viernes, 30 de junio de 2023

María Guardiola, de principios a finales

La candidata del PP a la Junta de Extremadura, María Guardiola, saltó a la actualidad tras las elecciones autonómicas por su negativa a que Vox entrara en el gobierno de su Comunidad. Fue tajante cuando dijo: "No puedo dejar entrar en el Gobierno a aquellos que niegan la violencia machista, los que usan el trazo gordo, los que están deshumanizando a los inmigrantes, a quienes despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI...". Pese a las presiones que empezó a recibir desde su propio partido y los medios de comunicación conservadores, no dudó en mantenerse "fiel a los principios", que, según recordó, le había enseñado su madre. Han pasado los días y ayer acabó retractándose de lo que dijo. Lo ha argumentado con un "mi palabra no es tan importante como el futuro de los extremeños". Hoy la hemos podido ver firmando el acuerdo con Vox, mientras su cara la delataba. Ha dejado de lado sus principios para agarrarse a los finales que sabemos.

jueves, 29 de junio de 2023

La abadía de San Pedro en Moissac o la apoteosis de la escultura románica

 

La visita a la abadía de San Pedro en Moissac ha estado entre mis objetivos en el reciente viaje al sur de Francia. Contemplar el pórtico sur del templo y el claustro ha sido encontrarme con unas de las manifestaciones más genuinas del arte románico. En su tiempo su visita fue uno de los principales puntos de peregrinación de la ruta jacobea en la rama meridional de Francia, por el Languedoc.


Los orígenes de la abadía hunden sus raíces en el siglo VII, si bien, después de haber sufrido distintos avatares, el edificio que hoy conocemos empezó a construirse en la segunda mitad del siglo XI. Tuvo una clara vinculación a la orden del Cluny, de manera que la huella del románico está presente en algunas de sus instalaciones, como el claustro, con una datación en torno al año 1.100, y el pórtico sur, iniciado algunos años después. El templo, por su parte, se construyó con posterioridad, ya en el siglo XV, lo que hace que tenga unos claros rasgos góticos.

Pero volviendo a lo que tiene de románico, lo más llamativo se encuentra en sus esculturas en forma de relieve, que, al parecer, fueron realizadas por dos talleres diferentes. Siguiendo lo que el historiador del arte Henri Focillon escribió hace unas décadas, de todo ello merece destacarse el tímpano del pórtico, porque es cuando se "ejecuta por primera vez en la piedra, con una amplitud y según un orden que, desde este momento, definen todo un arte, la formidable cantata del APOCALIPSIS".


El pórtico sur dispone de la estructura característica de otras iglesias románicas. En primer lugar, está enmarcado a modo de arco de triunfo y su abocinamiento hace que se perciba cierto sentido de la perspectiva, como invitando a que se entre en el interior. Como curiosidad, en los arcos de la bóveda se percibe un ligero apuntamiento. Las columnas laterales o jambas apenas están esculpidas, aunque las paredes que las anteceden muestran varias escenas bíblicas o, como ocurre en la situada a la izquierda, alusivas a los pecados de la lujuria y la avaricia.   


Las tres columnas que sostienen el dintel tienen representaciones de personajes del Antiguo y el Nuevo Testamento, aunque no existe unanimidad a la hora de identificarlos. Las situadas en las columnas laterales se han hecho corresponder con San Pablo y Jeremías, San Pedro e Isaías o incluso Jeremías e Isaías.  Si nos atenemos a Focillon, se trataría de los dos primeros. En el caso del parteluz, en el frontal están representados seis leones, situándose a un lado San Pedro -fácil de identificar por llevar una llave-, mientras en el otro vuelven a surgir las discrepancias: podría ser San Juan evangelista, lo que guardaría relación con el contenido del tímpano, o el profeta Jeremías. El dintel finalmente, está decorado con ocho discos, que podrían corresponderse con ocho flores que lleva cada una otros tantos pétalos. 


Y en cuanto al tímpano, nos encontramos, en primer lugar, ante una muestra de lo que se conoce como horror vacui, esto es, horror al vacío, dada la condensación de imágenes que hace que todo el espacio esté decorado. El tema  representado es el del Apocalipsis, tal como es narrado por San Juan. En el centro de la parte superior sobresale la figura hierática de Cristo Juez o Pantocrátor. Sentado sobre su trono, su mano derecha levantada es señal de su poder, a la vez que de advertencia ante la salvación o la condenación eternas. Y como corresponde con su papel jerárquico, su tamaño es mayor al del resto de personajes. 


Rodeando a Cristo se encuentra los cuatro evangelistas o Tetramorfos, representados con sus respectivas alegorías: Marcos/león, Lucas/toro, Mateo/hombre y Juan/águila. Y a cada lado, flanqueándolos, sendos ángeles. El resto de los personajes son los 24 ancianos descritos en el libro del Apocalipsis. Algunos se encuentran en torno a la figura de Cristo, pero en su mayoría están situados en el friso que se superpone al dintel. 


Todos tienen dirigidas sus miradas hacia Cristo, pero en algunos de ellos, especialmente los del frisos, se percibe en sus rostros lo que están sintiendo acerca de la gravedad del momento. Desde el punto de vista formal, los artistas que los esculpieron están abriendo una brecha expresiva sobre la concepción antinatural que existía en el tiempo del románico, alejada del mundo de lo sentidos para centrarse en la compresión del relato bíblico y la necesidad de la salvación. 


El claustro de la abadía constituye la otra manifestación sublime de lo que fue el arte románico. De planta cuasi cuadrada, está formada por cuatro galerías abiertas al jardín con sendas arquerías de medio punto, sostenidas por columnas  de mármol, dispuestas individualmente o dobles. Destacan sus capiteles, trabajados con una elevada dosis de maestría, que representan escenas bíblicas o motivos vegetales  y animales.    


No debemos perder de vista que los claustros, además de ser los espacios de recreo para sus integrantes, lo eran también de meditación, a la vez que simbolizaban el paraíso terrenal. De ahí que su patio tendiera a estar lleno de plantas y se cuidara con esmero, mientras que las escenas de los relieves escultóricos ayudaban a mantener de una forma explícita la presencia del mensaje bíblico.

Toulouse, la Tolosa occitana, la Ciudad Rosa


Toulouse, situada a orillas del río Garona, fue en su tiempo la ciudad más importante del Languedoc, una de las zonas de la actual Francia donde se hablaba la lengua del oc, perteneciente a la familia de lenguas romances o derivadas del latín. Y precisamente en dicha lengua adquiere -como ocurre con el castellano, el catalán o el italiano- el nombre de Tolosa. Actualmente es la capital de la región de Occitania y ocupa el cuarto lugar de su país en cuanto al número de habitantes. 

Si durante el Imperio Romano apenas tuvo un papel relevante, no ocurrió lo mismo tras su desmoronamiento. Así, en el siglo V fue la capital del reino Visigodo; entre los siglos VI y VIII, ya bajo el control franco, se convirtió en la capital del reino de Aquitania, participando en el fin de la expansión árabe-musulmana más allá de la Península Ibérica; en el IX, ya formando parte del Imperio Carolingio, fue la cabeza del condado homónimo; con el fin de dicho imperio, el condado mantuvo hasta principios del siglo XIII una autonomía política, pese a las presiones que sufrió por parte de las monarquías francesa, desde el norte, y aragonesa, desde el sureste. 

Durante los siglos XI al XIII la ciudad conoció un hecho que le marcaría en el futuro, que fue la expansión del catarismo. Y es que a las presiones derivadas del expansionismo territorial tanto francés como aragonés se unió el interés de los papas de Roma para acabar con un movimiento herético que estaba minando su autoridad e influencia religiosas. Eso explica la Cruzada Albigense que se organizó a principios del XIII, que supuso, de un lado, la absorción del condado por la monarquía francesa y, por otro, la pérdida por la ciudad del protagonismo  político conocido desde siglos atrás


La arquitectura de la ciudad está marcada por el color de los ladrillos con que se ha construido buena parte de los edificios del centro histórico, de ahí que sea conocida como la Ciudad Rosa. Algunos, de los siglos XI y XII sobre todo, dejan constancia de la importancia que tuvo en su tiempo, como ocurre con la basílica de Saint Sernin. Otros reflejan el nuevo rumbo que tuvo que vivir la ciudad en la lucha contra el catarismo a partir del siglo XIII, como son los casos de los conventos de los Jacobinos (imagen superior de la izquierda) o los Agustinos (imagen central), la iglesia de Nuestra Señora de Taur (imagen de la derecha) o la propia la catedral de Saint Étienne


Saint Sernin, o San Saturnino, es una joya del románico. Se inscribe en la línea de las iglesias de peregrinación relacionadas con el camino de Santiago, pero no debemos olvidar tampoco que desde siglos antes había adquirido fama por ser uno de los centros de culto cristianos en torno a las reliquias de santos. 


El acceso al templo puede hacerse por dos puertas, destacando la que está orientada al sur, que es conocida como Miégeville. A diferencia de otros pórticos, ni su tímpano está presidido por un Pantocrátor ni se reproducen escenas del Apocalipsis según San Juan. En su lugar, el tímpano nos ofrece una representación de la Ascensión de Jesús, mientras que en el dintel que lo sustenta aparecen los doce apóstoles. 


Su estructura principal se construyó en poco más de cinco décadas, entre los siglos XI y XII. Tiene planta de cruz latina, y consta de cinco naves longitudinales, otras tres en el transepto y una girola en el ábside, todo ello con el fin de facilitar el tránsito de peregrinos. El esplendor de lo románico se percibe en  la majestuosa bóveda de cañón de su nave central, levantados sobre arcos fajones de medio punto. Sus algo más de 20 metros de alzado nos recuerdan a la catedral de Santiago de Compostela. Las naves laterales, tanto del eje longitudinal como del transepto, están formadas por bóvedas de arista.


Para descargar el peso de tal altura se utilizaron dos recursos constructivos. Por un lado, se dispusieron a ambos lados de la nave central y del transepto los correspondientes triforios, que de paso cumplían el papel de tribunas y ayudaban a ampliar la capacidad del templo. Y por otro, el que fueran cuatro las naves laterales del eje longitud permitía que dicha descarga se fuera escalonando.

 

Otro de los elementos llamativos de la iglesia se encuentra en su espectacular torre octogonal del campanario. Su arranque en el interior se hace desde los cuatro grandes pilares del crucero, que sostienen, a su vez, sendos arcos de medio punto. Entre ellos se sitúan las trompas, siendo así como se conforman los ocho lados de la torre que se pueden contemplar desde el exterior. Está dividida en cinco niveles abiertos mediante arquerías, a lo que hay que añadir la aguja con la que alcanza una altura de 65 metros.  


En el entorno del ala izquierda del transepto pueden verse varias pinturas murales con rasgos claramente románicos, entre las que se encuentra las dedicadas a la Resurrección de Jesús. En el subsuelo del ábside la cripta, formada por bóvedas de crucería, acoge la tumba de Saint Sernin/Saturnino y numerosas reliquias de personajes religiosos que se han ido depositando a lo largo de los siglos. Sobre dicha cripta se ha erigido, en honor del santo, un baldaquino barroco, pudiendo contemplarse la figura de un Pantocrátor, de estética bizantina y realizado en el siglo XVI, en lo alto del cuarto de bóveda del ábside.   


En cuanto a la catedral, dedica a Saint Etienne/Esteban, lo que más llama la atención es su carácter deslavazado. Iniciada su construcción casi a la par que Saint Sernin, nunca pudo competir en popularidad. Tiene una  mezcolanza de estilos, entre el románico inicial y el gótico posterior, con aderezos posteriores, cuyo resultado final no resulta gratificante

 

Mayor interés tienen otros templos antes reseñados, entre los que destaca el del convento de los Jacobinos. Perteneciente a los dominicos, forma parte del grupo de las órdenes de predicadores (pecheurs, en francés), que en su caso el Papado les encomendó la tarea esencial de la lucha doctrinal contra la herejía cátara. De estilo gótico, el interior, con sus bóvedas de crucería que se levantan sobre unas esbeltas columnas, nos recuerda en lo fundamental al de las lonjas de Palma de Mallorca y Valencia.


En las proximidades de Saint Sernin se encuentra la capilla de las Carmelitas, que comenzó a construirse en el siglo XVII y alberga un tesoro de pinturas murales, hasta el punto de hablarse de un especie de Capilla Sixtina del arte barroco. Son obra de Jean-Pierre Rivals, que inició sus trabajos a finales de dicho siglo, y Jean-Baptiste Dexpas, que las finalizó a mediados del siguiente.


Y ya para acabar, no está de más referirse al edificio conocido como Capitolio, que data del siglo XVIII y se encuentra ubicado en una plaza de grandes dimensiones que lleva el mismo nombre. Guarda relación con la época medieval y concretamente con el siglo XII. Nos referimos antes al condado de Toulouse y del papel que jugaron sus titulares, que actuaron en la práctica como soberanos, sabiendo encontrar el equilibrio en relación a Francia y Aragón. De esa manera mantuvieron su autonomía política, lo que no impidió que durante un tiempo tuvieran que pagar tributos a la corona de Aragón. Diferente fue su situación interna, hasta el punto que en el siglo XII los notables de la ciudad limitaron el poder de los condes mediante la institución del Capitole, formado por los capitouls. Desde el siglo, XIII, ya dentro de la monarquía francesa, se conservó dicha institución, pero en este caso a modo de gobierno de la ciudad o ayuntamiento. 

lunes, 26 de junio de 2023

Albí y la huella del combate contra la herejía cátara o albigense


Albi es una bella ciudad del sur de Francia, que pertenece a la región de Occitania y está situada a orillas del río Tarn, afluente del Garona. Tuvo una gran relevancia entre finales del  siglo XI y principios del XIII por su relación con el catarismo, un movimiento religioso considerado herético por la Iglesia Católica por su oposición al papado y a las bases doctrinales del cristianismo. Se extendió principalmente por el Languedoc (las actuales regiones de Occitania y Provenza) y tuvo una irradiación a otras zonas de Francia, el norte de Italia e incluso Flandes. Albi fue uno de los focos principales, de ahí que los términos cátaro y albigense fuesen en ese momento intercambiables. A principios del siglo XIII fue sofocado militarmente por la monarquía francesa, dentro de lo que se denominó como Cruzada Albigense. De inmediato, ya como sede episcopal, se convirtió en el centro religioso encargado de la erradicación de la herejía entre la población, lo que duraría decenios, si no siglos. Y en ello jugaron un papel importante la Inquisición y la orden dominica. 


Pasear por las calles de Albí es hacerlo, en buena medida, por lo que desde principios del siglo XIII se convirtió en el designio político-religioso antes aludido. Y por ello, en su paisaje urbano sobresale su Ciudad Episcopal, y en ella el palacio de los obispos y la catedral, cuya fisonomía es claramente la de una fortaleza. Tampoco debemos dejar de lado  otro hecho, en este caso por ser la ciudad donde nació el pintor Henri Toulouse-Lautrec, en cuyo palacio de los obispos precisamente se alberga una colección que contiene el mayor número de sus obras. 


En el lugar donde acabó construyéndose la catedral hubo con anterioridad varias iglesias, levantadas sucesivamente desde el siglo IV  y teniendo a Santa Cecilia como advocación. De ellas sólo se conocen los restos de una del siglo XII, que son concretamente varios arcos de medio punto, pertenecientes a su claustro y que son visibles hoy en una pequeña plaza de la ciudad. 


La catedral -hoy, colegiata-, como ocurre con buena parte de los edificios de la región, está construida principalmente en ladrillo, lo que explica que sobresalga por su color rojizo. Erigida en honor de Santa Cecilia, empezó a construirse a finales del siglo XIII y se alargó hasta principios del XVI, por lo que fue adquiriendo los rasgos relacionados con las fases más avanzadas del gótico. Si, como antes apuntamos, su exterior se asemeja a la de una fortaleza, que se explica por el papel que jugó en el contexto de una intensa lucha religiosa y política, hay que añadir otros dos rasgos: ser el templo en ladrillo con mayor dimensión del mundo y disponer de una enorme torre del campanario, que se alza hasta casi los 80 metros. 

 

Y sin olvidar la belleza de su pórtico principal, conocido como puerta Dominique Florence, en la que se perciben con claridad los rasgos del gótico flamígero, con la profusión decorativa a base de arcos ojivales, una bóveda estrellada y formas vegetales, como anticipo de lo que a continuación podrá contemplarse una vez dentro del templo.  


Es en el interior donde se da rienda suelta a la nueva forma de concebir el gótico, conocida como fase flamígera. Las bóvedas de crucería de su única nave están decoradas con murales cargados de una policromía llamativa, en la que sobresale el azul pastel o francés. En los laterales, por su parte, se suceden los pilares y los arcos apuntados que se abren a las capillas secundarias, mientras los muros y las paredes del coro se recubren a base de arcos conopiales, filigranas, pinturas murales, esculturas o rejería. 


El altar mayor está situado, sorprendentemente, en los pies del templo, desde  donde arrancan los grandes pilares que sostienen la torre. Sobre la pared de dos de ellos se ha pintado un gran mural donde están representadas escenas muy explícitas del Juicio Final. En medio, elevado entre esos dos pilares y sobre un arco de medio punto, está situado el órgano. Las pinturas fueron realizadas a finales del siglo XV, siendo una muestra más de esa gran preocupación por el más allá que aumentó en el siglo anterior, coincidiendo con la gran mortalidad habida en toda Europa. Un tratamiento iconográfico que recuerda tantas otras pinturas, realizadas por artistas italianos y flamencos, de las que me vienen a la memoria las de la Capilla Scrovegni en Padua, obra de Giotto, o de la Catedral Vieja de Salamanca, de Nicolás Florentino. En Albí fueron destruidas a finales del siglo XVII en su parte central, con el fin de dar mayor realce al altar mayor y situar el órgano, para lo que se abrió el muro y se dispuso un arco de medio punto, a modo de arco de triunfo. Eso supuso que desaparecieran las figuras del Dios Hijo, como Juez Todopoderoso, y el arcángel Miguel. Pese a ello, aún puede verse en el nivel superior la representación del cielo; en el inferior, a la izquierda (la diestra del Dios Hijo), aparecen las personas cuyas almas van a salvarse, mientras a la derecha, lo hacen las condenadas al inferno.


Contiguo a la catedral se encuentra el palacio episcopal, que albergó no sólo la residencia de sus titulares, sino también las sedes del Tribunal Religioso y de la Inquisición. El que sea conocido como Palacio de la Berbie se debe a que se trata de un término propio de la lengua occitana, que se refiere a los obispos. Su construcción, llevada a cabo durante el siglo XIII, se inició tras la derrota del movimiento cátaro. Como ocurre con la catedral, su color rojizo se debe al empleo del ladrillo, mientras que la muralla que lo rodea hace que se perciba como una fortaleza. Desde hace algo más de un siglo se ha convertido en el Museo Toulouse-Lautrec.


El recorrido por las calles y plazas del centro histórico, como la visita de sus monumentos, permite acercarse un poco a otro tiempo, como si se mantuviera anclado en los siglos medievales. El Puente Viejo cruza el río Tarn desde la Ciudad Episcopal hacia el barrio de la Magdalena, en cuyas orillas se conservan todavía sus viejos molinos. Podemos observar sus arcos ojivales como testigos de la reconstrucción del siglo XIII sobre otro existente dos siglos antes, al unísono de los cambios que empezó a conocer buena parte de la ciudad antigua a raíz del combate contra la herejía cátara. O albigense

sábado, 24 de junio de 2023

Por las calles de Arlés (imágenes y poemas)

Paseábamos junto al Ródano,
buscando lugares que inspiraron al pintor.
Era una tarde apacible.
Y en el puente Trinquetaille nos topamos con dos rostros
de miradas penetrantes.
¿Poetas, artistas, músicos, filántropos...? 
Pintados sobre uno de los muros
no dudé en atraparlos con mi cámara.
Desconozco quiénes son.
Y eso que lo he intentado.



(...)
A ti, por quien la vida combinando
color y color busca ser concreta;
metamorfosis de la forma, meta
del paisaje tranquilo o caminando.
(...)
 
(Rafael Alberti, de “Al color”)



Tú puedes escribirme en la historia
con tus amargas, torcidas mentiras,
puedes aventarme al fango
y aún así, como el polvo… me levanto.
¿Mi descaro te molesta?
(…)

(Maya Angelou, de “Y aún así… yo me levanto”)



(...)
Ah, si pudiera elegir mi paisaje,
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles.

(Mario Benedetti, de "Elegir mi paisaje")



(…)
Y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro

tan ajeno ser solía.

(San Juan de la Cruz, “Romances sobre el Evangelio”)



Y por el poder de una palabra
reinicio mi vida.
Nací para conocerte,
para nombrarte,
Libertad.
(…)

(Paul Éluard, de “Libertad”)



Hay una puerta azul
y en esa puerta
tu mano trazó un ojo
para velarte solo.
Ningún encuentro
en las hojas que danzan.
Hay pequeñas flores en la memoria
pero no bastan
para repatriar tu jardín.
(...)

(Raquel Graciela Fernández, de “La puerta azul”)



Maestro.
¿Qué doncella se casa
con el viento?

Niño.
La doncella de todos
los deseos.

Maestro.
¿Qué le regala
el viento?

Niño.
Remolinos de oro
y mapas superpuestos.

Maestro.
.
Ella ¿le ofrece algo?

Niño.
Su corazón abierto.

Maestro.
Decid cómo se llama.

Niño.
Su nombre es un secreto.

(Federico García Lorca, “Escuela”)



(…)
Viajar es vestirse de loco,
es decir “no me importa”,
es querer regresar.
Regresar valorando lo poco,
saboreando una copa,
es desear empezar.
(,,,)

(Gabriel García Márquez, de "Viajar")



Fuerza / Poder de Mujer
es
Fuerza / Poder de Negro
es
Fuerza / Poder del Ser Humano
es
siempre sentir.
Late mi corazón
mientras se abren mis ojos,
mientras se mueven mis manos,
mientras cuenta mi boca.

(Audre Lorde, "Ahora)



Recoge la cosecha de los días,
su cereal, su polen,
sus bayas inservibles, sus cortezas amargas,
su reseca raíz, sus vainas huecas,
su escasísima pulpa azucarada.

En las cuadradas cajas pon la fruta
selecta que le agrada a la memoria.

(Aurora Luque, "Cosecha")



La calle en sombra. Ocultan los altos caserones
el sol que muere; hay ecos de luz en los balcones.
¿No ves, en el encanto del mirador florido,
el óvalo rosado de un rostro conocido?
La imagen, tras el vidrio de equívoco reflejo,
surge o se apaga como daguerrotipo viejo.
Suena en la calle sólo el ruido de tu paso;
se extinguen lentamente los ecos del ocaso.
¡ Oh angustia! Pesa y duele el corazón... ¿Es ella?
No puede ser. Camina... En el azul, la estrella.

(Antonio Machado, "La tarde en sombra")



(...)
Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito,
repitiendo todos los días los mismos caminos…
Muere lentamente
quien no viaja,
quien no lee,
quien no escucha música,
quien no encuentra gracia en sí mismo.
(...)

(Martha Medeiros, de "Muere lentamente")


Un día los cables de todas las calles
se amotinaron
y engulleron nuestras últimas
conversaciones,
nos quedamos en un silencio perpetuo,
esperando la llamada
de un desconocido.

(Luis Ojedas, "Cables")



No es un poema de la calle,
hay, sí, una ¿ciudad? Hay edificios, quizá esquinas.
Hay ¿luz? Una visión de vitral romano
superpuesto a un espejo de agua
¿estaba allí? ¿podemos vislumbrar, a los años, la ciudad?
(...)

(Braulio Paz, de "Wenders planea sobre Berlín")



Mis pasos en esta calle
resuenan
en otra calle
donde
oigo mis pasos
pasar en esta calle
donde
sólo es real la niebla.

(Octavio Paz, "Aquí")


(...)
Fuimos enviadas al desierto
a amamantar a las hienas
a pescar anguilas con hachas
ahí nos vimos, en el filo
los ojos brillantes
nuestras lenguas rojas
uñas perforando el eco del estanque
nos reconocimos,
ya habíamos besado tantas veces
con los labios curtidos
de otras, que éramos nosotras
observándonos a ciegas
en las fallas del muro.
(...)

(Gabriela Clara Pignataro, de "Trenzo mi pelo, cae un rayo")


El peatón, se dice, se rumorea, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que jaime sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta.
(...)

(Jaime Sabines, de "El peatón")



(...)
El musgo ofrece su resbalón sobre las cosas duras,
el silencio incendia los márgenes
y la iluminación irrumpe
donde menos se espera.

(Áurea María Sotomayor, de "Brío del aire")



Esta vez mi voz
no la lleva el viento;
se recrea en ella
y te la entrega.