornio contiene esa misma canción, bella donde las haya, inspiradora de sueños y basada en una fantasía que le contó uno de los hijos de poeta Roque Dalton cuando luchaba en las montañas salvadoreñas. Sin olvidar la que abre el disco, “Por quien merece el amor”, un dardo de amor contra lo que acabó siendo la intervención reaganiana en Centroamérica (“Mi amor no precisa fronteras; / como la primavera, / no prefiere jardín”) o la categórica "La maza". De Tríptico, dedicado al 25 aniversario de la Revolución y del que me llama la atención su humildad, destaco ante todo la melodía que aparece en los tres discos, a modo de leiv motiv, de la canción "Mi lecho está tendido". En su día le cantaba a mis sobrinos y sobrinas "Reparador de sueños".

La colaboración con el grupo Afrocuba va a dar lugar a dos discos, Causas y azares y Oh melancolía, que tienen una mayor sonoridad, al incluir una orquestación donde a las cuerdas y la percusión se le une el viento con un sonido llamativo, algo que pude comprobar cuando asistí en directo al recital basado en el segundo de los discos. Destaco las dos canciones homónimas, pero sin olvidar la emotiva y liberadora "Requiem" (“Anda, que te espera el porvenir. / Vuela, que los cisnes están vivos. / Mi canto está conmigo. / No tengo soledad”).

Los años 90 comienzan con Silvio Rodríguez Chile, grabado en directo en 1990, bajo la dirección de Chucho Valdés y la compañía del grupo Irakere. Consta de 22 canciones recopilatorias y algunas inéditas, como “Mariko-San”, de la que ignoro todavía quién o qué es, y “Venga la esperanza”, donde, una vez más, apela a su gran humanismo en el peor momento de la revolución (“venga la esperanza, de cualquier color / verde, roja o negra, pero con amor”).

Otra trilogía, Silvio / Rodríguez / Domínguez, alcanza en su conjunto para mí otra de las cimas de su obra. De las muchas canciones que ha dedicado al Che la que más gusta es "Hombre", incluida en Silvio, quizás la más humana del personaje ("De quererte cantar sufro disnea / bastante más allá de los pulmones”). Y entre tantas de la trilogía, "La vida". Fue en el mes de febrero cuando me vino el recuerdo de su música con motivo de la muerte de un compañero de trabajo. La elegí después para interpretarla como regalo para Montse y Juanjo, cuando celebraron ser pareja de hecho. Y es que “La vida que pende de todo, / la vida de cada emoción, / la vida en exceso, / la vida de un beso, la vida me ha hecho canción”.

Los dos discos siguientes, Descartes y Mariposas, se los debo a mi querida Marta. El primero, como su título indica, son las canciones que no incluyó en la anterior trilogía, pero que en su mayoría no desmerecen, como “En busca de un sueño (…hermoso y rebelde. /En busca de un sueño / que gana y que pierde”) o “La tonada inasible”, dedicada a Luis Rogelio Nogueras (“Hace quince segundos / que se murió el poeta). Mariposas es una recuperación de la sencillez instrumental, aunque con la compañía del guitarrista Rey Guerra, estando excelentes los dos en “Quien tiene viejo el corazón” o “Sueño valseado”.

El nuevo siglo lo abre con Expedición, del que me resulta curiosa la canción “Quédate”, que fue su estreno en la televisión cubana en los años 60, un poco inocente y, quizás, de las menos “silvistas”. Y portentosa es “Fronteras”, donde hace un alegato contra el estado de cosas reinantes en el mundo: “Mi país es pobre, mi piel mejunje, /mi gobierno proscrito, mis huestes utópicas. / Soy candidato al inventario de la omisión, por no ser globable”. En Cita con los ángeles muestra una felicidad (¿qué refleja si no su sonrisa de la contraportada del librito de letras?), quizás contenida, la de sus amigos (Frank Fernández, Chucho Valdés, Leo Brouwer, Amaury Pérez…, que le acompañan en el disco), la de su nueva compañera (Niurka González, música también), la de sus hijas y su nieto (que llenan su casa de flores para que “vengan almas y retazos: / voy a repartir canciones”) o la pléyade de ángeles que existen en el mundo desesperados que “toman los cielos de la tierra / y con sus lápices de nubes/ pintan adioses a las guerras”.

Érase que era acaba su hasta ahora lista de discos, que no de canciones pues, al margen de las que siga creando, tiene todavía muchas inéditas. Precisamente este disco rescata 25 canciones hechas entre 1967 y 1972, una de ellas, “Epistolario del subdesarrollo”, también como fondo musical de un vídeo que nos muestra el contraste del paso del tiempo, porque “no tengo que cerrar los ojos para ver”. “Después que canta el hombre”, que ha dedicado a Antonio Gades (amigo del pueblo cubano, enterrado en La Habana e inmortalizado en una escultura situada en la plaza de la catedral), no es más que una mirada a la guitarra a la que “se le guiña un ojo”. En fin, todo un homenaje a los inicios, duros e inciertos en ese momento, de una generación musical que todavía permanece (y que llamaron Nueva Trova Cubana), como deja patente sobre todo en las canciones “Oda a mi generación”, que abre el disco, o “Érase que era”, que casi lo cierra.

(Imagen: Poeticous).