Durante mi visita a la Galería Tretiakov de Moscú pude ver buena parte de las obras que se conservan de los siglos medievales -iconos religiosos en su totalidad- y de los siglos XVIII y XIX. Desfilan por ella distintos estilos artísticos, desde el más tradicional de la cultura rusa con raíces bizantinas, hasta los que a partir del siglo XVIII van llegando por influencia europea: rococó, clasicismo (no gusta la denominación de neoclasicismo, por no haber conocido previamente la etapa clásica europeo-occidental de los siglos XV y XVI), romanticismo, realismo, impresionismo, postimpresionismo...
Una galería basada artistas de la propia Rusia. Es lo que le confiere un gran valor. Y es lo que se percibe en muchas de las obras a través de los temas tratados, los personajes representados y hasta la atmósfera que exhalan. Dentro, todo ello, de una especie de "alma rusa", como gusta decir.
Confieso que la visita me supuso una decepción, no tanto por lo que vi -que, ya con posterioridad, estoy apreciando en bastante mayor medida-, como por lo que esperaba ver: el arte ruso del primer tercio del siglo XX. Supimos después que se encontraba en otro edificio, por lo que tuve que conformarme con lo visto.
Mientras escuchaba la información que nos transmitía la guía, no paré de hacer fotos, en un número cercano a las setenta. Con paciencia días después pude dar con los autores y los títulos de cada una de esas obras, salvo en una. La que se corresponde con el retrato de la mujer que tenemos delante. Todo un enigma para mí.
Si nos atenemos a la técnica y los colores que se han utilizado, me inclino a que pertenece al arte de finales del siglo XIX. No sólo por la pincelada ancha y en algunas partes el posible uso de la espátula, sino también por los colores apagados, entre terrosos y negros, me atrevo a considerar que estamos ante una obra postimpresionista. En el cuadro ha desaparecido ya la riqueza cromática del impresionismo, el gusto por la luz, por sus contrastes o por los colores vivos. De éstos se salva tan sólo el color rojo de la flor que la mujer tiene sobre su pecho y el de sus labios, sobresaliendo sobre el conjunto del cuadro.
Me sorprende el retrato de esa mujer, tumbada sobre un sillón o un sofá, relajada y con una sonrisa que no parece tanto contenida como de una plenitud moderada, quizás de felicidad. ¿Quién será? ¿De quién será la obra? Después de haber rastreado las obras de la Galería, ha habido un artista que se aproxima en mayor medida a quien podría ser su autor. Me refiero a Valentin Serov (1865-1911), cuya obra va evolucionando desde sus inicios impresionistas hasta el modernismo de los últimos años. Impecable retratista, destacan entre sus cuadros "Niñas con melocotones", "María Yemólova" o "Máximo Gorki". ¿Será suyo el retrato de esa mujer con una flor roja y sus labios pintados del mismo color?
Post data del 6 de agosto
Y a las tres semanas, hízose la luz: estamos ante el "Retrato de A. I. Iemelianova", obra de Vasili Surikov, de 1909. Aunque se le considera como artista del realismo, especializado en temas históricos (destacan "La mañana de la ejecución de Stresltsi" o "La boyarda Morózova", expuestos en la misma Galería Tretiakov), no cabe la menor duda que al observar las obras de finales del XIX y principios del XX se percibe claramente el empleo de la técnica impresionista, tamizada por dispersión de subjetividades que fue aportando el postimpresionismo. Lo hace en el retrato que nos ocupa y en otro de la misma Iemelianova, realizado seis años antes.