Tenía una idea de Aristófanes como la de un autor teatral anclado en la defensa de la clase aristocrática a la que pertenecía y en la conservación de las tradiciones religiosas griegas. Siendo cierto, sus obras reflejan las contradicciones que supone mantenerse en sus convicciones y criticar a quienes gobernaban en el momento en que vivió, esto es, la segunda mitad del -V y las dos primeras décadas del -IV. En sus críticas, cargadas de sátira, lanzadas contra lo que representaba el nuevo estado de cosas en un sociedad esclavista en plenitud, Aristófanes presentó situaciones que, viéndolas en nuestros días como progresistas, se contradecían con lo que defendía. Su pacifismo, su defensa de las mujeres e incluso su propuesta de una sociedad comunista, como planteó en la misma Lisístrata (sobre las dos primeras) y La asamblea de mujeres (sobre las dos últimas), tenían sus límites. El pacifismo no era otra cosa que puro oportunismo y la igualdad de género se reñía con la sociedad esclavista que anhelaba.
Vistas así las cosas, podría pensarse que la adaptación de Lisístrata que vimos el otro día fue pura superchería. Y nada más lejos de la realidad. Porque el autor ha aprovechado su contenido, que es perfectamente defendible en los planteamientos, al que ha aderezado con elementos de la realidad de nuestros días. Y precisamente en un momento histórico en el que las luchas feministas están poniendo de relieve la necesidad de un modelo de relaciones de género basado en la igualdad. La obra la ha insertado también en el marco cultural y natural que supone el cabo de Trafalgar, en el que su Faro, cargado de simbolismo, sustituye a la Acrópolis ateniense como epicentro de la revuelta de mujeres en que se centra.
Es Lisístrata, como personaje, una mujer atrevida, que en plena guerra del Peloponeso, que enfrentó a Atenas y Esparta durante el último tercio del siglo -V, apostó por la paz como forma de poner fin a las hostilidades y recuperar la tranquilidad de las gentes. Y nada mejor para ello que proponer y organizar una huelga de sexo. Pese a las resistencias iniciales y los intentos de relajación que se dieron durante el conflicto, todo ello cargado de situaciones cómicas, las mujeres consiguen finalmente que se firme la paz entre las dos polis enemigas, que por entonces rivalizaban por conseguir la hegemonía en el mundo griego.
En la versión de Andreu se resalta la osadía de unas mujeres que defienden a la vez la igualdad de género y la paz, valores que forman parte del acervo político y ético de nuestros días. Ya a 2003, cuando EEUU y sus aliados preparaban la guerra contra Irak, surgió el Proyecto Lisístrata, mediante el cual en numerosos países se hicieron representaciones de la obra de Aristófanes desde la perspectiva del feminismo y el pacifismo, y como oposición al militarismo.
Una versión en la que no falta el toque gaditano, con sus expresiones y sus recursos carnavalescos, lo que hace todavía más atractiva la representación. Y, en fin, una puesta en escena bien concebida y unos recursos humanos muy bien aprovechados.
Y como dije al principio, toda una gozada.