("A Julián Grimau García", de Xaime Quesada; años 60).
Otra vez
esas radios extranjeras
vomitan
contra España su veneno!
Salimos
ahora al paso de ese trueno
explicando
las cosas verdaderas.
No ha
habido tal señor defenestrado
ni se
empleó en su trato la tortura.
Tratósele
con tacto y con dulzura.
Se le
invitó a pasar a lo vedado.
Saludósele
allí con cortesía.
Preguntósele
por sus actividades
de manera
correcta y muy humana.
Díjonos su
opinión de la amnistía.
Dijímosle
después nuestras verdades
y arrojóse
sin más por la ventana.
(“Antón
Salamanca”, Alfonso Sastre, 1962)
La ventana indiscreta II
Que
haya un cadáver más, ¿qué importa al mundo?
Pero
el mundo se agita y se remueve.
En
el mil novecientos treinta y nueve
se
fusilaba más sin tanto inmundo.
Protestas
de masones, liberales,
comunistas,
social democristianos,
escritores
borrachos, italianos,
gente
de mal vivir y radicales.
Pero
además, ¿qué pasa? ¿Qué presentas,
mundo,
como protesta, inoportuno?
¿Te
parece tan grave, pues, la cosa?
¿Tanta
importancia tiene a fin de cuentas
que
sean un millón o un millón y uno
los
muertos de una guerra tan gloriosa?
(“Antón
Salamanca”, Alfonso Sastre, 1963)
Canción a Julián Grimau
He
conocido el crimen una mañana,
color
tiene mi pena de sangre humana.
Sólo
nubes y plomo lo presenciaron.
Julián
Grimau, hermano,
te
asesinaron, te asesinaron.
Ya
no nace en la tierra ni un pensamiento
que
no lleve esta pena dentro del cuerpo.
Del
dolor de mi pueblo, nace mi canto.
Cuerdas
de mi guitarra
sois
compañeras de nuestro llanto.
Malditos
los que viven de la venganza,
mientras
mueren los pueblos por la esperanza.
Silencio
de mi tierra, ¡qué amargo suenas!,
Las
piedras del camino
hoy
sangre llevan, hoy sangre llevan.
Nacerá
el trigo joven entre besanas.
Las
razones, de nuevo pisoteadas.
Pero,
a pesar de todo, yo sé que un día
tú
estarás con nosotros
como querías, como querías.
(Chicho
Sánchez Ferlosio, 1963).
A Julián Grimau García
fusilado hoy en España acusado de “rebelión militar” en 1936
¡Rebelión
militar! Señor, ¿quién fue el primero
que
ensangrentó la patria pobre que amanecía,
quién
la sacó de madre y quién fue el carcelero
que
le encadenó el alma con lenta agonía?
¡Rebelión
militar! Di, ¿quién fue el asesino
de
ayer y que en tu nombre hoy sigue asesinando?
Fulmínalo,
Señor, con tu rayo divino,
porque
si no, ¿hasta cuándo, hasta cuándo, hasta cuándo?
(Rafael
Alberti, 1963).
("A Grimau", de Gracia Barrios; 1963).
Elegía rota para un
himno.
En la muerte de Julián
Grimau
Volvió
el cubil a crepitar: serpientes
del
rencor, lobos
del
odio,
un
trueno de uñas lívidas, un río
de
alimañas hirvientes,
plomos,
ácidos,
espadas
purulentas
brotando,
desatándose,
cayendo
sobre
dos brazos rotos y una frente
partida.
Llegaba
roja el alba,
abril
tenía
los
tallos de esmeralda
ensangrentados.
Lenguas,
lágrimas,
campanas
desoladas a lo lejos
sonaron,
un idioma
de
congoja
y
clamor iba subiendo,
como
si le arrancaran a un planeta,
de
cuajo,
las
entrañas.
Entonces
fue.
Gritó la voz enana,
enloquecida
voz, la voz
hedionda,
aulló,
gritó, ordenó
sádicamente
la ración de crimen
dispuesta
para el día
y
luego se sentó sobre la Cruz,
sobre
la cruz de Roma.
Entonces
fue.
El miedo le subía
por
los oscuros fondos del instinto.
Pero
aquella mirada
frente
a las negras bocas
ya
humeantes,
aquel
torrente quieto
de
dulzuras
que
el fuego quiso devorar,
aquella
sangre
erguida delante del abismo
se
alzó sobre la muerte
y
ahora vuela,
s
e esparce, por la noche
del
mundo como un astro. Como un astro
cercano
que
podemos tocar desde la tierra.
Mírame,
hermano, sol, espejo
de
las vidas, oh sí, mírame,
lléname
de
tu luz, álzame
en
ella,
tu
luz que ya convoca
los
distantes insomnios, pone olvido
en
las viejas heridas,
nos
conduce
hasta
el fin.
Mírame, entrégame
tu
tranquila energía, tu centella
de
paz.
no
te han vencido,
amigo,
compañero de la rama
vencida,
lazarillo
del
más hermoso sueño, no
te
han vencido, perduras, ahora estás
entre
las cumbres y no obstante,
caminas
con nosotros,
te
rodean
los
brazos que te aman,
siembras,
fundas
los
nidos del futuro.
Huya
el dolor
a
su frontera. Empieza
a
amanecer. Yo canto, yo te canto,
de
pie sobre mis lágrimas,
con
la misma esperanza que tu rostro
tenía
cuando,
abrazado a tu estatura
inmensa,
a
tu impávida rosa,
ibas
naciendo,
como
una brisa inmemorial al día
que
no acaba, que nunca
acabará.
Dijiste
al hacha fratricida
“Este
será
tu último golpe”, y luego
a
los que te escuchaban
con
dolorido estupor: “Seguid, unid
las
manos, destronad
a
la bestia”.
Cuando suena
a
orilla de las sombras una música
tan
pura y verdadera,
es
que del muro
martirizado
una diadema está
brotando,
una diadema
inagotable
como
la sed del tiempo, como el ala
del
mar.
Puedes
brillar tranquilo,tú
lo sabes.
Estamos
hechos para la tormenta,
para
el beso creador
estamos
hechos.
A
tu fulgor marchamos. Ya ha crecido,
al
borde de tu sombra arbustos
jóvenes.
Ellos
te llevan en los labios.
Vamos
contigo
a defender la primavera,
contigo
a
levantar la nueva casa.
(Juan
Rejano, 1963).
("Retrato de Julián Grimau”, de autoría
desconocida)
¿Qué dirá el Santo Padre?
Miren
cómo nos hablan
de
libertad,
cuando
de ella nos privan
en
realidad.
Miren
cómo pregonan
tranquilidad,
cuando
nos atormenta
a
autoridad.
¿Qué
dirá el Santo Padre
que
vive en Roma,
que
le están degollando
a
sus palomas?
Miren
cómo nos hablan
del
paraíso,
cuando
nos llueven penas
como
granizo.
Miren
el entusiasmo
con
la sentencia,
sabiendo
que mataban
a
la inocencia.
¿Qué
dirá el Santo Padre
que
vive en Roma,
que
le están degollando
a
sus palomas?
El
que oficia la muerte
como
un verdugo
tranquilo
está tomando
su
desayuno.
Con
eso se pusieron
la
soga al cuello.
El
quinto mandamiento
no
tiene sello.
¿Qué
dirá el Santo Padre
que
vive en Roma,
que
le están degollando
a
sus palomas?
Entre
más injusticia,
señor
fiscal,
más
fuerza tiene mi alma
para
cantar.
Lindo
es segar el trigo
en
el sembrao
regado
con tu sangre,
Julian
Grimau.
¿Qué
dirá el Santo Padre
que
vive en Roma,
que
le están degollando
a
sus palomas?
(Violeta
Parra, 1965).
A Julián Grimau,
assassinado em Espanha, em 1963, pelo regime franquista
A
morte
foi
um esgar
tão
evidente
nos
seus lábios de dor
nesse
dia
as
flores traídas
foram
um poema
de
violência
e
a revolta
um
grito
quedo
na palidez
das
espadas homicidas
amanhã
o
silêncio
será
longo
e
irrecusável
[La
muerte
fue
una mueca
tan
evidente
en
tus labios de dolor
en
ese día
las
flores traicionadas
eran
un poema
de
violencia
y
la revuelta
un
grito
caído
en la palidez
de
espadas homicidas
mañana
el
silencio
será
largo
e
innegable].
(Manoel
Tavares Rodrigues-Leal, 1966).
Al glorioso general
Francisco Franco después que firmó el fusilamiento de Grimau
Mi
General...
¡Qué
bonita letra tiene usted!
¡Oh,
qué preciosa caligrafía de cuartel!
Así
escriben los tiranos, ¿verdad?
¡Y
los gloriosos dictadores...!
¡Qué
rasgos!
¡Qué
pulso!
¿Quién
le enseñó a escribir así, mi general?
Se
dice general y se dice verdugo.
Los
dos tienen el mismo rango,
los
mismos galones.
El
general se diferencia del verdugo solamente
en
que el general tiene la letra más bonita.
Para
firmar una sentencia de muerte
hay
que tener la letra muy bonita...
¡Qué
bonita letra tiene usted, mi general!
(León
Felipe, 1967).
Yo no sabía que te
llamabas Julián Grimau
Tú
ya no puedes acordarte,
te
han matado,
hijos
de puta, Dios mío, te han matado!
No
puedes acordarte de mí, pero sabías
que
fuimos juntos en el autobús después de la reunión
y
era la crisis del Caribe
y
llevabas una cartera grande
y
eras modestamente heroico,
hombre
sin gestos eras
y
el color de la calle era tu gris
y
un fuego rojo oculto ardía en la mitad de tu corazón
y
ahora te digo lo que sé, Julián Grimau,
y
es que ese rojo fuego nuestro no se apaga.
(Alfonso
Sastre, 1994).
(Portada del libro de Juan Rejano, obra de Antonio
Gutiérrez Luna; 1963)