Que Pablo Casado -antaño dirigente de la gente joven del PP- haya aprobado doce asignaturas en doce meses para finalizar su carrera de Derecho, resulta más que raro. La Universidad Complutense de Madrid determinó en su investigación que no se puede probar que no lo hiciera de forma limpia. Que Rosendo Naseiro coordinó -como tesorero de Alianza Popular (luego, Partido Popular)- una trama para financiar ilegalmente a su partido, saltó a la vista en su momento a tenor de lo que se escuchaba en unas grabaciones telefónicas. Un tribunal de justicia determinó anular dichas grabaciones porque no se habían obtenido legalmente. Que Francisco Camps -cuando era presidente de la Generalitat valenciana- recibió el regalo de varios trajes por parte de su amigo del alma el Bigotes, relacionado con la trama Gürtel, hasta lo ha reconocido él mismo. Un jurado popular concluyó que eso no es corrupción, como ratificó después un Tribunal Superior. Que Mariano Rajoy -cuando era presidente del PP y ya estaba al frente del gobierno- le mandó a Luis Bárcenas el mensaje "Sé fuerte" en pleno escándalo de la financiación del PP, es verídico. Para Rajoy y su partido eso es como decir "Hala, Madrid".
Son cuatro de los ejemplos que utiliza Javier Pérez Royo en su artículo "Pablo Casado: la ética y la ley", en su columna en eldiario.es, para ilustrar dos principios del Derecho: lo que puede ser legal, no tiene por qué ser ético; sin pruebas, no puede haber condena, aun cuando existan evidencias o sospechas más que fundadas sobre un delito. En el artículo dice cosas como éstas: "Vamos a
quedarnos en un terreno en el que, sin duda, el Sr. Casado se reconoce con
seguridad, porque es el terreno en el que se ha movido en los últimos quince
años, es decir, durante la mayor parte de su vida adulta. El terreno de su
partido". Lo concluye así: "La universidad Complutense se ha cubierto de gloria con un alumno como usted".