Cómo transcurrió el golpe militar en
Barbate
Lo sucedido en
Barbate el 18 de julio de 1936 fue diferente a la localidad de Vejer de la
Frontera. No hubo resistencia, pues Julián Merelo, alférez de Carabineros, y
Antonio Naval Mellado, cabo de la Guardia Civil, apoyaron la sublevación desde
el primer momento. Tal como se reflejó en una nota mecanografiada, aunque sin
fecha, que estaba incluida dentro del conjunto de documentación recopilada por
el comandante del Estado Mayor José Cuesta Monereo, la Guardia Civil “se sumó a
la Causa”, llevando a cabo la detención de 24 dirigentes y significados
elementos del Frente Popular, no así de otros 18, que lograron huir.
No estamos ante unas conjeturas, sino dentro de la información elaborada en el
ámbito de un cuerpo armado que tenía como destino el corazón de la sublevación
militar en Andalucía.
En el caso de
Zahara de los Atunes fue el día 19 cuando el mando de la Guardia Civil leyó el
Bando de Guerra en la plaza Marqués de Tamarón.
También en esta localidad se llevaron a cabo detenciones, en algunos casos con
la intención de proceder a las
correspondientes ejecuciones. Entre esas personas estuvieron el maestro Manuel Abel Romero, al que se le aplicó
el Bando de Guerra,
y Juan Conejo García, conocido como Juan “el Largo”, quien se libró de la
muerte cuando era conducido por una patrulla de falangistas en una camioneta,
al parecer porque se desmayó al poco de salir de la localidad.
Hasta el día 20,
cuando Vejer fue ocupado por las tropas sublevadas, la situación de Barbate fue
algo más que de una calma tensa. Junto a las detenciones, hubo también huidas,
o intentos de hacerlo, hacia la zona republicana de mucha gente. La provincia
de Málaga era la única colindante con la de Cádiz donde no había triunfado el
golpe, por lo que, sin saber el número, muchas personas tomaron esa dirección
desde Barbate. Pero, quizás la mayoría,
estuvieron también quienes se escondieron, dudaron o intentaron pasar
desapercibidos.
Francisco
Javier Tato Anglada
intentó huir con su familia en un barco de pesca, pero fue devuelto a Barbate
por el propio patrón de la embarcación. Tras la entrada de las tropas
sublevadas en Vejer siguieron produciéndose detenciones. Entre ellas estuvo la
del propio Tato Anglada, que permaneció recluido durante varios días en el
depósito municipal hasta su traslado a la cárcel de Vejer. Finalmente pasó a
disposición de las instancias militares provinciales, que actuaron con arreglo a
las disposiciones establecidas en los bandos de guerra y en la justicia
militar.
El orden militar
quedó, pues, establecido en la localidad desde el primer momento y junto a la
sucesión de detenciones empezaron a darse las primeras ejecuciones, sin que sepamos
cuándo ni dónde tuvieron lugar. En todo el municipio de Vejer empezó a cobrar
formalidad el nuevo poder local, tanto en su vertiente institucional como en la
que se derivaba de FE y de las JONS, el partido que acabó erigiéndose en el
baluarte político del momento. En las aldeas de Barbate y Zahara de los Atunes,
aun cuando dependían política y administrativamente del municipio matriz de
Vejer de la Frontera, también se aprovechó la autonomía que les confería su
carácter de pedanías para extender la nueva forma de entender la autoridad.
Y en medio de esos
movimientos el 26 de agosto tuvo lugar un episodio militar que ilustra la
importancia estratégica que Barbate jugó en el desarrollo de los primeros
momentos de la sublevación. Dado el apoyo que los armadores de la localidad
estaban ofreciendo a los golpistas, colaborando con sus barcos en el traslado
de contingentes militares desde el norte de África, el buque de la armada
“Churruca”, leal al gobierno republicano, recibió la orden de bombardear la zona
industrial de la localidad.
Más allá del pánico colectivo generado, con parte de la población huyendo a
otras zonas del término municipal, en ningún momento el buque disparó sobre la
población, por lo que no se ocasionaron víctimas.
Quien había sido la
cabeza de la Falange local, Agustín Varo Varo, regresó el día 22 a Barbate,
procedente de Cádiz. Había sido puesto en libertad junto con otros miembros de
su partido que habían sido detenidos días antes a raíz de los asesinatos de los
hermanos Juan y Manuel Caro Marín.
Lo hizo con el nombramiento de Jefe Local de FE y de las JONS, y, al poco, el
de Alcalde Pedáneo por el también recién nombrado Alcalde del municipio, José
Mera Salguero. El papel de ese partido resultó crucial en la búsqueda de
información sobre las personas vinculadas al Frente Popular, en la organización
de la vigilancia y en la de la movilización de la gente hacia el frente de
guerra.
Fue el momento de
las adhesiones, más o menos interesadas, a lo que se denominó como Glorioso
Movimiento Liberador de España. También fue el momento de la atracción de
personas que antes habían formado parte de grupos republicanos e incluso de
sindicatos, como la CNT, con el fin de dotarse del personal que se necesitaba
para poner en funcionamiento la nueva maquinaria político-institucional y de
ampliar la base social del régimen político que estaba naciendo.
Fue, por supuesto,
el momento en que el miedo se apoderó de una buena parte de la población, si no
de la mayoría. Y las reacciones fueron dispares, siempre, como común
denominador, buscando la supervivencia. Se ha contado que en el momento del
golpe se quemaron los documentos que estaban en manos de la CNT, especialmente
los relativos a las dichas de afiliación.
Una forma de intentar borrar el rastro que pudiera poner en peligro a la gente,
independientemente de lo que se pudiera conocer de aquellas personas que habían
jugado un papel más relevante en el sindicato.
En buena parte
empezó a darse una especie de sálvese quien pueda y más si habían tenido
vinculación con grupos obreros o de adscripción republicana de izquierdas.
Muchos huyeron a la zona republicana desde la propia localidad, desde caladeros
de pesca alejados o desde almadrabas de otros puntos de la costa gaditana.
Hubo gente que, si
no se adhirió al régimen naciente, sí se mantuvo en silencio o intentó pasar
desapercibida. No faltó quien se refugió en un lugar apartado de un término
municipal cercano.
Y en ese momento
estuvieron quienes, atenazados por el pánico, acabaron resignándose ante una dura realidad. A modo
de ejemplos, estaba quien, siendo demasiado joven, acabó presentándose a las
autoridades para ser movilizado; quien por presiones de familiares, que temían
represalias, desechó la huida a la zona republicana y acabó combatiendo en las
filas del ejército sublevado; quien se enroló en las filas de los requetés
carlistas para no hacerlo con quienes días antes del golpe militar habían
asesinado a sus dos hermanos…
A todos esos casos,
y tantos otros, nos iremos refiriendo a lo largo de las páginas que siguen.
Los
primeros pasos del nuevo poder municipal en Barbate
Hasta marzo de 1938
las localidades de Barbate y Zahara de los Ayunes formaron parte del municipio
de Vejer de la Frontera, que, una vez triunfado el golpe militar, tuvo en un primer momento como
Alcalde a José Mera Salguero y desde septiembre, a Juan Morilla
Muñoz. Agustín Varo Varo pasó a formar parte de la Corporación vejeriega en
abril de 1937, que cesó el 11 de marzo de 1938 cuando se constituyó el nuevo municipio
de Barbate.
Las decisiones
relacionadas con la represión que se tomaron durante los primeros años, bien por instancias superiores
(judiciales-militares o de la propia Falange) o bien por iniciativa propia,
fueron llevadas a cabo por esas autoridades, para lo que contaron con la
colaboración de las fuerzas de seguridad (Guardia Civil y Policía Municipal) y
del aparato de FE y de las JONS, que desde abril de 1937, tras la unificación
forzosa de falangistas y carlistas, se acabó convirtiendo en el partido único,
con la nueva denominación de FET y de las JONS.
Desde esas instancias se fue recabando información sobre las personas que
debían ser represaliadas en cualquiera de sus formas y confeccionando los
informes pertinentes que se requerían desde las instancias superiores. Y
siempre con el fin de conocer pormenores acerca de la situación de personas
represaliadas o fijar los términos de las acusaciones penales.
En todo esto
debemos resaltar el papel jugado por las personas que apoyaron el golpe y que
actuaron con eficacia desde el primer momento. Poco sabemos de FE de la JONS
acerca del número de militantes y simpatizantes antes del golpe militar. Algo
más sabemos de los apoyos electorales, que en todo el municipio se redujeron en
febrero de 1936 a 206 votos.
Otra cosa fue lo ocurrido tras el triunfo de la sublevación militar en la
provincia de Cádiz, momento en que fueron adhiriéndose numerosas personas.
Algunas se habían mostrado políticamente indiferentes con anterioridad, pero
también estaban quienes provenían de medios políticos conservadores, fueran o
no republicanos, y no faltaron quienes provenían de grupos obreros, como
ocurrió con algunos antiguos afiliados de la CNT.
En cuanto a los
dirigentes de las instituciones municipales, se dio, atendiendo al origen
social, una clara conexión entre las personas que en 1930 habían hegemonizado
la vida local y las que tomaron las riendas del poder a partir de julio de 1936.
Hubo un claro predominio de miembros de la burguesía de la localidad, representada
en sus distintos estratos y actividades, que se completó con una importante
presencia de miembros de las clases medias.
Esto se puede
observar, en primer lugar, en la composición de la Comisión constituida en
enero de 1938 con el fin de llevar a cabo las negociaciones con el ayuntamiento
de Vejer:
Agustín Varo Varo,
Alcalde Pedáneo y concejal en Vejer, agente comercial
Manuel Márquez
Rendón, comerciante
Agustín Malia
Corrales, propietario de un taller de construcción y reparación de embarcaciones
José Cabeza Malia,
administrativo
Manuel Gallardo
Montesino, industrial conservero
Francisco Crespo
Manzanares, industrial conservero
Francisco Pérez
Llorca, capitán de la marina mercante y comerciante de efectos navales
Alonso Malia
Alvarado, empresario agrícola y propietario del cine Malia
Aniceto Ramírez
Rey, industrial conservero
Pedro Carpio
Cosano, mecánico naval
Juan Varo Valdés,
barbero
Lo que también
tiene similitud con la composición del primer Ayuntamiento de Barbate,
constituido en marzo de 1938, en el que se mantuvo el perfil social heredado de
los años anteriores:
Agustín Varo Varo,
Alcalde, agente comercial
Manuel Gallardo
Montesino, 1º Teniente de Alcalde, industrial conservero
Manuel Márquez
Rendón, 2º Teniente de Alcalde, comerciante
Francisco Pérez
Llorca, concejal síndico, capitán de la marina mercante y comerciante de
efectos navales
Aniceto Ramírez
Rey, concejal, industrial conservero
Juan Alvarado
Martínez, concejal, escribiente
Juan Varo Valdés,
concejal y Alcalde Pedáneo de Zahara de los Atunes, barbero
Junto a ellos se
encontraban varios funcionarios, nombrados interinamente, cuyos cargos
resultaban necesarios para el funcionamiento de la institución:
José Saval Fuster,
Secretario e Interventor accidental desde marzo de 1938, del Cuerpo Nacional de
Secretarios de segunda categoría
Francisco Crespo
Navas, Depositario interino desde marzo de 1938, propietario
Poco que sabemos de
la composición de la militancia en Barbate del grupo fascista antes y después
del golpe militar. Y menos, del entorno creado a través de las organizaciones
sectoriales. No obstante, los datos de los que disponemos, aunque
fragmentarios, nos permiten un acercamiento. Si tomamos como referencia a
Conil, donde sí se ha conservado una documentación muy valiosa y se ha
realizado un estudio interesante al respecto,
hay aspectos de los que vamos a exponer que resultan coincidentes y otros que
no lo son.
Sobre lo no
coincidente consideramos que quizás la principal diferencia se encuentre en la
relevancia directa que tuvieron en Barbate los estratos altos de la burguesía
local, su oligarquía, como prueba la presencia notoria de tres de sus miembros
en las instituciones locales: los industriales conserveros Manuel Gallardo
Montesino y Aniceto Ramírez Rey, y el comerciante de suministros auxiliares
para la pesca Francisco Pérez Llorca.
Por ello no deber
resultar extraño que los armadores de la localidad ayudaran desde el primer
momento al trasvase de tropas sublevadas desde el norte de África. Aunque
numéricamente fueran menos que los procedentes de los estratos burgueses más
bajos y/o los sectores sociales intermedios, estuvieron presentes en todo
momento en la dirección del partido, pero, sobre todo, en el Ayuntamiento y en
otros organismos oficiales.
Manifestaron
explícitamente sus intereses materiales como clase, pero no debemos perder de
vista el protagonismo que este grupo social adquirió desde los años 20 cuando
tomó como objetivo prioritario la segregación de Vejer. Algo que consiguieron
en el contexto de la guerra, en marzo de 1938, a partir del cual el
Ayuntamiento se convirtió en el vehículo de obtención de las infraestructuras
necesarias para favorecer el manteniendo del crecimiento económico y, con ello,
la acumulación de capital en forma de beneficios y de nuevas inversiones
empresariales.
De lo que no cabe
duda es del papel central que el partido ocupó en el devenir político de la
localidad. Ayudó a forjar una alianza de intereses entre los distintos segmentos
de las clases propietarias, de un lado, y las clases medias no propietarias
(profesionales, funcionariado, etc.), de otro. También ayudó a facilitar el
acceso al mundo empresarial desde estratos inferiores. Y dentro de ese nuevo
panorama, hubo un ámbito que se
convirtió en uno de los símbolos de esa nueva realidad que se estaba
imponiendo, cuando la sede-cuartel de FE y de las JONS estuvo ubicada, al menos
durante los primeros momentos de la guerra, en el Casino de Barbate,
esa institución social fundada en 1925 por los industriales y comerciantes
conservadores de la localidad.
Disponemos de información
acerca del número de militantes de FET y de las JONS, así como del resto de organizaciones
satélites que conformaban el universo fascista barbateño.
Se trata datos de principios de 1938, quizás el momento de mayor efervescencia política
en la localidad, dado que en marzo tuvo lugar la definitiva segregación municipal
en relación a Vejer de la Frontera. El partido disponía de 269 afiliados y 66
simpatizantes. Ese universo se completaba con 256 afiliados a la Delegación de
Juventudes; 39 afiliadas y 79 simpatizantes, en la Sección Femenina; y 73 Flechas.
Y en cuanto a la Central Obrera Nacional Sindicalista, la afiliación masculina alcanzaba
los 760, integrados en dos sindicatos: el de oficios varios y el de industrias pesqueras;
la parte femenina, sin embargo, era sustancialmente inferior, con 190 afiliaciones.
La afiliación a la
Falange conoció un importante crecimiento con el inicio de la guerra, que desde
el primer momento se denominó, con algunas variantes, con el término “Glorioso
Movimiento Salvador de España”. Fue un fenómeno generalizado en toda la
geografía del bando sublevado, que hizo que pronto el número de nuevos
militantes superase con creces a los más veteranos. Eso conllevó la necesidad
de controlar ese aluvión, dada su procedencia diversa y contradictoria, donde
no faltó la presencia de “emboscados” procedentes de grupos de izquierda.
Quienes ya se
habían afiliado con anterioridad al 18 de julio se ganaron el pedigrí de
pertenecer a la “vieja guardia”. Algunos estuvieron entre quienes fueron
detenidos el 17 de abril de 1936 y volvieron a serlo el 11 de julio como
consecuencia de los asesinatos de los hermanos Caro Marín.
¿Quiénes estuvieron
entre los miembros de la “vieja guardia”? En primer, quienes habían sido
detenidos en abril por orden del Gobernador Civil, bajo la acusación de
pertenecer a un partido ilegalizado y de haber provocado desórdenes
públicos:
Agustín Varo Varo, Patricio Castro Muñoz, Manuel Guerra Virués, José Marchán
Núñez, José Márquez Rendón, Manuel Márquez Rendón, José Pinto Malia, José
Rebollo Verano, Antonio Soler Aragón y José Villanueva Rebollo.
También lo eran Manuel Gallardo Montesino, Antonio Lara Rendón o Antonio Crespo
Crespo, este último involucrado en los asesinatos de los hermanos Carito.
Y entre los simpatizantes estaban Juan Malia Almazo, Antonio Rivera Alvarado o
Pedro Carpio Cosano.
Hubo conservadores
fascistizados. Algunos habían formado parte del Partido Republicano Radical,
como José Pinto Malia, Alonso Malia Alvarado, José García Madera o el médico Francisco
Valencia Recio. Otros, de grupos monárquicos, como la CEDA, que fue el caso de
Aniceto Ramírez Rey. Y hubo personas a las que se había catalogado de
“derechas” o que habían pertenecido al Somatén, formado en el periodo de la
Dictadura del general Primo de Rivera. Y está el caso de José Varo Valdés,
Alcalde Pedáneo de Zahara de los Atunes desde 1935, incluido el breve periodo
del Frente Popular. Destituido de su cargo, como el resto de la Corporación,
desde el primer momento se afilió a FE y de las JONS, mostrando una “inquebrantable
adhesión al Movimiento Nacional y gran espíritu Nacional Sindicalista”. En
marzo de 1938 recuperó el cargo perdido y pasó a formar parte como concejal del
recién formado Ayuntamiento.
Y no faltaron antiguos
militantes de organizaciones obreras reconvertidos en falangistas. No se
trataba de un hecho aislado y mucho menos disparatado, pues, primero, en las
JONS y, luego, en José Antonio Primo de Rivera existía el interés por conseguir
un acercamiento a los sectores moderados de la CNT, en los que veían la base
obrera necesaria para completar su proyecto fascista.
Precisamente una de las diferencias que había entre los grupos conservadores y
el fascismo estuvo en la relación, aunque fuera retórica, con la gente humilde:
“la derecha tradicional y autoritaria desconfía de [las masas populares,
mientras que] el fascismo las moviliza”.
De este último
grupo conocemos pocos casos, pero dos de ellos son relevantes. Uno fue José
Cabeza Vilches, que enero de 1932 había registrado el Sindicato Único de
Trabajadores de la localidad, vinculado a la CNT, constando además como
presidente. Pese a ello y, al parecer, invitado por el propio Agustín Varo
Varo, se afilió a Falange en los primeros momentos de la guerra.
Y el otro, el de Manuel Mainez de los Reyesrepresentó el caso más
llamativo. Mecánico montador nacido en Cádiz y afiliado “al sindicato
Metalúrgico afecto a la CNT”, se afilió a Falange el 24 de julio, siendo
presentado por Agustín Varo Varo. Pronto adquirió relevancia en el partido,
pues llegó a ser “Jefe de una Falange” y a finales de año fue nombrado delegado
local de la Central Obrera Nacional Sindicalista.
La
naturaleza de clase de la represión en Barbate
Decir que la
represión tuvo en muchos lugares una clara naturaleza de clase, no es decir
algo descabellado. En su mayoría las
personas que la sufrieron pertenecían a los sectores populares del campo y de
la ciudad. En las provincias occidentales andaluzas lo ocurrido a partir del 18
de julio en buena parte de los pueblos, donde el campesinado pobre o sin
tierras era abrumadoramente mayoritario, adquirió una dimensión que ha llegado
a ser calificada de genocidio.
Y eso sucedió también
en Barbate. Las personas represaliadas provinieron principalmente de la mayoría
social que formaba la sociedad barbateña: marineros de los barcos de cerco y de
las almadrabas, en su inmensa mayoría; y también, en menor medida, albañiles,
empleados públicos, carpinteros, mariscadores… Y con ellos, cómo no, las
mujeres con las que se relacionaban, fueran madres, esposas, hermanas o hijas,
aunque en su caso la represión adquiriera otras formas. Gentes humildes que
intentaron durante los años de la República mejorar sus condiciones de trabajo
y de vida. Que se organizaron para ello, afiliándose en mucha mayor medida a la
CNT, y de donde salieron algunas personas que ejercieron un liderazgo que ayudó
a darles voz, visibilidad y, por qué no, esperanza. Fueron esas personas las
que acabaron siendo más castigadas, pagándolo con sus vidas. Y el resto de las
personas represaliadas, lo fueran pronto o con posterioridad, siguieron siendo
de la mayoría social que conformaba la sociedad barbateña.
Entre las víctimas
mortales de la represión tenían una procedencia popular el mariscador Juan Porta Crespo, los marineros Antonio Oliva Ramírez, José Melero Ladrón de Guevara y José Utrera Rivera, Francisco Domínguez Benítez, conocido
como “el Sillero”, y el almadrabero Francisco
Utrera Rivera. También tenían ese origen social otras dos víctimas del
terror fascista, asesinadas una semana antes del golpe militar: los hermanos Juan y Manuel Caro Marín,
albañiles. Todos, afiliados a la CNT y uno de ellos, José Utrera Rivera, posiblemente de las Juventudes Comunistas.
Quienes se salían
de esa condición social tuvieron más posibilidades de evitar la represión o de
atenuarla. Fue lo que le ocurrió, por ejemplo, a Gregorio Moreno Conesa, concejal de Izquierda Republicana, que
trabajaba como varilla en una de las almadrabas de la localidad y que la
pertenencia de su esposa a la burguesía barbateña le permitió, pasado el susto
de los primeros momentos, que en pocos años acabara convirtiéndose en un
próspero empresario.
Aun así, no fue lo
que ocurrió con las otras víctimas mortales. Con el maestro Manuel Abel Romero, vinculado al PSOE,
que como maestro no dejaba de formar parte de un colectivo fuertemente
castigado por la represión.
Con el farmacéutico Francisco Javier
Tato Anglada, de Izquierda Republicana y Alcalde Pedáneo, que pagó cara su
osadía de hacer frente a los poderes económicos de la localidad y el haberse puesto de parte de la gente humilde. Con el
agricultor Francisco Braza Basallote,
concejal y militante del PSOE. O incluso, aunque ya no residía en Barbate, con
el periodista José Miranda de Sardi,
del Partido Sindicalista y concejal en la capital de la provincia, que en los
años 20 había jugado un papel relevante en la localidad.
De todas esas víctimas mortales seis fueron asesinadas durante
la “ola exterminadora” de los primeros meses, entre julio y septiembre. El
periodo de
los bandos de guerra, de una justicia militar expeditiva y de la acción de las
patrullas paramilitares. El momento de Manuel
Abel Romero, Francisco Braza Basallote, Francisco Domínguez Benítez, Antonio
Oliva Ramírez, Juan Porta Crespo
y Francisco Javier Tato Anglada. Lo
mismo sucedió con José Miranda de Sardi.
Pasada esa “ola
exterminadora”, durante el año 1937 la acción represiva ya se vio disfrazada de
una parafernalia jurídica que pretendía mantener las formas. Protagonizada
principalmente por los consejos de guerra permanentes, fue el momento de las
otras tres víctimas mortales: José Melero
Ladrón de Guevara, Francisco Utrera
Rivera y José Utrera Rivera.
Son los casos de
las víctimas mortales. Todas, salvo Francisco
Javier Tato Anglada, desaparecidas.
Pero hubo otras
formas de represión. Estuvieron las cárceles y los campos de concentración. La
destitución de cargos públicos. Los castigos económicos en forma de expulsión
del puesto de trabajo, depuración profesional del funcionariado, multas,
confiscación de bienes o separación de las hazas de suerte. La ausencia del
padre, marido o hermano huido o encarcelado que llevó a muchas mujeres y a sus
hijos e hijas a privaciones, cuando no a la miseria. Las humillaciones, también
sobre las mujeres. El esconderse. El exilio. Las deportaciones… Y el miedo,
mucho miedo. Que duró cuatro décadas.
Para acabar: unas reflexiones en torno a la
controversia sobre Historia y Memoria
Un veterano
historiador, Pierre Vidal-Naquet, que ha reivindicado la importancia de la
Memoria, escribió en cierta ocasión en plena polémica con el revisionismo
histórico que negaba o, al menos, minimizaba el holocausto judío:
“Los asesinos de la
memoria han elegido bien su objetivo: quieren golpear a una comunidad sobre las
mil fibras aún dolorosas que la ligan a su propio pasado. Lanzan contra ella
una acusación global de mendacidad y fraude (...). Pero no me propongo
responder a esa acusación global situándome en el terreno de la afectividad.
Aquí no se trata de sentimientos, sino de la verdad”.
Y la controvertida
pugna existente entre Historia y Memoria aún sigue permanente. Una pugna que en
mi opinión no debería existir, en la medida que ambos campos son necesarios y
complementarios.
Y es que la Guerra
Civil tuvo una dimensión que no abarcó sólo a los campos de batalla o lo que se
hizo en las retaguardias. Como ha apuntado Josefina Cuesta,
“el nuevo régimen militar de 1936 [libró] una práctica muy vigilada de la
memoria cívica”. Eso supuso un trabajo deliberado orientado al olvido, cuando
no el silencio, del pasado inmediato. Y también, el secuestro de la memoria,
que fue sustituida e impuesta por otra, que se retrotrajo a épocas anteriores,
idealizadas, entre las que estuvo, por ejemplo, la ligada al imperio.
No pretendo
alargarme en la controversia, pero no está de más volver a Vidal-Naquet, quien
se refirió a la misma de esta manera:
“La memoria no es
historia (…). Entre memoria e historia puede haber tensión, incluso una
oposición. Pero una historia (…) que no integra la memoria, o más bien las
memorias, que no diera cuenta de las transformaciones de las memorias, sería
una historia bien pobre”.
Ha planteado Reyes
Mate que la memoria es una lectura moral del pasado, mientras que la historia,
si así se desea, está libre de querer hacer un juicio moral. Pero considera que
en todo momento nos encontramos en una situación que, lejos de ser un simple
dilema, debe ser resuelta con decisión, porque, de no hacerlo,
“cuando no reconocemos los derechos de las víctimas, de
alguna manera asumimos ese destino del victimario”.
Pablo Sánchez León
ha reflexionado en torno a los cambios surgidos en la investigación histórica
del periodo que nos ocupa y que está permitiendo el enriquecimiento del
conocimiento histórico. Dichos cambios los pone en relación, por un lado, a la
creciente colaboración con otras
disciplinas, como la antropología, la medicina forense, la jurisprudencia…; y,
por otro, con las aportaciones que se hacen desde la misma sociedad, en las que
incluye el movimiento memorialista, de manera que
“el pasado asumido
como cultura ciudadana es justamente el que mejor permite el diálogo crítico
entre interpretaciones no ya diversas sino adversas; es solo que cuando se
juntan de por medio cuestiones de justicia, el menosprecio recibido puede y
suele convertirlas en signo de identidad y favorecer antagonismos”.
Y es que estamos
ante un tema que, además de su gran importancia, no tenemos más remedio que
afrontarlo, porque “el problema del silencio o del olvido aflora
permanentemente”.
La Comisión
Pro-Independencia de 1937 la formaron: Agustín Varo Varo (Alcalde Pedáneo, y
concejal en Vejer; agente comercial); Francisco Pérez Llorca (capitán de la
marina mercante y comerciante); Agustín Malia Corrales (carpintero de ribera y
propietario de un varadero); Manuel Gallardo Montesino (industrial conservero);
Francisco Crespo Manzanares (industrial conservero); Juan Alvarado Martínez
(escribiente); Aniceto Ramírez Rey (industrial conservero); y Alonso Malia
Alvarado (industrial agrícola).