Fue el 17 de julio de 1936 cuando se inició el golpe de estado contra la República. Fue en Melilla y, de inmediato, en el resto de los acuartelamientos del protectorado español de Marruecos donde los militares golpistas declararon el estado de guerra, poniendo así en marcha con antelación el plan diseñado para el día 19 por el general Mola.
En todo caso fue el momento en que Franco recogió el ofrecimiento de militares como Yagüe, Soláns o Beigbeder, mientras era recibido al grito del “Franco, Franco…” que resonara durante varias décadas, para asumir la jefatura de las que acabaron siendo las tropas más decisivas en el transcurso de la guerra, algo que supo aprovechar con astucia en los meses siguientes.
Es sabido que Franco, todavía como jefe del estado mayor, presionó desde el primer momento de la victoria del Frente Popular al jefe de gobierno en funciones, Portela Valladares, para que suspendiera la constitución, a la vez que estaba en contacto con diversos mandos militares a fin de conseguir sus propósitos. No fue una maniobra aislada, de manera que en las semanas siguientes continuaron los movimientos de numerosos jefes militares con el fin de acabar con el nuevo gobierno y, por derivación, la república. Esa fue la razón por la que se decidió alejar de Madrid y de unidades operativas a generales sospechosos como Franco y Goded, enviados respectivamente a Canarias y Baleares.
Fue también la razón por la que Mola, jefe de las tropas en Marruecos desde 1935, fue enviado como gobernador militar a Pamplona. Desde esta ciudad acabó asumiendo la dirección de una trama golpista, poniendo orden a los intentos que hasta entonces estaban realizándose con inoperancia en otros ámbitos. Desde el mes de abril Mola empezó a tejer una red de apoyos y adhesiones principalmente militares que tenían como objetivo acabar con el gobierno, a la vez que entre el 20 de mayo y el 1 de julio fue dando instrucciones, hasta 13, para conseguir su propósito. Establecer su carácter militar y la formación de un gobierno de militares, poner como objetivo principal el control de Madrid, diseñar el plan logístico, elaborar los bandos de guerra correspondientes en que se incluía la represión contra los grupos de izquierda, ubicar el papel de los grupos políticos aliados (carlistas, falangistas y monárquicos), adaptar el operativo inicial a la adhesión de Franco o fijar la fecha del golpe para el 19 de julio fueron las principales líneas de actuación reflejadas en las “Instrucciones reservadas” elaboradas por “El Director”, el apelativo que utilizó Mola para dirigirse a los conspiradores. Se preveía una acción expeditiva y sin contemplaciones, expresada de esta manera en la instrucción del 5 de junio: "ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas".
Nada más lejos de la realidad que el asesinato de Calvo Sotelo en la noche del 13 julio fuera la causa del adelantamiento del golpe. Antes de esa fecha, el día 4, ya había alquilado Luis Bolín en Londres el conocido avión Dragon Rapide que, financiado por el banquero Juan March, llegó el 12 de julio a Casablanca para trasladar a Franco desde Canarias a Marruecos. En esos mismos días, entre el 5 y el 13, tuvieron lugar las maniobras de Llano Amarillo donde las tropas ubicadas del norte de África ultimaron el engrase de su maquinaria. Quizás la muerte del dirigente de la derecha sólo sirviese para que los militares más indecisos decidieran dar el paso definitivo. Fue el caso de Franco, que el 12 de julio había comunicado a Mola su retirada del plan con el mensaje “geografía poco extensa”.
El golpe se precipitó cuando el gobierno empezó a tomar medidas concretas para desactivar el complot que, por su dimensión, se había muy evidente. El fracaso de la policía militar de Melilla en la detención de los jefes golpistas de la ciudad, que estaban reunidos en la tarde del 17 de julio, ocasionó la declaración del estado de guerra, que se fue extendiendo en las horas siguientes como un reguero de pólvora por las guarniciones de Ceuta, Tetuán y Larache. Fue en la madrugada del 18 de julio cuando Franco fue informado de lo que estaba ocurriendo y cuando acabó tomando la decisión de sublevarse en Las Palmas y, por extensión, en Canarias. Desde ahí se trasladó en el Dragon Rapide al protectorado, pasando primero por Añadir y Casablanca, en el protectorado francés, y dirigiéndose finalmente el día 19 a Tetuán. Algunos historiadores militares han destacado su demora en la llegada a la capital del protectorado como una forma de no afrontar personalmente el riesgo si fracasaba de la sublevación (Blanco, 1993: 113; y Cardona, 2001: 20).
En todo caso fue el momento en que Franco recogió el ofrecimiento de militares como Yagüe, Soláns o Beigbeder, mientras era recibido al grito del “Franco, Franco…” que resonara durante varias décadas, para asumir la jefatura de las que acabaron siendo las tropas más decisivas en el transcurso de la guerra, algo que supo aprovechar con astucia en los meses siguientes.
El 18 de julio se pronunciaron otras guarniciones militares en el territorio peninsular y Baleares, consiguiendo el control de las capitanías de división de Sevilla, Zaragoza, Valladolid, Burgos y La Coruña, y de varias capitales de provincia sobre todo del cuadrante noroeste. El 19 lo hicieron las de Madrid, Barcelona y Valencia, las principales, donde acabaron fracasando los golpistas ante la resistencia de las unidades leales al gobierno y de la movilización popular. Durante varios días se produjo un dramático pulso por el control de los recursos militares de tierra, mar y aire, incluidas las fuerzas de orden público. El golpe fracasó, pero lo que vino después, la guerra, pertenece a otro momento.
¿Por qué la fecha del 18 de julio? Es una de tantas manipulaciones, convertidas en mitos, del bando vencedor. Se trataba de elevar el protagonismo de Franco en los momentos iniciales del golpe, que acabó siendo su Movimiento. Los libros escolares durante la dictadura lo reiteraron sin cesar: "se levantó en África el glorioso General Francisco Franco" (Gaibrois, 1940: 100); "el Alzamiento tiene ya un jefe indiscutible [el 19 de julio]. Franco" (Historia de España: 134). No faltó quien junto a la manipulación erró en la fecha: "El general Francisco Franco, el 17 de julio de 1936, se proclama Jefe del Ejército Liberador en África" (Orenga: 157). Tampoco los historiadores del régimen se quedaron cortos en sus panegíricos, como Ricardo de la Cierva (1973, v. 1: 448-449), que, haciendo un alarde de precisión historiográfica, escribió poco antes de la muerte del dictador lo siguiente: "El comienzo oficial del comienzo de la guerra civil parece ser las tres y cuarto de la madrugada del 18 de julio, dato que figura al pie del "manifiesto de Las Palmas" y que responde seguramente al instante en que Franco comunica por todos los medios a su alcance -teléfono, telégrafo- la orden de sublevarse a las guarniciones de las islas, a las comandancias africanas, a las divisiones orgánicas y a todos los buques de la flota". Y para rematarlo, concluye así: "Franco actúa virtualmente como jefe supremo del alzamiento en toda España".
Hubo otros mitos. Como negar el golpe y caracterizarlo como Alzamiento, dar a la guerra la dimensión ideológica de Cruzada o englobarlo todo dentro de la categoría de Movimiento. Y también mitos referidos a episodios bélicos, como lo ocurrido en el Alcázar de Toledo. Sin embargo, el del 18 de julio quedó grabado en la mente de la gente cuando cada año se conmemoraba oficialmente la exaltación del dictador, saltándose así un día del calendario que no le hubiera resultado propicio.
Bibliografía de referencia
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