No ha sido Ucrania donde se ha desatado la guerra, sino en un lugar más cercano. La fortaleza del PP, que lleva años asediada desde distintos puntos y hace un año sus moradores anunciaron que iban a abandonarla, ha vuelto a ser atacada. Pero en esta ocasión con una sorprendente novedad: un duro bombardeo desde sus propias filas. La famiglia, que se creía tan bien avenida -salvo las lógicas pequeñas desavenencias, como ocurre en cualquiera otra-, se ha roto y entre sus miembros se están lanzando los trastos de tal manera, que los impactos están resultando muy virulentos. Desde la fortaleza se ha golpeado impenitentemente a su guerrera más preciada y ésta no ha dudado en responder con fiereza. El resultado final está por determinar, pero la cosa no pinta nada bien ni para el general en jefe, que, apostado en la fortaleza, ha sido herido de gravedad -quizás, mortalmente-, ni para la guerrera más preciada, que dispone de mayores apoyos y puede acabar resistiendo mejor. La guerra ya es abierta, pero falta por saber cuántas batallas quedan por llevarse a cabo. Mientras tanto, desde otra fortaleza, no muy lejana, más de uno y de una se están relamiendo por lo que ven y están al acecho por lo que pueda venir. Como ocurre con los animales carroñeros, que cumplen su función aprovechándose de lo ajeno sin apenas esfuerzo, les puede faltar poco para pasar a recoger los restos que vayan quedando por el camino.