Como poesía estamos ante una obra que busca aunar dos universos: el eco nostálgico de la Granada andalusí y, por extensión, de la cultura oriental; y la angustia vital que produce el amor. Su contenido se ha interpretado comúnmente con un claro sentido homoerótico. E incluso ha habido quienes han ido más allá, porque se ha pretendido encontrar los dilemas interiores del poeta sobre su homosexualidad y la amargura de amores imposibles. Los poemas están agrupados en dos bloques: las gacelas, que llevan al amor, y las casidas, al sufrimiento.
Poco conocidos, Carlos Cano fue quien los popularizó con su trabajo, que está divido en dos partes/discos: gacelas y casidas. Mario Hernández, autor de la presentación, escribió: "Carlos Cano ha aceptado la propuesta de dotar de otro sonido a esos versos lorquianos, convirtiéndolos en canción para todos. Las palabras de amor, sufrimiento y agónica afirmación (...) ruedan en la voz rasgada e intima del cantante como perlas desgranadas que buscan hallar, el engarzarse con la melodía, su más pleno y acogedor sentido. La música las asume y enciende".
No es un libro al que se pueda acceder con facilidad, pero ofrezco los poemas que componen el trabajo musical a través del enlace http://usuaris.tinet.cat/. Y si no se dispone de los discos, resulta fácil poder acceder a las distintas canciones a través de la red electrónica. Por mi parte, he seleccionado cuatro poemas/canciones, que acompaño con el enlace correspondiente. Invito a disfrutar de tanta maravilla.
Con todo el
yeso
de los
malos campos,
eras junco
de amor, jazmín mojado.
Con sur y
llamas
de los
malos cielos,
eras rumor
de nieve por mi pecho.
Eras junco
de amor, jazmín mojado.
Eras rumor
de nieve por mi pecho.
Cielos y
campos
anudaban
cadenas en mis manos.
Campos y
cielos
azotaban
las llagas de mi cuerpo.Gacela del mercado matutino
Por el Arco
de Elvira
quiero
verte pasar,
para saber
tu nombre
y ponerme a
llorar.
¿Qué luna
gris de las nueve
te desangró
la mejilla?
¿Quién
recoge tu semilla
de
llamaradas en la nieve?
¿Qué alfiler
de cactus breve
asesina tu
cristal?
Por el Arco
de Elvira
voy a verte
pasar,
para beber
tus ojos
y ponerme a
llorar.
¡Qué voz
para mi castigo
levantas
por el mercado!
¡Qué clavel
enajenado
en los
montones de trigo!
¡Qué lejos
estoy contigo,
qué cerca
cuando te vas!
Por el Arco
de Elvira
voy a verte
pasar,
para sentir
tus muslos
y ponerme a
llorar.
Quiero
bajar al pozo,
quiero
subir los muros de Granada,
para mirar
el corazón pasado
por el
punzón oscuro de las aguas.
Quiero
bajar al pozo,
quiero
morir mi muerte a bocanadas,
quiero
llenar mi corazón de musgo,
para ver al
herido por el agua.
El niño
herido gemía
con una
corona de escarcha.
Estanques,
aljibes y fuentes
levantaban
al aire sus espadas.
El niño
estaba solo
con la
ciudad dormida en la garganta.
Un surtidor
que viene de los sueños
lo defiende
del hambre de las algas.
El niño y
su agonía, frente a frente,
eran dos
verdes lluvias enlazadas.
El niño se
tendía por la tierra
y su agonía
se curvaba.
¡Ay, qué
furia de amor, qué hiriente filo,
qué
nocturno rumor, qué muerte blanca!
¡Qué
desiertos de luz iban hundiendo
los
arenales de la madrugada!
La muchacha
dorada
se bañaba
en el agua
y el agua
se doraba.
Las algas y
las ramas
en sombra
la asombraban
y el
ruiseñor cantaba
por la
muchacha blanca.
Vino la
noche clara
turbia de
plata mala
con peladas
montañas
bajo la
brisa parda.
La muchacha
mojada
era blanca
en el agua
y el agua,
llamarada.
Vino el
alba sin mancha
con cien
caras de vaca,
yerta y
amortajada
con heladas
guirnaldas.
La muchacha
de lágrimas
se bañaba
entre llamas
y el
ruiseñor lloraba
con las
alas quemadas.
La muchacha
dorada
era una
blanca garza
y el agua
la doraba.