sábado, 16 de noviembre de 2024

Celeste Caeiro, la mujer de los claveles rojos (y un poema para recordarla)


Ha fallecido Celeste Caeiro, una humilde mujer, trabajadora de un restaurante de Lisboa, que el 25 de abril de 1974 se hizo famosa por haber empezado a poner claveles rojos en la boca de los fusiles de los soldados insurgentes. Había comenzado la revolución contra la dictadura portuguesa y ella, con su gesto sencillo y original, dio origen al símbolo con el que ha pasado a ser conocido ese hecho histórico.

En 1999 la poeta alentejana Rosa Guerreiro Dias le dedicó un poema: “Celeste em flor”. Ahora lo reproduzco y se lo dedico a la heroína popular para seguir recordándola.


Para ti Celeste em flor,
Esta pequena homenagem feita
por uma poetisa popular alentejana.
Rosa Guerreiro Dias
25 de Abril de 1999.

Tu foste de palmo e meio
de voz doce e olhar brilhante.
Falas hoje sem receio
desse momento importante.

Foste o vaso, foste a terra
onde o craveiro aflorou.
E assim amainaste a guerra,
a guerra que não sangrou.

Com um molho de cravos na mão
ndaste p’la Baixa à toa
sem saber da revolução
que se passava em Lisboa.

À Rua do Carmo chegaste,
viste soldados armados.
Mas tu não te atrapalhaste
deste Cravos Encarnados.

Deste um cravo a cada mão
mais nada tinhas p’ra dar
e o tropa com emoção
na espingarda o foi espetar.

Com este gesto, mulher
trouxeste ao país Glória.
Não és uma mulher qualquer
nem qualquer uma entra p’rá História.

És somente portuguesa
uma mulher em tantas mil
mas irás ser com certeza
mulher dos cravos de Abril.

[Tenías una pulgada y media
con una voz dulce y ojos brillantes.
Hoy hablas sin miedo
de ese importante momento.

Eras el recipiente, eras la tierra
donde surgió el clavel.
Y de esa manera aliviaste la guerra,
la guerra que no sangró.

Con un manojo de claveles en la mano
caminaste por la Baixa como si nada,
sin saber de la revolución
que tuvo lugar en Lisboa.

Llegaste a la Rua do Carmo,
viste soldados armados.
Pero no te interpusiste en el camino
de esos Claveles Rojos.

Pusiste en cada mano un clavel,
pues no tenías nada más para dar,
y cada soldado con emoción
lo colocó sobre su fusil.

Con este gesto, mujer,
trajiste Gloria al país.
No eres una mujer cualquiera,
pues cualquiera no pasa a la Historia.

Eres solo una portuguesa,
una mujer entre tantas miles,
pero definitivamente lo estarás
como la mujer de los claveles de Abril].