Acabo de leer La noche en que los Beatles llegaron a Barcelona (Barcelona, Piel de Zapa, 2017), de Alfons Cervera. Una novela corta, pero muy intensa, y con un subtítulo bastante largo: Crónica de un concierto con doce canciones y alguna que otra sonora interferencia. Una historia que son dos paralelas. La que da título al libro, con los Beatles y sus canciones en la plaza de toros Monumental de la capital catalana, y la que trascurre en los sótanos de la comisaría de policía de la avenida Layetana y una música más sórdida a base de golpes, sangre y muerte. La de la fiesta de quienes en mayo de 1965 acudieron a ver y escuchar a los chicos de Liverpool y la del horror de quienes, provenientes del pueblo de Los Yesares con la ilusión de haber podido participar en ella, acabaron siendo detenidos por la policía franquista. Sin saber por qué.
Se trata de una novela con una enorme carga simbólica. Contada como una fusión, que no confusión, de momentos que ocurren en los dos escenarios. Un diálogo también entre el pasado y el presente, con la memoria como protagonista. Nos lleva a la noche de la dictadura. Al mundo de la arbitrariedad y de la represión. Nos lleva a un personaje, calcado de uno real, que tenía en su haber una brillante carrera en ese mundo violento. Sin ser nombrado en el texto, sus alusiones nos llevan a un tal Antonio Creix, famoso desde los albores de la dictadura por sus éxitos allá por donde actuó, pero a base de un método en el que no daba tregua a los golpes, la sangre y hasta la muerte.
Y la novela nos lleva también a quince años después, a 1981, ya en las postrimerías de la Transición. No en vano en el libro aparecen entre las dedicatorias los nombres de Luis Montero García, Juan Mañas Morales y Luis Cobo Mier. Tres jóvenes que viajaron desde Santander hasta Almería para participar en otra fiesta, esta vez la comunión del hermano de uno de ellos (recomiendo ver la película El caso Almería, de Pedro Costa). Si los jóvenes de Los Yesares fueron detenidos por policías de la brigada política quién sabe por qué, los de Santander lo fueron por guardias civiles bajo la acusación de formar parte a un comando de ETA. Y en los dos casos, el de ficción y el real, con los golpes, la sangre y la muerte como final. Y también, con la impunidad de quienes las provocaron.
Prueba de que aún quedan por desenterrar muchos pasajes de la memoria colectiva. Como las páginas de la novela "que duermen al raso de una intemperie donde sólo habita lo desconocido".