Hace ocho años se inició un fenómeno de masas focalizado sobre todo en la capital del estado y que se fue irradiando hacia otras ciudades. Bautizado como movimiento 15-M, coincidió en su primer acto con la campaña de las elecciones municipales y autonómicas, y supuso un halo de esperanza para mucha gente, indignada por lo que estaba aconteciendo desde dos años antes: la toma de medidas antisociales por parte del gobierno del PSOE que presidía entonces José Luis Rodríguez Zapatero, impuestas desde las alturas de la UE, y el cansancio por un sistema político cargado de limitaciones. Supuso el cuestionamiento del bipartidismo instalado desde hacía tres décadas y la denuncia de las prácticas corruptas que se fueron adhiriendo. Esas elecciones alzaron al PP a mayores cuotas de poder, ampliadas en noviembre tras su victoria en las generales. Desde ese momento se intensificó la toma de medidas antisociales y antidemocráticas, lo que hizo que el movimiento social se fuera ensanchando, dando lugar a que por todo el país se fueran sucediendo movilizaciones con una gran afluencia de personas.
Los sondeos electorales que se estaban haciendo por esos meses empezaron a reflejar el aumento de votos de grupos que estaban fuera del bipartidismo. Por la derecha, en favor de UPyD y Cs, y por la izquierda, de IU, que, a su vez, se iba coaligando con otras fuerzas de ámbito autonómico (caso, por ejemplo, de AGE en Galicia, que obtuvo en 2102 casi el 14% de los votos). Pero fueron las elecciones europeas de 2014 las que marcaron el inicio de una nueva etapa política y la conformación de un nuevo mapa electoral con la irrupción de Podemos, que con su 8% de votos limitó el avance de AGE/IU, que hubo de contentarse con el 10%.
La nueva fuerza se nucleó inicialmente en torno a un grupo reducido, con la presencia importante de intelectuales universitarios (Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Luis Alegre...) que aportaron una visión estratégica y de comunicación política valiosa y eficaz. Podemos se fue consolidando en los meses siguientes, haciendo que los sondeos fueran reflejando una continua subida en las previsiones de voto a costa de PSOE, en mayor medida, e IU, y atrayendo apoyos provenientes del abstencionismo y de quienes votaban por primera vez.
Se ha hablado de que la presencia permanente de miembros de Podemos, y especialmente de Pablo Iglesias, en los medios de comunicación pudo tener relación con una estrategia diseñada desde el PP con el fin de dividir aún más el voto de la izquierda, fagotizando a IU e impidiendo que el PSOE, pese a que se encontraba en unas horas bajas, pudiera competir con eficacia. Pero lo que resulta evidente es que el empuje de Podemos se estaba nutriendo de un estado de opinión procedente del malestar social y político, en plena efervescencia movilizadora.
Podemos, pues, se convirtió en la mejor expresión del movimiento 15-M. Sus apoyos se fueron ensanchando hacia sectores del centro político, por un lado, y la extrema izquierda. Esto es, un abanico de sensibilidades políticas que iban desde la moderación a las diferentes radicalidades de la izquierda. En su seno empezaron a convivir diversas tendencias y sensibilidades, procedentes de ámbitos y culturas políticas también diversas, que cooperaban y discutían en los distintos niveles de la organización: desde la cúspide central hasta los círculos de base, pasando por las instancias intermedias que se fueron creando en los territorios (comunidades autónomas, provincias, municipios, barrios...). Había gente procedente del PCE, Juventudes Comunistas, IU, Anticapitalistas, PSOE, anarquismo, ecologismo, el feminismo, los movimientos sociales...; y mucha gente que no había militado en nada específicamente.
La Asamblea Ciudadana celebrada en Vista Alegre en octubre de 2014 marcó las bases políticas y organizativas de Podemos, a la vez que puso al descubierto las primeras líneas de demarcación interna. La mayoría que representaban el entorno de Iglesias y los sectores más moderados, con Errejón a la cabeza, se impusieron a la minoría situada más a la izquierda, representada por anticapitalistas, o los sectores críticos con un modelo organizativo que consideraban demasiado centralizado, donde entonces se situaba Pablo Echenique. Pero lo más llamativo estuvo en que fueron los sectores moderados quienes marcaron la estrategia a seguir a partir de ese momento, a la vez que controlaban la organización en la persona de Sergio Pascual.
Y en dicha estrategia estaba la apuesta por la transversalidad (ni derecha ni izquierda), la crítica central a la casta (que reducía el objetivo en el entramado formado por quienes ocupaban las instituciones y quienes se aprovechaban de ellas) y la moderación en algunos aspectos políticos que podían resultar polémicos (la república, el aborto, la prostitución...). Esto supuso el cierre de cualquier alianza electoral con otras fuerzas, en especial con IU, a la que se consideraba como parte de la vieja izquierda. Y empezó a ocurrir en las elecciones andaluzas de 2015, cuando Podemos e IU se presentaron por separado, alcanzando Podemos (14,8%) una cuota de representación superior a una IU (6,9%) que resistió pese a todo.
En plena vorágine de crecimiento, el primer gran reto de Podemos estuvo en las elecciones municipales y autonómicas de 2015, y más concretamente cuando hubo de configurar las listas electorales. Más fácil de hacerlo en las autonómicas, el problema se encontraba en las municipales, donde eludieron la marca para evitar el riesgo de que posibles distorsiones empañaran su prestigio. Surgieron de esta manera numerosas candidaturas formadas por la participación de personas y grupos con una gran diversidad, no sólo de Podemos, adquiriendo distintas denominaciones.
Los resultados fueron tan positivos, que Podemos llegó a todos los parlamentos autonómicos, mientras numerosos miembros del partido se auparon a las instituciones municipales, especialmente del medio urbano. Llamativos fueron los triunfos en Madrid, Barcelona, Zaragoza, A Coruña, Cádiz o Santiago de Compostela, donde se habían conformado confluencias municipalistas, aunque con una importante presencia de la gente de Podemos, que incluso llegó a capitalizar el éxito.
El peligro de que Podemos pudiera subir en sus apoyos hasta niveles no deseados por el sistema, hizo que se iniciara una campaña de acusaciones falsas contra algunos de sus dirigentes y el propio partido. Se utilizaron para ello asuntos como el origen de su financiación o las relaciones con los gobiernos de Venezuela e Irán. Eso supuso que se paralizaran e incluso decrecieran sus expectativas de crecimiento en los sondeos. En las elecciones generales de diciembre, con una campaña basada en el discurso errejonista, Podemos se presentó sola, alzándose con un 20'7% de los votos, a sólo 383.000 votos y 1'3 puntos del PSOE. Pero se encontró con un problema no previsto: lejos de hundirse, IU, bajo la marca Unidad Popular, aguantó con casi un millón de votos (3'7%), los mismos que hubiera necesitado para superar al PSOE.
La confusión creada ante los problemas para conformar un nuevo gobierno llevó a la primera falla en la convivencia entre Iglesias y Errejón: la postura a tomar al acuerdo de gobierno firmado entre PSOE y Ciudadanos. El sector de errejonista, partidario de la abstención en la investidura de Pedro Sánchez, vio cómo el de Iglesias no sólo la rechazaba, sino que despreciaba con un gesto simbólico al PSOE al recordarlo como el partido de "la cal viva", por lo de la "guerra sucia" de los años 80 y 90.
A partir de ese momento se inició un distanciamiento sin retorno, que tuvo dos nuevos capítulos. Uno, en clave interna, la sustitución como responsable del aparato de organización del errejonista Pascual, pasando a manos de Echenique. El otro, de mayor calado, la nueva convocatoria de elecciones generales, en junio de 2016, donde la búsqueda de un acuerdo con IU, concretado en la alianza electoral Unidos Podemos, no contó con las simpatías del errejonismo.
Los resultados obtenidos estuvieron por debajo de las expectativas, pues perdieron algo más de un millón de votos en relación a la suma de Podemos e UP/IU por separado, sin que la distancia con el PSOE apenas variara. Los resultados fueron utilizados por el errejonismo para criticar que eran consecuencia de la estrategia fallida de la confluencia, donde la presencia de IU era valorada como una rémora por su imagen y su discurso. No faltaron, empero, opiniones, como las Monedero o Verstringe, que pusieron el acento en la pasividad de algunos sectores de IU. Se olvidaban, en todo caso, de un hecho nada desdeñable: desde 2105 el tiempo de las movilizaciones había dejado el paso al de las instituciones. Es decir, el freno de lo que había sido su alimento natural conllevaba que casi todo se supeditase a la gestión política que pudiera hacerse en las distintas instancias.
La división interna en Podemos se fue extendiendo por todos los ámbitos, donde había un reparto de influencias diverso y con ello unas relaciones con la dirección central que se situaban entre lo amistoso y la tensión. Uno de los territorios donde se dio más esto último fue Andalucía, donde la corriente anticapitalista, con Teresa Rodríguez y Kichi González a la cabeza, era hegemónica. Su apuesta por la soberanía organizativa y un mayor acercamiento a IU no fue bien vista desde el centro.
La segunda Asamblea Ciudadana, celebrada en octubre de 2017 y de nuevo en Vista Alegre, supuso la derrota del errojonismo, mientras el sector de Iglesias se alzaba con un triunfo claro, para lo que contó con el apoyo de la corriente anticapitalista. Desde ese momento el liderazgo de Iglesias se vio acompañado de una mayor presencia de personas de su entorno. Junto al antiguo crítico Echenique, al frente del aparato interno, ganaron fuerza algunas personas como Irene Montero o Pablo Mayoral, procedentes de IU, o Ramón Espinar, que estaba al frente de la organización madrileña.
El distanciamiento alcanzó una mayor dimensión cuando meses después, ya en 2018, se desvelaron unos mensajes de Carolina Bescansa a Errejón en los que le hacía una propuesta para desbancar a Iglesias y su gente de los puestos de dirección en la dirección central y en la de la comunidad de Madrid. Pese a ello, retirada Bescansa de sus responsabilidades y de su escaño, se ofreció a Errejón ser cabeza de lista a las elecciones de la Comunidad madrileña, con una aceptación no exenta de desencuentros. Y el principal fue la estrategia a seguir, en la que el discurso de la transversalidad y el distanciamiento con IU eran evidentes.
Con el episodio de la casa de Galapagar el liderazgo de Iglesias sufrió un duro traspiés. Internamente, especialmente desde la corriente anticapitalista, y a pesar de que lo resolvió mediante una consulta a la militancia. Y entre su electorado, una parte de la cual lo vio como una muestra de falta de coherencia entre el discurso y la práctica personal. Todo ello aireado por los medios de comunicación de la derecha, a veces con extralimitaciones de la privacidad.
La moción de censura contra el gobierno del PP presentada en junio por el PSOE abrió, por lo inesperado, una nuevo panorama político. El apoyo decidido mostrado por Iglesias se centró en un acuerdo político que tuvo como objetivo la elaboración de unos presupuestos del estado para 2019 con un gran contenido social. Sánchez acabó cediendo en algunas propuestas de UP, consideradas inicialmente como extremas, consciente que no podía dejar su flanco izquierdo en manos solo de UP. Pero no cedió a las pretensiones de los grupos catalanes, que esperaban gestos favorables en torno a una consulta o el enjuiciamiento de dirigentes del procés, temeroso que pudiera ser aprovechado por PP y Cs.
Las elecciones andaluzas celebradas en diciembre abrieron una nueva polémica, con la presentación conjunta de Podemos e IU bajo la marca Adelante Andalucía. Algo que no gustó ni a la dirección central y el sector pablista andaluz ni al errejonismo, que actuaron con pasividad durante la campaña y que, ante los resultados obtenidos, acabaron lanzando duras críticas, pero diferentes. A los primeros, porque no les gustó la excesiva autonomía y un discurso que consideraban demasiado andalucista y poco atento al marco general. Al segundo, por la radicalidad del discurso y el argumento ya utilizado en 2016 de que dos no tienen por qué sumar y sí restar.
La ruptura definitiva se produjo en diciembre, con el anuncio por parte de Errejón de la formación de la candidatura Más Madrid, paralela a la del Ayuntamiento, y al margen de cualquier acuerdo con IU. Un acuerdo entre Errejón y Carmena que ya venía precedido de la confección por la alcaldesa de una candidatura a su medida, apartando a quienes habían desafiado algunos aspectos de su gestión, pertenecientes a IU, anticapitalistas o colectivos ciudadanos. Errejón y Carmena, pues, como adalides de la transversalidad y la moderación.
Llegados a 2019, Podemos se encontró en una la situación muy difícil, con divisiones internas crecientes, renuncias de algunos cargos (Espinar, en Madrid) y candidatos (Bustinduy, a las elecciones europeas), y la ausencia de liderazgo, dado el retiro temporal de Iglesias por el permiso de paternidad. Su vuelta al escenario político coincidió con el rechazo definitivo de los presupuestos por los grupos de la derecha y catalanes. De manera que las citas electorales acabaron centrando la dinámica política. Primero, en abril, con la convocatoria de unas nuevas elecciones generales y después, en mayo, con las obligadas municipales, autonómicas y europeas. Y a ello se unió un asunto que alcanzó gran trascendencia, aprovechado con rotundidad por Podemos: la salida a la luz de las actuaciones en las cloacas del estado contra dirigentes políticos de la oposición, donde Podemos sufrió la manipulación de información falsa.
Las citas electorales se configuraron en Podemos de dos maneras diferentes. De un lado, repitiendo la fórmula de 2106 tanto para las generales como para las europeas (con el único cambio en el género: Unidas Podemos), si bien con la defección de algunos grupos en territorios como Valencia (con Compromís ), Galicia (con En Marea ) o Baleares (con MES). De otro lado, produciéndose una especie de caos en la configuración de las candidaturas autonómicas y municipales, con una amalgama de situaciones que iban desde la confluencia en UP o Adelante Andalucía hasta la presentación con la marca Podemos, en competencia con IU u otro tipo de listas. Todo ello con el añadido de las defecciones antes aludidas en Valencia y Galicia, y la que ya se había producido a finales de 2018 en Madrid en torno a la marca Más Madrid.
En el caso de las elecciones generales los resultados dejaron constancia del desgaste sufrido por Podemos y la confluencia con IU en UP. Sin embargo, pese a que los 3'7 millones de votos (14'3%) rebajaron en 1'3 millones los obtenidos tres años antes, sin contar los alrededor de 225.000 que fueron a parar a Compromís, En Marea o MES, el desarrollo de la campaña electoral y el papel jugado por Iglesias permitieron una mejora en relación a las negras previsiones iniciales.
Lo ocurrido en las elecciones del pasado domingo, sin embargo, han dejado constancia de un Podemos muy debilitado. En el ámbito europeo el 10'1% queda algo más de cuatro puntos por debajo en las generales y lejos de lo obtenido por separado Podemos y AGE/IU en 2014, que sumaron el 18%. En el autonómico la bajada ha sido espectacular, perdiendo las dos terceras partes de sus representantes en los parlamentos e incluso la presencia en el caso de Castilla-La Mancha. Y en el ámbito municipal, donde existe una mayor complejidad por tener un mayor componente las alianzas, destaca entre las capitales de provincia o comunidad la situación tan difícil en que se encuentra la posibilidad de obtener las alcaldías de Madrid (ahora, prácticamente perdida) y Barcelona, y las pérdidas de las de Zaragoza, La Coruña o Santiago. Sólo la alcaldía de Cádiz, en manos de un anticapitalista y en alianza con IU, se ha salvado. Y en el caso de Valencia, la ha mantenido en solitario Compromís, pero sin la presencia institucional de Podemos y EUPV, que se presentaron juntas.
El discurso reiterativo de Podemos tras las elecciones generales encaminado a formar parte de un gobierno con el PSOE, se ha debilitado con estos resultados. El PSOE se siente fuerte por su flanco izquierdo, si bien debe conseguir los apoyos suficientes para poder gobernar en solitario. La situación está muy abierta, porque en estos momentos se están conjugando pactos de todo tipo en cada uno de los ámbitos: estatal, autonómico, municipal y también europeo. Una de las posibilidades, surgida a última hora, es una orientación del PSOE hacia el centro, vía Cs, lo que conlleva riesgos.
Desde el errejonismo se siguen lanzando críticas, cada vez más duras, contra el actual Podemos, Iglesias y lo que dicen que representa. Lo han hecho, por ejemplo, el propio Errejón, Bescansa o Carlos Fernández Liria, teniendo como común denominador la crítica a lo que llaman como deriva izquierdista de Podemos, ajena a la transversalidad, y su aversión a IU, de manera que Podemos se habría convertido en la segunda versión de IU.
¿Sobrevivirá Podemos a su laberinto? ¿Su actual crisis y su futuro incierto están suponiendo el fin del ciclo iniciado el 15 de mayo de 2011?
(Publicado en Rebelión, con fecha 4-06-2019, con una alteración en el título: "Podemos, en su laberinto. ¿Se ha cerrado el ciclo del 15-M?")
Historia, política, sociología, arte, música, geografía, literatura, pensamiento...
jueves, 30 de mayo de 2019
miércoles, 29 de mayo de 2019
Recordando a papá, el abuelo, don Juan...
Un maestro de escuela que llevó su entusiasmo a un pueblo perdido de la Sierra salmantina, Valdelageve, allá por los años de la República, cuando empezó a llevarse la cultura a quienes habían estado desde siglos en el olvido; que luego, ya en los años de la dictadura, supo adaptarse, en la villa de Tolosa, a ese mundo tan diferente como era el País Vasco, del que, a su regreso, nos transmitió el grato recuerdo que tenía de sus gentes; y que finalmente, ya en la capital salmantina, hubo de transitar por dos colegios, en Pizarrales y Garrido, hasta recalar en el céntrico colegio Francisco de Vitoria, donde acabó jubilándose. Y fue de uno de esos colegios donde un hijo de esta tierra, reconocido como ilustre en el mundo del deporte, se refirió en una de sus entrevistas a "don Juan" como un caballero castellano. Hablo, sí, de Vicente del Bosque, cuyo reconocimiento, de haber vivido, le hubiera llenado de orgullo.
Tal día como hoy celebrábamos su cumpleaños de una forma austera, porque a él le gustaba destacarse en su familia en el día de su santo. Pero eso es lo de menos. Hoy, como en cada ocasión que podemos, lo recordamos. Y sobre todo a ese abuelo despojado de las tensiones de otro tiempo, feliz por las ocasiones en que reunía a su gran familia y adorado por la recua de nietas y nietos que se iban añadiendo poco a poco.
El abuelo que incrementó su amor por los paseos, sin que le faltara el recuento de los pasos para saber la distancia recorrida. Tributario de sus vueltas frecuentes, a veces diarias, por la Plaza Mayor, donde se juntaba con otros compañeros a modo de tertulia andante. Devoto de la lectura, algo que hemos sabido a bien heredar. Cultivador de una afición que, no por rara, le permitió hacer un acopio de miles y miles de refranes, guardados paciente y celosamente en sus archiveros. Y hasta amante de los toros, que veía con gusto por la televisión, en especial la feria madrileña de San Isidro.
No puedo olvidarme de sus dos estancias en Málaga, paseando alegremente a la orilla del Mediterráneo, comiendo el delicioso pescaíto frito y feliz en el segundo año de ver en mi propia hija una especie de reencarnación de su hija fallecida Pili. En mi memoria han quedado grabadas una de sus últimas palabras, que acabaron siendo para mí de despedida.
Ése era papá, el abuelo, don Juan... Inseparable siempre, hasta su muerte, de su abnegada esposa.
La última batalla de Madrid (de abril a mayo)
Las elecciones del domingo han tenido a Madrid como principal escenario. Los resultados de las generales frenaron la posibilidad de que la derecha pudiese volver a gobernar, tras el casi año transcurrido desde que el gobierno de Mariano Rajoy fuese desbancado por la moción de censura presentada por Pedro Sánchez, triunfante por los apoyos que recibió en el Congreso no sólo por su partido, sino por UP y los grupos nacionalistas.
La comunidad autónoma y la capital son dos plazas muy deseadas por la derecha. Y no sólo por el carácter simbólico que contienen, sino por las posibilidades reales que tenía el conseguirlo. He leído y escuchado muchas opiniones estos días valorando lo ocurrido, pero ninguna -que yo sepa- se ha apuntado a un hecho importante: en las elecciones generales de abril la derecha ya sumó más votos que la izquierda. PP, Cs y Vox superaron en 360.000 votos en la Comunidad y 186.000 votos en la capital a PSOE y UP.
¿Y qué ha ocurrido el domingo? Veámoslo.
Elecciones a la Comunidad de Madrid
Los partidos del bloque de la derecha han sumado 1.625.000 votos (50'5%), repartidos así: PP, 715.000; Cs, 625.000; y Vox, 285.000. En conjunto han perdido 382.000 votos, aunque de distinta manera: PP, +15.000; Cs, -161.000; y Vox, -236.000.
Resulta evidente que el más perjudicado ha sido Vox, que ha perdido casi la mitad de los votos obtenidos en abril; una parte habrían ido a parar al PP, el único que ha ganado votos; Cs, por su parte, ha visto frenado su crecimiento, al perder la quinta parte de los votos de abril.
El bloque de la izquierda ha sumado 1.531.000 votos (47'5%): al PSOE le corresponden 880.000 votos; a Más Madrid, 472.000; y a UP, 179.000. Sin embargo, pese a que el bloque ha perdido 104.000 votos, hay importantes diferencias entre sus integrantes: mientras el PSOE se ha dejado 145.000 por el camino, UP ha visto cómo los 431.000 perdidos han ido a parar en casi su totalidad a Más Madrid.
Resulta evidente que la mayor abstención en relación a abril (31'9% frente a 20'3) explica las pérdidas globales en los dos bloques, algo que, a la espera por saber los trasvases de votos entre partidos, ha afectado de distinta manera a cada grupo, si bien lo ha hecho negativamente a Vox, PSOE y Cs.
Si comparamos los resultados del domingo con los habidos en 2015, lo que hubo fue un claro equilibrio: 1.532.000 votos (48'4%) para la derecha (PP, Cs, UPyD y Vox) y 1.524.000 (48'2%) para la izquierda (PSOE, Podemos e IU). Pero mientras el primer bloque ha conocido en 2019 un aumento cercano a los 100.000 votos, el segundo ha retrocedido en alrededor de 10.000.
Elecciones al Ayuntamiento de Madrid
Los partidos del bloque de la derecha han sumado 831.000 votos (51%), correspondiendo al PP 395.000; a Cs, 312.000; y a Vox, 124.000. Los 165.000 votos que han perdido se reparten de distinta manera, pues mientras el PP ha vuelto a ganar votos, esta vez 6.000, Cs y Vox los han perdido: 58.000, el primero y 113.000, el segundo. Se repite, pues, lo ocurrido en las elecciones de la Comunidad, con un PP resistiendo, mientras Cs y Vox pierden, respectivamente, el 16% y el 48% de los votos.
El bloque de la izquierda ha sumado 771.000 votos (48'3%), repartidos así: PSOE, 224.000; Más Madrid, 504.000; y Madrid en Pie, 43.000. Como bloque ha perdido 39.000, pero perjudicando en mucha mayor medida al PSOE, con 279.000 votos menos que en abril, esto es, más de la mitad. Diferente es el caso de Más Madrid, el gran beneficiado, al recoger la mayor parte de los votos de UP en abril y bastantes de los perdidos por el PSOE.
En cuanto a la abstención, la situación ha sido similar a lo ocurrido en las elecciones a la Comunidad.
En las elecciones de 2015 hubo también un gran equilibrio, ligeramente en favor del bloque de la izquierda: éste (PSOE, Ahora Madrid e IU) obtuvo 797.000 votos (49%) y el de la derecha (PP, Cs, UPyD y Vox), 787.000 votos (48'4%). Comparado con las elecciones del domingo, la izquierda ha subido 13.000 votos y la derecha, 44.000.
Algunas reflexiones
Cuando durante la jornada electoral se fue informando acerca de los datos de participación, en el caso de Madrid se decía que estaba siendo menor en los distritos populares de la capital y en los municipios del conocido como cinturón rojo de la Comunidad. Ignacio Escolar ha apuntado en su artículo "Por qué la izquierda perdió Madrid" cómo ha sido el grado de abstención en los barrios de la capital, constatándose que en relación a las elecciones de 2015 ha sido mayor en los barrios con la renta más baja y menor en los de renta más elevada.
Por otro lado, ya ha quedado demostrado que los votos de Madrid en Pie no han afectado a la representación de Más Madrid: de haberse sumado, seguiría igual. Y por el contrario, a modo de hipótesis, de haber llegado Madrid en Pie al 5% necesario a costa de de Más Madrid, lo que hubiera ocurrido es que la diferencia de concejalías por bloques hubiera pasado de 3 a 1 (Más Madrid hubiera perdido 1 y el PP, 2).
Está claro que el problema deriva en parte de la desmovilización del electorado de izquierda. Pero, ojo, también lo ha habido en el de la derecha en relación a abril. Fueron las elecciones de abril las que marcaron una orientación que se ha mantenido: la derecha, aun fraccionada, ganó en los dos ámbitos de Madrid.
Que la participación haya sido diferente en relación al nivel de renta no es nada nuevo, pero refleja, en todo caso, que sigue siendo superior donde la renta es más elevada. ¿Por qué esas diferencias? Es más, ¿por qué el escaso apoyo a la candidatura de Madrid en Pie en la capital, que marcó claramente su diferencia en relación a la necesidad de prestar mayor atención a los barrios populares?
Es necesario averiguar por qué los sectores sociales más humildes siguen apostando limitadamente por los grupos de izquierda y especialmente por los que de una manera explícita apelan a defenderlos frente a la depredación que sufren desde el capitalismo neoliberal. Aparte del PSOE, con resultados muy diferentes según sea la Comunidad (25'9%) o el Ayuntamiento (13'7%), ¿la división en dos candidaturas de lo que está a su izquierda puede ayudarnos a entender en parte lo ocurrido? Si nos basamos en lo que una ha restado a la otra, como hemos visto, no lo explica.
Si lo hacemos en el hecho en sí de la división, quizás pueda servir, pero no siempre ha sido así. No olvidemos que la confluencia de Podemos e IU en las generales de 2016 supuso menos votos que la suma de ambos cuando concurrieron por separado en 2015. Algo parecido a lo ocurrido en Andalucía, donde la confluencia Adelante Andalucía obtuvo en diciembre pasado menos votos que Podemos e IU en 2015, cuando fueron por separado, si bien se sabe que la abstención en el electorado de la izquierda fue decisivo. En todo caso, por lo visto en las elecciones del domingo, en las comunidades y municipios donde se ha revalidado la fórmula UP sin divisiones en su seno, las cosas han ido en general mejor y donde se ha fragmentado el voto (Podemos e IU, por separado; ruptura de las confluencias municipalistas...), han ido peor. Sin meternos en las excepciones, como lo ocurrido en Zamora, donde IU ha barrido; o en Valencia, con la victoria de Compromís y la no entrada de Podemos+EU en el Ayuntamiento.
No podemos olvidar que en 2015, con la cercanía de las grandes movilizaciones habidas, la participación fue del 68'8%, apenas cuatro décimas más que ahora. La ligera ventaja del bloque de la izquierda se tradujo en un triunfo por escaños en el Ayuntamiento, donde el equilibrio fue menor, y una derrota por escaños en la Comunidad, que, no obstante, pudo haberse evitado de haber conseguido IU las 8 décimas que le faltaron para llegar al 5% exigido. Como tampoco podemos olvidar que por entonces no se habían fraguado en la derecha todavía las opciones alternativas a un PP que empezaba a sufrir deserciones por la corrupción, una parte de las cuales fueron a la abstención.
Y es que no debemos menospreciar, sino todo lo contrario, la siembra social e ideológica que ha hecho el PP a lo largo de los 26 años (de 1989 a 2015) que ha gobernado en el Ayuntamiento y los 24 (ininterrumpidamente desde 1995) en la Comunidad. Un modelo profundamente clasista, que ha aunado el neoliberalismo en lo económico (sanidad, obras públicas, vivienda, servicios...) con el apoyo descarado a los sectores confesionales (sobre todo, en educación). La fragmentación social que ha ocasionado, aun siendo importante, se ha visto paliada por el hecho de que Madrid dispone del nivel más elevado de renta, algo que no es ajeno a su centralidad como capital del estado y lo que conlleva como sede de las grandes corporaciones y destino en la construcción de todo tipo de infraestructuras.
La fragmentación política del bloque de la derecha tiene mucho que ver con el elevado nivel de corrupción que se ha asociado a la gestión desarrollada por el PP. Pese a ello, lo importante es que como bloque sigue fuerte. La solidaridad entre las rentas más altas por mantener su statu quo explica el apoyo que dan, aun por separado, a los grupos de la derecha. Las tensiones que existen en el seno del bloque siguen sin resolverse, si bien estas elecciones han dejado claras varias cosas: el PP ha resistido, manteniéndose como el grupo hegemónico del bloque; Cs ha fracasado, perdiendo incluso fuelle en relación a abril; y Vox se ha desinflado, pero sin olvidar que sigue estando presente y con capacidad de incidir.
Las elecciones de abril ya anunciaron lo que podía ocurrir. Como finalmente ha sido.
La comunidad autónoma y la capital son dos plazas muy deseadas por la derecha. Y no sólo por el carácter simbólico que contienen, sino por las posibilidades reales que tenía el conseguirlo. He leído y escuchado muchas opiniones estos días valorando lo ocurrido, pero ninguna -que yo sepa- se ha apuntado a un hecho importante: en las elecciones generales de abril la derecha ya sumó más votos que la izquierda. PP, Cs y Vox superaron en 360.000 votos en la Comunidad y 186.000 votos en la capital a PSOE y UP.
¿Y qué ha ocurrido el domingo? Veámoslo.
Elecciones a la Comunidad de Madrid
Los partidos del bloque de la derecha han sumado 1.625.000 votos (50'5%), repartidos así: PP, 715.000; Cs, 625.000; y Vox, 285.000. En conjunto han perdido 382.000 votos, aunque de distinta manera: PP, +15.000; Cs, -161.000; y Vox, -236.000.
Resulta evidente que el más perjudicado ha sido Vox, que ha perdido casi la mitad de los votos obtenidos en abril; una parte habrían ido a parar al PP, el único que ha ganado votos; Cs, por su parte, ha visto frenado su crecimiento, al perder la quinta parte de los votos de abril.
El bloque de la izquierda ha sumado 1.531.000 votos (47'5%): al PSOE le corresponden 880.000 votos; a Más Madrid, 472.000; y a UP, 179.000. Sin embargo, pese a que el bloque ha perdido 104.000 votos, hay importantes diferencias entre sus integrantes: mientras el PSOE se ha dejado 145.000 por el camino, UP ha visto cómo los 431.000 perdidos han ido a parar en casi su totalidad a Más Madrid.
Resulta evidente que la mayor abstención en relación a abril (31'9% frente a 20'3) explica las pérdidas globales en los dos bloques, algo que, a la espera por saber los trasvases de votos entre partidos, ha afectado de distinta manera a cada grupo, si bien lo ha hecho negativamente a Vox, PSOE y Cs.
Si comparamos los resultados del domingo con los habidos en 2015, lo que hubo fue un claro equilibrio: 1.532.000 votos (48'4%) para la derecha (PP, Cs, UPyD y Vox) y 1.524.000 (48'2%) para la izquierda (PSOE, Podemos e IU). Pero mientras el primer bloque ha conocido en 2019 un aumento cercano a los 100.000 votos, el segundo ha retrocedido en alrededor de 10.000.
Elecciones al Ayuntamiento de Madrid
Los partidos del bloque de la derecha han sumado 831.000 votos (51%), correspondiendo al PP 395.000; a Cs, 312.000; y a Vox, 124.000. Los 165.000 votos que han perdido se reparten de distinta manera, pues mientras el PP ha vuelto a ganar votos, esta vez 6.000, Cs y Vox los han perdido: 58.000, el primero y 113.000, el segundo. Se repite, pues, lo ocurrido en las elecciones de la Comunidad, con un PP resistiendo, mientras Cs y Vox pierden, respectivamente, el 16% y el 48% de los votos.
El bloque de la izquierda ha sumado 771.000 votos (48'3%), repartidos así: PSOE, 224.000; Más Madrid, 504.000; y Madrid en Pie, 43.000. Como bloque ha perdido 39.000, pero perjudicando en mucha mayor medida al PSOE, con 279.000 votos menos que en abril, esto es, más de la mitad. Diferente es el caso de Más Madrid, el gran beneficiado, al recoger la mayor parte de los votos de UP en abril y bastantes de los perdidos por el PSOE.
En cuanto a la abstención, la situación ha sido similar a lo ocurrido en las elecciones a la Comunidad.
En las elecciones de 2015 hubo también un gran equilibrio, ligeramente en favor del bloque de la izquierda: éste (PSOE, Ahora Madrid e IU) obtuvo 797.000 votos (49%) y el de la derecha (PP, Cs, UPyD y Vox), 787.000 votos (48'4%). Comparado con las elecciones del domingo, la izquierda ha subido 13.000 votos y la derecha, 44.000.
Algunas reflexiones
Cuando durante la jornada electoral se fue informando acerca de los datos de participación, en el caso de Madrid se decía que estaba siendo menor en los distritos populares de la capital y en los municipios del conocido como cinturón rojo de la Comunidad. Ignacio Escolar ha apuntado en su artículo "Por qué la izquierda perdió Madrid" cómo ha sido el grado de abstención en los barrios de la capital, constatándose que en relación a las elecciones de 2015 ha sido mayor en los barrios con la renta más baja y menor en los de renta más elevada.
Por otro lado, ya ha quedado demostrado que los votos de Madrid en Pie no han afectado a la representación de Más Madrid: de haberse sumado, seguiría igual. Y por el contrario, a modo de hipótesis, de haber llegado Madrid en Pie al 5% necesario a costa de de Más Madrid, lo que hubiera ocurrido es que la diferencia de concejalías por bloques hubiera pasado de 3 a 1 (Más Madrid hubiera perdido 1 y el PP, 2).
Está claro que el problema deriva en parte de la desmovilización del electorado de izquierda. Pero, ojo, también lo ha habido en el de la derecha en relación a abril. Fueron las elecciones de abril las que marcaron una orientación que se ha mantenido: la derecha, aun fraccionada, ganó en los dos ámbitos de Madrid.
Que la participación haya sido diferente en relación al nivel de renta no es nada nuevo, pero refleja, en todo caso, que sigue siendo superior donde la renta es más elevada. ¿Por qué esas diferencias? Es más, ¿por qué el escaso apoyo a la candidatura de Madrid en Pie en la capital, que marcó claramente su diferencia en relación a la necesidad de prestar mayor atención a los barrios populares?
Es necesario averiguar por qué los sectores sociales más humildes siguen apostando limitadamente por los grupos de izquierda y especialmente por los que de una manera explícita apelan a defenderlos frente a la depredación que sufren desde el capitalismo neoliberal. Aparte del PSOE, con resultados muy diferentes según sea la Comunidad (25'9%) o el Ayuntamiento (13'7%), ¿la división en dos candidaturas de lo que está a su izquierda puede ayudarnos a entender en parte lo ocurrido? Si nos basamos en lo que una ha restado a la otra, como hemos visto, no lo explica.
Si lo hacemos en el hecho en sí de la división, quizás pueda servir, pero no siempre ha sido así. No olvidemos que la confluencia de Podemos e IU en las generales de 2016 supuso menos votos que la suma de ambos cuando concurrieron por separado en 2015. Algo parecido a lo ocurrido en Andalucía, donde la confluencia Adelante Andalucía obtuvo en diciembre pasado menos votos que Podemos e IU en 2015, cuando fueron por separado, si bien se sabe que la abstención en el electorado de la izquierda fue decisivo. En todo caso, por lo visto en las elecciones del domingo, en las comunidades y municipios donde se ha revalidado la fórmula UP sin divisiones en su seno, las cosas han ido en general mejor y donde se ha fragmentado el voto (Podemos e IU, por separado; ruptura de las confluencias municipalistas...), han ido peor. Sin meternos en las excepciones, como lo ocurrido en Zamora, donde IU ha barrido; o en Valencia, con la victoria de Compromís y la no entrada de Podemos+EU en el Ayuntamiento.
No podemos olvidar que en 2015, con la cercanía de las grandes movilizaciones habidas, la participación fue del 68'8%, apenas cuatro décimas más que ahora. La ligera ventaja del bloque de la izquierda se tradujo en un triunfo por escaños en el Ayuntamiento, donde el equilibrio fue menor, y una derrota por escaños en la Comunidad, que, no obstante, pudo haberse evitado de haber conseguido IU las 8 décimas que le faltaron para llegar al 5% exigido. Como tampoco podemos olvidar que por entonces no se habían fraguado en la derecha todavía las opciones alternativas a un PP que empezaba a sufrir deserciones por la corrupción, una parte de las cuales fueron a la abstención.
Y es que no debemos menospreciar, sino todo lo contrario, la siembra social e ideológica que ha hecho el PP a lo largo de los 26 años (de 1989 a 2015) que ha gobernado en el Ayuntamiento y los 24 (ininterrumpidamente desde 1995) en la Comunidad. Un modelo profundamente clasista, que ha aunado el neoliberalismo en lo económico (sanidad, obras públicas, vivienda, servicios...) con el apoyo descarado a los sectores confesionales (sobre todo, en educación). La fragmentación social que ha ocasionado, aun siendo importante, se ha visto paliada por el hecho de que Madrid dispone del nivel más elevado de renta, algo que no es ajeno a su centralidad como capital del estado y lo que conlleva como sede de las grandes corporaciones y destino en la construcción de todo tipo de infraestructuras.
La fragmentación política del bloque de la derecha tiene mucho que ver con el elevado nivel de corrupción que se ha asociado a la gestión desarrollada por el PP. Pese a ello, lo importante es que como bloque sigue fuerte. La solidaridad entre las rentas más altas por mantener su statu quo explica el apoyo que dan, aun por separado, a los grupos de la derecha. Las tensiones que existen en el seno del bloque siguen sin resolverse, si bien estas elecciones han dejado claras varias cosas: el PP ha resistido, manteniéndose como el grupo hegemónico del bloque; Cs ha fracasado, perdiendo incluso fuelle en relación a abril; y Vox se ha desinflado, pero sin olvidar que sigue estando presente y con capacidad de incidir.
Las elecciones de abril ya anunciaron lo que podía ocurrir. Como finalmente ha sido.
viernes, 24 de mayo de 2019
A La Mesa del Congreso le ha faltado prudencia y sobrado precipitación (como poco)
Publicaba ayer una entrada sobre la situación creada por la posible suspensión como diputados de los cuatro componentes de la cámara baja que están presos y en proceso de enjuiciamiento por el tribunal Supremo. Hoy la Mesa del Congreso ha decidido, con los votos contrarios de Unidas Podemos, llevar a efecto tal suspensión, después de un dictamen de los servicios jurídicos de dicho órgano, que se ha basado en la ley de Enjuiciamiento Criminal.
Como argumentó el otro día José Antonio Martín Pallín en su artículo, es a la Mesa a la que le corresponde tomar la decisión, desde el momento que los reglamentos del Congreso y del Senado tienen en sí mismo carácter de ley orgánica, superior en rango, por tanto, a determinados preceptos de la citada ley de Enjuiciamiento Criminal. Por mi parte añado que el problema, sin embargo, deriva de la conclusión del dictamen admitido por la Mesa del Congreso. Siguiendo al propio Martín Pallín, que a su vez se basa en la sentencia del Tribunal Constitucional 243/1988 de 19 de diciembre, no procede tal suspensión, pues “no se trata de un privilegio personal, es una protección de los derechos de sus electores y de la representación popular que no permite alterar indebidamente su composición y fundamento”.
Javier Pérez Royo, por su parte, criticaba anteayer el comportamiento del Tribunal Supremo y, más concretamente, de la sala que preside Manuel Marchena, que es precisamente quien está al frente del juicio contra las personas presas bajo acusación de rebelión. Advertía no sólo del error judicial garrafal que se estaba cometiendo, sino de las consecuencias que puede tener de cara a otras instituciones, en este caso de la Unión Europea, como el Parlamento y el Tribunal de Justicia. Anunciaba, así mismo, el hecho de que Oriol Junqueras, diputado ahora suspendido, pueda ser elegido europarlamentario y lo que puede suponer que sean los órganos europeos antes citados los que tengan que atender si procede o no suspenderlo de sus funciones.
Pérez Royo escribió ayer otro artículo en eldiario.es, "Atentado contra la división de poderes", como respuesta a la decisión del Tribunal Supremo, hecha a través de la persona del juez Marchena, de devolver la decisión a la Mesa del Congreso. Apunto que no debemos olvidar que con anterioridad ya había marcado la línea a seguir, esto es, proceder a la suspensión de los cuatro diputados y el senador implicados en el caso.
La frase con la que acaba su último artículo Pérez Royo resultaba, por lo ocurrido esta mañana, demasiado esperanzadora: "Las mesas de las Cámaras harían bien en ser prudentes y no precipitarse". Y es que a la decisión que ha tomado la Mesa del Congreso le ha faltado prudencia y la ha sobrado precipitación. Era lo previsible en lo que respecta al PP, Cs y Vox. También lo era en sentido contrario, por oponerse a la suspensión, la postura de los dos miembros de Unidas Podemos que forman parte de dicha Mesa. Y en el caso del PSOE, aun sospechando que pudiera inclinarse por lo que finalmente ha hecho, nos lleva a concluir que sus dudas reflejaban miedo y, una vez más, que sigue siendo un baluarte de un estado de cosas petrificado para que todo siga igual.
Como argumentó el otro día José Antonio Martín Pallín en su artículo, es a la Mesa a la que le corresponde tomar la decisión, desde el momento que los reglamentos del Congreso y del Senado tienen en sí mismo carácter de ley orgánica, superior en rango, por tanto, a determinados preceptos de la citada ley de Enjuiciamiento Criminal. Por mi parte añado que el problema, sin embargo, deriva de la conclusión del dictamen admitido por la Mesa del Congreso. Siguiendo al propio Martín Pallín, que a su vez se basa en la sentencia del Tribunal Constitucional 243/1988 de 19 de diciembre, no procede tal suspensión, pues “no se trata de un privilegio personal, es una protección de los derechos de sus electores y de la representación popular que no permite alterar indebidamente su composición y fundamento”.
Javier Pérez Royo, por su parte, criticaba anteayer el comportamiento del Tribunal Supremo y, más concretamente, de la sala que preside Manuel Marchena, que es precisamente quien está al frente del juicio contra las personas presas bajo acusación de rebelión. Advertía no sólo del error judicial garrafal que se estaba cometiendo, sino de las consecuencias que puede tener de cara a otras instituciones, en este caso de la Unión Europea, como el Parlamento y el Tribunal de Justicia. Anunciaba, así mismo, el hecho de que Oriol Junqueras, diputado ahora suspendido, pueda ser elegido europarlamentario y lo que puede suponer que sean los órganos europeos antes citados los que tengan que atender si procede o no suspenderlo de sus funciones.
Pérez Royo escribió ayer otro artículo en eldiario.es, "Atentado contra la división de poderes", como respuesta a la decisión del Tribunal Supremo, hecha a través de la persona del juez Marchena, de devolver la decisión a la Mesa del Congreso. Apunto que no debemos olvidar que con anterioridad ya había marcado la línea a seguir, esto es, proceder a la suspensión de los cuatro diputados y el senador implicados en el caso.
La frase con la que acaba su último artículo Pérez Royo resultaba, por lo ocurrido esta mañana, demasiado esperanzadora: "Las mesas de las Cámaras harían bien en ser prudentes y no precipitarse". Y es que a la decisión que ha tomado la Mesa del Congreso le ha faltado prudencia y la ha sobrado precipitación. Era lo previsible en lo que respecta al PP, Cs y Vox. También lo era en sentido contrario, por oponerse a la suspensión, la postura de los dos miembros de Unidas Podemos que forman parte de dicha Mesa. Y en el caso del PSOE, aun sospechando que pudiera inclinarse por lo que finalmente ha hecho, nos lleva a concluir que sus dudas reflejaban miedo y, una vez más, que sigue siendo un baluarte de un estado de cosas petrificado para que todo siga igual.
jueves, 23 de mayo de 2019
El embrollo político y judicial de los diputados y el senador presos y enjuiciados por el Tribunal Supremo
El toma y
daca iniciado entre la Mesa del Congreso y la sala del Tribunal Supremo que está
juzgando a los cuatro diputados y el senador catalanes recién elegidos, con el coro de voces
de la derechona política y mediática de fondo, está resultando quizás la
noticia más llamativa de estos días, pese a estar en la recta final de la múltiple
campaña electoral. Como es fácil derivar, la polémica suscitada deriva de la posibilidad
de que dichos diputados sean suspendidos en sus funciones, estando presos y en
proceso de enjuiciamiento por el Tribunal Supremo bajo la acusación, entre otros
delitos, de rebelión.
Voy a
utilizar dos artículos publicados ayer en la prensa digital que considero que ayudan
a entender las cosas. Uno, “La Mesa (del Congreso de los Diputados) está servida”, aparecido en Público
y escrito por José Antonio Martín Pallín, que fue magistrado del citado
tribunal; y el otro, titulado “Preguntas”, publicado en eldiario.es y cuyo
autor es Javier Pérez Royo, catedrático de Derecho Constitucional.
El artículo de Martín Pallín
Veamos, a
través de algunas citas de su extenso artículo, qué nos cuenta Martín Pallín:
“En todos
los Parlamentos democráticos, sus componentes gozan de absoluta inmunidad
respecto de las opiniones expresadas en el ejercicio de sus funciones
políticas, tanto dentro del recinto parlamentario como fuera de él. Para
investigarles y juzgarles por los delitos comunes que pudieran cometer en el
ejercicio de otras actividades, todos los Parlamentos democráticos tienen
prevista la cobertura y garantía de la previa petición de suplicatorio por la
autoridad judicial y la potestad de concederlo o denegarlo por las Cámaras (…).
Los
reglamentos de las Cámaras tienen la condición de leyes orgánicas, porque
necesitan ser aprobados por la mayoría absoluta en las diputados y senadores y
publicados en el Boletín Oficial del Estado. Por el contrario, algunas normas
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal tienen la categoría de de ley orgánica y
otros muchos preceptos, son leyes ordinarias de rango inferior (…).
El
Reglamento del Congreso, creo que es claro y terminante y no da lugar a
interpretaciones ambiguas o contrarias a los derechos y prerrogativas de la
Cámara y de sus miembros. El artículo 12, establece que una vez conocida la
detención de un diputado o cualquiera otra actuación judicial o gubernativa que
pudiere obstaculizar el ejercicio de su mandato, el Presidente/a, adoptará, de
inmediato, cuantas medidas sean necesarias para salvaguardar los derechos y
prerrogativas de la Cámara y de sus miembros (...).
(…) no se
trata de una norma absoluta que permita la total impunidad de un parlamentario,
sino de su protección frente a posibles maniobras encaminadas a desviar,
alterar o adulterar la voluntad popular, poniendo en riesgo la autonomía y la
soberanía nacional que está por encima de cualquier otro Poder del Estado. No
se trata de un privilegio personal, es una protección de los derechos de sus
electores y de la representación popular que no permite alterar indebidamente su
composición y fundamento (STC 243/1988 de 19 de diciembre).
En estos
momentos nos encontramos ante una situación inédita en todas las democracias de
nuestro entorno y de la Unión Europea, el procesamiento y ahora enjuiciamiento,
de los parlamentarios y miembros del gobierno de Cataluña, por actividades
estrictamente políticas, desarrolladas en actos externos como la aprobación de
leyes, convocatoria del referéndum o votación parlamentaria. Ante esta
anomalía, que han censurado todos los organismos democráticos europeos, nos
enfrentamos a una realidad que hay que resolver manejando los criterios y
valores superiores de una democracia (…)”.
El artículo de Pérez Royo
En el caso
de Pérez Royo la cosa a la que se refiere supone un embrollo más en la
situación creada. Oriol Junqueras, uno de los implicados, es también candidato
al Parlamento Europeo y previsiblemente será
elegido europarlamentario el próximo domingo, De ser así, como tendría que renunciar
a una de las actas, con toda probabilidad lo haría por la de diputado en el
Congreso. Y es a partir de ahí cuando el autor se plantea numerosos
interrogantes:
“El
Tribunal Supremo va a tener que decidir por segunda vez en menos de un mes
sobre la prolongación de la prisión provisional de Oriol Junqueras o su
libertad (…).
Ya sabemos
cuál fue la primera decisión del Tribunal Supremo. Ni libertad, ni solicitud de
suplicatorio, ni suspensión del juicio hasta que el Congreso resuelva sobre el
mismo (…).
¿Podrá ser
esa misma la decisión, cuando el destinatario mediato de la misma sea el
Parlamento Europeo? ¿Se atreverá el Tribunal Supremo a justificar la
continuidad de la prisión provisional en los mismos términos en que lo hizo en
el auto del pasado 13 de mayo? ¿Se atreverá a alterar en su respuesta a la
triple solicitud de Oriol Junqueras el orden en que ha sido formulada? ¿Se
atreverá a dejar la libertad o la continuidad de la prisión provisional como
tercera y no como primera de las cuestiones a las que tiene que dar respuesta?
¿Se atreverá a tomar la decisión de que Oriol Junqueras acuda a la sesión
constitutiva del Parlamento Europeo "debidamente custodiado", de tal
manera que se garantice su ingreso de nuevo en prisión? (…).
¿Tolerará
el Parlamento Europeo que a un diputado electo se le mantenga en situación de
prisión provisional y que acuda como preso preventivo debidamente custodiado a
la sesión constitutiva de la legislatura? ¿Tolerará el Parlamento Europeo que
se pueda proceder penalmente contra uno de sus miembros sin que el Tribunal
Supremo se dirija a él solicitando la autorización para hacerlo? ¿Tolerará el
Parlamento Europeo que continúe el juicio contra Oriol Junqueras como si su
elección como miembro del Parlamento Europeo no hubiera ocurrido? (…).
Cuando el
Tribunal Supremo dicte el auto respondiendo a la solicitud de Oriol Junqueras
para ejercer como parlamentario europeo, antes del 2 de junio que es la sesión
constitutiva, puede tener la seguridad de que, en caso de que su respuesta sea
la misma que la del 13 de mayo, dicha respuesta podrá ser sometida, por un
lado, a un análisis de naturaleza política en el Parlamento Europeo, en el que
se podrá abrir un debate en torno a la prisión provisional del diputado Oriol
Junqueras, y por otro, a un recurso ante el Tribunal de Justicia de la Unión
Europea, a fin de que se pronuncie si es ajustada o no a derecho la prisión
provisional dictada contra él (…)".
Algunas conclusiones
Sabido es
que esta misma mañana el Tribunal Supremo ha devuelto la petición de la Mesa
del Congreso para que resolviera el caso. No cabe la menor duda que por parte de
la presidenta del Congreso hay un interés por dilatar la decisión, teniendo en cuenta
que afectaría a los resultados electorales del domingo. La derechona tiene
todas las baterías preparadas en caso de que, por mayoría de la Mesa, se negara
la suspensión. En caso contrario, de procederse a la suspensión, se abriría una
secuencia de problemas que afectarían a las relaciones entre PSOE y Unidas
Podemos, contraria esta última a la suspensión, el gobierno y los grupos
nacionalistas, y también en lo que pueda ocurrir en el futuro en otras instancias europeas,
desde el Parlamento hasta el Tribunal de Justicia.
Siguiendo a
Martín Pallín, como hace en la parte final de su artículo, que la Mesa actúe es
lo que procede: “tiene sobre el tablero todos los condimentos necesarios para
tomar una decisión. Espero y deseo que sea la más adecuada para la buena salud
de nuestra democracia”. Pero advirtiendo sobre el contenido de la decisión.
Pérez Royo,
por su parte, concluye su artículo con una pregunta que está cargada de un
problema futuro: “¿Está dispuesto el Tribunal Supremo a que su decisión sea
sometida a un debate político en el Parlamento Europeo y a un recurso ante el
Tribunal de Justicia de la Unión Europea?”.
domingo, 19 de mayo de 2019
El lío electoral de Madrid y la candidatura alternativa de Carlos Sánchez Mato
Madrid vuelve a ser una pieza codiciada en lo político. O, para mayor precisión, dos piezas: la capital y la comunidad autónoma. La primera fue recuperada por la izquierda en 2015, tras 26 años en manos de la derecha, mientras la segunda ha mantenido ininterrumpidamente
gobiernos del PP desde 1995, incluido el "tamayazo" de 2003.
Los resultados prometen ser ajustados entre los dos bloques, que, a su vez, están muy fragmentados. En la derecha, no obstante, la cosa está más clara: están PP, Cs y Vox, y punto. Pero en lo referente a lo que no ocurre en la izquierda, la situación es más compleja. Aparte del PSOE, dos son las candidaturas a su izquierda que compiten en las dos elecciones que se vana a celebrar. Pero vayamos por partes.
En el caso de la Comunidad se encuentra, de un lado, Más Madrid, liderado por Íñigo Errejón, huido en diciembre del regazo de Podemos para refugiarse en el de Manuela Carmena; y de otro, Unidas Podemos, donde confluyen Podemos, IU y Equo. Tal fragmentación ha permitido que ahora sea el PSOE el grupo más votado del bloque y que en caso de que éste sumase más escaños, acabaría siendo quien ocupara la presidencia de la Comunidad.
¿Y en la capital? Tenemos, en primer lugar, la candidatura de Más Madrid, con Manuela Carmena de candidata a la alcaldía y en parte -repito: sólo en parte- heredera de lo que fue la confluencia Ahora Madrid que se formó en 2015 con el apoyo de Podemos, una parte de IU y numerosos colectivos sociales. Una candidatura que ahora está conformada con el antojo de la propia Carmena, que se ha rodeado de parte de su equipo de gobierno y ha contado con el apoyo de Equo. En segundo lugar se encuentra Madrid en Pie, apoyado por IU, Anticapitalistas y, entre otros grupos o colectivos, La Bancada, y que está encabezada por Carlos Sánchez Mato. Podemos no se ha atrevido a defender explícitamente a esta candidatura, aunque individualmente lo están haciendo dirigentes como el propio Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero.
Y en Sánchez Mato quiero detenerme un poco más. Miembro de IU, fue el concejal responsable del área de Economía hasta finales de 2017, cuando Carmena lo destituyó de su cargo. El artífice de una gestión modélica que permitió rebajar la deuda municipal contraída por los gobiernos del PP, a la vez que aumentar las inversiones sociales en los barrios. Algo que quiso impedir el ministro Cristóbal Montoro, que argüía eso de la disciplina presupuestaria acorde con las directrices de la troika europea, y que acabó contando con el apoyo de la alcaldesa. El programa de Madrid en Pie es claramente alternativo en lo social, lo democrático, el feminismo y lo ecológico. Supone de hecho la continuidad del espíritu con que nació en 2015 Ahora Madrid y empezó a desarrollar el proyecto elaborado colectivamente por numerosos grupos.
Podemos ha actuado, al menos por ahora, con poca valentía. Primero, por no querer participar en la confluencia Madrid en Pie, pese a que sí accedió a hacerlo en la Comunidad. Y después, porque no se ha decantado por una candidatura, la de Madrid en Pie, que compite con la del dúo Carmena-Errejón en torno a Más Madrid.
Estos días he podido leer o ver algunas de las entrevistas que han hecho a Sánchez Mato. Resultan muy esclarecedoras acerca del proyecto que defiende y también de lo que le diferencia de lo que representa el que lidera Carmena. Dejo por ello los enlaces siguientes: eldiario.es; En la frontera, con Juan Carlos Monedero; LaCerca.com, con Julio Anguita; Otra Vuelta de Tuerka, con Pablo Iglesias; Cuarto Poder...
Frente al voto útil y los posibilismos, hay que atreverse a defender las opciones que resultan claramente alternativos. Y Madrid en Pie, con Carlos Sánchez Mato a la cabeza, en el caso del Ayuntamiento de la capital, lo representa.
gobiernos del PP desde 1995, incluido el "tamayazo" de 2003.
Los resultados prometen ser ajustados entre los dos bloques, que, a su vez, están muy fragmentados. En la derecha, no obstante, la cosa está más clara: están PP, Cs y Vox, y punto. Pero en lo referente a lo que no ocurre en la izquierda, la situación es más compleja. Aparte del PSOE, dos son las candidaturas a su izquierda que compiten en las dos elecciones que se vana a celebrar. Pero vayamos por partes.
En el caso de la Comunidad se encuentra, de un lado, Más Madrid, liderado por Íñigo Errejón, huido en diciembre del regazo de Podemos para refugiarse en el de Manuela Carmena; y de otro, Unidas Podemos, donde confluyen Podemos, IU y Equo. Tal fragmentación ha permitido que ahora sea el PSOE el grupo más votado del bloque y que en caso de que éste sumase más escaños, acabaría siendo quien ocupara la presidencia de la Comunidad.
¿Y en la capital? Tenemos, en primer lugar, la candidatura de Más Madrid, con Manuela Carmena de candidata a la alcaldía y en parte -repito: sólo en parte- heredera de lo que fue la confluencia Ahora Madrid que se formó en 2015 con el apoyo de Podemos, una parte de IU y numerosos colectivos sociales. Una candidatura que ahora está conformada con el antojo de la propia Carmena, que se ha rodeado de parte de su equipo de gobierno y ha contado con el apoyo de Equo. En segundo lugar se encuentra Madrid en Pie, apoyado por IU, Anticapitalistas y, entre otros grupos o colectivos, La Bancada, y que está encabezada por Carlos Sánchez Mato. Podemos no se ha atrevido a defender explícitamente a esta candidatura, aunque individualmente lo están haciendo dirigentes como el propio Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero.
Y en Sánchez Mato quiero detenerme un poco más. Miembro de IU, fue el concejal responsable del área de Economía hasta finales de 2017, cuando Carmena lo destituyó de su cargo. El artífice de una gestión modélica que permitió rebajar la deuda municipal contraída por los gobiernos del PP, a la vez que aumentar las inversiones sociales en los barrios. Algo que quiso impedir el ministro Cristóbal Montoro, que argüía eso de la disciplina presupuestaria acorde con las directrices de la troika europea, y que acabó contando con el apoyo de la alcaldesa. El programa de Madrid en Pie es claramente alternativo en lo social, lo democrático, el feminismo y lo ecológico. Supone de hecho la continuidad del espíritu con que nació en 2015 Ahora Madrid y empezó a desarrollar el proyecto elaborado colectivamente por numerosos grupos.
Podemos ha actuado, al menos por ahora, con poca valentía. Primero, por no querer participar en la confluencia Madrid en Pie, pese a que sí accedió a hacerlo en la Comunidad. Y después, porque no se ha decantado por una candidatura, la de Madrid en Pie, que compite con la del dúo Carmena-Errejón en torno a Más Madrid.
Estos días he podido leer o ver algunas de las entrevistas que han hecho a Sánchez Mato. Resultan muy esclarecedoras acerca del proyecto que defiende y también de lo que le diferencia de lo que representa el que lidera Carmena. Dejo por ello los enlaces siguientes: eldiario.es; En la frontera, con Juan Carlos Monedero; LaCerca.com, con Julio Anguita; Otra Vuelta de Tuerka, con Pablo Iglesias; Cuarto Poder...
Frente al voto útil y los posibilismos, hay que atreverse a defender las opciones que resultan claramente alternativos. Y Madrid en Pie, con Carlos Sánchez Mato a la cabeza, en el caso del Ayuntamiento de la capital, lo representa.
Bufandas solidarias con Palestina en el Festival de Eurovisión
sábado, 18 de mayo de 2019
El Juan Carlos Aragón que conocí
Supe de él, sin que supiera en ese momento quién era, cuando allá por 1999 ganó el Concurso del Falla con su chirigota Los Yesterday. De su actuación, en la que aunaba la originalidad y la provocación, no puedo olvidarme de un pasodoble que ha marcado época: el dedicado a Blas Infante, el himno de Andalucía y la Andalucía de nuestros días.
Luego supe, cuando ganó tres años después otra vez en el mismo Concurso, ya en la modalidad de comparsas, que era profesor de Filosofía y que sus letras contenían reflexiones profundas. Sus Ángeles Caídos lo pusieron a la altura de los grandes del momento, como eran Antonio Martín y Antonio Martínez Ares. Desde entonces, con mayor o menor intensidad, lo he ido siguiendo en los diferentes concursos y hasta he tenido la suerte de haber asistido a dos actuaciones de sus agrupaciones: una, en 2004, con sus 1800 Los Inmortales; y la otra, en 2007, con Araka la Kana.
Pero lo mayor suerte para mí ha sido haberlo tenido como compañero de trabajo en el instituto Trafalgar en cuatro cursos y dos etapas: entre 2006 y 2008, y entre 2014 y 2016. Siendo, según mi parecer, una persona tímida y en cierta medida introvertida -fuera, claro está, de su ambiente natural-, eso no supuso que, al menos conmigo, rehuyera la conversación y tratar por ello de asuntos de diversa índole.
El primer curso que estuvo en el Trafalgar coincidió con su agrupación Araka la Kana, que acabó siendo, por segunda vez, la ganadora del Concurso de comparsas. Un homenaje, como se sabe y me contó, al carnaval montevideano y, además, al componente de resistencia que mantuvo durante la dictadura militar uruguaya. El nombre de la agrupación, no en vano, aludía al grito "que viene la poli".
Cuando se fue del centro, en 2008, lo hizo con una pena, que siempre he defendido que ha estado presente en algunas de sus letras posteriores y hasta en entrevistas. Recuerdo lo ilusionado que estuvo cuando hizo el examen de las oposiciones para el acceso a funcionario y lo que vino después cuando supo que no había aprobado. Conozco ese mundo y entiendo el sentimiento de frustración que le supuso.
Años después, en 2014, regresó al Trafalgar. Al final del curso, al poco de la victoria electoral de la izquierda en la capital gaditana, comentamos la ofensiva que la derechona empezó a lanzar contra el nuevo alcalde, José María González. Juan Carlos había escrito el artículo "El Kichi Ese" y yo, la entrada en mi cuaderno "El bendito Fermín Salvochea y el alcalde de Cádiz", donde, además, acabé introduciendo una añadido posterior sobre su escrito.
Y a la vuelta de las vacaciones, tras su regreso del viaje de boda que hizo a Cuba, no se me olvida la respuesta que me dio cuando le pregunté por los lugares que había visitado de la isla: "No he salido de La Habana Vieja". La experiencia que le supuso esa estancia explica que acabara rectificando su decisión de meses atrás, cuando anunció su renuncia a presentarse al Concurso del Falla, y la inspiración que le llevó a crear las melodías y las letras de lo que acabó siendo La Guayabera, la agrupación con la que 2016 concurrió a dicho Concurso.
Este año he seguido con gran interés su itinerario en el Concurso carnavalero, donde Juan Carlos ha estado presente por partida doble: como chirigotero y como comparsista. Ignoro lo que podía haber detrás de ese reto, que, no siendo nuevo en él, considero más que atrevido. El caso es que con su Chele Vara, en las chirigotas, y La Gaditaníssima, en las comparsas, tuvo a mucha gente en vilo por elevado nivel que ofreció. Que en esta última modalidad acabara quedando segundo, resulta explicable, teniendo en cuenta que el ganador fue otro grande de la modalidad, Antonio Martínez Ares. Distinto fue lo ocurrido con su chirigota, frenada en su pase a la final en lo que fue un claro cajonazo, esto es, la forma gaditana de decir que no se actuó con justicia. Una genialidad en su fusión de lo gaditano y lo cubano, de los mitos y sueños de la isla caribeña con las vivencias y los sueños de un Cádiz que es bien que real.
Hace unas semanas, la misma noche de las elecciones generales de abril, me enteré de su enfermedad y, por lo que ha acabado siendo una fatalidad, de su gravedad. Ayer se nos fue Juan Carlos Aragón Becerra. Un genio del Carnaval de Cádiz. Una persona con sensibilidad suficiente para denunciar a quienes detentan el poder y poner al descubierto las injusticias. Me honro de haberlo tenido como compañero.
jueves, 16 de mayo de 2019
El gobierno andaluz (del trifachito) castiga al portal Todos los nombres
Que la llegada de la derecha al gobierno de la Junta de Andalucía está teniendo repercusiones negativas, cada día lo podemos ir viendo y sufriendo. Y entre otras, me ha llegado la noticia de lo que está ocurriendo con la memoria histórica. El periódico digital Cuarto Poder ha publicado un artículo de María F. Sánchez en el que se denuncia que se hayan eliminado las subvenciones a la página electrónica Todos los nombres. Vinculada a la asociación Nuestra Memoria y el sindicato CGT, durante los trece años de existencia ha recogido una valiosa información sobre las personas represaliadas durante la Guerra Española por las tropas sublevadas y luego durante la dictadura franquista de Andalucía, Extremadura y Norte de África. El trabajo realizado hasta ahora se puede sintetizar en lo siguiente: el número de personas de las que hasta ahora se tiene algún tipo de conocimiento está cercano a cien mil; se ha orientado en la localización de personas enterradas en las distintas fosas comunes; permite el acceso de cerca de 1.500 investigaciones o artículos...
Con la postura del gobierno andaluz se cumple, así, con parte del acuerdo que suscribieron PP y Cs con Vox, teniendo como uno de los objetivos la eliminación de todo lo que suene a recuperar la memoria de las personas represaliadas. Pese a que haya sido Vox quien más insistiera en este aspecto, no debemos olvidar la actitud del gobierno central durante el último mandato del PP, al no incluir ninguna partida en los presupuestos del estado.
Con la postura del gobierno andaluz se cumple, así, con parte del acuerdo que suscribieron PP y Cs con Vox, teniendo como uno de los objetivos la eliminación de todo lo que suene a recuperar la memoria de las personas represaliadas. Pese a que haya sido Vox quien más insistiera en este aspecto, no debemos olvidar la actitud del gobierno central durante el último mandato del PP, al no incluir ninguna partida en los presupuestos del estado.