miércoles, 28 de noviembre de 2018

Borrell, en la cuerda floja

Eso creo. Como también que no tardará mucho en dimitir o que "lo dimitan". Tiene demasiados frentes abiertos. Siendo catalán y con un acento que le delata (en el buen sentido, por supuesto), ejerce, si no de anticatalán, sí de españolista. Y añado: furibunfo. Hasta el punto que, afiliado o no, ha participado como un personaje de relieve en los actos organizados por Sociedad Civil Catalana, una de las puntas de lanza del españolismo no sólo contra el independentismo, sino contra el soberanismo, entendido éste como la defensa del derecho a decidir. En septiembre pasado ya montó el número, por no decir que hizo patéticamente el ridículo, con eso de las bombas de precisión, queriendo justificar la venta de armamento a Arabia Saudita. El otro día fue uno de los protagonistas de un rifirrafe en el Congreso: increpado por Gabriel Rufián, se sintió más que aludido por su vinculación con Sociedad Civil Catalana, de la que el diputado de ERC dijo que estaba vinculada a la extrema derecha. Lo que vino después, tras la expulsión de Rufián y la solidaridad de sus compañeros de grupo, fue lo del escupitajo de Jordi Salvador que nadie ha visto salvo él, pese a las cámaras de televisión. Esos días, además, lo eran de la aprobación del Brexit tanto en la UE como en el Reino Unido. Y como en este país lo de Gibraltar es un asunto de alto interés patriótico y electoral, cada partido jugó sus bazas. Y Borrell, pese a ser responsable de Asuntos Exteriores, debió de despistarse algo en sus obligaciones, por lo que tuvo que dejar el peso de las cámaras a su jefe Pedro Sánchez. Y para completar más los embrollos en los que está metido, anteayer volvió a salir lo de sus relaciones con la empresa Abengoa, de la que había sido consejero antes de ser ministro, y la multa de 30.000 euros por haber hecho uso de información privilegiada. Un episodio más de eso de las puertas giratorias, vamos. Pero hay más: ayer volvió a sacar a relucir sus ideas imperiales cuando dijo que los europeos que llegaron a EEUU, además de tener poca historia, lo único que hicieron fue matar a "cuatro indios". Demasiadas cosas para un alta figura del sistema. Por eso me atrevo a pronosticar que le queda poco como miembro del gobierno. 

martes, 27 de noviembre de 2018

Morir en Madrid (por culpa de un desahucio)

No, no se trata del título de la conocida película de Frédéric Rossif, sino de lo que ocurrió ayer en la capital de España. El suicidio de una mujer de 65 años, Alicia, que se tiró del quinto piso donde residía en alquiler cuando iba a ser desahuciada. Es lo que ocurre en este país nuestro, donde el derecho a la vivienda sólo existe sobre el papel. Donde priman los intereses de las inmobiliarias y de los bancos para hacer de la vivienda una mercancía dejada al mejor postor. Un país lleno de patriotas que hacen de su banderita el espejo de su vida, mientras se aprovechan con su dinero de quienes apenas tienen donde caerse. No es la única persona que ha optado por esa vía tan drástica. Son muchas las que mueren de una forma u otra por su sufrir ese tipo de violencia. La que se deriva de una injusticia tan flagrante. Son la expresión de la desesperación de un mundo cada vez más insensible ante el dolor ajeno, ciego ante quienes lo provocan. 

Bernardo Bertolucci, prodigioso en algunas de sus películas

La muerte de Bernardo Bertolucci está ocupando muchos espacios en los medios de comunicación. Para mucha gente puede ser considerado como uno de los grandes del cine. Al menos, de la obra que abarcó hasta los años 80. Es, desde luego, uno de los autores representativos del cine italiano de los años 60 y 70. El más joven entre los más jóvenes que continuaron, renovándola, la estela del neorrealismo. En ésta estaban los Rosellini, De Sica  Visconti, Fellini… Luego vinieron los Pasolini,  Antonioni, hermanos Taviani, Scola, Ferreri… o la Cavani. Un cine memorable en sus contenidos, estilos, formas narrativas, imágenes… Un cine, también y en cierta medida, militante, dada la cercanía, en distintos grados, de una buena parte al Partido Comunista Italiano, el mejor heredero del antifascismo en su país.

Y son precisamente las películas que hizo Bertolucci en los años 60 y 70 las que mejor se inscriben en esa tradición. Tanto para ensalzarla (a su manera, eso sí) como para desmitificarla. En esto último entronca con el tiempo que vivió durante esos años, el de la generación del 68. En todo caso, estamos ante un director que, como dijo en cierta ocasión Manuel Gutiérrez Aragón, expresó “la intimidad más recóndita y prohibida de sí mismo”.

Las primeras películas que vi de él fueron El conformista (1970) y El último tango en París (1972). La primera, basada en una novela de Alberto Moravia, se inscribe en la tradición antifascista, para retratar un personaje gris, a la vez que confuso y contradictorio (su latente homosexualidad que quiere disimular), que se adapta al régimen fascista y acaba atrapado por él.

De esta etapa también son Antes de la revolución (1964) y La estrategia de la araña (1970). Dos películas donde se nota el eco de sus raíces, Parma y la Emilia Romana, uno de los ámbitos principales de la resistencia y, como en tantas otras ocasiones, de la relación entre la literatura y el cine. En Antes de la revolución hace uso de los protagonistas de La cartuja de Parma de Stendhal para llevarnos a la contradicción entre los orígenes de clase y los anhelos revolucionarios, sin que falte la tensión sexual y amorosa entre lo convencional y lo transgresor. En La estrategia de la araña hace uso del relato de José Luis Borges “El tema del traidor y del héroe” para llevarnos a una realidad que, por posible, invita a profundizar en los comportamientos humanos más perversos. Algo así como que no todo es lo que aparenta. Por eso presenta a un militante antifascista que ha traicionado a sus compañeros, pero con los que llega al acuerdo de suplantar su ejecución como si hubiera sido producto del enemigo. Un juego que acaba siendo descubierto por un hijo que tiene la curiosidad de indagar en la figura de un héroe que nunca lo fue realmente, para finalmente ser atrapado por la tela de una araña que deja las cosas como estaban.

Muy distinta es El último tango en París, la más conocida de sus obras y, claro está, la más polémica. Y quizás sea por estar hecha en otro entorno cinematográfico, Hollywood, lo que le dé esa dimensión. Su atrevimiento en dar rienda suelta a sus obsesiones sexuales, bajo influencias freudianas, dio lugar a una intrahistoria llena de anécdotas. La misma que lo llevó a ser condenado en su país o que en España fuera objeto del paso ritual de la frontera francesa por mucha gente mientras estuvo prohibida. Por lo demás, estamos ante a un grito desgarrador en medio de la soledad, la desesperación, el fracaso personal…

De todas las películas de Bertolucci me quedo con Novecento (1976). Una obra donde lo épico y lo lírico se entrecruzan, en medio de un momento histórico que ocupa la primera mitad del siglo XX. Un momento que coincide con el germen, el clímax y la derrota del fascismo en Italia. Y también, la apoteosis de una clase social, la obrera, que ha ido creando una tradición que responde a esos retos con su propia lucha y resistencia. La historia de dos amigos desde la infancia, hermanos de padre, pero separados por la pertenencia a clases sociales distintas. Un homenaje a la clase obrera y del partido que mejor lo representó, que comienza con la imagen fija del cuadro “El cuarto estado”, de Giuseppe Pellizza da Volpedo, y la genial banda sonora de Ennio Morricone, y que continúa con una sucesión de escenas memorables donde la heroicidad, la solidaridad y el dolor están presentes.   
   
Lo que vino después fue diferente, certificando el fin de una etapa. Primero, con La Luna (1979) y luego, con La historia [tragedia, en el original] de un hombre ridículo (1981). Esta última nos lleva al tiempo presente, en medio del conflicto político que vivía Italia con el terrorismo y la reacción de un pequeño empresario de provincias cuando se ve sacudido por el secuestro de su hijo.      

Antes de hacer dos de sus más espectaculares películas, El último emperador (1987) y El pequeño buda (1993), Bertolucci participó junto con una pléyade de directores italianos en el documental L’addio a Enrico Berlinguer, un homenaje al secretario general del PCI, fallecido en el verano de 1984 durante un mitin electoral que se celebraba en Padua. Después de volver a verlo estos días, y conociendo lo ocurrido con ese partido, las imágenes me han llevado a pensar en un adelanto de su destino. Con el funeral y el entierro de Berlinguer se anticipó la del partido que llegó a ser el más poderoso del mundo occidental.

El último emperador nos lleva a China y las vicisitudes de quien fue su último emperador, Puyi, desde una niñez que coincidió con el nacimiento de la república hasta su conversión en un humilde jardinero, ya durante el sistema socialista instaurado en 1949. El relato de un hombre que no dejó de ser nunca un monigote en manos de poderes ajenos a su persona: el milenario sistema imperial, el imperialismo japonés que lo llevó a ser rey de Manchuria y la nueva China, la misma que le hizo ver, en sus contradicciones, que nunca fue el dios con que le proclamaron emperador siendo niño y las atrocidades cometidas durante su colaboración con Japón.   

El pequeño buda es un trabajo que, en cierta medida, completa la evolución mental de Bartolucci. El budismo se unió, así, a una visión del mundo que había arrancado del marxismo y lo freudiano. En este caso, una religión sin Dios, extraña a lo occidental, pero que permite enlazar dos mundos alejados. La historia que cuenta a través de un niño nos lleva, a su vez, a todo lo que de infantil llevamos dentro.  

Nueve han sido las películas que he visto del cineasta italiano. Suficientes, creo, para poder ofrecer una visión de lo que su obra ha representado en la historia del séptimo arte. Para mí, uno de los grandes, prodigioso en algunas de sus películas y autor de algunas de las imágenes más bellas vistas a través de las pantallas.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Los varones de verdad, según el señor obispo

¡Cómo se ha estrenado monseñor Luis Argüello en su nuevo cargo de secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal! Ha lanzado varios pildorazos que, aun siendo viejos y no sorprendentes en el trasfondo, resultan novedosos en los términos empleados. Ha defendido que el ministerio sacerdotal sea cosa de varones, lo que ya es sabido y repetido hasta la saciedad. Ha hecho lo propio con el celibato, lo que también es sabido y repetido. Pero lo llamativo ha sido la forma de referirse a la heterosexualidad, para contraponerla a la homosexualidad. Pero, claro, ahí se ha metido en un buen charco, porque ha dicho más concretamente: "pedimos también que se reconozcan y sean enteramente varones y por tanto heterosexuales". ¡Uy! Veamos. Siendo el celibato la renuncia al matrimonio o, si se quiere, el mantenimiento de la soltería, en el sacerdocio católico esta condición se completa con el voto de castidad, que supone la renuncia a cualquier práctica sexual... por pecaminosa. Si eso es así, ¿qué más da ser heterosexual u homosexual ? ¿O acaso el señor obispo esté pensando que los primeros son varones de verdad y los segundos...?  ¡Ay, monseñor, monseñor!, como diría el amado Alberti.

García Lorca, en el corazón de Trebujena











































Estuve ayer en Trebujena. Un pueblo por el que siento un gran aprecio. Uno de tantos que hay en tierras andaluzas donde sus gentes, en su mayoría sufrientes de la miseria y la explotación, han luchado con denuedo en pos de su dignidad, la misma que los señoritos y sus secuaces quisieron siempre arrebatársela. Es frecuente en ellos ver en sus callejeros nombres diferentes, con alusiones a personajes y valores que tengan que ver con la democracia, la libertad, la cultura... No faltan de vez en cuando monumentos alusivos a las luchas obreras, la inmigración, el trabajo y también la cultura. Es lo que vi ayer en Trebujena, donde existe una magnífica escultura dedicada a Federico García Lorca, instalada hace dos años en la plaza a la que da nombre. Es obra del artista trebujenero  Augusto Arana, autor de varios monumentos públicos en distintas localidades, algunos de ellos en la suya propia. Ver la imagen del poeta y dramaturgo granadino en la calle, reconforta. Su presencia permite sentir que late en el corazón de un pueblo que ha sabido recordarlo.

Sigue el goteo de sentencias injustas en los casos de violencia de género

Quedan dos días para que el 25 N vuelva a ser una fecha que aúne las voces contra la violencia de género. Si días pudimos ver cómo un jefecito de Falange aprovechaba la ocasión para tocar uno de los pechos desnudos de una activista de Femen cuando era retenida por un policía, después de la acción que protagonizó junto a otras compañeras contra un acto de apología del franquismo celebrado el pasado el domingo, ayer volvimos a sorprendernos con tres noticias difíciles de encajar: una medida administrativa y dos sentencias judiciales, a cuál más escandalosa. En medio de todo esto, el entorno del Congreso fue ayer el escenario de un acto donde un grupo de mujeres escenificaban satíricamente el apoyo a un juez con el lema "Yo sí te creo".

La decisión administrativa sobre el procedimiento a seguir corresponde a la Comunidad de Madrid, que ha considerado que las mujeres víctimas de la violencia de género deben acudir primero a las instancias policiales para denunciar la agresión, en vez de hacerlo a los servicios médicos. Genial el procedimiento decidido, propio del partido que gobierna en esa comunidad, que no es otro que el PP, adalid de la defensa de las mujeres.  

Sobre las sentencias judiciales la cosa es mucho más grave. Una, dictada por el mismo tribunal navarro que dejó en libertad provisional a "la manada", ha interpretado como "maltrato ocasional" lo sufrido por una mujer que vi primero cómo el marido intentó agredirla con un cuchillo y luego asfixiarla. La otra, la de un tribunal en Lleida, que consideró como abusos una violación hecha por dos varones. En el primer caso el tribunal consideró que no hubo voluntad de matar por parte del agresor, al producirse una disputa sobre la tenencia del cuchillo y considerar que dejó de apretar el cuello de la víctima cuando notó que respiraba con dificultad. En el segundo se concluye que la víctima no opuso la suficiente resistencia pese a reconocerse que en varias ocasiones mandó parar a sus agresores. En el primer caso ha habido una condena de 11 meses y en el segundo, de cuatro años. Y en los dos, una flagrante injusticia. 

miércoles, 21 de noviembre de 2018

¿Separación de poderes?

El espectáculo que están dando estos días PP y PSOE  con el reparto de influencias en el seno del CGPJ y del Tribunal Supremo clama el cielo. Ha puesto de relieve, una vez más, que no existe una separación efectiva de poderes. El poder judicial, que es por esencia también un poder político, está haciendo aguas por todos los lados. Por lo que estamos viendo, quien lo controla de hecho, directa o indirectamente, es el PP. De él y de quienes representan una visión de la justicia conservadora dependen las principales decisiones judiciales. Salvo algunos casos excepcionales, en lo principal siempre salen de rositas las personas que tienen el poder económico e institucional. En los cálculos que ha descubierto Ignacio Cosidó -ahora, senador del PP, y antes, jefe de la corrupta trama policial orientada a hacer desaparecer pruebas que incriminaran a su partido-, con el pacto con el PSOE lo tenían todo controlado. Y de inmediato, la sala que va a juzgar a la dirigencia catalana del procès. Tras lo ocurrido estos días, con la renuncia ayer de Manuel Marchena a presidir el CGPJ y el Tribunal Supremo, todo sigue igual. Con lo que conlleva.

martes, 20 de noviembre de 2018

Las hermanas Úriz Pi, pioneras y luchadoras en tantas cosas

Desconocía hasta hace poco la existencia de las hermanas Pepita y Elisa Úriz Pi. Nada raro, teniendo en cuenta que, como ocurre en tantas otras personas, hayan sufrido un olvido inmerecido. Nacidas en Navarra (Pepita, en el Valle de Egués, y Elisa, en Tafalla), estudiaron magisterio en Madrid, desarrollaron su actividad profesional en Cataluña y acabaron en el exilio tras la guerra, primero en Francia y finalmente en la República Democrática Alemana. 

Fue en 2015 cuando el ayuntamiento del Valle de Egués-Eguesibar llevó la iniciativa de organizar un homenaje, que tuvo, entre otras cosas, la dedicación del nombre de un colegio a la figura de Pepita. Y fruto de ese trabajo es el libro que acabo de leer estos días: Pioneras. Historia y compromiso de las hermanas Úriz Pi (Tafalla, Txalaparta, 2018), escrito por Manuel Martorell, Salomó Marquès y Mª Carmen Agulló. Un trabajo que abarca, según la autoría, tres aspectos diferentes, pero sin que dejen de estar relacionados entre sí. 

Martorell se centra más en lo biográfico, tocando tanto lo político como lo pedagógico, y teniendo en cuenta que, nacidas a finales del siglo XIX, vivieron diferentes situaciones históricas: en España, los años finales de la Restauración, la Dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y la Guerra Civil; y en el exilio, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Llama la atención el hecho de que, siendo hijas de un militar (que, además, combatió al carlismo, el cantonalismo y el independentismo cubano), se les fomentara una formación académica acorde con su capacidad, y una visión de la vida basada en la autonomía personal, el laicismo y el librepensamiento. Eso las llevó a ser pioneras en muchas cosas, trasgrediendo el orden establecido en lo político, lo religioso y el patriarcado. Políticamente fueron evolucionando desde el republicanismo al socialismo y finalmente, al comunismo. En el caso de Elisa destaca el papel jugado desde la Federación Democrática Internacional de Mujeres para que se declarara un Día Internacional de la Infancia, lo que finalmente fue aprobado por la ONU en diciembre de 1954.

Marquès, por su parte, hace un repaso del papel que jugaron como formadoras en las escuelas normales de magisterio e impulsoras de nuevos planteamientos educativos. Lo hicieron por iniciativa propia, formando parte de colectivos renovadores de enseñantes y del sindicato FETE/FCTE de la UGT, y, ya durante la Guerra Civil, trabando desde la administración catalana. Una labor que continuaron, en circunstancias distintas, en Francia y la RDA. Primero Pepita, que era la mayor, y luego también Elisa aplicaron su visión de la vida al mundo de la pedagogía, acogiendo, cuando no introduciendo, los planteamientos renovadores que iban surgiendo, como los de Freinet, Dalcroze, Decroly, Montessori, Piaget, etc. Participaron activamente en el corazón del movimiento Batec (latido), nacido en los años 20 y en efervescencia durante los 30, donde buscaban hacer una realidad el modelo educativo de Freinet. Y durante la guerra estuvieron en el corazón del Consell de l'Escola Nova Unificada, donde impulsaron una educación basada en el racionalismo y la fraternidad.

Agulló, por último, se centra en Pepita y, concretamente, en las vicisitudes que sufrió en los años finales de la Restauración y durante la Dictadura de Primo de Rivera como consecuencia de las denuncias hechas desde los ámbitos eclesiásticos y conservadores y que con la Dictadura acabaron en duras sanciones. Pese a ello, desde el primer momento contó con un movimiento de solidaridad, que abarcó desde el mundo de la intelectualidad hasta parte de sus compañeros y compañeras del mundo de la docencia.  

Una grata lectura y también, por qué no, un acto de justicia. Como pioneras y luchadoras en tantas cosas. Y es que personas, y mujeres, como ellas se necesitan muchas. 

domingo, 18 de noviembre de 2018

La derecha, Vox y su mirada del pasado


José Antonio Ortega Lara sufrió un cruel secuestro en los años 90. Era funcionario de prisiones y militante del PP, y ETA vio en él una moneda de cambio con el gobierno que presidía José Mª Aznar para que llevara a cabo la cercanía a las cárceles del País Vasco de sus militantes. Fue finalmente rescatado por la Guardia Civil. Con el paso del tiempo mantuvo la militancia política en el PP, siendo una de las voces más duras con todo lo relacionado con ETA. hace poco participó en la fundación de Vox, formado por militantes del ala más a la derecha del PP, y se ha convertido en uno de sus dirigentes.

El otro día pronunció en Murcia unas palabras en un acto de su nuevo partido que han resultado polémicas. Lanzando una dura crítica a la izquierda, por aquello de la memoria histórica y la tumba de Franco, dijo: “Provocaron una guerra, la perdieron y 80 años después pretenden ganarla”. Un argumento muy propio de la derecha, clave de su discurso sobre lo acaecido en los años 30. El eje de la justificación que se hizo durante el franquismo y proseguido por quienes lo han heredado políticamente, ocultando que hubo un golpe de estado contra un gobierno legítimamente elegido y cargando la responsabilidad contra él y quienes lo apoyaron.

Me pregunto si el sentimiento de empatía que mucha gente tuvo cuando fue secuestrado, lo tiene Ortega Lara ahora con las víctimas de entonces. De esos “perdedores” y esas “perdedoras” de la guerra, términos que en la derecha gusta recalcar para defender de hecho el permanente estado de guerra que se mantiene en sus mentes. Algo así como que “ganamos, por lo que os aguantáis”.

Así es la derecha, con Vox como una de las expresiones que, en su caso, pretende ser genuina. Su vídeo publicitario en la campaña electoral andaluza es una clara muestra. Su lema, “Reconquistar Andalucía”, lo dice todo, como también las imágenes que lo componen, un remedo de los señoritos andaluces. Esos que quieren seguir siéndolo. Y ésos que sí que provocaron tanta miseria, explotación, incultura... y la guerra.

sábado, 17 de noviembre de 2018

¡Que se vayan los barcos de guerra!

No me gustan los barcos de guerra. Porque no me gustan las guerras ni tampoco quienes las generan. Estos días, como en tantas otras ocasiones, nos están visitando unos cuantos. En la preciosa bahía de Barbate los estamos viendo a lo lejos, y de vez cuando tenemos que oír -mejor, aguantar- los ruidos de bombas y de los vuelos de helicópteros. Cosas de la OTAN, la mayor y más terrorífica maquinaria de guerra que existe. ¡Que se vayan!

Apoyo a cubainformacion.tv

El pasado verano el portal electrónico cubainformacion.tv sufrió un ciberataque que le ha supuesto la destrucción de los contenidos editados entre los meses de febrero y agosto de2108. Por ello han lanzado la campaña de apoyo #yotambiensoycubainformacion

Suelo consultar con frecuencia el portal, donde obtengo información interesante (noticias, debates, reportajes..., sin que falten programas de humor) que me sirve también para poder contrastarla con la de otros medios. En ocasiones la he utilizado como fuente en algunas de mis entradas. 

Desde aquí muestro mi apoyo para que el magnífico trabajo que llevan realizando desde hace 10 años, y que nunca ha cesado, continúe.  

jueves, 15 de noviembre de 2018

Francisco Boix, un héroe, El fotógrafo de Mauthusen

A finales de octubre se estrenó la película El fotógrafo de Mauthausen, dirigida por Pilar Targarona. Anteayer pude verla y no me ha defraudado. Conocía la historia de Francisco Boix, el personaje protagonista, a través del libro Españoles en el Holocausto, de David Wingeate Pike, y del documental Francisco Boix, un fotógrafo en el infierno, de Lorenzo Soler. Estos días estuve buscando más información y descubrí algunos trabajos de Benito Bermejo, quien precisamente ha sido el asesor histórico de la película.

La película pone de relieve el horror de los campos de concentración nazis y el papel jugado -más bien sufrido- por los españoles y las españolas que pasaron por ellos. No debemos olvidar que en el de Mauthausen, donde se desarrolla la película, se recluía a los llamados irrecuperables, pasando por él más de 7.000 compatriotas y muriendo más de 4.000. La trama, construida por los guionistas Alfred Pérez Fargas y Roger Danès, está basada en hechos reales, con solo un personaje inicialmente reconocible entre las personas internadas: Boix. Me atrevo a decir que hay otro personaje, Valbuena, que podría ser, al menos parcialmente, Antonio García, compañero en el laboratorio fotográfico del campo. Además de ellos, también son identificables algunos de los responsables del campo de Mauthausen, incluyendo al fotógrafo nazi Paul Ricken (muy bien interpretado por Richard van Weyden), el empresario Anton Poschacher o Anna Pointner. 


El rodaje se ha hecho en Terrassa y Budapest, aprovechando en este último caso el escenario de un campo de concentración construido en los años ochenta para la película de John Huston Evasión o victoria. Puede decirse que la música, la escenografía y la puesta en escena resultan más que correctas. De lo anterior, lo que más me ha llamado la atención han sido tres aspectos: la recreación de algunas de las fotografías hechas en su día en el campo de concentración;  la sumisión esclava de los internos mediante gestos como agachar la cabeza o descubrirla ante las autoridades nazis; y la resistencia llevada a cabo por el Partido Comunista y la colaboración de algunas personas, incluyendo a la señora Pointner, que ayudó a guardar parte de los negativos. Todo, en un ambiente de violencia extrema y permanente. 

Pero en la película por encima de todo se encuentra Francisco Boix, una persona que ha generado una gran controversia histórica. Fue, junto con Antonio García, uno de los españoles que trabajó en el laboratorio fotográfico, siendo los dos comunistas. No debemos olvidar tampoco que en 1946 fue el único español que participó como testigo en los juicios de Nüremberg, cuyos testimonios fueron clave para condenar a algunos jerarcas nazis. La controversia deriva del papel jugado por ambos fotógrafos a la hora de esconder numerosos negativos de las decenas de miles de fotografías que se hicieron tras la derrota en Stalingrado y que se mandaron destruir para borrar las huellas que pudieran incriminar a los responsables. Su conservación permitió conocer de una forma directa, entre tantas otras cosas, los horrores vividos. 

Existe más consenso en que la idea partió de Boix y que a través de él se creó un sistema para irlas distribuyendo para su custodia. Los testimonios de internos lo corroboran y así lo defiende Bermejo en dos de sus obras Francisco Boix, el fotógrafo de Mauthausen (2002) y La historia de Francisco Boix y las fotos robadas a las SS de Mauthausen (2015). El mismo historiador considera que el carácter de Boix era una mezcla de atrevimiento, excentricidad e instinto de supervivencia, sin que le faltara sus buenas dotes como profesional del la fotografía. La película, como puede apreciarse, mantiene esa posición.  

Sin embargo, para Wingeate Pike, siguiendo los testimonios que recogió en su día de Antonio García, ocurrió todo lo contrario. En sus libros Españoles en el Holocausto (2004) y Dos fotógrafos en Mauthasen (2018) mantiene que Boix fue un impostor, peloteó a los nazis, se aprovechó de los negativos que guardó el propio García, se benefició económicamente de ellos una vez acabada la guerra e incluso no era un buen fotógrafo.  

Es cierto que Boix, desde el primer momento de la liberación del campo, se dedicó a fotografiar lo que iba viendo. Trabajó, así mismo, como reportero en varios medios, aprovechando la fama que fue ganando por su papel en el rescate de negativos y su difusión, y como testigo en Nüremberg. Su muerte prematura en 1951, como consecuencia de las secuelas del internamiento en el campo, le impidió defenderse de las más que dudosas acusaciones demoledoras lanzadas por García y recogidas por Wingeate Pike.

Boix no deja de ser un héroe, olvidado durante un tiempo, pero imprescindible, por supuesto.   

martes, 13 de noviembre de 2018

La libertad frente a la tiranía a través de un joven palestino






















Se llama Aed Abu Amro. Es palestino, vive en Gaza y apenas tiene 20 años. Es una persona de tantas que milita en la resistencia contra la ocupación israelí. Una de tantas que muestran su heroicidad, jugándose la vida por ello. Incluso hace unos días estuvo a punto de perderla cuando cayó herido por los disparos del ejército israelí. Al parecer no pertenece a ningún grupo, quizás como la mayoría, pero es consciente que la pasividad es la peor enemiga de la justicia. Hace unas semanas saltó a la fama por las fotografías en las que aparece con el torso desnudo, enarbolando con su mano derecha la bandera de Palestina y con la izquierda sosteniendo una honda. Una imagen que nos lleva a casi dos siglos atrás, a julio de 1830, en París, cuando la población se levantó contra el último baluarte de la dinastía borbónica. Genialmente representada por Eugène Delacroix, su cuadro "La libertad guiando al pueblo" es reconocido como un icono que va más allá de lo propiamente artístico, donde se exalta la libertad frente a la tiranía. El derecho a levantarse cuando la injusticia te invade e intenta paralizarte. Motivos tiene el pueblo palestino para seguir haciéndolo. Aunque sea con simples hondas, las mismas que permitieron a David, uno de los mitos de la tradición judía, vencer al gigante Goliat.


(Imagen: fotografía de Mustafá Hassuma)

lunes, 12 de noviembre de 2018

Una Justicia demasiado podrida

Da la sensación de que no hay un día en que la Justicia española dé muestras de algún despropósito. Sabido es que hace unos días salió la noticia, inicialmente en el diario Público, de la voluntad de llevar a cabo un atentado contra Pedro Sánchez por parte de un ultraderechista. Un caso muy grave, teniendo en cuenta quién era objetivo. Poco a poco hemos ido sabiendo más, como, por ejemplo, que la persona involucrada, Manuel Murillo Sánchez, llevaba varios días detenida.  

Hoy el mismo diario ha desvelado, en el artículo “La Audiencia urdió una mentira inverosímil para ocultar que se inhibió en el caso del tirador”, una situación que resulta en cierta medida sorprendente y es que la Audiencia Nacional inicialmente se desentendió del caso, al parecer valorando que no era de su competencia. Dada que eso no había, llegaron a sacar una primera nota informativa desmintiendo hubiera tenido conocimiento de lo sucedido desde el primer momento y que fue informada tarde por parte de los Mossos d'Squadra y de la Audiencia Provincial de Barcelona.  


Pero es que ocurrió todo lo contrario: sí estaban informados, pero se desentendieron, teniendo que ser dicho órgano provincial el que tomara cartas en el asunto. Es más, el detenido llevaba en prisión desde hace mes y medio. En el auto dictado para su procesamiento y entrada en prisión "no le ha cabido duda al instructor de la seriedad del propósito del investigado de llevar a efecto el crimen planeado por el mismo, proponiendo el modo de llevarlo a cabo, el material con el que cuenta para ello, sus habilidades como tirador, lo certero que sería para privar de la vida a su objetivo, recabando sólo para asegurar su propósito información sobre el momento y el lugar en que se realizaría".


Como acaba de desvelar Público, "La verdad, pues, fue que los fiscales de guardia que estaban en Terrasa y los que estaban en la Audiencia Nacional mantuvieron varias comunicaciones y que después de consultar con la jefatura de la Fiscalía de la Audiencia Nacional decidieron que el caso no era de su competencia y que por lo tanto la Audiencia Nacional no era competente para indagar los hechos. Ergo, habían estado mintiendo a la ciudadanía durante 24 horas. Evidentemente, a sabiendas".

Y esto último tiene una figura delictiva clara. Por lo que cada día vamos sabiendo, tenemos una Justicia con demasiados agujeros. Está demasiado podrida.   

viernes, 9 de noviembre de 2018

A cien años del fin de la Gran Guerra



Estamos ante el centenario del fin de la Gran Guerra (1914-1918), el mismo conflicto que dos décadas después pasó a denominarse como Primera Guerra Mundial. Habían pasado casi cuatro años y medio desde su inicio, cuando la firma el 11 de noviembre del armisticio entre el Imperio Alemán y las potencias aliadas puso fin al conflicto. Años de  una violencia extrema que se cebó más que nunca sobre la gente. Una violencia desconocida hasta entonces por su dimensión en víctimas, destrucción material, estados contendientes y extensión territorial. Sin embargo, hasta semanas antes su final no dejó de ser realmente una incógnita, dado el equilibrio de fuerzas que se había dado hasta entonces. Veámoslo de una forma breve.

El  año 18 se abrió con dos acontecimientos de gran importancia. El primero, en enero, la propuesta de paz formulada por el presidente estadounidense Woodrow Wilson, conocida como los “14 puntos”. Un documento donde EEUU planteó sus intenciones de cara al futuro como primera potencia mundial: libertad marítima, reducción de armamentos, restituciones territoriales, soberanía plena de los pequeños estados, evitación de castigos  duros contra los responsables de la guerra, etc. El segundo, en febrero, la firma del tratado de  paz de Brest-Litovsk entre los gobiernos bolchevique ruso y alemán. Para este último supuso un gran alivio, dejando libre el frente oriental, mientras que para los nuevos gobernantes rusos, deseosos del fin de la guerra, supuso el pago de un precio muy alto, al perder territorios en Ucrania, Finlandia, Bielorrusia, Polonia y lo que acabaron siendo las repúblicas bálticas.
               
Llegada la primavera, la ofensiva alemana lanzada sobre Francia acabó en fracaso, lo que posibilitó la correspondiente contraofensiva aliada, que en poco tiempo resultó ser definitiva. Y no tanto por los resultados militares como por el ambiente general que se estaba viviendo en el seno del bando de los imperios centrales.

En el caso de Alemania los problemas internos se fueron agravando ante las disensiones en las altas esferas del estado y del mando militar, las crecientes deserciones e incluso los brotes revolucionarios que iban apareciendo. La abdicación y huida de Guillermo II el día 9 de noviembre y la inmediata proclamación de la república precipitaron la firma del armisticio, que en la práctica fue el reconocimiento de la derrota. El resto de estados que habían combatido en el bando de los imperios centrales acabaron haciendo lo mismo.

Lo que vino después, en mayor medida  en 1919, pertenece a otro momento. Ya habrá tiempo de tratarlo, como también de hacerlo con el balance de destrucción. Fue una guerra, como casi todas las de los dos últimos siglos, de las potencias capitalistas. Las mismas que siguen pontificando sobre la paz, la democracia, la civilización, la libertad, el progreso... y tantas palabras bonitas más. 

(Imagen: "Las madres", de Khäthe Kollwitz, grabado en madera).

jueves, 8 de noviembre de 2018

Augusto Zamora, sobre la situación de Nicaragua

He leído estos días en la revista El Viejo Topo (noviembre de 2018, n. 370) una interesante entrevista al nicaragüense Augusto Zamora. Hace un repaso a la situación internacional, en la línea de su reciente libro Réquiem polifónico por Occidente (Madrid, Foca, 2018), donde no falta una alusión a la situación de Nicaragua. Zamora es o ha sido profesor de Relaciones Internacionales en varias universidades del mundo (ahora, de la Autónoma de Madrid y la Nacional Autónoma de Nicaragua), pero con anterioridad llegó a ser embajador de su país en España. Veterano sandinista, durante el proceso revolucionario vivido por su país entre 1979 y 1990 estuvo vinculado al ministerio de Asuntos Exteriores, donde jugó un papel destacado. 

Desde que se inició la actual crisis nicaragüense, he podido escuchar sus opiniones en varios programas de televisión. Ahora reproduzco lo que contestó en la entrevista realizada por Salvador López Arnal en la revista antes aludida. Es de sumo interés.  

"La situación de Nicaragua no es fácil de explicar, pues ha habido y hay mucha desinformación. Primero, hay que aclarar que no hubo ninguna insurrección popular. Hubo protestas que se generalizaron en ciertos barrios y en algunas ciudades, pero muy lejos de lo que fue la insurrección popular de 1978. En el país funcionan casi 60 universidades, muchas de ellas con centros universitarios regionales, y hay unos 170.000 estudiantes. No hubo ningún incidente en las universidades privadas y sólo una parte de las públicas se vieron fuertemente afectadas. La virulencia de algunas protestas sorprendió a todos. Tengo la impresión de que hubo momentos en que tanto el gobierno como los dirigentes de las protestas perdieron el control de los hechos. Los tranques de las principales carreteras acentuaron el enfrentamiento, agudizándolo. Estos tranques fueron el principal medio para provocar la caída del gobierno. A partir del momento en que quedó claro que no eran simples protestas, sino un esfuerzo coordinado para tumbar al gobierno, se cayó en una espiral de enfrentamientos violentos entre policía y manifestantes y entre sandinistas y anti-sandinistas. Ahora bien, que nadie se engañe. Del espíritu de las protestas originales queda poco, casi nada. Ahora quienes dirigen la campaña contra el gobierno nicaragüense son el gran empresariado, los obispos católicos más reaccionarios y EEUU. Si el gobierno de Daniel Ortega hubiera caído, lo hubiera sustituido uno de extrema derecha. Hay un grupo de sandinistas disidentes dentro de las fuerzas antigubernamentales, pero no tienen peso. Pese a ello, sus conexiones internacionales han sido efectivas en transmitir una situación que no es la real. Para poner un ejemplo, el 7 de septiembre llamaron a un paro nacional. Ese paro sólo fue seguido por los grandes empresarios y sectores acomodados. A nivel popular, su seguimiento fue casi inexistente. No me lo ha contado nadie. Lo vi yo, que recorrí 500 kilómetros por varios departamentos para tocar la realidad con los pies y eso es lo que vi. Me da una pena infinita lo que ha pasado, pero la realidad es que la derecha dura es la que más se ha beneficiado de esta desgraciada situación y los pobres han sido las grandes víctimas, como suele pasar. Ahora andan en gestiones en EEUU, con la derecha  republicana, presionando por sanciones draconianas contra Nicaragua y buscando cómo provocar la intervención estadounidense y la ruina general del país, como forma de provocar la caída del gobierno, Aunque se envuelvan en banderas nacionales, la semilla de la traición la llevan en sus genes".

miércoles, 7 de noviembre de 2018

El Tribunal Supremo, más que en entredicho

Hace tres semanas el Tribunal Supremo dio lugar a una situación entre inaudita y escandalosa. Fue concretamente el presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo quien tomó una decisión que ha provocado un antes y un después en la justicia española: dejó en suspenso una sentencia de la sección especializada por la que se obligaba a los bancos al pago del impuesto de actos jurídicos documentados en los préstamos hipotecarios y convocó para una reunión posterior al Pleno de la Sala. En medio tuvimos, además, el episodio de la reunión del presidente de la institución, Carlos Lesmes, con el de la Sala, Luis Díez-Picazo, y las posteriores declaraciones de Lesmes pidiendo disculpas. ¿A quiénes se refería? ¿A quienes tomaron la decisión de hacer en recaer en la banca el pago de dicho impuesto?

Y fue ayer, después de dos días de deliberaciones, cuando el resultado final ha supuesto una marcha atrás en relación a la sentencia primera. Si desde el primer momento saltó la polémica, lo ocurrido ayer la ha magnificado. La credibilidad de la máxima instancia de la justicia española está, más que nunca, en entredicho. La confianza de la gente hacia ella ha bajado muchos enteros. Son muchos los episodios en los distintos tribunales y juzgados llaman la atención por las decisiones tomadas. Ayer me referí a la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, pero saltan a la vista muchos casos más, como el de Urdangarín y la Infanta Cristina, las personas inculpadas y encarceladas en relación al procés catalán, el máster de Pablo Casado, los numerosos casos de corrupción en el PP, las condenas que vulneran la libertad de expresión, la puesta en libertad de "la Manada", el tratamiento de la violencia de género, la insensibilidad ante los desahucios, el rechazo a investigar los crímenes del franquismo... 

Son tantos, demasiados, que la percepción por parte de mucha gente es que la justicia no es justa, que se dicta en favor de quienes más tienen, como acaba de ocurrir en el caso de las hipotecas. Resulta sorprendente que ante un acto jurídico reclamado por la banca, mediante el cual sale beneficiada, tenga que ser el cliente quien pague el impuesto correspondiente. Y más sorprendente, por supuesto, que ante al cambio de doctrina jurídica introducido hace tres semanas, se haya producido primero la intromisión del presidente de la Sala y luego la decisión del Pleno. Dicho señor, Luis Díez-Picazo, y el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, deben dimitir. Ellos y la institución en su conjunto están más que en entredicho.

martes, 6 de noviembre de 2018

Nuevo varapalo a la justicia española

La administración de justicia española ha vuelto a sufrir un varapalo en el exterior. Esta vez, y no es la primera, en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, que ha dictaminado que la Audiencia Nacional actuó con parcialidad durante un juicio celebrado en en el verano 2011. La sentencia supuso que se condenara entre seis y seis años y medio a Arnaldo Otegi, Rafa Díez, Sonia Jacinto, Miren Zabaleta y Arkaitz Rodríguez. Precisamente el mismo Otegi, meses antes de celebrarse dicho juicio, había sido objeto de otra sentencia del mismo tribunal por la que quedaba exonerado de una condena de un año prisión. Y de por medio, el proceso de paz en el País Vasco.

(Imagen: Aritz LOIOLA/FOKU)



lunes, 5 de noviembre de 2018

El Monumento al Jornalero de Espera
















































Espera fue durante la Segunda República uno de los pueblos donde la reforma agraria tuvo un color propio. Uno más de los tantos pueblos de Andalucía y de buena parte de la mitad sur de España donde la gran propiedad llevaba a sus gentes a la peor de las miserias. Pionero de una experiencia de explotación colectiva de la tierra a través de la sociedad "Espera Obrera" y con Francisco Garrido Barrero como su principal impulsor, vio cómo el golpe militar del verano del 36 se llevó los sueños, mientras una parte de sus protagonistas acabaron en las tumbas o en las cárceles. Cuenta Espera desde hace unos años con una escultura, obra de Ismael Rodríguez-Viciana Buzón, conocida como "Monumento al Jornalero". Está dedicada a los trabajadores y las trabajadoras del campo. Hombres y mujeres que, por igual, viven de su trabajo, sin tierras o con apenas unos terruños que no dan para vivir. Hombres y mujeres que trabajan a jornal, de sol a sol, con -lo único que poseen- sus brazos, por temporadas... Todavía en este siglo que no ha alcanzado todavía dos décadas siguen mostrando su presencia honrosa. Esa larga herencia que viene ya de siglos y que tantas páginas dignas han ido escribiendo con su sudor, su lucha y, a veces, hasta con su sangre.