Matisse le dijo a François Gilot que le haría un
retrato con azul claro para la piel y verde oscuro para el pelo. Picasso, que
estaba presente, cuando llegó a su estudio le hizo uno con esos colores, transformando
la cara de François en flor, las manos en hojas, el talle y los brazos en
ramas. Este cuadro dedica el cuatro a Picasso y el color a Matisse.
Con esta leyenda Tato Cort
explica el motivo de una obra suya dedicada a los dos genios de la pintura y que ha plasmado en un retrato de Pablo Picasso. Ha
sido expuesta por primera vez a principios de junio en Arroyo de la Miel y lo será en agosto en
Barbate. Un retrato de grandes dimensiones, de unos dos metros de altura, hecho
sobre tela. Como tantas otras obras suyas, da fe de su maestría como pintor.
Tato Cort lo es
eminentemente figurativo, donde alcanza cotas de una gran calidad. Muy brevemente me voy a referir a dos
muestras. La primera, cómo ha reflejado el mundo de la mar, en general, y el de la
almadraba, en particular, de Barbate. El agua y los barcos, como marco, y los enseres y, ante todo, los atunes y los marineros, como sus habitantes, aparecen representados con inconfundibles trazos de color y ráfagas de luz. La segunda, cómo cultiva el género del retrato. Aparte del que realiza, con éxito, por encargo, también ha prestado atención a
personajes de relevancia universal o de su propio universo, donde se expande en
las dimensiones de sus obras y, ante todo, en el sentimiento. Suyo es el
retrato de Rafael Alberti que hizo en 2005, plasmado sobre una tabla, para dar
imagen a la entusiasta actividad didáctica que nuestra amiga Montse desarrolló en
el instituto Trafalgar. También el que dedicó al querido Luis Valverde Luna y
que fue el fondo del escenario de su homenaje el pasado 28 de enero. Los dos
están ahora en el salón de actos del centro donde trabajó –y coincidimos- durante
tantos años. Suyo también fue un retrato que hizo de Julio Anguita, allá por
1995, en la sede de IU de Barbate. Lástima que no se sepa de su destino, al
quedarse impregnado sobre el yeso de una de las paredes.

La obra de Tato supone una fusión, en forma de homenaje, de su concepción de la pintura con lo que Picasso -reflejado en la imagen concreta y en el color "azul pálido" que la inunda- y Matisse -en el espíritu y en el "verde hoja" del sombreado- le han inspirado en su saber hacer. Bonita mezcla.