Hace unos días Rafael Correa, como cabeza del caso Gürtel, empezó a declarar cosas atrevidas en el juicio que se está celebrando. Mencionó por ello a Pablo Crespo, su segundo en la jerarquía de la trama y anteriormente alto cargo del PP gallego, como la persona que trataba directamente con la dirigencia del PP valenciano. Se veía venir, dada su mala situación procesal, como una forma de ir reduciendo penas y estar el menor tiempo posible en la cárcel.
Eso obligó a que los otros dos capos de la trama, Pablo Crespo y Álvaro Pérez, tuvieran que cambiar de estrategia defensiva. E incluso a que por ello el juicio se suspendiera por dos días. De esa manera, de estar calladitos y sentirse, como Correa al principio, víctimas de una conjura, han pasado a cantar... hasta la Traviata, como se ha dicho en muchos medios. En efecto, Crespo señaló directamente ayer por la mañana a Ricardo Costa, antaño secretario general del PP valenciano. Y Álvarez, ya por la tarde, lo hizo con Francisco Camps, presidente de la Generalitat valenciana hasta 2011, y Juan Cotino, uno de sus vicepresidentes. De paso exculpó a Costa, de quien dijo que era un mandado de Camps.
Toda una cadena de señalamientos, donde cada acusado se va desentendiendo de la responsabilidad principal, pero que tiene un final curioso: si en la cúspide se encontraría Camps, quedaría exonerado judicialmente, pues no está imputado en la causa y, en última instancia, vería prescritos sus delitos. Magistral.
Por eso me refiero en el titular a lo de cachondeo. Porque los juicios con este tipo de gente suelen acabar convirtiéndose en pantomimas. Gente poderosa, con enormes tentáculos en diferentes ámbitos políticos, económicos y hasta judiciales. Que dispone, porque así las han creado, de leyes hechas a su medida. Que no le faltan equipos jurídicos que se las saben todas. Que no tiene vergüenza en decir una cosa y la contraria, o en mentir con descaro. Y que al final acaba, si no saliendo casi siempre de rositas, al menos minimizando al máximo sus daños. Y por supuesto, con sus patrimonios obtenidos ilegalmente a costa de los erarios públicos, indemnes total o parcialmente.
Este es el PP nuestro de cada día, como en Catalunya lo ha sido también la CiU suya de cada día. Estructuras de corrupción dedicadas a obtener fondos para financiar sus partidos respectivos (en burocracia, campañas electorales, sobresueldos a dirigentes, clientela...) y de permitir que se hayan enriquecido personas mediante fórmulas a cuál más inverosímil. Estructuras vinculadas al mundo de las empresas, sobre todo grandes, beneficiarias de numerosas y cuantiosas concesiones provenientes de las administraciones públicas.