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domingo, 30 de diciembre de 2018
Ana Botella, condenada (por ahora)
El pago de 23 millones de euros es la condena que el Tribunal de Cuentas ha impuesto a Ana Botella y a siete altos cargos del gobierno municipal madrileño durante el periodo 2011-15. La venta de 1860 viviendas públicas a Blackstone, una corporación de "fondos buitre", ha sido la causa. Estamos ante un episodio más de la hechura pepera. La expresión más viva de la España negra, la misma que en nuestros días funde el pasado y el presente más lúgubres. La condena ha estado bien por ahora, pero a la espera de que las personas implicadas recurran y de lo que acabe resultando, que está por ver. Queda, empero, la otra parte: la devolución de las viviendas. Porque detrás de todo esto se encuentra la simbiosis existente entre el poder económico y quienes gestionan el político. El modelo neoliberal en estado puro a través, en este caso, de la privatización de lo público y de la venta de su patrimonio a precio de saldo, con las secuelas sociales tan perniciosas que genera. El capitalismo de amiguetes, corruptor y corrompido en sus entrañas. Ahora con Botella como protagonista. La del "relaxing cup of café con leche". La esposa e uno de los gurús del neoliberalismo español, el mismo que cobra, y mucho, por dar charlas sobre los parabienes de la libertad de empresa y se enorgullece de su gestión al frente del gobierno tiempo ha. El mismo que apadrina a la derecha más rancia de este país. Buena pareja la que forman.
viernes, 28 de diciembre de 2018
Difícil futuro tiene por delante Andalucía
La victoria electoral de los partidos de derecha en votos (50%) y en escaños (59) ha abierto un camino del que no se sabe en lo concreto qué puede ocurrir, pero sí intuir. Los programas políticos de esos partidos son claros y sobre todo sabemos del ejercicio del poder en otros ámbitos territoriales, especialmente por parte del PP. Intuyo un terremoto político, donde los recortes y la privatización de los servicios públicos van a perjudicar sobremanera a los sectores sociales más vulnerables, que en esta tierra no son pocos.
La servidumbre de PP y Ciudadanos con respecto a Vox resulta altamente peligrosa. La competencia política del PP con respecto a Vox, además, puede llevar a una deriva hacia postulados propios de la extrema derecha, que puede resultar aún más peligrosa. El pacto de los tres partidos de la derecha para repartirse ayer la Mesa del Parlamento, dice mucho. Mientras Adelante Andalucía ha quedado excluida, de los siete puestos que componen dicha Mesa la derecha se ha hecho con cinco, uno de ellos para Vox.
Las elecciones del pasado 2 de diciembre han supuesto un grave derrota del PSOE. Las fugas de votos que ha sufrido hacia Ciudadanos y hacia la abstención, le han llevado a una situación nueva y francamente difícil. La figura de Susana Díaz ha salido altamente dañada, sumando una nueva derrota política a la ya sufrida el año pasado frente a Pedro Sánchez en las primarias de su partido. Su futuro político, pues, está en el aire.
Difícil lo tiene también Adelante Andalucía, gravemente perjudicada por la elevada abstención de anteriores votantes de Podemos e IU. Los malos resultados ha abierto esa caja de los truenos propia de la izquierda, donde mucha gente se suma al coro de encontrar las causas en lo ajeno: que si la suma resta, que si has faltado la marca Podemos, que si solos nos iba mejor, que si todos son iguales... Cada cual a lo suyo, como queriendo volver a un punto de partida que no era mucho mejor. Y añado algo importante a quienes corresponda: olvidándose de la irresponsabilidad de inhibirse electoralmente para dejar el paso libre a la derecha pura y dura en sus tres marcas.
Difícil futuro tiene por delante Andalucía.
La servidumbre de PP y Ciudadanos con respecto a Vox resulta altamente peligrosa. La competencia política del PP con respecto a Vox, además, puede llevar a una deriva hacia postulados propios de la extrema derecha, que puede resultar aún más peligrosa. El pacto de los tres partidos de la derecha para repartirse ayer la Mesa del Parlamento, dice mucho. Mientras Adelante Andalucía ha quedado excluida, de los siete puestos que componen dicha Mesa la derecha se ha hecho con cinco, uno de ellos para Vox.
Las elecciones del pasado 2 de diciembre han supuesto un grave derrota del PSOE. Las fugas de votos que ha sufrido hacia Ciudadanos y hacia la abstención, le han llevado a una situación nueva y francamente difícil. La figura de Susana Díaz ha salido altamente dañada, sumando una nueva derrota política a la ya sufrida el año pasado frente a Pedro Sánchez en las primarias de su partido. Su futuro político, pues, está en el aire.
Difícil lo tiene también Adelante Andalucía, gravemente perjudicada por la elevada abstención de anteriores votantes de Podemos e IU. Los malos resultados ha abierto esa caja de los truenos propia de la izquierda, donde mucha gente se suma al coro de encontrar las causas en lo ajeno: que si la suma resta, que si has faltado la marca Podemos, que si solos nos iba mejor, que si todos son iguales... Cada cual a lo suyo, como queriendo volver a un punto de partida que no era mucho mejor. Y añado algo importante a quienes corresponda: olvidándose de la irresponsabilidad de inhibirse electoralmente para dejar el paso libre a la derecha pura y dura en sus tres marcas.
Difícil futuro tiene por delante Andalucía.
jueves, 27 de diciembre de 2018
Un 2019 que nos ilusione
domingo, 23 de diciembre de 2018
La más que llamada de atención que hace Augusto Zamora en su libro Réquiem polifónico por Occidente
Acabo de leer Réquiem polifónico por Occidente (Madrid, Foca, 2018), de Augusto Zamora R., un intelectual (es profesor universitario)
y político (veterano sandinista que, entre otras cosas, ha sido embajador
de Nicaragua en España durante los primeros años del segundo periodo de
mandatos presidenciales de Daniel Ortega) relevante en su país, en Latinoamérica
e incluso, pese a ser menos conocido, en España. En cuanto al libro, estamos
ante un trabajo contundente, desafiante y polémico, sobre todo entre los
ideólogos del sistema imperial occidental. Nos habla del presente, sin olvidarse
del pasado, pero se refiere sobre todo al futuro. Y no tanto al inmediato como a
otro más amplio. Porque en la actualidad estamos en un tiempo de
mutaciones, de importantes cambios ya más que incubados, que habrán de devenir
en un mundo muy distinto al que hemos vivido y estamos viviendo.
Leerlo no resulta difícil, pero requiere de una gran concentración. Está escrito para ser entendido por el gran público, evitando la erudición académica que lo impida, pero es denso en datos y en reflexiones. Está bien dotado de mapas, aun cuando sean pequeños, lo que se agradece cuando estamos en una obra de geopolítica. No falta la referencia constante a autores y autoras, aunque, por ponerle algún pero, adolece de un apartado propio de bibliografía. Y, ante todo, me ha resultado de un gran interés y recomendable, por supuesto. Pero vayamos a su contenido.
El título ya dice mucho. Y es que el futuro de Occidente, donde incluye a EEUU, sus aliados europeos y Japón, lo pone difícil. Y no lo hace como deseo o capricho, sino ante una realidad inexorable: Europa, sobre todo la occidental, perdidas tiempo ha sus colonias, con escasos recursos naturales, envejecida demográficamente y supeditada militarmente a EEUU a través de la OTAN, poco tiene que ofrecer; Japón, constreñido en su archipiélago frente al gigante chino en crecimiento y sin recursos naturales, menos aún; y EEUU, por su parte, endeudados hasta los tuétanos, soportando una más que costosa maquinaria militar y con un aislamiento geográfico que ha dejado de ser su fortaleza geoestratégica, sigue debilitándose.
Y el reverso son otras potencias y otros países. De entrada, China, un gigante comercial y demográfico en crecimiento, y Rusia, poseedora de inmensas reservas naturales. Cada una, por separado, dotadas de un poder militar renovado y las dos, conformando el núcleo principal del continente euroasiático mediante alianzas económicas y defensivas de carácter estratégico. Y a esas dos potencias hay que añadir otras, aún emergentes, como son, por ejemplo, India o Irán, y numerosos países aliados.
Zamora empieza el libro mencionando la paz armada que están viviendo EEUU, China y Rusia, y advierte del peligro existente ante "los armamentos sofisticados y mortíferos" que disponen. Se hace eco de las opiniones de militares estadounidenses, bien como críticas o bien como llamadas de atención, como la del teniente coronel Daniel L. Davis, para quien su país debería cesar la "política de desafío a Rusia y China", incluyendo guerras lejanas como las de Siria y Afganistán, para evitar que se dañe a su propia seguridad (p. 7). Denuncia, así mismo, el papel que están jugando los medios de comunicación occidentales, que ocultan a la ciudadanía la realidad existente y los peligros derivados de ella (p. 8).
En el primero de los capítulos, "De imaginarios, fantasías y realidades", pone al descubierto las estrategias internacionales de las grandes potencias: que califica como ofensivas en el caso de EEUU (pp. 100-107) y sus aliados de las OTAN, y de defensivas, en los de Rusia (pp. 108-114) y China (pp. 114-120). Denuncia con ello que se esté impidiendo que se ponga al descubierto "el disparate belicista que están promoviendo EEUU y la OTAN" (p. 21).
Zamora no se olvida de Europa, a la que relega como la península occidental
de Eurasia y le confiere un papel internacional menguante (p. 24 y ss.). No
tiene por ello complejo en señalar que los países de la
UE "se han convertido en las nuevas banana republics de
EEUU" (p. 25) y advierte de la inconsistencia del actual modelo
de relaciones con Rusia, que, pudiendo ser provechosas, están supeditadas
a los intereses de EEUU.
Ante el riesgo de una catástrofe nuclear no se olvida de los movimientos de supervivencia, en forma de refugios nucleares, que están desarrollando dos países neutrales, Suecia y Finlandia, incrustados entre los dos bloques.
Otros capítulos están dedicados a Israel, Corea del Norte y la India. Del primero nos recuerda la protección que ha tenido desde su nacimiento por parte de Francia, hasta 1967, y sobre todo de EEUU, para quien actúa como el principal gendarme de su región, aun cuando ello esté conllevando la destrucción del pueblo palestino. Es muy rotundo cuando augura al estado israelí un futuro más que imposible, dada su debilidad demográfica, el hecho de estar rodeado de países a los que ha agredido e intimidado sin cesar, y los límites de su potencia protectora, cada vez con más dificultades: "Mañana (...) podrá ver cómo su política de miedo y espanto se diluye como azucarillos en el agua "(pp. 202-203).
El análisis que hace Zamora de Corea del Norte lo vincula en todo momento en relación con su vecino y hermano del sur. Se centra en las posibilidades estratégicas que se abren a los dos estados dentro de una península que, reunificada o no en su totalidad, sí puede convivir en paz y en cooperación. Corea del Sur, único territorio del extremo oriental de Asia donde EEUU tiene acceso militar sin límites, podría revertir sus alianzas mirando hacia China, en lo comercial, y Rusia, mediante el abastecimiento energético. Hasta el punto que "la presencia militar de EEUU podría ir convirtiéndose en un elemento incómodo y limitante para los planes de desarrollo de Corea del Sur" (p. 236).
De India destaca varias cosas. Una de ellas, el potencial futuro que tiene, como segundo país más poblado del planeta, hasta el punto de señalar que puede convertirse dentro de dos décadas en la tercera o cuarta economía mundial (p. 283). Pero, ante todo, se centra en el juego de relaciones entre las potencias que se ubican en esa región asiática. Tradicional aliada de Rusia, la rivalidad mantenida con China y, sobre todo, con Pakistán se está viendo alterada hacia una cooperación con el primero de ellos. Pese a los esfuerzos por parte de EEUU por atraerla, queriendo aprovechar la brecha creciente entre la potencia americana y China. Sin embargo, para Zamora "India, China y Rusia marcarán la pauta del renacimiento de Asia, poniendo fin a cinco siglos de funesto domino occidental" (p. 282).
El último capítulo, "Corredores comerciales: haciendo geopolítica, economía y guerra", tiene un alto interés. Porque, dejando a un lado las rivalidades militares, la carrera de armamentos y los peligros que se derivan, Zamora se centra en las perspectivas económicas que se vislumbran en el seno del continente euroasiático. En este aspecto inicia su análisis recordándonos la teoría de la competencia de los grandes imperios que a principios del siglo XX planteó el británico Mackinder y que, tras la adaptación hecha por el estadounidense Spykman, fue adoptada durante la Guerra Fría por EEUU (p. 283 y ss.). Así, en la disputa entre la potencia terrestre (Rusia/URSS) y la marítima (Gran Bretaña/EEUU), la clave estaría para Halford J. Mackinder en el control de lo que llamó corazón continental (Rusia y Asia Central) y para Nicholas Spykman, en el del margen continental, formado por Europa y los países del sur asiático, precisamente donde Gran Bretaña y EEUU habían ido instalando una red de enclaves estratégicos.
Pero la situación ha cambiado y mucho, porque tanto Rusia
como China tienen acceso cada vez mayor al margen continental (p.
283) y mantienen, a su vez, el control del corazón continental, poniendo
patas arriba la teoría antes citada. Y en ello se inscribe la aparición de
nuevas rutas y los correspondientes corredores adyacentes: la Nueva Ruta de la
Seda, a través del interior de Asia, que podría llegar hasta Europa (p.
294 y ss.); y los corredores chino-pakistaní,
indo-iraní-afgano, indo-iraní-ruso... Para que, en fin, la potencia
marítima que es EEUU se esté quedando sin margen continental (p. 323 y
ss.) y la península Europa acabe quedándose sin rutas comerciales (p.
327 y ss.).
Y
es que para Zamora, como concluye en el libro, "Rusia, China, India,
Irán y sus aliados llevan años componiendo un réquiem polifónico para el
entierro de la Europa atlantista" (p. 328).
miércoles, 19 de diciembre de 2018
Pateras de la vergüenza y del horror, una exposición en el puerto de Barbate
Publicado en Rebelión un artículo mío sobre El Gatopardo
Aparte de haberla leído ya, hace unos años, en febrero de 2013, publiqué en este cuaderno el artículo “El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa: lucidez y nostalgia reaccionaria”. Ignoro por qué en su día no lo envié a la revista electrónica Rebelión, donde me han publicado distintos artículos de otros tantos temas (política, historia, arte, literatura...), pero el caso es que se me ocurrió hacerlo hace unos días. Y hoy mismo han tenido la gentileza de publicar el artículo, cosa que agradezco sobremanera. Invito a leerlo, o releerlo, y espero que el resultado sea de interés.
El delito de Lola Gutiérrez, ayudar a un menor refugiado para que pudiera reencontrarse con su familia
martes, 18 de diciembre de 2018
Fracaso de la cumbre climática de Katowice, más peligro para la humanidad
La
Cumbre sobre el Cambio Climático (COP24) celebrada en la ciudad polaca de
Katowice se ha saldado con un sonoro fracaso. Una verdadera marcha atrás en
relación al Acuerdo de París firmado hace dos años. Un revés en el objetivo de reducir la emisión de gases
contaminantes para, a su vez, reducir el aumento de la temperatura media en el
planeta. Una agresión contra la humanidad, contraria a los propósitos marcados
por la ONU y al respeto de los derechos humanos.
Y en el centro de esa regresión, una vez más, EEUU, ahora con un negacionista del cambio climático en la presidencia. Y sus principales aliados: el estado feudal petrolero que representa Arabia Saudita, el Brasil que ha aupado al frente al fascista Balsonaro… O una tímida y dividida Unión Europea, incapaz de encontrar la cohesión necesaria para las cosas importantes que afectan a las personas, mientras dicta o permite medidas contrarias.
Queda
mucho por hacer. Pero son muchos lugares del mundo donde sus gentes no desisten
ante lo que más que un suicidio colectivo es un asesinato masivo que tiene
claros responsables.
Es
necesario tomara en valor que, “Dado que nuestros líderes se están comportando
como niños, nos toca a nosotros asumir la responsabilidad que deberían haber
asumido ellos hace mucho tiempo”, como apuntó ante el Secretario General de la
ONU, António Guterres, la joven activista sueca de 15 Greta Thunberg. La misma que acusó a los responsables de estar "robando el futuro a vuestros hijos".
Como
también lo es sumarse al llamamiento que centenares de organizaciones y cientos
de miles de personas pertenecientes a 129 países han hecho en pro de la justicia climática:
“aliarse
con las personas y pueblos de todo el mundo –no con los grandes contaminadores–
y tomar acciones inmediatas para abordar la crisis climática.
El
cambio climático es la crisis de nuestra época. Este diciembre, en la COP24,
ustedes establecerán las reglas para implementar el Acuerdo de París, cuyas
políticas afectarán la vida de billones de personas.
La
urgencia de la crisis climática requiere una respuesta justa centrada en los
derechos humanos, la equidad y la justicia”.
Réquiem por Laura Luelmo
Me enviaron ayer un mensaje sobre el el minuto de silencio previsto para hoy en todos los centros educativos públicos por la muerte de Laura Luelmo. Una joven profesora que, en el inicio de lo que podía haber sido un futuro profesional ilusionante, ha sufrido las garras de la violencia que ha acabado con su vida. Hace unos meses pasé mi retiro de soldado de la enseñanza, pero en los ojos de Laura he visto a esa gente joven que cada año se va incorporando a un trabajo que resulta tan apasionante como necesario. La imagen que acompaña esta entrada es de la misma Laura, profesora y artista plástica, que la divulgó con motivo del histórico 8-M pasado. Un canto a la igualdad, trazado con sencillez y delicadeza, pero potente. Su muerte, como la de tantas otras mujeres y las violencias que se suceden en cada momento contra ellas, son el producto del voraz patriarcado que no cesa en sus cacerías.
lunes, 17 de diciembre de 2018
Los chalecos amarillos, como síntoma, pero ¿hay algo más?
Llevo semanas intentando entender el fenómeno de los chalecos amarillos. Reconozco que al principio no me encajaban dos cosas: una, en el origen del movimiento, las reivindicaciones en torno a la oposición a la subida del precio de los hidrocarburos; la otra, quizás más evidente, la participación activa de sectores de la ultraderecha. La información incompleta y, sobre todo, las imágenes con predominio de la violencia que han ido apareciendo en los medios de comunicación, poco han ayudado. Unas dudas, las mías, que tuvo hasta el grupo Francia Insumisa, principal fuerza de la izquierda francesa, temeroso por el papel que estaba jugando la gente de la extrema derecha.
Hace unos días Cuarto Poder publicó un artículo de Pablo Castaño, "Tres claves para entender a los 'chalecos amarillos'", donde se hace un análisis clarificador. Un intento por diseccionar un movimiento contradictorio, pero también como un proceso, donde las reivindicaciones se han ido ampliando y han dado forma a una plataforma social y política que pone al descubierto las fisuras del modelo neoliberal. Ayer El País publicó otro artículo, "Anatomía de los 'chalecos amarillos'", en el que su autor, Marc Bassets, expone diez claves para ayudar a entender lo que está ocurriendo en Francia. Sin Permiso, a su vez, nos ofreció también ayer una entrevista realizada al geógrafo francés Christophe Guilluy, con el título "La Francia popular impone su diagnóstico". Podría seguir con más artículos (Rebelión ofrece cada día al menos un artículo), pero creo que puedo permitirme dar una opinión, siempre, como en casi todas las ocasiones, con las necesarias reservas.
Puedo decir que, como todo conflicto, el de los chalecos amarillos es síntoma de algo. En este caso, un conflicto que se está dando en el corazón de los países ricos y que está teniendo como protagonistas a personas que habitan no tanto en la periferia del sistema como en un anillo intermedio. Surgido en las pequeñas y medianas ciudades, la primera de las reivindicaciones, la bajada del precio de los carburantes, ponía al descubierto una realidad: tal subida afectaba a quienes, a falta de otra alternativa, necesitan utilizar su vehículo privado para acceder a sus lugares de trabajo; o a quienes tienen un vehículo como una de las bases de su actividad económica. Mientras en los principales centros urbanos los transportes colectivos permiten la movilidad a la mayoría, en esas ciudades pequeñas y medianas el encarecimiento de los combustibles afecta a los bolsillos de la gente con recursos limitados o de quienes disponen de pequeñas empresas. Esto último explicaría el apoyo de grupos de extrema derecha, más presente en la Francia rural y de las ciudades pequeñas.
El perfil socioeconómico estaría personificado en gente de clase media-baja y media; lo primero, entre personas empleadas con salarios bajos o en paro; lo segundo, entre el pequeño empresariado. Para Bassets, siguiendo un estudio realizado por un colectivo de profesionales y publicado en Le Monde, personas con una 30% de ingresos inferiores a la media y con escasa representación de quienes viven en los extrarradios de las grandes ciudades, donde la presencia de población de origen inmigrantes mayor.
Es, en fin, lo que para Guilluy supone "la traducción de treinta años de recomposición económica que han conducido a una gran fragilización social y a un nuevo reparto geográfico de los ciudadanos en el territorio".
La ampliación de las reivindicaciones, fruto de la forma de organización y comunicación, basada en el empleo creativo de las redes sociales, ha puesto al descubierto unas aspiraciones que pueden ser asumidas por más gente y entran dentro de la categoría de reivindicaciones progresistas y, ante todo, contrarias al modelo económico neoliberal. Como nos recuerda detalladamente Castaño, tales reivindicaciones son: "subida del salario mínimo, salario máximo de 15.000 euros, cero personas sin techo, protección del pequeño comercio, subida de impuestos a las grandes empresas y bajada para las pequeñas, rechazo del sistema de jubilación ‘por puntos’ (...), subida de las pensiones más bajas, jubilación a los 60 años, indexización de los salarios respecto a la inflación, limitación de los alquileres, fin de las políticas de austeridad, lucha contra el fraude fiscal, incremento de las prestaciones para personas discapacitadas, prohibición de las privatizaciones, más recursos para la justicia y la policía, eliminación del programa de ayudas a las grandes empresas que cuesta 20.000 millones de euros al año, reducir el número de estudiantes por clase…".
Una de las sorpresas derivadas de las protestas, pese a la imagen negativa lanzada por la mayoría de los medios de comunicación, son las amplias simpatías por el movimiento y sus reivindicaciones, que algunos sondeos lo han cuantificado en más de las tres cuartas partes de la población. Por el contrario, la participación en las movilizaciones ha sido limitada, estando ahora incluso en descenso, quizás por el grado de violencia empleado y no sólo desde algunos sectores de activista, sino también por parte de la policía.
Por ahora el movimiento está teniendo un éxito relativo. Algunas medidas previstas por el gobierno han sido anuladas (por ejemplo, la subida de carburantes) y a la vez ha ido tomando otras nuevas como un intento de apaciguar la situación (por ejemplo, la subida del salario mínimo).
Que el movimiento de los chalecos amarillos no deja de ser un síntoma de la frustración que genera el modelo neoliberal en determinados sectores sociales, en este caso ubicados en los niveles medios y medio-bajos y en los ámbitos más alejados de las grandes ciudades, parece que no hay duda. Como tampoco parece haberla en los apoyos sociales y, sobre todo, políticos contradictorios. Resaltar dicho movimiento como una señal de esperanza en la lucha contra el neoliberalismo quizás sea prematuro, pero no está de más reconocer que contiene elementos que permiten que podamos sentir que, pese a todo, la cosa se sigue moviendo.
Hace unos días Cuarto Poder publicó un artículo de Pablo Castaño, "Tres claves para entender a los 'chalecos amarillos'", donde se hace un análisis clarificador. Un intento por diseccionar un movimiento contradictorio, pero también como un proceso, donde las reivindicaciones se han ido ampliando y han dado forma a una plataforma social y política que pone al descubierto las fisuras del modelo neoliberal. Ayer El País publicó otro artículo, "Anatomía de los 'chalecos amarillos'", en el que su autor, Marc Bassets, expone diez claves para ayudar a entender lo que está ocurriendo en Francia. Sin Permiso, a su vez, nos ofreció también ayer una entrevista realizada al geógrafo francés Christophe Guilluy, con el título "La Francia popular impone su diagnóstico". Podría seguir con más artículos (Rebelión ofrece cada día al menos un artículo), pero creo que puedo permitirme dar una opinión, siempre, como en casi todas las ocasiones, con las necesarias reservas.
Puedo decir que, como todo conflicto, el de los chalecos amarillos es síntoma de algo. En este caso, un conflicto que se está dando en el corazón de los países ricos y que está teniendo como protagonistas a personas que habitan no tanto en la periferia del sistema como en un anillo intermedio. Surgido en las pequeñas y medianas ciudades, la primera de las reivindicaciones, la bajada del precio de los carburantes, ponía al descubierto una realidad: tal subida afectaba a quienes, a falta de otra alternativa, necesitan utilizar su vehículo privado para acceder a sus lugares de trabajo; o a quienes tienen un vehículo como una de las bases de su actividad económica. Mientras en los principales centros urbanos los transportes colectivos permiten la movilidad a la mayoría, en esas ciudades pequeñas y medianas el encarecimiento de los combustibles afecta a los bolsillos de la gente con recursos limitados o de quienes disponen de pequeñas empresas. Esto último explicaría el apoyo de grupos de extrema derecha, más presente en la Francia rural y de las ciudades pequeñas.
El perfil socioeconómico estaría personificado en gente de clase media-baja y media; lo primero, entre personas empleadas con salarios bajos o en paro; lo segundo, entre el pequeño empresariado. Para Bassets, siguiendo un estudio realizado por un colectivo de profesionales y publicado en Le Monde, personas con una 30% de ingresos inferiores a la media y con escasa representación de quienes viven en los extrarradios de las grandes ciudades, donde la presencia de población de origen inmigrantes mayor.
Es, en fin, lo que para Guilluy supone "la traducción de treinta años de recomposición económica que han conducido a una gran fragilización social y a un nuevo reparto geográfico de los ciudadanos en el territorio".
La ampliación de las reivindicaciones, fruto de la forma de organización y comunicación, basada en el empleo creativo de las redes sociales, ha puesto al descubierto unas aspiraciones que pueden ser asumidas por más gente y entran dentro de la categoría de reivindicaciones progresistas y, ante todo, contrarias al modelo económico neoliberal. Como nos recuerda detalladamente Castaño, tales reivindicaciones son: "subida del salario mínimo, salario máximo de 15.000 euros, cero personas sin techo, protección del pequeño comercio, subida de impuestos a las grandes empresas y bajada para las pequeñas, rechazo del sistema de jubilación ‘por puntos’ (...), subida de las pensiones más bajas, jubilación a los 60 años, indexización de los salarios respecto a la inflación, limitación de los alquileres, fin de las políticas de austeridad, lucha contra el fraude fiscal, incremento de las prestaciones para personas discapacitadas, prohibición de las privatizaciones, más recursos para la justicia y la policía, eliminación del programa de ayudas a las grandes empresas que cuesta 20.000 millones de euros al año, reducir el número de estudiantes por clase…".
Una de las sorpresas derivadas de las protestas, pese a la imagen negativa lanzada por la mayoría de los medios de comunicación, son las amplias simpatías por el movimiento y sus reivindicaciones, que algunos sondeos lo han cuantificado en más de las tres cuartas partes de la población. Por el contrario, la participación en las movilizaciones ha sido limitada, estando ahora incluso en descenso, quizás por el grado de violencia empleado y no sólo desde algunos sectores de activista, sino también por parte de la policía.
Por ahora el movimiento está teniendo un éxito relativo. Algunas medidas previstas por el gobierno han sido anuladas (por ejemplo, la subida de carburantes) y a la vez ha ido tomando otras nuevas como un intento de apaciguar la situación (por ejemplo, la subida del salario mínimo).
Que el movimiento de los chalecos amarillos no deja de ser un síntoma de la frustración que genera el modelo neoliberal en determinados sectores sociales, en este caso ubicados en los niveles medios y medio-bajos y en los ámbitos más alejados de las grandes ciudades, parece que no hay duda. Como tampoco parece haberla en los apoyos sociales y, sobre todo, políticos contradictorios. Resaltar dicho movimiento como una señal de esperanza en la lucha contra el neoliberalismo quizás sea prematuro, pero no está de más reconocer que contiene elementos que permiten que podamos sentir que, pese a todo, la cosa se sigue moviendo.
domingo, 16 de diciembre de 2018
Las pinturas esquemáticas de las Peñas de Cabrera
Ayer, sábado, volví a reencontrarme con el arte esquemático in situ. Fue en las Peñas de Cabrera, en el término municipal de Casabermeja (Málaga). Conocí por primera vez ese arte prehistórico, propio de finales del neolítico y el periodo del eneolítico, con una antigüedad que oscila entre los tres mil y seis mil años, cuando, siendo joven, íbamos de acampada al valle de Las Batuecas, al sur de Salamanca. Años después, ya instalado en Cádiz, pude disfrutar de las pinturas de la Cueva de Los Alemanes, en la Sierra de La Plata, y del majestuoso Tajo de las Figuras, en la Sierra de la Momia. No hace mucho, en la provincia de Almería, nos acercamos a la Cueva de los Letreros, en el Monte Maimón, donde vimos, como pudimos entre rejas, algunas de las figuras conservadas. Visitar esos lugares resulta altamente reconfortante.
La visita fue bonita, como era de esperar, con unas manifestaciones culturales insertas en un entorno natural privilegiado, en las cercanías del río Guadalmedina y en las faldas de una sierra formada por areniscas donde el olivar va dando paso a un pequeño bosque de alcornoques y sobre todo de encinas. Visitamos tres de los numerosos abrigos rocosos catalogados, los 10,11 y 12, pudiendo observar las figuras en color rojo representadas sobre las paredes. En su mayoría, antropomorfas, a veces dando lugar a escenas (danza, caza...), pero también pectiniformes, ramiformes, formas geométricas simples... todas ellas de mayor o menor grado de esquematismo, cuando no de abstracción.
Organizado por el Conjunto de Dólmenes de Antequera, desde 2016 declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, contamos con la presencia de Miguel Ángel como guía. Supimos también por boca de Bartolomé Ruiz, director del conjunto dolménico, que en el proyecto inicial presentado a la UNESCO se contemplaba que fuera del paisaje natural y cultural ubicado en las hoyas de Antequera y Archidona y las sierras adyacentes, entre las cuales estarían las Peñas de Cabrera.
viernes, 14 de diciembre de 2018
14 de diciembre de 1988, el día que el país se paralizó
Ese día el país se paralizó. La televisión pública, también. Las calles se vaciaron en muchos sitios. Pero también muchas personas las llenaron manifestándose. El día anterior en numerosos centros de trabajo se celebraron asambleas, se discutió y se votó. Los sindicatos se unieron en la acción: UGT, CCOO, USO, SOC, CGT, CNT... Una UGT, entonces con Nicolás Redondo al frente, cada vez más distanciada de su partido matriz y con las relaciones rotas con el gobierno. Unas CCOO, entonces con Antonio Gutiérrez y Agustín Moreno al frente, en pleno auge, capaces de enfrentarse al gobierno una y otra vez. Y todo, quizás como gota que colmó el vaso, por la bajada en la cobertura de desempleo a la gente joven. Era una medida más del gobierno esquizofrénico presidido por Felipe González y con Carlos Solchaga al frente de Economía: de un lado, aumentó el gasto público, para lo que tuvo que recaudar más en las imposiciones directas (sobre todo, de las rentas del trabajo); y de otro, fue introduciendo medidas de corte neoliberal con reformas como las de las pensiones o la laboral. Lo paradójico fue que, pese al éxito, en los años siguientes se fue rebajando la presión sindical. Se acabó defenestrando del sindicato al incómodo Redondo, pero CCOO empezó a virar de lado. El gobierno prosiguió por la senda neoliberal, incluida la firma del tratado de Maastricht, y desde 1993, con Pedro Solbes al frente de Economía, se dieron nuevas vueltas de tuerca, entre ellas la llegada de los contratos basura. Y lo que pudo ser en diciembre del 88 el inicio de un camino diferente, acabó siendo un recuerdo. UGT y CCOO apoyaron lo de Maastricht, UGT volvió al redil de su partido, se marginó en CCOO a la tendencia liderada por Moreno... Cuando políticamente IU, que tenía a Julo Anguita al frente, iba ganando peso, se maniobró para dividirla y debilitarla. Se presionó desde el todopoderoso grupo PRISA, gurú mediático de la progresía, para que todo se normalizara en torno a un partido que se creía la encarnación de la modernidad. Hoy miramos para atrás y vemos a cada cual en su sitio. A González, Solchaga, Solbes y tanta gente más, sirviendo y cobrando de las grandes empresas; a Redondo, casi centenario, añorando un partido del que cree que se dejó sus esencias; a Gutiérrez, ya retirado, previo paso como diputado por el PSOE; a Anguita y Moreno, también retirados, pero combativos y después de haberse dedicado a la enseñanza... Fue, dicen, la huelga general más seguida. Un 14 D que prometía y que, como dije antes, ha pasado sólo al recuerdo.
jueves, 13 de diciembre de 2018
Reflexiones tras las elecciones andaluzas de 2018: y 7) perspectivas fuera de Andalucía
Los resultados de las elecciones andaluzas siguen dando mucho que hablar. Y así seguirá en las semanas que vienen. Los medios de comunicación y los corrillos de la gente hierven. Se habla de Andalucía, pero también del conjunto del estado, de España, de Cataluña, del independentismo, de Vox, del fascismo, de la xenofobia, de la tumba de Franco...
En clave andaluza lo previsible es un gobierno de la derecha. Veremos, pues, a Juan Manuel Moreno, por el que nadie daba un duro antes de las elecciones, en la presidencia de la Junta de Andalucía y a Juan Antonio Marín, de vicepresidente.
En clave estatal, la cosa resulta bastante diferente, por lo que intentaré explicarme. Después del avance habido por la derecha en Andalucía, de los sondeos hechos para el ámbito estatal con anterioridad al 2 de diciembre en el ámbito estatal y de los que están saliendo estos días, la suma de PP, Cs y Vox ha aumentado hasta colocarse por delante de la que permitió que triunfase la moción de censura contra Mariano Rajoy en junio pasado.
Se está hablando que con el desplazamiento hacia a la derecha de PP y Cs, además de su radicalización, el PSOE estaría recuperando el espacio del centro. Puede ocurrir que sea así, pero no se está teniendo en cuenta otro factor: el desplazamiento hacia la derecha de la opinión pública.Y aquí entra un aspecto que ya se empezó a resaltar en los análisis realizados tras las andaluzas: el papel que están jugando los sentimientos de identidad, en este caso el de la identidad española.
En Andalucía se habría votado en clave española, de manera que, además del cansancio generalizado de tantos gobiernos ininterrumpidos del PSOE, se ha dejado al lado lo propiamente andaluz. La única candidatura que se ha centrado preferentemente en ello ha sido la de Adelante Andalucía. Formada en torno a una alianza entre Podemos e IU, permitió la integración de parte de los restos del antiguo Partido Andalucista. Y sobre todo se centró en aspectos propiamente andaluces, con un acento en lo social, la vertebración territorial o la defensa del medio ambiente. Estaría por ver hasta qué punto eso habría sido una frontera y no otros aspectos, como esa actitud de buena parte del electorado de izquierdas que se muestra hipercrítica en los apoyos electorales y genera desconfianza ante quienes pueden ser sus representantes. ¿Cómo, si no, entender la elevada abstención entre quienes votaron a Podemos e IU en 2015?
Resulta evidente que el sentimiento de identidad española se ha disparado en el último año. La permanente presencia de Pablo Casado, Albert Rivera e Ignacio Abascal en los actos electorales, los mensajes lanzados en los discursos y el predomino de la simbología española a través de la bandera rojigualda han sido claros. Y lo que pueda ocurrir en otros territorios, quitando algunos de ellos, como Cataluña o el País Vasco, nos puede llevar a sacar las mismas conclusiones.
Ayer pudimos ver en el Congreso un debate muy sintomático. De un lado, Pedro Sánchez y su gobierno, atrapado por la línea marcada por la derecha e incluso por un sector de su partido, liderado por las baronías territoriales, pero con presencia en su propio gobierno, como es el caso de Josep Borrell. Intentando un equilibrio entre la firmeza y el diálogo. Frente a él, los líderes de las dos versiones parlamentarias de la derecha: Pablo Casado y Albert Rivera, crecidos ante las perspectivas que tienen, o se creen, que no pararon de lanzar diatribas anticatalanas, apelando a la aplicación del artículo 155, pronunciando lo del golpismo separatista, advirtiendo de la pérdida de la unidad de España, soltando disimuladamente lo de la complicidad... Y eso que faltó Vox, todavía sin presencia en esa cámara.
Está por ver lo que puede ocurrir con los apoyos electorales a lo que hoy son Unidos Podemos y las confluencias territoriales (en Galicia, Cataluña, País Valenciano, Baleares...). Está por ver si el caso de Andalucía puede servir de aviso a quienes podrían verse en la tentación de jugar con la abstención. Hay demasiadas cosas en juego. La desmovilización del electorado de la izquierda, ante una derecha envalentonada y raras veces pasiva, significaría abrir las puertas a algo que ya estamos viendo en Hungría, Polonia o Italia, en Europa, y en EEUU o Brasil, más allá del océano, y sigue creciendo en Francia, Alemania, Reino Unido, Austria...
Sería muy triste que Andalucía se convirtiera en lo que fue el lema de campaña del partido que consumó la sorpresa. Y frente a la reconquista, una esperanza basada en la solidaridad.
En clave andaluza lo previsible es un gobierno de la derecha. Veremos, pues, a Juan Manuel Moreno, por el que nadie daba un duro antes de las elecciones, en la presidencia de la Junta de Andalucía y a Juan Antonio Marín, de vicepresidente.
En clave estatal, la cosa resulta bastante diferente, por lo que intentaré explicarme. Después del avance habido por la derecha en Andalucía, de los sondeos hechos para el ámbito estatal con anterioridad al 2 de diciembre en el ámbito estatal y de los que están saliendo estos días, la suma de PP, Cs y Vox ha aumentado hasta colocarse por delante de la que permitió que triunfase la moción de censura contra Mariano Rajoy en junio pasado.
Se está hablando que con el desplazamiento hacia a la derecha de PP y Cs, además de su radicalización, el PSOE estaría recuperando el espacio del centro. Puede ocurrir que sea así, pero no se está teniendo en cuenta otro factor: el desplazamiento hacia la derecha de la opinión pública.Y aquí entra un aspecto que ya se empezó a resaltar en los análisis realizados tras las andaluzas: el papel que están jugando los sentimientos de identidad, en este caso el de la identidad española.
En Andalucía se habría votado en clave española, de manera que, además del cansancio generalizado de tantos gobiernos ininterrumpidos del PSOE, se ha dejado al lado lo propiamente andaluz. La única candidatura que se ha centrado preferentemente en ello ha sido la de Adelante Andalucía. Formada en torno a una alianza entre Podemos e IU, permitió la integración de parte de los restos del antiguo Partido Andalucista. Y sobre todo se centró en aspectos propiamente andaluces, con un acento en lo social, la vertebración territorial o la defensa del medio ambiente. Estaría por ver hasta qué punto eso habría sido una frontera y no otros aspectos, como esa actitud de buena parte del electorado de izquierdas que se muestra hipercrítica en los apoyos electorales y genera desconfianza ante quienes pueden ser sus representantes. ¿Cómo, si no, entender la elevada abstención entre quienes votaron a Podemos e IU en 2015?
Resulta evidente que el sentimiento de identidad española se ha disparado en el último año. La permanente presencia de Pablo Casado, Albert Rivera e Ignacio Abascal en los actos electorales, los mensajes lanzados en los discursos y el predomino de la simbología española a través de la bandera rojigualda han sido claros. Y lo que pueda ocurrir en otros territorios, quitando algunos de ellos, como Cataluña o el País Vasco, nos puede llevar a sacar las mismas conclusiones.
Ayer pudimos ver en el Congreso un debate muy sintomático. De un lado, Pedro Sánchez y su gobierno, atrapado por la línea marcada por la derecha e incluso por un sector de su partido, liderado por las baronías territoriales, pero con presencia en su propio gobierno, como es el caso de Josep Borrell. Intentando un equilibrio entre la firmeza y el diálogo. Frente a él, los líderes de las dos versiones parlamentarias de la derecha: Pablo Casado y Albert Rivera, crecidos ante las perspectivas que tienen, o se creen, que no pararon de lanzar diatribas anticatalanas, apelando a la aplicación del artículo 155, pronunciando lo del golpismo separatista, advirtiendo de la pérdida de la unidad de España, soltando disimuladamente lo de la complicidad... Y eso que faltó Vox, todavía sin presencia en esa cámara.
Está por ver lo que puede ocurrir con los apoyos electorales a lo que hoy son Unidos Podemos y las confluencias territoriales (en Galicia, Cataluña, País Valenciano, Baleares...). Está por ver si el caso de Andalucía puede servir de aviso a quienes podrían verse en la tentación de jugar con la abstención. Hay demasiadas cosas en juego. La desmovilización del electorado de la izquierda, ante una derecha envalentonada y raras veces pasiva, significaría abrir las puertas a algo que ya estamos viendo en Hungría, Polonia o Italia, en Europa, y en EEUU o Brasil, más allá del océano, y sigue creciendo en Francia, Alemania, Reino Unido, Austria...
Sería muy triste que Andalucía se convirtiera en lo que fue el lema de campaña del partido que consumó la sorpresa. Y frente a la reconquista, una esperanza basada en la solidaridad.
miércoles, 12 de diciembre de 2018
Lo suscribo: #nohayjusticia
Este sábado, día 15 de diciembre, se ha convocado en Madrid una manifestación con el lema #nohayjusticia. Lo han hecho más de cien colectivos y se ha elaborado para ello un manifiesto, en cuyo texto se deja constancia de las graves deficiencias existentes en la administración de justicia española:
"con frecuencia, se están dictando distintas resoluciones del Tribunal Supremo, el Constitucional y la Audiencia Nacional que, con una interpretación abusiva de la ley, son una clara vulneración de los derechos civiles y políticos. Esta dinámica genera indefensión en la ciudadanía, a la vez que alarma social producto de la creciente falta de confianza en la tarea del Poder Judicial".
Una realidad tan evidente con desastrosas consecuencias que no podemos seguir permitiendo. Se requiere la movilización ciudadana para evitar que sea una justicia que beneficie a los detentadores del poder político y económico, mientras la mayoría de las personas se ven abocadas a tener que sufrir, cuando se da el caso, situaciones degradantes y, ante todo, injustas.
Es lo que se afirma con rotundidad al final manifiesto:
"Queremos poner en evidencia que el poder judicial protege las élites y que la judicialización de la vida política es un mecanismo que se aplica sistemáticamente contra toda forma de discrepancia política que quiere ser transformadora y que pretende actuar para superar el régimen de 1978. Por todo esto, denunciamos que, ahora hace 40 años, se instauró una transición que pretendía blindar la monarquía, perpetuar los privilegios de las oligarquías y restringir los derechos civiles y políticos, tanto de la ciudadanía como de las diversas Naciones del Estado español".
"con frecuencia, se están dictando distintas resoluciones del Tribunal Supremo, el Constitucional y la Audiencia Nacional que, con una interpretación abusiva de la ley, son una clara vulneración de los derechos civiles y políticos. Esta dinámica genera indefensión en la ciudadanía, a la vez que alarma social producto de la creciente falta de confianza en la tarea del Poder Judicial".
Una realidad tan evidente con desastrosas consecuencias que no podemos seguir permitiendo. Se requiere la movilización ciudadana para evitar que sea una justicia que beneficie a los detentadores del poder político y económico, mientras la mayoría de las personas se ven abocadas a tener que sufrir, cuando se da el caso, situaciones degradantes y, ante todo, injustas.
Es lo que se afirma con rotundidad al final manifiesto:
"Queremos poner en evidencia que el poder judicial protege las élites y que la judicialización de la vida política es un mecanismo que se aplica sistemáticamente contra toda forma de discrepancia política que quiere ser transformadora y que pretende actuar para superar el régimen de 1978. Por todo esto, denunciamos que, ahora hace 40 años, se instauró una transición que pretendía blindar la monarquía, perpetuar los privilegios de las oligarquías y restringir los derechos civiles y políticos, tanto de la ciudadanía como de las diversas Naciones del Estado español".
Reflexiones tras las elecciones andaluzas de 2018: 6) el voto a Vox
La sorpresa del voto recibido por Vox ha llevado a indagar sobre sus rasgos. Hemos ido sabiendo más en lo relativo a su localización territorial o procedencia de otros grupos según las elecciones de 2015. Ahora, siguiendo el estudio demoscópico publicado en El País, podemos acercarnos mejor al perfil de sus votantes, atendiendo, por un lado, a las razones político-ideológicas y, por otro, a variables como la edad, la ocupación socio-laboral, el nivel de estudios, etc.
Sobre lo primero no cabe la menor duda que se ajusta al perfil de votantes de derecha, claramente escorados al extremo, con una importante dosis de xenofobia y nacionalismo español. Eso se desprende, en relación a la xenofobia, por la preocupación por la inmigración (42%), que es la que está en primer lugar. Y en relación a lo segundo, por la preocupación por la unidad de España (33,7%, tercer lugar), para frenar a los independentistas (28%, en cuarto lugar) o la defensa de los símbolos nacionales (12%, en octavo lugar), razones que se complementan con una apuesta por el centralismo territorial desde el fin del estado de las autonomías (24,9%, en sexto lugar).
Sobre lo primero no cabe la menor duda que se ajusta al perfil de votantes de derecha, claramente escorados al extremo, con una importante dosis de xenofobia y nacionalismo español. Eso se desprende, en relación a la xenofobia, por la preocupación por la inmigración (42%), que es la que está en primer lugar. Y en relación a lo segundo, por la preocupación por la unidad de España (33,7%, tercer lugar), para frenar a los independentistas (28%, en cuarto lugar) o la defensa de los símbolos nacionales (12%, en octavo lugar), razones que se complementan con una apuesta por el centralismo territorial desde el fin del estado de las autonomías (24,9%, en sexto lugar).
La oposición al PSOE resulta clara cuando se refieren a echarlo del poder (34,2%, en segundo lugar) y el castigo a la corrupción (27%, en quinto lugar), algo que es común entre los otros grupos de derecha. Al fin y al cabo, en el imaginario de buena parte de la derecha ese partido representa los valores de la izquierda, interpretados, además, en clave negativa. No falta una alusión explícita al PP, de quien una parte considera que se siente defraudado (12,5%, en séptimo lugar).
Existen otras razones, propias de la derecha, si bien con un menor peso, donde se mezclan lo heteropatriarcal, lo religioso y lo económico: derogación a la ley de la violencia de género (11,1%), defensa de la familia tradicional (5,6%) y defensa de los valores católicos (2,8%).
La aceptación de sus propuestas económicas (7,3%), si bien no se especifican cuáles en la encuesta, se inscriben, según el programa, en el modelo neoliberal y con ello en la rebaja de impuestos, la disminución del gasto público, el mantenimiento de la reforma laboral, etc.
Si lo anterior aporta los rasgos ideológicos, muy previsibles sobre la idea previa que se podía tener, interesantes son otras variables, que ayudan a completar el perfil de quienes optaron por Vox.
La variable de sexo no aporta grandes diferencias sobre la población general, repartidas en la práctica por igual. En la variable de edad, en el grupo de mayores de 65 años (28%) se sitúa por encima de la población (21%), lo contrario que en el grupo 18-24 años (2%, frente a una población del 9%).
En cuanto a la situación socio-laboral se sitúa por encima en las personas jubiladas y pensionistas (33%, frente a una población del 25%) y en las que están ocupadas (49%, frente al 43% de población). Esto último, que resulta en sí un cajón de sastre, se puede aclarar algo atendiendo al nivel de renta: ha tenido muy pocos apoyos en las rentas más bajas (2%, frente al 10% de su población), mientras que los ha tenido mayores en los sectores medio-bajos (19%, frente al 15% de población) y los medio-altos (19%, frente al 12%).
El nivel de estudios corrobora en parte lo anterior: tiene mayores apoyos entre quienes tienen el nivel de secundaria (13%, frente al 10% de población) y los estudios de postgrado (12% y 7%, respectivamente); por el contrario, son menores entre quienes tienen el nivel de estudios más bajo (8%, frente al 10% de población) y estudios secundarios de 2º grado (41% y 37%, respectivamente).
La última variable, la del tamaño de los municipios, refleja también importantes diferencias: ha tenido más éxito en los que tienen 10.000-20.000 (17%, frente al 12% de población), 50.000-100.000 (24% y 15%, respectivamente) y más de 500.000 (19% y 15%, respectivamente); y lo ha tenido menos en los menores de 10.000 (19% y 10%, respectivamente), entre 20.000-50.000 (18% y 13%, respectivamente) y 100.000-500.000 (21% y 17%, respectivamente).
Si buscamos un perfil más ajustado de quienes han votado a Vox, se puede sintetizar en lo siguiente:
1) de derechas y radical, con una fuerte defensa de los valores del nacionalismo español, no sólo en cuanto a lo propiamente territorial y simbólico, sino ante lo que consideran el peligro que conlleva la inmigración; a su vez, con un rechazo de los valores de izquierda;
2) con más presencia entre las personas mayores de 65 años y, como consecuencia, entre personas jubiladas o pensionistas;
3) con mayores apoyos entre las personas ocupadas pertenecientes a los sectores sociales medio-bajo y medio-altos; entre los primeros coincide con el predominio de la pequeña propiedad agraria e intensiva y entre los segundos, con cuadros técnicos y profesionales de alta cualificación; así mismo, se corresponde con un nivel de estudios de secundaria para los primeros, y superiores y de postgrado en los segundos;
y 4) con una mayor presencia en los pueblos mayores (10.000-20.000 habitantes) las ciudades pequeñas (50.000-100.000) y en las de mayor población (más de 500.000, esto es, Sevilla y Málaga); en el primer caso, relacionadas en muchos municipios con la inmigración, y en el segundo, además, con la competencia por el espacio político ocupado antes por el PP.
lunes, 10 de diciembre de 2018
A 70 años de la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
Han pasado 70 años desde que el día 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de la ONU aprobara la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El documento político más importante de nuestro tiempo. Quizás, de la historia. Un tratado internacional de obligado cumplimiento por todos los estados que lo han firmado. Un texto que delimita las coordenadas éticas por las que debemos transitar las personas, sin que nada ni nadie las vulnere y sin que ningún ser humano tenga que sufrir atropellos que atenten contra sus derechos inalienables. Nacer libres, iguales y con dignidad. Y vivir, claro está, libres, iguales y con dignidad. Insistir para que se cumpla la Declaración es una obligación. Recordarlo no está de más.
Reflexiones tras las elecciones andaluzas de 2018: 5) la fidelidad en el voto
Vamos sabiendo más sobre las elecciones andaluzas. Ayer El País publicó un nuevo estudio demoscópico que añade a la abstención y el desplazamiento del voto entre los grupos varios aspectos nuevos: la fidelidad en el voto, los nuevos y las nuevas votantes, las razones de quienes votaron por Vox...
Quizás lo más llamativo sea lo que ya se intuía la misma noche electoral y estudios demoscópicos como el de El Mundo corroboraban: la abstención ha perjudicado en mayor medida a PSOE y Adelante Andalucía. De esta manera, en relación a 2015 el 8,6% de los votos obtenidos por el PSOE, el 11,6% de Podemos y el 13,5% de IU habrían tenido ese destino. A esto se puede añadir otro aspecto, en gran parte relacionado, que es el de los votos nulos y en blanco. Aquí el estudio lo incluye junto al voto a otros partidos que no han obtenido representación parlamentaria (PACMA, PCPE, AxS...), lo que, en todo caso, nos ayuda a entender mejor el distanciamiento hacia los grupos que votaron en 2015. Así, del PSOE se habría ido el 8,6%; de Podemos, el 11,6%; y de IU, el 5,6%. Y en la suma de ambos aspectos, el PSOE habría perdido el 18,5%; desde Podemos, el 20,5%; y desde IU, el 19,1%.
Los grupos de derecha se habrían visto menos afectados, aunque, en comparación con el estudio de El Mundo, la diferencia con los grupos de izquierda habría sido menor. El PP habría perdido el 13,4% de esos votos (5,4%, en la abstención) y Ciudadanos, el 16% (10,1%, en la abstención).
En cuanto a los trasvases de votos entre grupos hay en general una gran coincidencia en los datos aportados. Y de entrada cabe destacar lo que ha sido la poca fidelidad de voto sobre el de 2015. La más alta se ha dado entre quienes votaron a IU y Podemos, que en esta ocasión lo han hecho en un 73,9% y un 68,9%, respectivamente, por Adelante Andalucía. Algo menor ha sido la de Cs, que se ha quedado en un 62,1%. Y bastante baja la han tenido PP y PSOE, para los que el 49,3% y el 42,6%, respectivamente, les ha supuesto la pérdida de, al menos, la mitad de su electorado.
Y entramos, así, en los trasvases de votos entre los grupos contendientes. El PSOE habría perdido el 13,3% hacia Adelante Andalucía, el 8,8 hacia Cs, apenas un 1,2% hacia PP y otro 1,2% a Vox; y habría recibido el 3,7% de Podemos, el 3,8 de IU, el 3,3% del PP y el 1,7% de Cs.
Cs, por su parte, se habría beneficiado del 8,8% de quienes votaron al PSOE en 2105 y del 13,5% que lo hicieron por el PP. La sangría de este partido se completaría con las pérdidas que se han orientado hacia Vox, al que se habría ido el 21,6% de sus votantes.
Vox, por tanto, se ha alimentado en su mayor medida del PP, con el referido 21,6%, pero también de Cs, que habría perdido el 10,9%. Estos datos supondrían, respectivamente, más de la mitad y casi la cuarta parte de los casi 400.000 votos obtenidos por Vox.
No podemos dejar al lado el comportamiento de los nuevos y las nuevas votantes. Se abstuvo el 23% y votó nulo, en blanco o por grupos sin representación parlamentaria el 13,5%. La suma (36,5%) resulta elevada y aumenta más todavía si le unimos el 18,4% cuya respuesta ha sido "no sabe/no contesta". Por lo demás, los apoyos a los distintos grupos, teniendo en cuenta el total del electorado, se han repartido así: PSOE, el 18,2%; Adelante Andalucía, el 13,8%; Vox, el 6,6%; Cs, 3,6%; y PP, 3%.
Quizás lo más llamativo sea lo que ya se intuía la misma noche electoral y estudios demoscópicos como el de El Mundo corroboraban: la abstención ha perjudicado en mayor medida a PSOE y Adelante Andalucía. De esta manera, en relación a 2015 el 8,6% de los votos obtenidos por el PSOE, el 11,6% de Podemos y el 13,5% de IU habrían tenido ese destino. A esto se puede añadir otro aspecto, en gran parte relacionado, que es el de los votos nulos y en blanco. Aquí el estudio lo incluye junto al voto a otros partidos que no han obtenido representación parlamentaria (PACMA, PCPE, AxS...), lo que, en todo caso, nos ayuda a entender mejor el distanciamiento hacia los grupos que votaron en 2015. Así, del PSOE se habría ido el 8,6%; de Podemos, el 11,6%; y de IU, el 5,6%. Y en la suma de ambos aspectos, el PSOE habría perdido el 18,5%; desde Podemos, el 20,5%; y desde IU, el 19,1%.
Los grupos de derecha se habrían visto menos afectados, aunque, en comparación con el estudio de El Mundo, la diferencia con los grupos de izquierda habría sido menor. El PP habría perdido el 13,4% de esos votos (5,4%, en la abstención) y Ciudadanos, el 16% (10,1%, en la abstención).
En cuanto a los trasvases de votos entre grupos hay en general una gran coincidencia en los datos aportados. Y de entrada cabe destacar lo que ha sido la poca fidelidad de voto sobre el de 2015. La más alta se ha dado entre quienes votaron a IU y Podemos, que en esta ocasión lo han hecho en un 73,9% y un 68,9%, respectivamente, por Adelante Andalucía. Algo menor ha sido la de Cs, que se ha quedado en un 62,1%. Y bastante baja la han tenido PP y PSOE, para los que el 49,3% y el 42,6%, respectivamente, les ha supuesto la pérdida de, al menos, la mitad de su electorado.
Y entramos, así, en los trasvases de votos entre los grupos contendientes. El PSOE habría perdido el 13,3% hacia Adelante Andalucía, el 8,8 hacia Cs, apenas un 1,2% hacia PP y otro 1,2% a Vox; y habría recibido el 3,7% de Podemos, el 3,8 de IU, el 3,3% del PP y el 1,7% de Cs.
Cs, por su parte, se habría beneficiado del 8,8% de quienes votaron al PSOE en 2105 y del 13,5% que lo hicieron por el PP. La sangría de este partido se completaría con las pérdidas que se han orientado hacia Vox, al que se habría ido el 21,6% de sus votantes.
Vox, por tanto, se ha alimentado en su mayor medida del PP, con el referido 21,6%, pero también de Cs, que habría perdido el 10,9%. Estos datos supondrían, respectivamente, más de la mitad y casi la cuarta parte de los casi 400.000 votos obtenidos por Vox.
No podemos dejar al lado el comportamiento de los nuevos y las nuevas votantes. Se abstuvo el 23% y votó nulo, en blanco o por grupos sin representación parlamentaria el 13,5%. La suma (36,5%) resulta elevada y aumenta más todavía si le unimos el 18,4% cuya respuesta ha sido "no sabe/no contesta". Por lo demás, los apoyos a los distintos grupos, teniendo en cuenta el total del electorado, se han repartido así: PSOE, el 18,2%; Adelante Andalucía, el 13,8%; Vox, el 6,6%; Cs, 3,6%; y PP, 3%.
sábado, 8 de diciembre de 2018
Reflexiones tras las elecciones andaluzas de 2018: 4) el trasvase de votos y la abstención
Estos días se ha hablado mucho sobre la influencia que ha tenido la abstención en las elecciones andaluzas, centrándose de una manera especial en el PSOE y Adelante Andalucía. El Mundo nos ofrece hoy un reportaje sobre la transferencia de voto entre los grupos contendientes, incluyendo la que ha habido hacia la abstención. Unos datos interesantes, que, a falta de un contraste con otros estudios demoscópicos, ayudan a ir comprendiendo mejor lo ocurrido.
Sobre esto último puede apreciarse que, en efecto, la inhibición electoral ha sido una cosa que ha afectado en una mayor medida, y de forma decisiva, al PSOE y a Adelante Andalucía. En este último caso, desde los votos que recibieron Podemos e IU por separado en 2015: casi 300.000 de la primera y 115.000 de la segunda, una prueba evidente de la desconfianza que ha habido en el electorado de ambas formaciones. En el PSOE, por su parte, la abstención habría afectado a 254.000 votantes de 2015. Datos de las tres fuerzas políticas que contrastan con los de los partidos de la derecha, que habrían sumado sólo unas 67.000 abstenciones.
Otra cosa es la transferencia de votos habida entre partidos y la encuesta ofrece una información también muy interesante. Y aquí el caso de Adelante Andalucía resulta altamente sorprendente. De entrada habría perdido más votos en la abstención, unos 413.000, que recibido votos desde Podemos (233.000) e IU (124.000), que habrían sumado sólo 357.000. En el balance con el PSOE habría resultado beneficiado en 72.000 votos.
Este último partido ha tenido un balance negativo con Ciudadanos de casi 90.000, lo que, aun no siendo muy llamativo, coincide con la pérdida de voto del centro político en favor del partido que parece que se ha aprovechado mejor que otros.
El fenómeno Vox es fundamentalmente un voto procedente del PP, pero no de una forma tan decisiva como se creía: 178.000, que supondrían casi la mitad (45%) de los recibidos por el partido de la extrema derecha. El resto de votos provendrían de Ciudadanos (15%), la abstención (10%), Podemos (7%), PSOE (6,5%), IU (1,3%)... La procedencia de la derecha (60%) parece clara sobre la de la izquierda (15%), pero falta por conocer de una forma más concreta el perfil de ese votante.
Sobre esto último puede apreciarse que, en efecto, la inhibición electoral ha sido una cosa que ha afectado en una mayor medida, y de forma decisiva, al PSOE y a Adelante Andalucía. En este último caso, desde los votos que recibieron Podemos e IU por separado en 2015: casi 300.000 de la primera y 115.000 de la segunda, una prueba evidente de la desconfianza que ha habido en el electorado de ambas formaciones. En el PSOE, por su parte, la abstención habría afectado a 254.000 votantes de 2015. Datos de las tres fuerzas políticas que contrastan con los de los partidos de la derecha, que habrían sumado sólo unas 67.000 abstenciones.
Otra cosa es la transferencia de votos habida entre partidos y la encuesta ofrece una información también muy interesante. Y aquí el caso de Adelante Andalucía resulta altamente sorprendente. De entrada habría perdido más votos en la abstención, unos 413.000, que recibido votos desde Podemos (233.000) e IU (124.000), que habrían sumado sólo 357.000. En el balance con el PSOE habría resultado beneficiado en 72.000 votos.
Este último partido ha tenido un balance negativo con Ciudadanos de casi 90.000, lo que, aun no siendo muy llamativo, coincide con la pérdida de voto del centro político en favor del partido que parece que se ha aprovechado mejor que otros.
El fenómeno Vox es fundamentalmente un voto procedente del PP, pero no de una forma tan decisiva como se creía: 178.000, que supondrían casi la mitad (45%) de los recibidos por el partido de la extrema derecha. El resto de votos provendrían de Ciudadanos (15%), la abstención (10%), Podemos (7%), PSOE (6,5%), IU (1,3%)... La procedencia de la derecha (60%) parece clara sobre la de la izquierda (15%), pero falta por conocer de una forma más concreta el perfil de ese votante.
miércoles, 5 de diciembre de 2018
Reflexiones tras las elecciones andaluzas de 2018: 3) preguntas, respuestas, dudas...
Es lo que me están provocando los resultados de las elecciones del domingo. El día anterior ya escribí el título de una entrada en interrogaciones: "¿Habrá importantes novedades en las elecciones andaluzas?". Y las ha habido, pero no en la dimensión que apuntaba. Pero vayamos por partes
Los sondeos han fallado estrepitosamente en tres de las fuerzas contendientes: han sobrevalorado al PSOE y a Adelante Andalucía. A la primera, muy por encima de lo que a la postre han sido los peores resultados de su historia, por debajo incluso del 30%. La Susana Díaz que se creía invencible en Andalucía, ha fracasado. La misma que apostó fuerte en su partido para dirigirlo en Madrid y postularse como aspirante a la presidencia del gobierno central. La misma que está empezando a ser puesta en la picota por quienes sufrieron sus embates de poder, llegando a provocar episodios de guerra fratricida contra Pedro Sánchez. Su partido ahora puede perderlo todo en lo que parecía un fortín inexpugnable. Consecuencia del cansancio de mucha gente, de cierta desidia en la campaña electoral, de errores como dar cancha a Vox para dividir aún más a la derecha...
Por todas esas cosas, juntas o por separado, se le ha quedado gente en casa, se le han ido votos a Ciudadanos..., mientras las huestes de la reconquista se han envalentonado. Y perderlo todo supondría el fin de muchas cosas, incluido el modus vivendi de quienes se acomodaron a la sombra de un poder en forma de poltronas, puestos de trabajo, prebendas, corrupción...
El PP, casi sin creérselo, se ha encontrado en las puertas de la Junta de Andalucía. Aun bajando en votos, perdiéndolos por el centro y por el extremo derecho. Y Ciudadanos, esperanzado, se ha quedado con la miel en los labios de haberlo soprepasado. Ha salido victorioso en el crecimiento, en muchas áreas, en algunas capitales y ciudades más pobladas. ¿Quién de los dos acabará ocupando la presidencia andaluza? ¿O acaso ninguno, porque pueden volver a celebrarse nuevas elecciones? Lo dudo, esto último, pero es posible.
Como lo era que Vox obtuviera algún escaño, como así ha sido, pero finalmente en una cuantía que ha superado todas las previsiones. Eso sí, con unos sondeos que iban previendo un aumento en los apoyos. Sobre todo los que se hicieron, sin poder ser publicados oficialmente, durante la última semana. Para al final convertirse en la más sonada de las sorpresas. Algo que puede abrir la puerta en otros ámbitos y niveles. Un peligro que nos atemoriza a quienes vivimos la dictadura. A quienes hemos sido conscientes que el franquismo seguía instalado, aunque pareciera dormido. Que se ha dejado ver en los últimos meses cuando han defendido la figura, la memoria y los restos del dictador. Y en las banderas, con águila o sin ella, que han acompañado a gritos como el "A por ellos". Que lleva años alimentándose del odio a las personas diferentes. Que hace de las inmigrantes los chivos expiatorios. Que en Andalucía han resucitado el mito de la reconquista.
¿Y Adelante Andalucía? Disputando el segundo puesto y apostando a acercarse más al PSOE, al final ha quedado cuarta, separada incluso de PP y Cs entre dos y casi siete puntos, y por detrás con el aliento de la extrema derecha de Vox. Y han vuelto los desencuentros. Que si hay gente en Podemos que no le gusta IU; que si en ésta ocurre lo mismo, pero al revés; que si Podemos no ha sido Podemos y se ha desdibujado; que si ha sido una coalición moderada; o lo contrario, demasiado escorada a la izquierda; que si la campaña lo era en clave española... Y el caso es que mucha gente se ha quedado en su casa o se ha ido por ahí. Otra, menos, se ha mudado a otros partidos, sobre todo al PSOE.
Ahora hay jóvenes manifestándose contra el fascismo en las calles de algunas ciudades. Les ha asustado lo de Vox. Sospecho que buena parte se inhibió el domingo. Así han respondido algunos y algunas cuando se les ha preguntado. Como también que, de haberlo sabido, habrían ido a coger la papeleta de Adelante Andalucía. A buenas horas, añado yo ahora. Demasiado poco mirando al horizonte, demasiado poniendo el dedo para poder divisarlo o demasiado mirándose el propio ombligo. Y no aprendemos.
Pero, a pesar de todo, aún quedan aldeas irreductibles. En pueblos, en barrios, en algunas ciudades. Los Teba, Conil, Trebujena, Casares, Puerto Serrano, Alcalá el Valle, Arriate, Marinaleda, Casabermeja, Martín de la Jara, Humilladero, Pedrera, Badolatosa, Casariche, Arenas, Doña Mencía, Nueva Carteya, Montemayor, Almodóvar, Aracena, Peñaflor, Palomares del Río... O Puerto Real, Cádiz... Y tantos barrios de ciudades de Málaga, Sevilla, Granada y tantas otras ciudades más. Es, son, donde "Su secreto es la travesía nocturna. / Se orientan entre sí palpando oscuridades, /trenzando brumas".
Los sondeos han fallado estrepitosamente en tres de las fuerzas contendientes: han sobrevalorado al PSOE y a Adelante Andalucía. A la primera, muy por encima de lo que a la postre han sido los peores resultados de su historia, por debajo incluso del 30%. La Susana Díaz que se creía invencible en Andalucía, ha fracasado. La misma que apostó fuerte en su partido para dirigirlo en Madrid y postularse como aspirante a la presidencia del gobierno central. La misma que está empezando a ser puesta en la picota por quienes sufrieron sus embates de poder, llegando a provocar episodios de guerra fratricida contra Pedro Sánchez. Su partido ahora puede perderlo todo en lo que parecía un fortín inexpugnable. Consecuencia del cansancio de mucha gente, de cierta desidia en la campaña electoral, de errores como dar cancha a Vox para dividir aún más a la derecha...
Por todas esas cosas, juntas o por separado, se le ha quedado gente en casa, se le han ido votos a Ciudadanos..., mientras las huestes de la reconquista se han envalentonado. Y perderlo todo supondría el fin de muchas cosas, incluido el modus vivendi de quienes se acomodaron a la sombra de un poder en forma de poltronas, puestos de trabajo, prebendas, corrupción...
El PP, casi sin creérselo, se ha encontrado en las puertas de la Junta de Andalucía. Aun bajando en votos, perdiéndolos por el centro y por el extremo derecho. Y Ciudadanos, esperanzado, se ha quedado con la miel en los labios de haberlo soprepasado. Ha salido victorioso en el crecimiento, en muchas áreas, en algunas capitales y ciudades más pobladas. ¿Quién de los dos acabará ocupando la presidencia andaluza? ¿O acaso ninguno, porque pueden volver a celebrarse nuevas elecciones? Lo dudo, esto último, pero es posible.
Como lo era que Vox obtuviera algún escaño, como así ha sido, pero finalmente en una cuantía que ha superado todas las previsiones. Eso sí, con unos sondeos que iban previendo un aumento en los apoyos. Sobre todo los que se hicieron, sin poder ser publicados oficialmente, durante la última semana. Para al final convertirse en la más sonada de las sorpresas. Algo que puede abrir la puerta en otros ámbitos y niveles. Un peligro que nos atemoriza a quienes vivimos la dictadura. A quienes hemos sido conscientes que el franquismo seguía instalado, aunque pareciera dormido. Que se ha dejado ver en los últimos meses cuando han defendido la figura, la memoria y los restos del dictador. Y en las banderas, con águila o sin ella, que han acompañado a gritos como el "A por ellos". Que lleva años alimentándose del odio a las personas diferentes. Que hace de las inmigrantes los chivos expiatorios. Que en Andalucía han resucitado el mito de la reconquista.
¿Y Adelante Andalucía? Disputando el segundo puesto y apostando a acercarse más al PSOE, al final ha quedado cuarta, separada incluso de PP y Cs entre dos y casi siete puntos, y por detrás con el aliento de la extrema derecha de Vox. Y han vuelto los desencuentros. Que si hay gente en Podemos que no le gusta IU; que si en ésta ocurre lo mismo, pero al revés; que si Podemos no ha sido Podemos y se ha desdibujado; que si ha sido una coalición moderada; o lo contrario, demasiado escorada a la izquierda; que si la campaña lo era en clave española... Y el caso es que mucha gente se ha quedado en su casa o se ha ido por ahí. Otra, menos, se ha mudado a otros partidos, sobre todo al PSOE.
Ahora hay jóvenes manifestándose contra el fascismo en las calles de algunas ciudades. Les ha asustado lo de Vox. Sospecho que buena parte se inhibió el domingo. Así han respondido algunos y algunas cuando se les ha preguntado. Como también que, de haberlo sabido, habrían ido a coger la papeleta de Adelante Andalucía. A buenas horas, añado yo ahora. Demasiado poco mirando al horizonte, demasiado poniendo el dedo para poder divisarlo o demasiado mirándose el propio ombligo. Y no aprendemos.
Pero, a pesar de todo, aún quedan aldeas irreductibles. En pueblos, en barrios, en algunas ciudades. Los Teba, Conil, Trebujena, Casares, Puerto Serrano, Alcalá el Valle, Arriate, Marinaleda, Casabermeja, Martín de la Jara, Humilladero, Pedrera, Badolatosa, Casariche, Arenas, Doña Mencía, Nueva Carteya, Montemayor, Almodóvar, Aracena, Peñaflor, Palomares del Río... O Puerto Real, Cádiz... Y tantos barrios de ciudades de Málaga, Sevilla, Granada y tantas otras ciudades más. Es, son, donde "Su secreto es la travesía nocturna. / Se orientan entre sí palpando oscuridades, /trenzando brumas".