El otro día Pablo Iglesias se soltó que Podemos representa la socialdemocracia. Ante la reacción de varios dirigentes del PSOE y las preguntas desde medios periodísticos, ha acabado precisando que el siente socialista, apostillando que "como Allende". Desde los medios de comunicación menos (o anti) podemitas se le está recordando que no hace mucho se declaraba comunista, por lo que la calificación de chaquetero no ha estado ausente ni en dichos medios ni en dirigentes del PSOE.
Y precisamente el candidato del este Partido, Pedro Sánchez, en respuesta a lo que de hecho ha considerado una intromisión en el mundo de la socialdemocracia, ha apelado a que se respete a "los comunistas de corazón", a la vez que Susana Díaz ha recordado la figura de Santiago Carrillo. No debemos olvidar que buena parte del carrillismo se pasó en su día en bloque al PSOE, por lo que no ha estado mal asesorada.
En diciembre pasado Aníbal Malvar, en el diario Público, calificó a Alberto Garzón de "el último comunista vivo", haciendo con ello una metáfora de una ideología que se resiste a desaparecer. Estos días el propio Garzón ha criticado que desde los medios de comunicación conservadores y liberales se le trate ahora de distinta manera que cuando se presentó como candidato de UP-IU en diciembre, donde no se le echaba en cara que fuera comunista. Garzón, como en su día Julio Anguita, siempre se ha declarado como tal, incluso durante la actual campaña electoral. También ha aclarado lo que son evidencias: que en IU no todo el mundo es comunista y que en Unidos Podemos hay comunistas. Y punto.
Es cierto que los vaivenes de Iglesias en su autoidentificación ideológica son llamativos. El último responde a una táctica electoral destinada a recabar votos entre el electorado del PSOE. Un tacticismo que ha sido característico de Podemos desde el primer momento, donde se sigue manteniendo la pugna entre el alma de izquierdas y la de la transversalidad. Donde se ha pasado de la radicalidad de las elecciones europeas de 2014 a la moderación progresiva del discurso. O donde se despreció a IU para ser ahora una aliada electoral.
Que Iglesias se sienta socialdemocracia o socialista como Allende, es su problema. Un problema, eso sí, por donde le están haciendo cosquillas. Aunque creo que sólo eso, porque quienes han decidido votar a Unidos Podemos, donde también hay comunistas que no se avergüenzan de serlo, no van a variar su voto por ello. Como tampoco lo hará mucha gente joven, a quien en general esas cosas le van poco.
Sigo pensando que en estas elecciones hay mucho -no todo, claro- de generacional. E Iglesias representa para mucha gente, sobre todo la joven, lo nuevo desde una perspectiva corriente, progresista, popular -no del PP, por supuesto- y de sensación de incertidumbre vital. También lo representa Garzón, que incluso resulta más simpático. Y para la gente joven que se siente elitista, (neo)liberal y con un futuro resuelto, ya tienen a Albert Rivera, una especie de chico guay.
Es lo que hay, dejando al lado a Mariano y su mundo, y a la carcundia que rodea a Pedro.