Hace una semana el presidente de EEUU, Barak Obama, estuvo en Japón. Y entre las ciudades que visitó se encontraba Hiroshima. Una visita histórica, se ha dicho en muchas partes. En su discurso se refirió a que lo ocurrido hace siete décadas tiene que ser un recuerdo que no debe desvanecerse, apostó por un mundo sin armas nucleares y evitar nuevas guerras... Palabras que suenan huecas. Porque ni pidió perdón por el horror ocasionado, porque su país es la primera potencia atómica y porque él mismo ha decidido que mantener guerras cruentas en varios países, suministrar armamento a aliados para que las lleven a cabo o seguir instigando golpes de estado donde considere.
Junto a Obama, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, sumiso ante el emperador real e interesado sólo por los negocios. Anfitrión de una visita de la que anticipó que marcaría una época. La de un mundo sin fronteras, pero para los capitales. Recién firmado uno más de los tratados de libre comercio e inversiones. Si hace dos siglos un presidente de EEUU, llamado James Monroe, lanzó lo de "América para los americanos", parece que el de ahora está diciendo lo propio del Pacífico, a la espera de consolidar su hegemonía en el Atlántico a través del TTIP.
(Imagen: fragmento de un trabajo de Josetxo Ezcurra publicado en Rebelión)