"El ordoliberalismo alemán, una jaula de hierro para el Viejo Continente" es el título de un interesante artículo que Le Monde Diplomatique ha publicado en la edición de agosto. Sus autores, François Denord, Rachel Knaebel y Pierre Rimbert, desarrollan de una forma pormenorizada los orígenes del ordoliberalismo, allá por el periodo de Entreguerras, su aplicación en los años del "milagro económico alemán" de los años 50 y 60, el papel que jugó en los primeros pasos de la comunidad económica europea y, por supuesto, el papel preponderante que está jugando en la actualidad.
Nombres como Walter Eucken, Franz Böhm y Hans Grossman-Doerth, fundadores de la Escuela de Frifurgo, son piezas claves para sentar las bases de una doctrina político-económica que buscó atemperar el capitalismo cimentándolo desde un estado fuerte, constructor del marco institucional donde tuviera cabida una actividad económica basada en el mercado y la propiedad privada. Como pieza clave estaría la política monetaria, que buscaría evitar la inflación y el endeudamiento en exceso. Subsidiariamente habría que formar la mano de obra, fomentar el ahorro, construir infraestructuras, etc.
El modelo expuesto no nacía de la nada, enlazando con ciertos aspectos de la tradición bismarckiana, y buscaba a la vez alejarse del liberalismo clásico del laissez-faire, que estaba en los orígenes de la crisis de los 30, del nazismo en ascenso y luego triunfante en su país y del socialismo que resultaba tan atractivo a amplios sectores de la clase obrera. Pese a provenir del campo de la Filosofía -el primero- o el Derecho -los otros dos-, pronto se sumaron a sus planteamientos economistas como Wilhelm Röpke o Alexander Rüstow, que aportaron diversos aspectos de la tradición conservadora, tales como la integración de la clase obrera en comunidades tradicionales (familia, iglesias, municipios...) o la negación del igualitarismo.
El paréntesis del nazismo llevó al exilio a parte de los integrantes de la Escuela de Friburgo, si bien uno de ellos, Ludwig Erhard, colaborador con el régimen nazi, acabó siendo a partir de 1949 desde su puesto de ministro de Economía en los gobiernos de Konrad Adenauer el personaje clave para la aplicación de los planteamientos ordoliberales durante los años del "milagro económico alemán". Una solución de la que EEUU se benefició, al estar alejada de las políticas económicas estatalistas que en el Reino Unido y Francia se estaban aplicando. Y un "milagro", por supuesto, del que no fue ajena la condonación de buena parte de la deuda que la RFA había heredado de la guerra.
Entre los pilares del nuevo modelo alemán destacaron la creación de un marco fuerte, la liberalización de los precios, la creación de un Bundesbank independiente o la lucha contra las limitaciones a la competencia. Para atraer al conjunto de la masa social, compensando así los posibles excesos del capitalismo, se generalizaron los seguros sociales, se construyeron viviendas sociales o se desplegaron ayudas a las pequeñas empresas. Y para financiarlo, se introdujo un impuesto sobre los beneficios y se extendieron los gravámenes sobre un consumo que se tornaba creciente. El término que se utilizó para designar el nuevo modelo fue el de economía social de mercado, un híbrido entre "Eucken y Bismarck, la regla contable teorizada en Friburgo y el sistema de protección social instaurado por el canciller con bigote a finales del siglo XIX".
Si la CDU y su hermana bávara CSU fueron los partidos que gestionaron durante las dos primeras décadas el nuevo modelo, el resto de partidos (el SPD y el liberal FDP, primero, y luego Los Verdes) se ha visto también atraído por esos planteamientos. Pese al mayor keynesianismo de los gobiernos socialdemócratas de los 70 o el endeudamiento generado tras la unificación durante el gobierno cristianodemócrata de Helmut Kohl en los 90, hubo de ser durante el mandato del socialdemócrata Gerhard Schroeder, coaligado con Los Verdes, cuando se recuperó el rumbo ordoliberal en toda su dimensión. En la actualidad su sucesora Angela Merkel, ahora coaligada con el SPD, dirige de hecho las riendas de la Unión Europea.
La conformación de la Comunidad Económica Europea a partir de 1959 no estuvo ajena a la influencia del ordoliberalismo alemán. La eliminación de las barreras aduaneras internas y la creación de un mercado comunitario fue el principal logro en los primeros momentos. Si en los años 80 Francia, con François Mitterrand como presidente, se vio obligada a ceder ante sistema monetario europeo, la firma del Tratado de Maastricht en 1992 supuso el marco bajo el que se establecería el nuevo modelo de integración, que adquirió el nombre de Unión Europea. El euro, como moneda fuerte común, el Banco Central Europeo, independiente de las otras instituciones, y el rigor presupuestario de cada uno de los países miembros se han erigido como los pilares del nuevo edificio.
O dicho de otra, en palabras de los autores del artículo que nos ocupa, "el marco de Eucken se ha transformado en una jaula de hierro".