La isla de Capri ha tenido un hueco en la historia desde tiempos lejanos. Ganó relevancia hace dos milenios cuando se convirtió en lugar de estancia, y hasta de residencia, de personajes de primer orden del Imperio Romano. Su fundador, Augusto, la visitó con frecuencia y su sucesor, Tiberio, llegó a hacer de ella el centro neurálgico de su mandato. Fueron pasando los siglos y su ubicación favoreció que monarcas y nobles hicieran de ella uno de sus lugares preferidos. Pero ha sido desde hace siglo y medio cuando Capri ha recuperado ese lugar preferente, en este caso porque, junto a la presencia ancestral de magnates de toda índole, fue acogiendo a gentes del mundo de las artes plásticas, la literatura o la música.
Mi reciente visita de la isla estuvo marcada por una circunstancia: la lluvia que nos acompañó y que llevaba unos días persiguiéndonos. Pese a ello, en el caso de Capri eso no nos impidió que pudiéramos pasear por sus calles, tanto las de la propia localidad matriz como las de Anacapri, más elevada en altitud. Fui percibiendo, entre paisajes impresionantes que iban apareciendo sin cesar, lugares, entre otros, como la Plaza del Reloj, la iglesia de Santo Stefano, la Cartuja de San Giacomo, la villa Krupp o la villa de San Michele, esta última en Anacapri.
De una manera un tanto distraída, no me preocupé de documentarme sobre algo que ya conocía: la estancia en la isla, a principios del siglo XX, de Maxim Gorki. En mi juventud fue uno de mis novelistas de referencia, gracias a la lectura que hice, cuasi devorándolos, de libros como La madre o Caminando por el mundo. Pero fue por la tarde, ya en la habitación del hotel donde pernoctamos en Sorrento, cuando me dediqué a buscar información sobre la estancia del escritor ruso en la isla, que, concretamente, se dio entre los años 1906 y 1913. Su llegada tuvo que ver con dos razones: de salud, pues la tuberculosis se estaba empezando a cebar con él, y propiamente políticas, teniendo en cuenta su vinculación al movimiento revolucionario dentro de la facción bolchevique de la socialdemocracia rusa.
Uno de los lugares que visitamos fue la villa, en las cercanías de la Cartuja, que durante los años veinte, tras la Gran Guerra, adquirió Gustav Krupp, magnate de la industria pesada alemana y uno de los financiadores del partido nazi. Y hete aquí que, sin saberlo, fue la villa, conocida con anterioridad como villa Picola, donde estuvo residiendo Gorki entre 1906 y 1913, y donde, entre las numerosas visitas que recibió, estuvieron las de Lenin, con quien disputó fervorosas partidas de ajedrez.
Actualmente existe un jardín, embellecido a base de flores y algunas esculturas, entre las que resalta una "Afrodita" instalada en 1997, obra de Semiramis Zorlú. Y fue en ese mismo escenario donde nos recreamos haciendo fotografías en grupo, si no para pasar a la posteridad, al menos para disfrutar de unos momentos entrañables y bonitos con los que de vez en cuando podemos ir recordando lo vivido.