Las encuestas han acertado. Los resultados, en líneas generales, han coincidido con las previsiones que se estaban haciendo, teniendo en cuenta que las escasas diferencias podían dar lugar a algunas variaciones, incluso vuelcos. Mi alusión a las posibilidades de Jean Luc Mélenchon se basaba en el crecimiento espectacular que había estado conociendo en las últimas semanas, duplicando la intención de voto de los primeros momentos. Al final, por lo ocurrido, se estancó (19,6%), apenas a 0,3 puntos de François Fillon (19,9%) y a 1,8 de Marine Le Pen (21,4%). Quien subió algo más ha sido Emmanuel Macron (23,8%), que acabó desbancando del primer puesto a la candidata del Frente Nacional.
Ahora toca una segunda vuelta previsible. Macron, que ya cuenta con el apoyo oficial de las dirigencias y/o candidatos de republicanos y socialistas, además de quienes controlan las instituciones de la UE, será con seguridad el próximo presidente de Francia. Las apuestas estarían en la diferencias sobre su rival. Por ahora le conceden un 60%, pero está por ver cómo irá oscilando. En todo caso, si Le Pen parte de un 40% en los apoyos, duplicaría en la práctica los obtenidos el domingo. ¿De dónde saldrían? No cabe duda que buena parte provendrían de la derecha conservadora que ha representado el gaullismo durante mucho tiempo y que ha apoyado a Fillon. Pero no sólo. También de algunos sectores que han votado a Mélenchon, en su mayor parte de condición social humilde, que pueden ser atraídos por el populismo ultraderechista frente al neoliberalismo que representa Macron.
En el seno de la izquierda grupos como el NPA (con candidato propio) o el PCF (que apoyó a Mélenchon)
ya han lanzado la consigna de parar a Le Pen. Mélenchon no se ha
pronunciado explícitamente, salvo decir que la gente sabe lo que tienen
que hacer, y la plataforma que le ha apoyado consultará a sus bases. Lo
que finalmente haga el electorado de izquierdas está
por ver. Porque no votar a le Pen no tiene por qué suponer hacerlo por
Macron. Y máxime cuando éste lo tiene seguro. Una forma, en fin, de
delimitar los apoyos: ni a uno ni a otra; ni al candidato del
neoliberalismo gobernante ni a la candidata ultraderechista xenófoba.