Se
llamaba Fernando Macarro Castillo y era hijo de Marcos y Ana. Había nacido en
el pueblo salmantino de Alconada y vivido en el de Ventosa del Río Almar,
"en el seno de una familia pobrísima de jornaleros del campo". Pero
pronto se trasladó con su familia a Alcalá de Henares (Madrid) en busca de
nuevos horizontes. La pobreza siguió siendo una constante, incluso cuando con
doce años se vio obligado a trabajar.
Educado
en un ambiente muy religioso y militante católico, acabó acercándose primero a
las Juventudes Socialistas, luego pasó a formar parte de las Juventudes
Socialistas Unificadas y finalmente al Partido Comunista. La guerra cambió
radicalmente su vida y a su término fue detenido cuando sólo tenía 19 años.
Empezaba así una nueva etapa en su vida, muy dura, que arrancó con unas
torturas que nunca olvidaría. Pero lo peor vino cuando hasta los 42 hubo de
pasar más del doble de su vida encerrado entre rejas, lo que le convirtió en el
preso del franquismo que más tiempo estuvo en esa situación. De ahí salió su
dedicación a la creación de versos, como la vía para fortalecerse y transmitir
sus sentimientos. Y de los nombres de sus progenitores, el pseudónimo con que
empezó a firmar sus poemas y que habría de ser el nombre con que hoy se le
reconoce. Luego vino el exilio y su dedicación a denunciar la dictadura por
numerosos países. No le faltaron numerosos homenajes, como muestras de
solidaridad, y una relación de amistad con artistas y literatos.
Su
vida está recogida en una autobiografía, prologada por José Saramago, que se
publicó en 2007: Decidme cómo es un árbol. Memoria de la prisión y de la vida
(Barcelona, Umbriel). El título alude a unos versos suyos escritos en la cárcel
de Burgos en 1960, un año antes de salir en libertad:
Decidme
cómo es un árbol,
contadme
el canto de un río
cuando
se cubre de pájaros,
habladme
del mar,
habladme
del olor ancho del campo
de
las estrellas, del aire.
Recitadme
un horizonte sin cerradura
y sin
llave como la choza de un pobre,
decidme
cómo es el beso de una mujer,
dadme
el nombre del amor
no lo
recuerdo.
¿Aún
las noches se perfuman de enamorados
tiemblos
de pasión bajo la luna
o
solo queda esta fosa,
la luz
de una cerradura
y la
canción de mi rosa?
22
años, ya olvidé
la
dimensión de las cosas,
su
olor, su aroma,
escribo
a tientas el mar,
el
campo, el bosque, digo bosque
y he
perdido la geometría del árbol.
Hablo
por hablar asuntos
que
los años me olvidaron.
No
puedo seguir:
escucho
los pasos del funcionario.
Ayer
por la mañana fue hospitalizado de gravedad, pero los 96 años pesaron más que
el espíritu de resistencia que le mantuvo en pie durante sus 23 años de
cárceles. Con él se ha ido una persona grande en la humildad y el sacrificio. Y
fiel a sus principios:
Si
salgo un día a la vida
mi
casa no tendrá llaves.
Siempre
abierta, como el mar,
el
sol y el aire.
(Imagen: "Ojos de Marcos", acuarela y lápiz de Javi Larrauri, autor del documental Marcos como m de memoria, 2012).