Es un dicho muy repetido. Como también lo es eso que se atribuye a Goebbels sobre la mentira repetida mil veces que se convierte en verdad. Más de lo mismo.
Es lo que estamos viendo estos días sobre Podemos y sus dirigentes: la el robo de la tarjeta de Dina Bousselham, asesora de Pablo Iglesias, y su deterioro (con el comisario Villarejo de por medio...); la caja B del partido, desde las acusaciones del exresponsable del gabinete jurídico del propio Podemos (en base a rumores)... Y que se puede extender a los últimos años: la financiación por el gobierno venezolano e incluso el iraní (desestimado por la justicia), los delitos fiscales de Juan Carlos Monedero (sin recorrido administrativo), las malas prácticas judiciales de Victoria Rosell (con el juez acusador condenado por prevaricación, falsedad documental y cohecho)...
Hace tres días eldiario.es publicó el artículo Pascual Serrano "Ataque y acoso de Podemos a la prensa: lo que dicen las sentencias". Explica y desmonta en pocas líneas y con algunos ejemplos el papel que están jugando determinados medios de comunicación -que son muchos-, no tanto en la demonización de ese grupo político, que por supuesto que también, como en el cúmulo de falsedades en que se están basando para lanzar sus inusitados ataques y furibundas diatribas.
Por esas líneas pasan los Tertsch, Inda, Rojo o Losantos y sus reiteradas condenas judiciales por mentir, calumniar, insultar o denigrar a Pablo Iglesias, Javier Iglesias o Carolina Bescansa.
Es el brazo mediático de la derechona, lanzada a la ofensiva. Objetivo inmediato: sacar a Unidas Podemos del gobierno. Como sea. Luego ya irían viendo.
(Imagen: viñeta de Luiso García).
Historia, política, sociología, arte, música, geografía, literatura, pensamiento...
viernes, 28 de agosto de 2020
miércoles, 26 de agosto de 2020
Memoria y represión franquista: entre el miedo y la falta de voluntad política en los años de la Transición
Hace
unos años el magistrado Joaquín Navarro Estevan [1], que en 1977 era militante
del Partido Socialista Popular [2] y fue elegido senador por Almería en las
elecciones celebradas el 15 de junio [3], escribió acerca de lo ocurrido
durante la campaña electoral en Andalucía:
Los resultados fueron muy positivos para el
PSOE, sorprendiendo a la propia ‘casa’. Pero en muchos lugares -como Sevilla-
causaron miedo cuando se fueron conociendo. Muchos se asustaron al pensar que
podían ganar. ‘Aquello –me decía un dirigente socialista de Sevilla- era
demasiado’. No lo entendí. ‘Pensé –le dije- que queríais ganar las elecciones’.
‘Pero ¿qué dices? ¡Podría organizarse la de Dios es Cristo! ¡Con las fuerzas
armadas que tenemos, el golpe sería inmediato!’. Éste era el clima. Por esas o
parecidas razones, no pocos militantes del PCE votaron PSOE. Algunos me lo
dijeron y me indigné hasta el punto de que se quedaron muy sorprendidos, como
si yo estuviese fuera de la realidad de la historia.
En
las líneas siguientes Navarro Estevan siguió abundando sobre el tema, en el que
resaltó que “el miedo también votó”, una frase que dio título al epígrafe.
Ignoramos en qué medida se concretó la afirmación hecha por parte del
magistrado y, por tanto, cuántas personas pudieron cambiar su voto como consecuencia
del miedo.
Se ha
escrito bastante acerca de la actitud de la sociedad española durante los años
de la Transición y la preeminencia de la “paz” muy por encima de otros valores
como los de “justicia”, “libertad” y “democracia”, tal como han resaltado
Rafael López Pintor o Paloma Aguilar [4]. También se ha escrito sobre el
comportamiento de los principales partidos parlamentarios durante los años de
la Transición, desarrollando una política de consenso que tuvo como momento
culminó la aprobación de la Constitución de 1978.
Pero
esa línea de interpretación no fue en su día unánime. Hay trabajos que
plantearon en su día la existencia de otro estado de opinión en esos años, en
este caso resaltando unas condiciones más favorables a un cambio político más
avanzado, dentro de los parámetros de lo que durante los últimos años del
franquismo y los primeros de la Transición se denominó con el término ruptura
democrática [5]. Más recientemente otros trabajos han abundado sobre ello, con
algunas matizaciones, pero resaltando las limitaciones del modelo político
conformado en la Transición y las repercusiones en el momento actual [6].
De lo
que no hay duda es que el miedo estuvo presente en esas elecciones entre
quienes habían vivido la guerra y los primeros años de la dictadura, y, como
consecuencia, habían sufrido, directa o indirectamente, los rigores de la
represión. Algo que también siguió perdurando en otros ámbitos de la vida
durante las décadas de los ochenta y los noventa. Los ecos de la dictadura
seguían presentes y es que, en palabras de Francisco J. Leira Castiñeira [7],
la guerra generó un curioso fenómeno, como
fue la mentada necesidad de paz por parte de la ciudadanía y en gran parte de
los excombatientes, junto con la imposibilidad de afirmar en público una
memoria colectiva distinta a la defendida por la dictadura. Esto dio lugar a un
silencio, no solo impuesto por los poderes fácticos, sino autoimpuesto.
El
miedo y el olvido estuvieron instalados durante décadas en la sociedad española.
Como también ha señalado Magdalena González [8]:
Aunque
el franquismo fracasó en el intento de transformar un modelo de conciencia
social y no pudo arruinar la memoria privada en la que aquella se reforzaba,
incluso a pesar de la exhibición permanente de la memoria oficial y el
desarrollo de la política de socialización emprendida para actuar sobre las
nuevas generaciones, sí consiguió instalar el miedo y el mutismo entre la
población, lo que también provocó que muchos prefiriesen olvidar.
Que
durante los años de la Transición prevaleciera la idea de superar lo ocurrido
durante la guerra civil en pos de un nuevo objetivo político basado en el
modelo liberal-democrático, no impidió que en algunos sectores de la población,
concretamente los relacionados con quienes resultaron perdedores en la
contienda bélica, se diera un sentimiento de frustración, bien fuera propio o
bien de las generaciones siguientes. Después de unos primeros escarceos por
conocer más de lo ocurrido, como fueron los primeros descubrimientos de fosas
comunes o la publicación de reportajes por parte de una revista generalista
[9], hubieron de pasar algunos años, ya a finales de la década de los noventa,
para que eclosionaran a la par, complementándose, investigaciones históricas
sobre el tema y un movimiento por recuperar la memoria de lo sucedido y de
quienes sufrieron los horrores de la represión.
Fueron
muchos años, en su mayor parte bajo los gobiernos del PSOE (1982-1996)
presididos por Felipe González, en los que se cultivó el olvido. A ello no fue
ajeno el protagonismo que tuvieron determinados sectores políticos de una
generación, la del 68, que participó en primera línea en el pacto
constitucional y llevó las riendas políticas durante esos años. Para Pablo
Sánchez León [10]
los de la
generación del 68 […],
tras pactar con la
burocracia tardofranquista, pilotaron
la transición y aseguraron
su estatus social en una clase
media reforzada con la
consolidación del Estado
del bienestar y extendida
definitivamente como patrón
moral de
la democracia posfranquista.
También monopolizaron el relato oficial
sobre la misma.
Era de esperar
entonces que las
narrativas sobre la transición disponibles hayan borrado toda huella de
la experiencia colectiva de una juventud
radical por la
que sentían incomprensión
cuando no vergüenza
y repudio.
Es
verdad que durante los gobiernos del PSOE siguió desarrollándose una normativa
legal, iniciada en el verano de 1976, tendente a conceder pensiones a quienes,
con algún tipo de secuela física por motivos de la guerra, no las habían
recibido. En su gran mayoría se trataba de combatientes republicanos, aunque no
faltaron algunos “rojos” que se vieron obligados a formar parte de las filas
del ejército franquista. En 1984 se reconocieron los derechos y servicios
prestados por quienes durante la guerra civil formaron parte del ejército y las
fuerzas de orden público bajo la autoridad del gobierno republicano [11]. Y
finalmente en 1990 se aprobó, dentro de los Presupuestos Generales del Estado,
la adicional decimoctava, que estaba dirigida a indemnizar a quienes por
motivos políticos habían sufrido al menos tres años de privación de libertad
[12]. Aunque el ministerio de Economía y
Hacienda recibió más de 100.000 peticiones, 40.000 fueron desestimadas [13]. Y
es que buena parte de los fondos documentales depositados en los archivos
oficiales estaban desorganizados, cuando no habían sido destruidos [14].
De
poco sirvieron las recomendaciones formuladas en 1994 desde la Oficina del
Defensor del Pueblo al ministerio de Economía y Hacienda. Es verdad que se
admitió que se flexibilizaran los “criterios de interpretación y aplicación” de
la normativa, incluyéndose “como periodos de prisión, los de privación de
libertad sufrida en campos o depósitos de concentración y edificios habilitados
como prisiones”. Pero no ocurrió lo mismo con otra petición, la que iba dirigida a que “se estudiase la
posibilidad de establecer medios de prueba complementarios para la acreditación
de los periodos de privación de libertad o, subsidiariamente, que se
reconociese una bonificación temporal”.
Algunas
comunidades autónomas, por su parte, aprobaron posteriormente algunas
compensaciones, que han sido calificadas en algún caso como “ridículas” [15]. No conocemos su alcance en cuanto a datos
concretos, pero sí que hubo problemas reales, derivados de las dificultades
existentes a la hora de localizar en los archivos oficiales los documentos
requeridos.
Llegados
a este punto, resulta necesario abordar lo que fue ocurriendo desde finales del siglo pasado, así como las
controversias que fueron surgiendo, en las que dos mundos, el político y el
académico, estuvieron muy presentes. Como también lo estuvo, como principal
ingrediente, el cambio de mentalidad en una buena parte de la sociedad española
y la voluntad de quienes, en mayor número que antes, decidieron dar un paso
decidido para conocer más y mejor lo ocurrido, y para no olvidar.
Notas
[1]
Navarro Estevan (2003, p. 27).
[2]
Estaba dirigido por el catedrático de Derecho Político Enrique Tierno Galván;
compitió con el PSOE el espacio de la socialdemocracia, pero resultó claramente
perdedor, al obtener apenas el 4’46% de los votos y 6 escaños frente al 29’3% y
118 escaños del partido dirigido por Felipe González; en Andalucía el PSP se
presentó coaligado con el Partido Socialista de Andalucía, obteniendo el 4’7%
de los votos frente al 36’2 del PSOE (Junta Electoral Central, sin fecha, p.
5).
[3]
Se presentó dentro de la Agrupación Electoral Democrática Independiente de
Almería, que estaba apoyada por PSOE, PSP y PCE (Junta Electoral Central, sin
fecha, p. 12).
[4]
López Pintor (1981, p. 22) y Aguilar (1996, pp. 348 y ss.), que se basan en las
encuestas del Instituto de Opinión Pública de 1966, 1975 y 1976; la segunda,
además, en los informes FOESSA de 1966, 1970, 1975 y 1981.
[5]
Existen distintos autores que han defendido una versión diferente a la más
extendida, fruto del llamado consenso constitucional, como la de Garcés (2008;
la edición inicial es de 1996), Navarro (2003),
Vidal-Beneyto (2007), etc.
[6]
Doménech (2003), Gallego (2008), Monedero (2011), Rodríguez López (2015), etc.
[7]
Leira (2020, p. 315).
[8]
González (2023, p. 552).
[9]
La revista Interviú publicó varios
reportajes; conocí uno de ellos, “Salamanca. Así fue el terrorismo falangista”
(Montoto, 1979).
[10]
Sánchez León (p. 93).
[11]
Ley 37/1984, de 22 de octubre (BOE n. 262, 1-11-1984).
[12]
Ley 4/1990, de 29 de junio, de Presupuestos Generales del Estado para 1990 (BOE
n. 156, 30-06-1990).
[13]
Espinosa (2015, p. 107).
[14]
Como ejemplo, el Archivo General de la Capitanía de la Zona Marítima del
Estrecho sufrió un incendio en el verano de 1976, destruyéndose la mayor parte
de la documentación existente.
[15]
Espinosa (2015, p. 107).
Bibliografía
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GARCÉS, Joan (2008). Soberanos e intervenidos. Estrategias
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Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid;
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http://www.juntaelectoralcentral.es/cs/jec/documentos/GENERALES_1977_Resultados.pdf
(consultado el 5-08-2020).
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experiencia de guerra y desmovilización militar. Madrid, Siglo XXI.
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reproducido en https://www.foroporlamemoria.info/documentos/2004/interviu_oct1979.htm
(consultado el 31-08-2007).
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“Desclasamiento y desencanto. La representación de las clases medias como eje
de una relectura generacional de la transición española”, en Kamchatka: revista de análisis cultural,
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el 14-08-2020).
VIDAL-BENEYTO, José (2007). Memoria democrática. Madrid, Foca.
(Imagen:
paneles fotográficos del Museu Memorial de l’Exili, en la Jonquera, Girona)
jueves, 20 de agosto de 2020
Las diferentes varas de medir en las protestas: impunidad (para la extrema derecha) y represión (para...)
Si hay algo que está llamando la atención de las protestas que está protagonizando la extrema derecha es la impunidad con la que las llevan a cabo. Si se comparan las actuaciones policiales según las protestas provengan de ese mundo o lo sean de movimientos sociales y/o grupos de izquierda, el resultado es muy diferente.
En 2013 el PP aprobó su "ley mordaza", que buscaba penalizar las movilizaciones sociales que habían surgido tras las medidas austericidas aplicadas por el último gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que el posterior del PP, con Mariano Rajoy al frente, intensificó. Esa ley supuso más porrazos y pelotazos de goma, en la calle, y más y abusivas multas. A eso se añadió la actuación desde algunos ámbitos de la judicatura, que condenaron con penas de cárcel a cantantes y usuarios de las redes sociales, con la acusación de haber hecho apología del terrorismo o de la violencia. Desde las instancias europeas se llegó a llamar la atención por el proceder desmesurado en esas actuaciones y sentencias.
No debemos olvidar tampoco lo ocurrido en otros casos, como con los jóvenes de Alsasua condenados a penas elevadas con la acusación de terrorismo, en lo que no dejó de ser una pelea a altas horas de la noche en un bar. O en la violenta actuación policial del 1-O de 2017 en Catalunya, cuando se desarrollaba la consulta sobre la independencia.
Son muestras del gran abismo existente en el proceder de las fuerzas de orden público, las autoridades administrativas o los miembros de la judicatura. Lo llevamos viendo desde hace tres meses en el acoso permanente en la vivienda de Pablo Iglesias e Irene Montero o el que han sufrido días pasados en la localidad asturiana donde intentaban pasar unos días de vacaciones. Lo vimos también hace unas semanas en Toledo con Yolanda Díaz y en Sanlúcar de Barrameda con Juan Carlos Monedero. Acosos, permanentes o aislados, en los que no falta el insulto soez, machista, misógino, homófobo, etc.
Fue en sede parlamentaria donde la recién destituida portavoz del PP se atrevió a llamar "terrorista" al padre de Pablo Iglesias, lo que ha seguido reiterando en sus declaraciones ante los medios de comunicación. O donde se vierten una y otra vez desde la bancada de Vox unas palabras que no tienen desperdicio, donde la verdad desaparece para dar paso a la calumnia y la falsedad. Formas de alentar a sus huestes, que se acaban reproduciendo en las redes sociales o en la calle.
Hace unos días tuvo lugar en Madrid una concentración de personas contrarias al uso de las mascarillas, con el aderezo de que el covid-19 es un cuento y demás monsergas. Fueron unos tres millares las que asistieron la mayoría sin mascarillas y sin guardar la distancia física debida. Mucha gente nos preguntamos, después de haber visto las imágenes, qué hubiera ocurrido si eso hubiera ocurrido en un acto convocado por movimientos sociales o grupos de izquierda.
Precisamente hace unos días la policía no tuvo reparos en actuar de una forma desmedida durante una concentración republicana, llevando quienes asistieron sus mascarillas y respetando la distancia. Pese a ello, se estuvo identificando a asistentes y se llevó a cabo violentamente una detención.
En 2013 el PP aprobó su "ley mordaza", que buscaba penalizar las movilizaciones sociales que habían surgido tras las medidas austericidas aplicadas por el último gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que el posterior del PP, con Mariano Rajoy al frente, intensificó. Esa ley supuso más porrazos y pelotazos de goma, en la calle, y más y abusivas multas. A eso se añadió la actuación desde algunos ámbitos de la judicatura, que condenaron con penas de cárcel a cantantes y usuarios de las redes sociales, con la acusación de haber hecho apología del terrorismo o de la violencia. Desde las instancias europeas se llegó a llamar la atención por el proceder desmesurado en esas actuaciones y sentencias.
No debemos olvidar tampoco lo ocurrido en otros casos, como con los jóvenes de Alsasua condenados a penas elevadas con la acusación de terrorismo, en lo que no dejó de ser una pelea a altas horas de la noche en un bar. O en la violenta actuación policial del 1-O de 2017 en Catalunya, cuando se desarrollaba la consulta sobre la independencia.
Son muestras del gran abismo existente en el proceder de las fuerzas de orden público, las autoridades administrativas o los miembros de la judicatura. Lo llevamos viendo desde hace tres meses en el acoso permanente en la vivienda de Pablo Iglesias e Irene Montero o el que han sufrido días pasados en la localidad asturiana donde intentaban pasar unos días de vacaciones. Lo vimos también hace unas semanas en Toledo con Yolanda Díaz y en Sanlúcar de Barrameda con Juan Carlos Monedero. Acosos, permanentes o aislados, en los que no falta el insulto soez, machista, misógino, homófobo, etc.
Fue en sede parlamentaria donde la recién destituida portavoz del PP se atrevió a llamar "terrorista" al padre de Pablo Iglesias, lo que ha seguido reiterando en sus declaraciones ante los medios de comunicación. O donde se vierten una y otra vez desde la bancada de Vox unas palabras que no tienen desperdicio, donde la verdad desaparece para dar paso a la calumnia y la falsedad. Formas de alentar a sus huestes, que se acaban reproduciendo en las redes sociales o en la calle.
Hace unos días tuvo lugar en Madrid una concentración de personas contrarias al uso de las mascarillas, con el aderezo de que el covid-19 es un cuento y demás monsergas. Fueron unos tres millares las que asistieron la mayoría sin mascarillas y sin guardar la distancia física debida. Mucha gente nos preguntamos, después de haber visto las imágenes, qué hubiera ocurrido si eso hubiera ocurrido en un acto convocado por movimientos sociales o grupos de izquierda.
Precisamente hace unos días la policía no tuvo reparos en actuar de una forma desmedida durante una concentración republicana, llevando quienes asistieron sus mascarillas y respetando la distancia. Pese a ello, se estuvo identificando a asistentes y se llevó a cabo violentamente una detención.
sábado, 15 de agosto de 2020
La huida del emérito, las contradicciones en el gobierno y la oposición desde la derechona
El gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos tiene contradicciones. Lógico, pues está formado por grupos que tienen trayectorias y objetivos diferentes. Y además goza de unos apoyos parlamentarios que son cambiantes e inestables. El PSOE sigue anclado a una tradición que arranca de la Transición y que conlleva la defensa de valores e instituciones que se incardinan con el pacto constitucional. Podemos e Izquierda Unida, por su parte, no se consideran partícipes de ese pacto más allá que el respeto de los aspectos de la Constitución que entroncan con los principios democráticos y que, en bastantes caso, se han incumplido.
Y la monarquía, evidentemente, no entra entre lo defendible. Por su naturaleza se trata de una institución basada en el privilegio de una familia para erigirse en la cúspide del estado y en aprovecharse de los beneficios que conlleva, principalmente, el de la inviolabilidad de quien ostenta la corona. Es, pues, una institución antidemocrática. Si a eso le añadimos el origen y la trayectoria seguida por Juan Carlos I, que ocupó el trono entre 1975 y 2014, la realidad se muestra tozuda: estamos ante personaje indefendible. Heredero del dictador, falsamente convertido en héroe del episodio del 23-F y autor de numerosas irregularidades financieras.
Desde quienes defienden la monarquía, al margen de la palabrería de los voceros del PP, Vox y de sectores del PSOE, los argumentos que están dando se basan en la formalidad de lo legal. Y para ello utilizan el término talismán de la inviolabilidad. A lo más que llegan es a delimitar lo ocurrido a través de la fecha de 2014, cuando Juan Carlos I se vio forzado a abdicar en favor de su hijo. Un hecho que fue parte de una operación política de gran calado, tendente a recuperar el prestigio que estaba perdiendo la institución. En ella jugaron un papel primordial el entonces jefe de gobierno, Mariano Rajoy, y el recién dimitido líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Sin entrar en el vacío legal existente en torno a la figura creada de rey emérito, por lo que hemos ido sabiendo en los últimos meses acerca de sus actuaciones económicas, como comisionista de negocios entre estados e infractor en varios delitos fiscales dentro y fuera del país, ya hay materia suficiente para que la justicia y el gobierno tomaran cartas sobre el asunto de una forma expeditiva.
La contradicción existente en el seno del gobierno sobre este asunto resulta evidente. Y uno de los problemas para resolverlo deriva de otro hecho primordial: el papel que la derechona está jugando. Su objetivo es acabar con el gobierno, para lo que aprovecha cualquier excusa y una de ellas es incidir en esa contradicción. La derecha españolista ha tenido siempre una querencia por la monarquía. Ha sido su institución fetiche, salvo cuando aupó al general Franco al poder y lo mantuvo el tiempo que pudo, que no fue poco. La salida monárquica tras su muerte fue finalmente aceptada por las élites de la oposición que pactaron con las élites provenientes del franquismo. La conocida como generación del 68, que se mostró en distinto grado opuesta a la dictadura, fue la que acabó gobernando y ocupando buena parte de los cargos políticos y de la administración entre 1982 y 1996. El felipismo fue su expresión, que conllevó respetar los poderes reales (institucionales, económicos, militares, judiciales...), perfeccionar la vinculación con el atlantismo, liderado por EEUU, e incorporarse de lleno en las instituciones europeas.
La crisis de 2008 puso en alerta a todos esos poderes. Y en las nuevas generaciones surgió un malestar que tuvo en el movimiento del 15-M como principal referente, a la vez que se fueron sucediendo amplias movilizaciones sociales. Tras su reflujo, en parte por haberse orientado a la opción electoral, la consecuencia principal fueron las derrotas electorales del PP en 2019 y la bajada de los apoyos al conjunto de la derecha españolista. Las indecisiones del PSOE después de abril llevaron a un intento fallido en noviembre por querer convertirse en una fuerza de gobierno sin ataduras, sobre todo por su izquierda.
Por eso el gobierno formado en enero de este año resulta importante. Sin que haya podido desarrollar todo su programa, como consecuencia de la pandemia internacional, sí ha aprovechado esa circunstancia para desplegar un paquete de medidas sociales que tienen como objetivo proteger a los sectores sociales más vulnerables. Y en ello están jugando un papel crucial los ministerios en manos de Unidas Podemos.
En el transcurso de estos meses la derechona no ha desperdiciado ocasión para acabar con el gobierno de coalición. Primero fue lo de las muertes por el Covid-19, luego lo del montaje en el seno de la Guardia Civil acerca de las manifestaciones del 8-M, ahora están con lo de la financiación de Podemos...
Y claro, la gota que ha colmado el vaso ha sido lo ocurrido tras la huida al extranjero del emérito y el secretismo sobre su lugar de destino. Y aquí el jefe de gobierno se ha mostrado, más que tímido, atado a los poderes reales del estado. Respetuoso con la tradición heredada del felipismo de hacer de la corona uno de los fundamentos del sistema.
¿Cómo puede resolverse la contradicción? En primer lugar, que desde Unidas Podemos no haya silencio sobre lo que está ocurriendo e incluso se intensifique la presión para dar una solución a la vergüenza que estamos viviendo entre el emérito fugado, la Casa Real callada y el jefe de gobierno protegiéndolo. Y también, que desde la sociedad aumente la presión, más allá de los chistes, para hacer de la calle el ámbito de resonancia del malestar existente.
Y la monarquía, evidentemente, no entra entre lo defendible. Por su naturaleza se trata de una institución basada en el privilegio de una familia para erigirse en la cúspide del estado y en aprovecharse de los beneficios que conlleva, principalmente, el de la inviolabilidad de quien ostenta la corona. Es, pues, una institución antidemocrática. Si a eso le añadimos el origen y la trayectoria seguida por Juan Carlos I, que ocupó el trono entre 1975 y 2014, la realidad se muestra tozuda: estamos ante personaje indefendible. Heredero del dictador, falsamente convertido en héroe del episodio del 23-F y autor de numerosas irregularidades financieras.
Desde quienes defienden la monarquía, al margen de la palabrería de los voceros del PP, Vox y de sectores del PSOE, los argumentos que están dando se basan en la formalidad de lo legal. Y para ello utilizan el término talismán de la inviolabilidad. A lo más que llegan es a delimitar lo ocurrido a través de la fecha de 2014, cuando Juan Carlos I se vio forzado a abdicar en favor de su hijo. Un hecho que fue parte de una operación política de gran calado, tendente a recuperar el prestigio que estaba perdiendo la institución. En ella jugaron un papel primordial el entonces jefe de gobierno, Mariano Rajoy, y el recién dimitido líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Sin entrar en el vacío legal existente en torno a la figura creada de rey emérito, por lo que hemos ido sabiendo en los últimos meses acerca de sus actuaciones económicas, como comisionista de negocios entre estados e infractor en varios delitos fiscales dentro y fuera del país, ya hay materia suficiente para que la justicia y el gobierno tomaran cartas sobre el asunto de una forma expeditiva.
La contradicción existente en el seno del gobierno sobre este asunto resulta evidente. Y uno de los problemas para resolverlo deriva de otro hecho primordial: el papel que la derechona está jugando. Su objetivo es acabar con el gobierno, para lo que aprovecha cualquier excusa y una de ellas es incidir en esa contradicción. La derecha españolista ha tenido siempre una querencia por la monarquía. Ha sido su institución fetiche, salvo cuando aupó al general Franco al poder y lo mantuvo el tiempo que pudo, que no fue poco. La salida monárquica tras su muerte fue finalmente aceptada por las élites de la oposición que pactaron con las élites provenientes del franquismo. La conocida como generación del 68, que se mostró en distinto grado opuesta a la dictadura, fue la que acabó gobernando y ocupando buena parte de los cargos políticos y de la administración entre 1982 y 1996. El felipismo fue su expresión, que conllevó respetar los poderes reales (institucionales, económicos, militares, judiciales...), perfeccionar la vinculación con el atlantismo, liderado por EEUU, e incorporarse de lleno en las instituciones europeas.
La crisis de 2008 puso en alerta a todos esos poderes. Y en las nuevas generaciones surgió un malestar que tuvo en el movimiento del 15-M como principal referente, a la vez que se fueron sucediendo amplias movilizaciones sociales. Tras su reflujo, en parte por haberse orientado a la opción electoral, la consecuencia principal fueron las derrotas electorales del PP en 2019 y la bajada de los apoyos al conjunto de la derecha españolista. Las indecisiones del PSOE después de abril llevaron a un intento fallido en noviembre por querer convertirse en una fuerza de gobierno sin ataduras, sobre todo por su izquierda.
Por eso el gobierno formado en enero de este año resulta importante. Sin que haya podido desarrollar todo su programa, como consecuencia de la pandemia internacional, sí ha aprovechado esa circunstancia para desplegar un paquete de medidas sociales que tienen como objetivo proteger a los sectores sociales más vulnerables. Y en ello están jugando un papel crucial los ministerios en manos de Unidas Podemos.
En el transcurso de estos meses la derechona no ha desperdiciado ocasión para acabar con el gobierno de coalición. Primero fue lo de las muertes por el Covid-19, luego lo del montaje en el seno de la Guardia Civil acerca de las manifestaciones del 8-M, ahora están con lo de la financiación de Podemos...
Y claro, la gota que ha colmado el vaso ha sido lo ocurrido tras la huida al extranjero del emérito y el secretismo sobre su lugar de destino. Y aquí el jefe de gobierno se ha mostrado, más que tímido, atado a los poderes reales del estado. Respetuoso con la tradición heredada del felipismo de hacer de la corona uno de los fundamentos del sistema.
¿Cómo puede resolverse la contradicción? En primer lugar, que desde Unidas Podemos no haya silencio sobre lo que está ocurriendo e incluso se intensifique la presión para dar una solución a la vergüenza que estamos viviendo entre el emérito fugado, la Casa Real callada y el jefe de gobierno protegiéndolo. Y también, que desde la sociedad aumente la presión, más allá de los chistes, para hacer de la calle el ámbito de resonancia del malestar existente.
(Imagen: viñeta de Luiso García,
publicada en https://laultimahora.es/y-si-la-vineta-de-luiso-garcia/)
martes, 11 de agosto de 2020
La monarquía española, puesta al desnudo por Rebeca Quintáns
Pese a que la huida del rey emérito tuvo lugar hace una semana, por distintas razones no le había dedicado ninguna línea. Lo que podía haber escrito estaba ya contenido en cierta medida en las entradas que había ido publicando semanas antes.
Ahora no puedo más que decir que todo lo que está ocurriendo es una vergüenza. Porque la reacción está siendo, en general, desmesuradamente moderada, independientemente de lo que por lógica defiende la derechona y la actitud que sigue mostrando la dirigencia del PSOE, con Pedro Sánchez al frente, atada al pacto con la monarquía.
Desde Unidas Podemos está habiendo tibieza y especialmente en Podemos. El otro día Yolanda Díaz declaró que "la imagen es muy mala para nuestro país" y ayer Alberto Garzón, coordinador federal de IU, fue más contundente, cuando señaló que "el problema en España es la monarquía". Se desmarcaba de la declaración de Sánchez, quien, como jefe de gobierno, había dicho días atrás que lo ocurrido es un problema de las personas, no de la institución.
Pero el motivo de esta entrada tiene que ver con una entrevista que Público ha hecho a Rebeca Quintáns, autora de los libros Un rey golpe a golpe, publicado en 2000 con el pseudónimo de Patricia Sverlo, y Juan Carlos I: la biografía sin silencios, en 2016. El primero, semisecuestrado gracias a la labor/despropósito del juez Baltasar Garzón, que cerró la editorial Ardi Beltza y encarceló a Pepe Rei, su editor, acusado de pertenecer al entorno de ETA. El segundo libro, por otra parte, fue editado por Akal y apenas ha sido difundido, siendo ninguneado por los grupos periodísticos.
La entrevista a Quintáns, titulada "Felipe es igual que Juan Carlos, defiende los privilegios del mismo grupo", no tiene desperdicio. Recomiendo encarecidamente leerla, pese a su extensión. No estamos ante chistes ni cotilleos sobre las figuras reales... de Juan Carlos, Sofía, Felipe... La escritora nos presenta la monarquía española al desnudo. Sin tapujos pone al descubierto esa realidad de los poderes ocultos y de sus personajes que sigue queriéndose esconder.
Y para ilustrarlo, entresaco sólo algunos párrafos:
“en realidad el Rey rompe con la separación de poderes en la que teóricamente se basa la democracia española. El Rey es como aquellas muñecas de papel a las que les cambiabas el vestido: ahora lo tienes con uniforme militar, como jefe de los ejércitos; ahora con la toga de los magistrados, como máxima autoridad de la Justicia; ahora con el traje de empresario, yendo con los empresarios a hacer negocios al extranjero… Está en la cúspide de todos los poderes y, también, en la del poder político”.
Ahora no puedo más que decir que todo lo que está ocurriendo es una vergüenza. Porque la reacción está siendo, en general, desmesuradamente moderada, independientemente de lo que por lógica defiende la derechona y la actitud que sigue mostrando la dirigencia del PSOE, con Pedro Sánchez al frente, atada al pacto con la monarquía.
Desde Unidas Podemos está habiendo tibieza y especialmente en Podemos. El otro día Yolanda Díaz declaró que "la imagen es muy mala para nuestro país" y ayer Alberto Garzón, coordinador federal de IU, fue más contundente, cuando señaló que "el problema en España es la monarquía". Se desmarcaba de la declaración de Sánchez, quien, como jefe de gobierno, había dicho días atrás que lo ocurrido es un problema de las personas, no de la institución.
Pero el motivo de esta entrada tiene que ver con una entrevista que Público ha hecho a Rebeca Quintáns, autora de los libros Un rey golpe a golpe, publicado en 2000 con el pseudónimo de Patricia Sverlo, y Juan Carlos I: la biografía sin silencios, en 2016. El primero, semisecuestrado gracias a la labor/despropósito del juez Baltasar Garzón, que cerró la editorial Ardi Beltza y encarceló a Pepe Rei, su editor, acusado de pertenecer al entorno de ETA. El segundo libro, por otra parte, fue editado por Akal y apenas ha sido difundido, siendo ninguneado por los grupos periodísticos.
La entrevista a Quintáns, titulada "Felipe es igual que Juan Carlos, defiende los privilegios del mismo grupo", no tiene desperdicio. Recomiendo encarecidamente leerla, pese a su extensión. No estamos ante chistes ni cotilleos sobre las figuras reales... de Juan Carlos, Sofía, Felipe... La escritora nos presenta la monarquía española al desnudo. Sin tapujos pone al descubierto esa realidad de los poderes ocultos y de sus personajes que sigue queriéndose esconder.
Y para ilustrarlo, entresaco sólo algunos párrafos:
“en realidad el Rey rompe con la separación de poderes en la que teóricamente se basa la democracia española. El Rey es como aquellas muñecas de papel a las que les cambiabas el vestido: ahora lo tienes con uniforme militar, como jefe de los ejércitos; ahora con la toga de los magistrados, como máxima autoridad de la Justicia; ahora con el traje de empresario, yendo con los empresarios a hacer negocios al extranjero… Está en la cúspide de todos los poderes y, también, en la del poder político”.
(…)
“Esa estructura de poder
que corona el Rey está formada por unos cientos de familias en el Estado
español que fueron las que animaron a la guerra en los años treinta y a que la
guerra se desarrollase como se desarrolló, matando rojos a patadas. Algunas ya
estaban ahí antes de Franco y otras se enriquecieron y se hicieron poderosas
durante el franquismo. La nómina de esa élite se puede tirar de los listados de
la aristocracia o de los equipos directivos y de los accionistas de las
empresas del Ibex-35”.
(…)
“Fue Franco quien puso
al Rey. Yo pienso que al Rey lo pusieron los mismos que pusieron a Franco,
por decirlo así”.
(…)
“Desde años atrás yo ya
tenía la impresión de que había una campaña muy fuerte contra Juan Carlos: el
elefante, Corinna… Normalmente esas cosas no aparecían en la prensa. Pero eso
salió por alguna razón. Tenía que haber alguien muy poderoso que iba contra Juan
Carlos, porque si no esas cosas nunca se habrían publicado. Y quien estaba
permitiendo que eso saliera era gente poderosa, de dentro de la casa real.
Digamos que fue una especie de golpe de palacio en el que, fundamentalmente,
estuvieron implicados la reina Sofía y el príncipe Felipe”.
(…)
“Las élites financieras
apoyaron el traspaso de poder porque también en las élites se estaba
produciendo el cambio generacional. En aquel momento tenía lugar una crisis en
la casa real, el hijo quería suceder al padre. Las élites apoyaron a Felipe
porque Felipe era el futuro, y les convenía apoyarlo porque les conviene la
continuidad de la monarquía”.
(…)
“el recambio de
Rubalcaba se convirtió en un problema más. Igual mucha gente ya no se acuerda,
pero en aquellos días se decía que el candidato Pedro Sánchez era una propuesta
de Zarzuela.
¿Pedro Sánchez?
La candidata del aparato
era Susana Díaz. Pero Zarzuela propone a Pedro Sánchez. Y debieron pensar que
les valía porque no sería más que un relieve circunstancial”.
(…)
“Hay cosas sobre Pedro
Sánchez que no se conocen o no salieron. Puede ser coincidencia que estudiara
en el mismo instituto que Letizia. Un instituto público, el Ramiro de Maetzu,
en el que coincide lo mejor de lo mejor. Después, pasó por una universidad privada
ultra católica, el Real Centro Universitario Escorial-María Cristina. Este es
un centro caro y cuando menos curioso, en el que se puede obtener por ejemplo
el Título Superior en Ilusionismo…”.
(…)
“El 2014 es el año de
las europeas en las que aparece Podemos y, en junio, se produce la abdicación.
Pero no creo que tuvieran miedo a Podemos. Lo que podía ser un peligro era el
movimiento social a partir del 15 M, digamos, los votantes de Podemos… Las
asambleas del 15M, y eso lo vio todo el mundo, estaban llenas de banderas
republicanas. Y recuerde que Podemos empezó diciendo que ni derechas ni
izquierdas, que nada de política, que hablar de monarquía o república era
hablar de política. No les interesaba”.
(…)
“Respe[c]to e[a]l
discurso de Felipe el 3 de octubre, creo que fue una iniciativa propia de él
mismo. Y, si tenemos en cuenta cuál es su ideología, el discurso fue incluso un
poco blando. Felipe es muy de derechas y muy católico. La madre es ultra
católica y esa fue su educación. Me parece que fue un discurso que meditó mucho
y que suavizó”.
(…)
“Alguien le debió decir
que la derecha esperaba una respuesta por parte del Rey. Y alguien le debió
decir que podía ganar puntos. Y los ganó. Mire, la monarquía no la defiende
nadie… ni casi desde la derecha, porque políticamente es indefendible. Felipe
consiguió que la derecha radical, los falangistas, los de Vox, que siempre
fueron antimonárquicos y anti-Borbones, estén con él. Felipe hizo el discurso
del 3O para ganar puntos, está procurando aliados porque no tenía ninguno.
Abascal, siempre que dice eso de "quieren acabar con España", añade
lo de ‘quieren derrocar el Rey’".
(…)
“A nivel estatal,
Izquierda Unida lleva en el programa eso de la república, pero a decir verdad
no lo pelean. Podemos ni lo tiene. No entiendo que desde la izquierda se haga
"crítica constructiva" del discurso del Rey o del papel de la
monarquía. El Rey no va a llamar al diálogo en la cuestión catalana. Lo normal
es que Felipe haga su trabajo, que se meta en política y que lo haga en contra
del pueblo, porque no es él, es el sistema monárquico, que está para eso”.
(…)
[Sobre el golpe del
23-F], “Aquel de Juan Carlos, con el uniforme, fue un paripé. El golpe de
estado del 23F estuvo organizado por el CESID [hoy, CNI] y por el Rey. Aquel
discurso no salvó ninguna democracia de nada… pero quedó esa posverdad, como se
dice ahora. Lo de Felipe no fue un paripé ni respondía a una crisis de Estado
como la de 1981. Lo que había era una movilización muy importante en Catalunya,
mucha violencia policial y una situación política delicada. Pero eso no fue un
montaje”.
sábado, 8 de agosto de 2020
Murió Pere Casaldáliga, pionero de la teología de la liberación
jueves, 6 de agosto de 2020
Hiroshima, 6 de agosto de 1945
"Podemos desconfiar del 'fanatismo tecnológico' que cegó a muchos de los científicos del Proyecto Manhattan aún más que el fogonazo que vieron en el desierto y que todavía obnubila toda nuestra cultura.
Podemos rechazar la creencia de que las vidas de los demás son menos valiosas que las vidas de los estadounidenses, que un niño japonés, un niño iraquí o un niño afgano es menos valioso que un niño estadounidense".
(Howard Zinn, Hiroshima. Romper el silencio, 2010).
martes, 4 de agosto de 2020
Trabajar de sol a sol... hasta morir (por lo de Lorca y tantos otros lugares)
“Yo
tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del
jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo,
confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales; he
presenciado cómo son repartidos entre los vecinos acomodados para que éstos les
otorguen una limosna de trabajo, tan sólo por fueros de caridad; los he
contemplado en los cortijos, desarrollando una vida que se confunde con la de
las bestias…; les he visto dormir hacinados en sus sucias gañanías, comer el
negro pan de los esclavos, esponjando en el gazpacho mal oliente y servido como
a manadas de siervos en el dornillo común,
trabajar de sol a sol, empapados por la lluvia en el invierno, caldeados
en la siega por los ardores de la canícula…”.
Son
palabras escritas hace más de un siglo por Blas Infante. De 1915, dentro de su
obra Ideal Andaluz. Son una descripción de las condiciones de vida y trabajo de
esa gran masa de personas que poblaban por entonces el campo andaluz, que en
algunas provincias sumaban hasta la mitad de sus habitantes. Gente explotada
por sus propietarios desalmados hasta la extenuación.
Hoy
en nuestra tierra, como en la de otras comunidades, ya no forman una masa tan
numerosa. La agricultura intensificada no requiere de tantas manos. Pero buena
parte de los propietarios de la tierra sigue haciendo uso de ellas sin
importarles sus vidas. Hoy esas gentes siguen trabajando de sol a sol,
hacinadas en casuchas o habitaciones insalubres, malviviendo...
Nos
lo cuentan y hasta podemos verlo en los campos costeros de Huelva, Málaga,
Almería, Murcia, Lleida, Huesca... donde se cultivan frutas y verduras durante
todo el año.
domingo, 2 de agosto de 2020
Un libro más que necesario de Oriol Malló: El libro negro del BBVA. De la oligarquía vizcaína al caso Villarejo
Hace unos meses salió a la venta El libro negro del BBVA. De la oligarquía vizcaína al caso Villarejo (Tafalla, Txalaparta, 2020), obra del periodista Oriol Malló. Estamos ante un libro con una fuerte carga política y económica, muy bien documentado y, por supuesto, muy valiente. El protagonista colectivo es el banco referido, pero, más allá de la idiosincrasia de su historia, puede ser extrapolable a otras entidades bancarias del país.
Dividido en cinco partes, más una Introducción y un Epílogo, a lo largo de 680 páginas hace un repaso de una trayectoria que arranca del siglo XIX, cuando se fundan los bancos Vizcaya (el banco eléctrico) y Bilbao (el banco del hierro), y que acaba en nuestros días, cuando lo que fueron ya no lo son, subsumidos en "las redes de capital con base en Londres y Nueva York [que] especulan en todas las cadenas de valor".
"El hombre sin despacho"
Es el título del primer capítulo, que está dedicado a Francisco González Rodríguez, el gallego procedente de Argentaria, la tercera pata del BBVA, que se hizo con las riendas del banco a finales de 2001, aprovechando las "debilidades" contables que Emilio Ybarra (exVizcaya) y José Luis Uriarte (exBilbao) habían ocultado. Pero no lo olvidemos: durante ese tiempo se estaba en pleno aznarismo, cuya cabeza hizo mucho para que su amigo FGR se pusiera al frente de la segunda corporación bancaria del país, y donde no faltó la ayudita que le dio el diario El Mundo, aireando lo que le interesaba para conseguir el objetivo final.
Lo que vino después fue una mezcla de guerra soterrada entre la nueva cabeza del banco cabeza y los descabezados. Una guerra donde no faltó la presencia del famoso comisario José Manuel Villarejo con sus huestes (las propias y las del aparato policial del estado), contratado en 2004 por FGR para combatir todo lo que se le opusiese. Y el famoso comisario alcanzó tal protagonismo, caracterizado por el empleo de un juego sucio de espionaje, amenazas y comisiones, que cuando cayó en 2018 se produjo de inmediato la caída de su contratador.
"La ciudad que se hizo banca"
Es el capítulo más extenso, pues ocupa el nacimiento y desarrollo de dos entidades que representaron el mismo modelo de banca mixta. Compitieron entre sí, pero sin estridencias, siendo la expresión más genuina de la oligarquía vizcaína, que hizo de Neguri, dentro del municipio de Getxo, su espacio residencial y, más adelante, aprovechó la jesuítica Universidad de Deusto para ser su soporte intelectual y cantera de directivos.
Una oligarquía que bebió de la acumulación sucesiva de capitales procedentes de América tras los desastres de 1824 y 1898; de la explotación de las minas de hierro en la provincia y la exportación a Gran Bretaña; de las inversiones, ya desde finales de siglo, en la construcción de vías ferroviarias, la industria del hierro (Altos Hornos de Vizcaya), la construcción naval y la obtención de electricidad (Hidroeléctrica Ibérica, devenida con el tiempo en Iberduero y luego I berdrola). Sin olvidar, claro está, los dividendos derivados de la actividad comercial, aprovechando los depósitos procedentes del ahorro de miles de personas y haciendo de los préstamos una vía de beneficio seguro. Y, por supuesto, como buenos liberales y católicos, pero enemigos del carlismo retrógrado, convirtiéndose en uno de los pilares del régimen de la Restauración, con lo que suponía de forma eficaz de control social y político, con el fin de impedir que la mayoría social pudiese poner en duda su poder y riqueza.
La misma oligarquía que no dudó en apoyar el golpe de estado contra la Segunda República, principalmente con sus donaciones económicas (en realidad, adelantos pecuniarios que luego recuperarían por otras vías), pero sin que faltara que algunos de sus miembros pagaran el tributo de sangre de caídos por la patria. Un apoyo que le valió a esa oligarquía para convertirse, como ya hicieran durante la Restauración, en otro de los pilares de la dictadura. Los dos bancos estuvieron entre los "siete grandes", sus oficinas se expandieron por doquier y sus empresas siguieron despuntando como las que más, con los Altos Hornos de Vizcaya (BB) e Iberduero (BV) como principales exponentes.
Esa oligarquía que supo salir airosa en los años de la Transición, pese a la crisis económica que se cernió en 1973 y las consecuencias financieras de los errores cometidos por los dos bancos en inversiones como la energía nuclear. Sufrieron los embates de ETA (el secuestro y ejecución de Javier Ybarra, secuestros de varios de sus integrantes...) y, sobre todo, conocieron el reto de una nueva generación de trabajadores, organizados y reivindicativos, que fueron capaces de hacer temblar desde la margen izquierda del río Nervión donde vivían y trabajaban las paredes de los palacetes que se concentraban en la otra orilla.
La oligarquía que, en peligro de quiebra, se vio rescatada por obra y gracia de un gobierno, del PSOE, que decidió muchas cosas y entre otras: acabar con el tejido industrial de Vizcaya y el del resto de provincias; y salir al rescate de las ruinosas inversiones en centrales nucleares, en especial la de Lemóniz, que fue objeto de numerosas protestas antinucleares, con el añadido de un duro castigo por parte de ETA. No en vano, y sólo a modo de ejemplo, el ministro Carlos Solchaga (de Industria y luego de Economía) había sido, previo a su paso a la política institucional, un alto empleado del BV.
Esa oligarquía que supo ver, obedecer o resignarse a lo que desde otras alturas, del gobierno, el Banco de España y otras mentes pensantes, se tenía planeado: la fusión, para dar lugar al BBV, lo que tuvo lugar en 1988. Y aquí los nombres de José Ángel Sánchez-Asiain (del BB y con buen filing con Felipe González Márquez) y Pedro Toledo Ugarte (del BV) jugaron un papel importante. Con anterioridad habían sabido dirigir sus respectivos bancos para crecer engullendo a otros pequeños e ir dejando atrás a algunos de los que fueron los "siete grandes", gatillazo aparte del BB con su opa fallida al Banesto. También, todavía con Adolfo Suárez al frente del gobierno, habían encontrado los apoyos necesarios en el exterior (Petróleos de México) para mantener los suministros de recursos energéticos en algunas de las inversiones donde participaban (Petronor), una operación donde no faltaron dos jefes de estado, un tal José López Portillo, por México, y otro tal Juan Carlos I, por España.
Ya fusionados, la muerte prematura de Pedro Toledo Ugarte, que representaba el nuevo modelo de hacer las cosas en el floreciente paraíso neoliberal, no fue óbice seguir adelante y superar las contradicciones propias de una nueva convivencia. Inmersos en los nuevos tiempos, pusieron fin al modelo de banca mixta, desprendiéndose de todo aquello que dificultase la optimización de los recursos financieros. Fue cuando llegó la gran apuesta latinoamericana, con el lanzamiento de sus tentáculos más allá del océano a Puerto Rico, México, Venezuela o Perú, acompañando a otros grupos empresariales de la banca, el turismo, la energía, las obras públicas o las telecomunicaciones. la reconquista de lo perdido en el siglo XIX o simplemente una nueva conquista, esta vez sin armas ni cruces. Y como colofón, ya con José María Aznar al frente del gobierno, la fusión en 1999 con el que había sido el grupo de banca pública, Argentaria, dando lugar al nacimiento del BBVA.
Unos nuevos tiempos en los que la oligarquía vizcaína, partícipe de ellos como accionistas y rentistas, fue perdiendo peso en la toma de decisiones. Y es que la especulación de capitales en toda su intensidad se convirtió en el principal generador de beneficios. Una especulación que tiene en la evasión fiscal y las trampas contables como formas de hacer, y en los paraísos fiscales, como ámbitos ideales. Si ya antaño, cuando lo de las dos dictaduras, la ciudad de Tánger fue utilizada tanto por el BB como el BV como base de esas operaciones, la isla británica de Jersey se convirtió en los noventa en el paraíso preferido por el nuevo BBV/BBVA.
"Las cuentas secretas del BBVA"
Un tercer capítulo muy jugoso. En lo que llevamos de nuevo siglo Vizcaya y su capital acabaron dejando de ser el centro de lo que los dos bancos y el mundo que los rodeaba habían sido. Madrid se convirtió en el nuevo centro neurálgico, aun cuando los movimientos de capitales pululaban por todo el mundo. Y en medio de todo esto llegó un momento que pudo ser decisivo: en mayo de 2000 se produjo un registro judicial en la célebre torre del Paseo de la Castellana, sede central del BBVA. Como efecto fue importante, pero lo mejor vino con otro registro, esta vez en una pequeña oficina del BBVA Privanza Bank, una rama del grupo dedicada a operar en la isla de Jersey. Fue donde apareció el Manual de productos fiduciarios, nada menos que el manual del delito de fraude a la Hacienda pública. O dicho en palabras del autor del libro: "crear una estructura ad hoc en Jersey donde los clientes premium podían 'optimizar fiscalmente' los recursos monetarios gracias a una red de abogados fiscalistas que estaba a su servicio 24 horas ininterrumpidas".
En todo esto hubo varios personajes importantes. En el lado de la justicia, el fiscal David Martínez Madero, artífice de las investigaciones, y el juez Baltasar Garzón. En el de la delación, el abogado puertorriqueño Nelson Rodríguez López. Al acecho estaba Francisco González Rodríguez. Endiosado en su burbuja de triunfador, José María Aznar. Y había más: Mario Fernández, exvicelehendakari y del PNV a principios de los ochenta, director jurídico de la entidad; Carlos Bueren, abogado del BBVA, exmagistrado de la Audiencia Nacional; Jesús Cardenal, fiscal general; Carlos Jiménez Villarejo, fiscal anticorrupción; Estanislao Rodríguez-Ponga, secretario de Hacienda...
Nelson Rodríguez López, personaje clave del banco en Puerto Rico y conocedor de lo que se cocía en otros países del continente, cruzó el océano voluntariamente para declarar ante el fiscal y el juez acerca de la forma de actuar de su banco. Entre el manual y lo que contó el puertorriqueño había base suficiente para hacer caer al BBVA. Pero meteduras de pata aparte (como la de Carlos Jiménez Villarejo, yéndose de la lengua en su viaje a EEUU), las presiones fueron poderosísimas. Y al final fue el propio Baltasar Garzón el que acabó siendo el salvavidas del BBVA: en 2002 decidió descartar a Nelson Rodríguez López como testigo fiable, que años después acabó condenado en su isla caribeña natal.
David Martínez Madero, por su parte, acabó ninguneado y su protector, Carlos Jiménez Villarejo, entre sorprendido y decepcionado por el proceder del juez. El propio Baltasar Garzón conoció años después su propio calvario, que lo llevó a la expulsión de la carrera judicial. No queda bien parado en el libro, pero no voy a extenderme más en él y en ello.
¿Y Francisco González Rodríguez? Salió victorioso: se hizo con las riendas del poder en el BBVA, intensificando la apuesta latinoamericana; y se desquitó de los exBB y exBV, para lo que contó con la ayuda del comisario Villarejo y sus huestes.
¿México es territorio BBVA?"
No es un capítulo extenso, de apenas algo más de 60 páginas, pero pone el acento no sólo en lo que ha acabado siendo el BBVA, sino en el papel primordial que la división del banco en ese país significa. Porque México es un país "donde el negocio bancario es usura". He aquí algunas muestras: las hipotecas oscilan entre el 14 y el 16%, las tasas de interés superan el 15%, las tarjetas de crédito pueden derivar en deudas que aumentan exponencialmente... Y como resultado, unos beneficios que en 2017 fueron un 63% superiores a los habidos en España.
Así se puede... y así se hace. Y todo gracias ello a esa trama de políticos, tecnócratas, empresarios y financieros que lo han hecho posible. La confluencia de los viejos poderes administrativos, una burguesía conservadora enquistada en lo que va quedando del estado y un ambiente intelectual escorado hacia los aires neoliberales. Todo un sustrato que "permitió a un banco segundón convertirse en el primer banco de los Estados Unidos Mexicanos".
¿Seguirá siendo así ese país, ahora con Antonio Manuel López Obrador como presidente?
"¿La banca siempre gana?"
Es la pregunta que da título al Epílogo del libro. Para lo que queda de la oligarquía vasca, el mundo que heredó ya murió, pero sus componentes siguen con vida. Como rentistas, propietarios de sus casonas y de cuantas propiedades más puedan disponer. Es por ahora todo el orgullo que mantienen. El mismo que le falta, así lo creen, a Francisco González Rodríguez, ese "gallego que les arrebató el banco [y] que morirá como paria de un clase que jamás respetó". En todo caso, se trata de batallas entre miembros de la misma casta.
"La banca (casi) siempre gana", deja escrito Oriol Malló en uno de los pasajes finales del libro. Una forma, el añadido del paréntesis, de que la sentencia no se cumpla, aunque sea "una hipótesis de ruptura". Por eso nos deja con unos versos de Blas de Otero: "Muchos han sido los fracasos, muchas más han sido las conquistas que no tienen nombre". Y con ellos no se está refiriendo a la oligarquía vasca que sigue viviendo en Neguri o a sus amigos de otros lugares, desleales o no. Lo está haciendo a esas gentes que trabajaron en las minas de hierro, la construcción de ferrocarriles, la fabricación del acero, la carga de mercancías, la obtención de electricidad, el refino del petróleo y, por qué no, las oficinas de los bancos. Las mismas que lucharon denodadamente cuando y cuanto pudieron, y que a veces hicieron temblar a la oligarquía y sus secuaces. Las mismas que, todavía hoy, siguen saliendo a las calles y plazas de sus ciudades y pueblos, ya como pensionistas, rememorando batallas pasadas.
Leer el libro no deja de ser un ejercicio liberador. Porque el conocimiento libera y la conciencia acompañándolo, más todavía. Un libro más que necesario. Gracias, Oriol.
Post scriptum
El artículo ha sido publicado en Rebelión, con fecha 6-08-2020: https://rebelion.org/un-libro-mas-que-necesario-de-oriol-mallo/
Por otra parte, el autor del libro ha publicado en twiter el siguiente mensaje mi reseña:
Dividido en cinco partes, más una Introducción y un Epílogo, a lo largo de 680 páginas hace un repaso de una trayectoria que arranca del siglo XIX, cuando se fundan los bancos Vizcaya (el banco eléctrico) y Bilbao (el banco del hierro), y que acaba en nuestros días, cuando lo que fueron ya no lo son, subsumidos en "las redes de capital con base en Londres y Nueva York [que] especulan en todas las cadenas de valor".
"El hombre sin despacho"
Es el título del primer capítulo, que está dedicado a Francisco González Rodríguez, el gallego procedente de Argentaria, la tercera pata del BBVA, que se hizo con las riendas del banco a finales de 2001, aprovechando las "debilidades" contables que Emilio Ybarra (exVizcaya) y José Luis Uriarte (exBilbao) habían ocultado. Pero no lo olvidemos: durante ese tiempo se estaba en pleno aznarismo, cuya cabeza hizo mucho para que su amigo FGR se pusiera al frente de la segunda corporación bancaria del país, y donde no faltó la ayudita que le dio el diario El Mundo, aireando lo que le interesaba para conseguir el objetivo final.
Lo que vino después fue una mezcla de guerra soterrada entre la nueva cabeza del banco cabeza y los descabezados. Una guerra donde no faltó la presencia del famoso comisario José Manuel Villarejo con sus huestes (las propias y las del aparato policial del estado), contratado en 2004 por FGR para combatir todo lo que se le opusiese. Y el famoso comisario alcanzó tal protagonismo, caracterizado por el empleo de un juego sucio de espionaje, amenazas y comisiones, que cuando cayó en 2018 se produjo de inmediato la caída de su contratador.
"La ciudad que se hizo banca"
Es el capítulo más extenso, pues ocupa el nacimiento y desarrollo de dos entidades que representaron el mismo modelo de banca mixta. Compitieron entre sí, pero sin estridencias, siendo la expresión más genuina de la oligarquía vizcaína, que hizo de Neguri, dentro del municipio de Getxo, su espacio residencial y, más adelante, aprovechó la jesuítica Universidad de Deusto para ser su soporte intelectual y cantera de directivos.
Una oligarquía que bebió de la acumulación sucesiva de capitales procedentes de América tras los desastres de 1824 y 1898; de la explotación de las minas de hierro en la provincia y la exportación a Gran Bretaña; de las inversiones, ya desde finales de siglo, en la construcción de vías ferroviarias, la industria del hierro (Altos Hornos de Vizcaya), la construcción naval y la obtención de electricidad (Hidroeléctrica Ibérica, devenida con el tiempo en Iberduero y luego I berdrola). Sin olvidar, claro está, los dividendos derivados de la actividad comercial, aprovechando los depósitos procedentes del ahorro de miles de personas y haciendo de los préstamos una vía de beneficio seguro. Y, por supuesto, como buenos liberales y católicos, pero enemigos del carlismo retrógrado, convirtiéndose en uno de los pilares del régimen de la Restauración, con lo que suponía de forma eficaz de control social y político, con el fin de impedir que la mayoría social pudiese poner en duda su poder y riqueza.
La misma oligarquía que no dudó en apoyar el golpe de estado contra la Segunda República, principalmente con sus donaciones económicas (en realidad, adelantos pecuniarios que luego recuperarían por otras vías), pero sin que faltara que algunos de sus miembros pagaran el tributo de sangre de caídos por la patria. Un apoyo que le valió a esa oligarquía para convertirse, como ya hicieran durante la Restauración, en otro de los pilares de la dictadura. Los dos bancos estuvieron entre los "siete grandes", sus oficinas se expandieron por doquier y sus empresas siguieron despuntando como las que más, con los Altos Hornos de Vizcaya (BB) e Iberduero (BV) como principales exponentes.
Esa oligarquía que supo salir airosa en los años de la Transición, pese a la crisis económica que se cernió en 1973 y las consecuencias financieras de los errores cometidos por los dos bancos en inversiones como la energía nuclear. Sufrieron los embates de ETA (el secuestro y ejecución de Javier Ybarra, secuestros de varios de sus integrantes...) y, sobre todo, conocieron el reto de una nueva generación de trabajadores, organizados y reivindicativos, que fueron capaces de hacer temblar desde la margen izquierda del río Nervión donde vivían y trabajaban las paredes de los palacetes que se concentraban en la otra orilla.
La oligarquía que, en peligro de quiebra, se vio rescatada por obra y gracia de un gobierno, del PSOE, que decidió muchas cosas y entre otras: acabar con el tejido industrial de Vizcaya y el del resto de provincias; y salir al rescate de las ruinosas inversiones en centrales nucleares, en especial la de Lemóniz, que fue objeto de numerosas protestas antinucleares, con el añadido de un duro castigo por parte de ETA. No en vano, y sólo a modo de ejemplo, el ministro Carlos Solchaga (de Industria y luego de Economía) había sido, previo a su paso a la política institucional, un alto empleado del BV.
Esa oligarquía que supo ver, obedecer o resignarse a lo que desde otras alturas, del gobierno, el Banco de España y otras mentes pensantes, se tenía planeado: la fusión, para dar lugar al BBV, lo que tuvo lugar en 1988. Y aquí los nombres de José Ángel Sánchez-Asiain (del BB y con buen filing con Felipe González Márquez) y Pedro Toledo Ugarte (del BV) jugaron un papel importante. Con anterioridad habían sabido dirigir sus respectivos bancos para crecer engullendo a otros pequeños e ir dejando atrás a algunos de los que fueron los "siete grandes", gatillazo aparte del BB con su opa fallida al Banesto. También, todavía con Adolfo Suárez al frente del gobierno, habían encontrado los apoyos necesarios en el exterior (Petróleos de México) para mantener los suministros de recursos energéticos en algunas de las inversiones donde participaban (Petronor), una operación donde no faltaron dos jefes de estado, un tal José López Portillo, por México, y otro tal Juan Carlos I, por España.
Ya fusionados, la muerte prematura de Pedro Toledo Ugarte, que representaba el nuevo modelo de hacer las cosas en el floreciente paraíso neoliberal, no fue óbice seguir adelante y superar las contradicciones propias de una nueva convivencia. Inmersos en los nuevos tiempos, pusieron fin al modelo de banca mixta, desprendiéndose de todo aquello que dificultase la optimización de los recursos financieros. Fue cuando llegó la gran apuesta latinoamericana, con el lanzamiento de sus tentáculos más allá del océano a Puerto Rico, México, Venezuela o Perú, acompañando a otros grupos empresariales de la banca, el turismo, la energía, las obras públicas o las telecomunicaciones. la reconquista de lo perdido en el siglo XIX o simplemente una nueva conquista, esta vez sin armas ni cruces. Y como colofón, ya con José María Aznar al frente del gobierno, la fusión en 1999 con el que había sido el grupo de banca pública, Argentaria, dando lugar al nacimiento del BBVA.
Unos nuevos tiempos en los que la oligarquía vizcaína, partícipe de ellos como accionistas y rentistas, fue perdiendo peso en la toma de decisiones. Y es que la especulación de capitales en toda su intensidad se convirtió en el principal generador de beneficios. Una especulación que tiene en la evasión fiscal y las trampas contables como formas de hacer, y en los paraísos fiscales, como ámbitos ideales. Si ya antaño, cuando lo de las dos dictaduras, la ciudad de Tánger fue utilizada tanto por el BB como el BV como base de esas operaciones, la isla británica de Jersey se convirtió en los noventa en el paraíso preferido por el nuevo BBV/BBVA.
"Las cuentas secretas del BBVA"
Un tercer capítulo muy jugoso. En lo que llevamos de nuevo siglo Vizcaya y su capital acabaron dejando de ser el centro de lo que los dos bancos y el mundo que los rodeaba habían sido. Madrid se convirtió en el nuevo centro neurálgico, aun cuando los movimientos de capitales pululaban por todo el mundo. Y en medio de todo esto llegó un momento que pudo ser decisivo: en mayo de 2000 se produjo un registro judicial en la célebre torre del Paseo de la Castellana, sede central del BBVA. Como efecto fue importante, pero lo mejor vino con otro registro, esta vez en una pequeña oficina del BBVA Privanza Bank, una rama del grupo dedicada a operar en la isla de Jersey. Fue donde apareció el Manual de productos fiduciarios, nada menos que el manual del delito de fraude a la Hacienda pública. O dicho en palabras del autor del libro: "crear una estructura ad hoc en Jersey donde los clientes premium podían 'optimizar fiscalmente' los recursos monetarios gracias a una red de abogados fiscalistas que estaba a su servicio 24 horas ininterrumpidas".
En todo esto hubo varios personajes importantes. En el lado de la justicia, el fiscal David Martínez Madero, artífice de las investigaciones, y el juez Baltasar Garzón. En el de la delación, el abogado puertorriqueño Nelson Rodríguez López. Al acecho estaba Francisco González Rodríguez. Endiosado en su burbuja de triunfador, José María Aznar. Y había más: Mario Fernández, exvicelehendakari y del PNV a principios de los ochenta, director jurídico de la entidad; Carlos Bueren, abogado del BBVA, exmagistrado de la Audiencia Nacional; Jesús Cardenal, fiscal general; Carlos Jiménez Villarejo, fiscal anticorrupción; Estanislao Rodríguez-Ponga, secretario de Hacienda...
Nelson Rodríguez López, personaje clave del banco en Puerto Rico y conocedor de lo que se cocía en otros países del continente, cruzó el océano voluntariamente para declarar ante el fiscal y el juez acerca de la forma de actuar de su banco. Entre el manual y lo que contó el puertorriqueño había base suficiente para hacer caer al BBVA. Pero meteduras de pata aparte (como la de Carlos Jiménez Villarejo, yéndose de la lengua en su viaje a EEUU), las presiones fueron poderosísimas. Y al final fue el propio Baltasar Garzón el que acabó siendo el salvavidas del BBVA: en 2002 decidió descartar a Nelson Rodríguez López como testigo fiable, que años después acabó condenado en su isla caribeña natal.
David Martínez Madero, por su parte, acabó ninguneado y su protector, Carlos Jiménez Villarejo, entre sorprendido y decepcionado por el proceder del juez. El propio Baltasar Garzón conoció años después su propio calvario, que lo llevó a la expulsión de la carrera judicial. No queda bien parado en el libro, pero no voy a extenderme más en él y en ello.
¿Y Francisco González Rodríguez? Salió victorioso: se hizo con las riendas del poder en el BBVA, intensificando la apuesta latinoamericana; y se desquitó de los exBB y exBV, para lo que contó con la ayuda del comisario Villarejo y sus huestes.
¿México es territorio BBVA?"
No es un capítulo extenso, de apenas algo más de 60 páginas, pero pone el acento no sólo en lo que ha acabado siendo el BBVA, sino en el papel primordial que la división del banco en ese país significa. Porque México es un país "donde el negocio bancario es usura". He aquí algunas muestras: las hipotecas oscilan entre el 14 y el 16%, las tasas de interés superan el 15%, las tarjetas de crédito pueden derivar en deudas que aumentan exponencialmente... Y como resultado, unos beneficios que en 2017 fueron un 63% superiores a los habidos en España.
Así se puede... y así se hace. Y todo gracias ello a esa trama de políticos, tecnócratas, empresarios y financieros que lo han hecho posible. La confluencia de los viejos poderes administrativos, una burguesía conservadora enquistada en lo que va quedando del estado y un ambiente intelectual escorado hacia los aires neoliberales. Todo un sustrato que "permitió a un banco segundón convertirse en el primer banco de los Estados Unidos Mexicanos".
¿Seguirá siendo así ese país, ahora con Antonio Manuel López Obrador como presidente?
"¿La banca siempre gana?"
Es la pregunta que da título al Epílogo del libro. Para lo que queda de la oligarquía vasca, el mundo que heredó ya murió, pero sus componentes siguen con vida. Como rentistas, propietarios de sus casonas y de cuantas propiedades más puedan disponer. Es por ahora todo el orgullo que mantienen. El mismo que le falta, así lo creen, a Francisco González Rodríguez, ese "gallego que les arrebató el banco [y] que morirá como paria de un clase que jamás respetó". En todo caso, se trata de batallas entre miembros de la misma casta.
"La banca (casi) siempre gana", deja escrito Oriol Malló en uno de los pasajes finales del libro. Una forma, el añadido del paréntesis, de que la sentencia no se cumpla, aunque sea "una hipótesis de ruptura". Por eso nos deja con unos versos de Blas de Otero: "Muchos han sido los fracasos, muchas más han sido las conquistas que no tienen nombre". Y con ellos no se está refiriendo a la oligarquía vasca que sigue viviendo en Neguri o a sus amigos de otros lugares, desleales o no. Lo está haciendo a esas gentes que trabajaron en las minas de hierro, la construcción de ferrocarriles, la fabricación del acero, la carga de mercancías, la obtención de electricidad, el refino del petróleo y, por qué no, las oficinas de los bancos. Las mismas que lucharon denodadamente cuando y cuanto pudieron, y que a veces hicieron temblar a la oligarquía y sus secuaces. Las mismas que, todavía hoy, siguen saliendo a las calles y plazas de sus ciudades y pueblos, ya como pensionistas, rememorando batallas pasadas.
Leer el libro no deja de ser un ejercicio liberador. Porque el conocimiento libera y la conciencia acompañándolo, más todavía. Un libro más que necesario. Gracias, Oriol.
Post scriptum
El artículo ha sido publicado en Rebelión, con fecha 6-08-2020: https://rebelion.org/un-libro-mas-que-necesario-de-oriol-mallo/
Por otra parte, el autor del libro ha publicado en twiter el siguiente mensaje mi reseña:
sábado, 1 de agosto de 2020
Murió Eusebio Leal Spengler, el Historiador de la Ciudad de La Habana
Formado en esa disciplina universitaria, estaba especializado en Arqueología y llegó a serlo también en la restauración de conjuntos históricos, cosa que hizo en Italia. Poco a poco se fue abriendo un hueco en la dirección de programas de recuperación de edificios históricos, hasta que en 1981 se le encomendó la coordinación de las inversiones tendentes a la recuperación de su centro histórico. Al año siguiente el perímetro de las murallas y las fortalezas fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Y así, a lo largo de las décadas siguientes, lo que hoy se conoce como La Habana Vieja ha ido recuperando buena parte de los aspectos formales que el paso del tiempo había ido deteriorando.
Consciente de la tarea que estaba desarrollando, no la valoró como algo personal, sino producto de un trabajo colectivo. Supo reconocer lo que aprendió de sus maestros y no le faltó hacerlo también con Fidel Castro. En una de sus últimas entrevistas, del octubre de 2019, se expresó en estos términos: "esa obra es la expresión política del Estado de preservar su patrimonio cultural contra toda alternativa. Eso está en la memoria de aquellas palabras memorables de Fidel en la UNEAC cuando habla del papel de la cultura; (...) cuando él se refiere a lo que ha de ser Cuba en el futuro, un país de hombres de ciencia y de cultura".
En la visita a la capital cubana pasear por las calles de La Habana Vieja resulta un verdadero placer, donde se conjuga la belleza de los edificios, cada vez más recuperados, y el bullicio de las gentes, donde la música juega un papel primordial. Es lo que pude percibir en 2007.
La muerte de Eusebio Leal supone una gran pérdida. Era un hombre sabio, reconocido a nivel internacional y, quizás sobre todo, muy querido por su pueblo, en especial el habanero, que lo apreciaba sobremanera. La semilla que ha sembrado en generaciones más jóvenes y la voluntad de su pueblo seguirán siendo los baluartes para que pueda proseguir su obra.
Y recordando lo que un día escuchó de los canteros de Cantón, hizo suyo este proverbio: "La mano ejecuta, lo que el corazón manda".