
Chávez sufrió numerosas acciones y presiones para ser derrocado, siendo la más peligrosa el golpe de estado de 2002, desbaratado por la combinación de la presión popular y la fidelidad de amplios sectores de las fuerzas armadas. Maduro lo vivió tras su elección hace un año y ahora lo está padeciendo de nuevo. Las noticias que nos ofrecen los medios de comunicación occidentales son penosas, por malintencionadas y ajenas a la realidad. Los sucesos acaecidos hace unos días, con varias personas muertas, se han presentado como producto de la represión del gobierno sobre los grupos de oposición. Han minimizado, cuando no ocultado, el desmarque del propio Henrique Capriles, sobre el papel líder de la oposición, pero objeto de deserción por parte de los sectores más extremos. Éstos, liderados por Leopoldo López -muy activo en el golpe de 2002-, son los que ha protagonizado las acciones de días pasados, dentro de una estrategia de fomento de la violencia que propiciara reacciones contra el gobierno dentro y fuera del país. Más de lo mismo: golpismo, fascismo...
La reacción de la gente está siendo ejemplar. Se mantiene alerta desde la movilización permanente. Apoya en su mayoría al gobierno, que lo considera suyo. Y lo hace esperanzada y con alegría, consciente de que es ella misma la que debe hacer frente a la reacción, porque es la única forma de garantizar sus conquistas sociales y políticas. Que no es poco.
Público nos ofrece un artículo de Juan Carlos Monedero, titulado "A vueltas con el golpismo en Venezuela", donde se disecciona con maestría lo ocurrido días pasados y su trasfondo. Es un profundo conocedor de ese país y ese continente, y sabe de lo que habla.