A principios de los noventa pudimos ver cómo se las componía el
partido. Recién dejado su antiguo nombre, la Alianza Popular que fundara
Manuel Fraga en 1976, y ya como nuevo Partido Popular, dirigido por el novel
José Mª Aznar, saltó el caso Naseiro. Un nombre derivado del primer apellido
del tesorero del partido, de nombre Rosendo. Grabado in franganti en
conversaciones telefónicas donde se hablaba de lo humano más que de lo divino,
acabó siendo procesado, junto con otros prebostes del partido (el anterior
tesorero, Ángel Sanchís; el entonces alcalde de Cartagena, Manuel Zaplana...) y
acusado de financiación ilegal del partido, soborno, compra de votos,
enriquecimiento ilícito personal... Pero llegó el Tribunal Supremo y lo echó
todo a perder, porque declaró ilegal la forma usada para conseguir la
información: a resultas de un pinchazo telefónico mientras se investigaba otro
caso, con otras personas relacionadas con el narcotráfico.
Desde entonces el nuevo PP tuvo vía libre para seguir con sus
correrías, de las que sabemos mucho, pero poco si proyectamos lo que más que
sospechamos que se esconde debajo. Mientras en los noventa se lanzaban a la
yugular del PSOE por los casos de corrupción que iban saliendo, las gentes del
PP seguían expandiendo su imperio financiero allá donde iban tocando poder:
desde el local y el autonómico, por donde entonces tenían más, hasta el
central, cuando en 1996 llegaron por primera vez al gobierno.
Ha contado Jorge Verstrynge, en pleno caso Bárcenas, que fue
testigo como secretario general de AP de la forma en que llegaba el dinero
procedente del empresariado. A raudales, como tributo de un doble deseo:
agasajar a su partido favorito y facilitar futuras operaciones. Y esto nunca
ha faltado. Sólo que el entramado se ha hecho mucho más grande y complejo. Se
ha extendido por doquier en todos los ámbitos de lo público y de lo privado. Y
en ello, por supuesto, entra el enriquecimiento de muchas gentes, que, además,
no les ha faltado el hacer ostentación del lujo y del consumo, aun cuando pueda
resultar hortera. Y también, por supuesto, entra el saqueo del dinero público,
con el que se ha subvencionado todo tipo de operaciones (construcción de obras
públicas, organización de eventos, concesiones privadas, etc.) para que el
partido funcionara y la gente más lista se lo llevara crudo a sus cuentas
corrientes.
Todo un entramado apoyado en la impunidad absoluta, descarada y
descarnada. Con sectores del mundo judicial mirando para otro lado, archivando
casos, minimizando las condenas, retardando los procedimientos... Con un
electorado entre implicado, atontado o agradecido que se creía, entre tantas
cosas, aquello de "España va bien" o "Somos una gran
nación".
De esta manera se han financiado antaño
AP y luego PP. De esta forma han organizado campañas electorales, construido
sedes, contratado a gente, regalado prebendas, ampliado la clientela... Más que
evidencias de las trampas con que han jugado. Trampas que no son otra cosa
que el fraude que han cometido sucesivamente en las contiendas electorales. Y
así nos va.