viernes, 14 de abril de 2017

El bipartidismo moribundo y las perspectivas electorales

A lo largo de este escrito me voy a referir exclusivamente a los partidos que actúan en el ámbito estatal, bien como tales o bien en consonancia con otros de un ámbito territorial menor, como ocurre con Unidos Podemos en relación a las confluencias en Cataluña, País Valenciano, Galicia y Baleares.

Los cambios en el sistema de partidos

La composición del voto desde 2011 ha ido cambiando, hasta el punto que, como lleva defendiendo Jaime Miquel, el bipartidismo está sentenciado de muerte. Desde entonces los dos partidos que lo han conformado, PP y PSOE, han ido retrocediendo de una forma considerable en número de votos tanto por separado como en la suma de ambos.

Resultados del PP y el PSOE en las elecciones generales


2008
2011
2015
2016

Núm.*
%
Núm.*
%
Núm.*
%
Núm.*
%
PP
10,3
39,9
10,9
44,6
7,2
28,7
7,9
33
PSOE
11,3
43,9
7
28,8
5,5
22
5,4
22,7
PP + PSOE
21,6
83,8
17,9
73,4
12,7
50,7
13,3
55,7
Fuente: Ministerio del Interior
* En millones.

Resulta evidente que desde las elecciones generales de 2008 ambos partidos han perdido 8,3 millones de votos en relación a las de 2016, que en términos relativos supone la pérdida de 28 puntos (33, en 2015). Ya en 2011 la suma de ambos supuso una bajada, no tanto por el PP, que subió algo en número de votos, como por el  PSOE, que se dio el gran batacazo con la pérdida de más de 4 millones. Hubieron de ser las elecciones de 2015 donde los apoyos al bipartidismo alcanzaron su mínimo histórico, esta vez por la mayor pérdida de votos en el PP, concretamente de 3,7 millones. Previamente, en las europeas de 2014, las municipales y autonómicas de 2015 (sin contar las autonómicas de Cataluña, Galicia, País Vasco o Andalucía) ya se había mostrado esa tendencia.

Por el contrario, otros grupos han ido ganando terreno a su costa, aun cuando en ellos haya habido ciertas modificaciones. Quizás las más llamativas hayan sido los casos de UPyD y Ciudadanos, con orígenes distintos, pero con grandes coincidencias programáticas. El primero ha acabado desapareciendo en favor del segundo, Ciudadanos, que además ha ido recogiendo votos en el electorado del PP. IU ha visto finalmente frenado su crecimiento en favor de Podemos, que, a su vez, se aprovechado de parte de su electorado, pero en mayor medida lo ha hecho de la abstención, del electorado del PSOE y de quienes votan por primera vez.

Finalmente, mientras Ciudadanos se ha consolidado como el segundo partido de la derecha, parece que por la izquierda se ha encontrado la fórmula apropiada en los acuerdos habidos entre Podemos e IU, que han dado lugar a Unidos Podemos, y entre éste y las confluencias En Comú Podems (Catalunya), En Marea (Galicia), Compromís, Podemos y EUPV (País Valenciano), y Podemos, Mes y EUIB (Baleares). 

La brecha generacional en la orientación del voto

Los cambios que se han ido operando en los últimos años tiene una expresión muy clara en la grieta generacional que se ha empezado a dar: las generaciones más jóvenes, hasta los 44 años, votan más por Unidos Podemos y las confluencias, y Ciudadanos; por el contrario, a partir de esa edad la preferencia es mayor por PP y PSOE. En los dos casos y en líneas generales en una relación inversamente proporcional. Atendiendo a cada grupo, Unidos Podemos y las confluencias representan la fuerza más votada hasta los 44 años, mientras que el PP lo es a partir de esa edad. 

Apoyos electorales por grupos de edad


Fuente: encuesta elaborada por Jaime Miquel y Asociados, marzo de 2017, para Público

No cabe la menor duda que la grieta generacional va ser una de las claves para entender el futuro electoral, pues las personas que componen electorado de las edades más avanzadas, donde PP y PSOE son muy superiores en los apoyos, van a tender a ir desapareciendo, a la vez que irá ganando peso el electorado de los actuales grupos de edad más jóvenes, incluyendo a quienes se van incorporando a la posibilidad de votar. 

La debacle de PP y PSOE tiene que ver con unas formas diferentes de afrontar la lucha política, alejadas cada vez más de las que sirvieron hasta 2011, cuando el PP arrasó en las generales y el PSOE se hundió. Las claves de ese cambio tienen que ver con una cultura política que ya no tiene como referente principal lo ocurrido durante la Transición y las instituciones que surgieron de ella. Tiene que ver también con nuevas formas de comunicación, donde los medios tradicionales están dando paso a otros basados en las nuevas tecnologías de la información.

Las diferencias se manifiestan con mucha claridad en el ámbito territorial, donde hay claros contrastes. En las provincias del interior, que tienen una población más envejecida, un nivel de formación académica más bajo y un mayor peso de lo rural, hay una preferencia abrumadora por PP y PSOE. En el caso del PSOE hay que añadir la tendencia a localizarse en mayor medida en las provincias más meridionales, especialmente en  las andaluzas.

En las provincias de la periferia, junto con Madrid, más urbanizadas, con una población más joven y mayor formación académica, esos partidos pierden importantes apoyos, de lo que se aprovechan Ciudadanos y Unidos Podemos y sus aliados.

La paradoja dramática

Pero no debemos olvidar otro aspecto, para mí primordial, aun cuando no se perciba de una forma clara, como es la situación socio-profesional y el modelo de relaciones laborales en que se mueve cada una de las generaciones aludidas. Y aquí entra una situación que yo la denomino como de paradoja dramática. Lo iré explicando en las siguientes líneas. 

Los grupos que han gobernado hasta ahora, PP, PSOE y, cuando existía, CiU han apostado por las medidas neoliberales. Esto es, menor gasto social, privatización de servicios públicos, recorte de salarios, precarización del empleo, especulación en la vivienda, etc. Son apoyados en mucha mayor medida por quienes ya tienen asegurado el futuro o están en el ocaso de su vida, de manera que tienen trabajos más estables y mejor remunerados, mayor nivel de renta, vivienda asegurada, pensiones aseguradas, etc. Aunque pueda resultar paradójico, sobre todo entre quienes apoyan al PP, buena parte de estos apoyos provienen de los sectores sociales asalariados o que lo fueron.

En el caso de los nuevos grupos políticos hay que resaltar importantes diferencias entre sí. Mientras que los planteamientos de Ciudadanos están en la línea del neoliberalismo, los de Unidos Podemos y las confluencias se orientan hacia una política económica que puede calificarse de socialdemócrata. En todo caso, alejada de la austeridad neoliberal, que conlleva la recuperación del papel nivelador del estado en favor de las rentas más bajas, y mayores impuestos para las rentas más altas y las grandes empresas.

Quienes más se están beneficiando de las ventajas del estado del bienestar, están optando por las posiciones conservadoras, que son las que se  están desmantelando y están ocasionando un claro perjuicio a las generaciones más jóvenes, que al fin y al cabo no dejan de ser en la mayor parte de los casos sus hijos o hijas. Por su parte, las generaciones más jóvenes, compuestas en su mayoría por las víctimas de la política del neoliberalismo, han optado por acabar con los instrumentos tradicionales de reivindicación social, como es el caso de los sindicatos, aun cuando han creado otras nuevas, pero de menor dimensión e incidencia. A la vez han reducido la presión social que tradicionalmente se ha llevado a cabo mediante las movilizaciones. Como consecuencia, esta actitud no deja de incidir negativamente a la hora de combatir las medidas neoliberales.

El futuro de los partidos

Mucha gente se pregunta por qué el PP sigue manteniendo unos niveles de apoyo electoral, aparentemente sin apenas mermas, y que los sitúan como primera fuerza política. No debemos olvidar que, al fin y al cabo, recoge los votos ideológicos de la derecha (identidad española, identidad católica tradicional...), los propiamente sociales (mayores rentas, profesiones de mayor cualificación, clases medias propietarias del campo y la ciudad...) y los que contienen una buena dosis de miedo (sobre todo en la gente mayor). Por otro lado, es el partido que resulta más favorecido por el sistema electoral, que da lugar a una sobrerrepresentación de las provincias menos pobladas en detrimento de las que tienen más.     

En esta situación el partido más perjudicado es el PSOE, que no cesa en su sangría de votos y que continuará cualquiera que sea el resultado de sus primarias internas. Si gana Susana Díaz, perderá buena parte del electorado más progresista que podría apoyar a Pedro Sánchez. Si lo hace éste, ocurrirá lo mismo con el electorado que apoyaría a Díaz. Tiene un cierto parecido con lo que está ocurriendo en Francia, donde el vencedor de las primarias del PSF, Hamon, no está recibiendo el apoyo de quienes optaron por el perdedor, Macron, que a su vez ha decidido presentarse a las elecciones presidenciales. La idea del riesgo de pasokización del PSOE no resulta descabellada.

Mientras tanto, Ciudadanos se está convirtiendo en el recambio del PP, horadando en su electorado, aun cuando por ahora lo está haciendo lentamente. A su favor tiene el potencial de las generaciones más jóvenes, en las que hay sectores alejados de los peligros derivados de la desestructuración social que se está viviendo.

Unidos Podemos y las confluencias, en fin, son los que tienen mayor potencial de crecimiento electoral. Las condiciones sociales le favorecen, porque les permiten recibir el apoyo de los sectores de población más castigados. Como éstos se encuentran entre los más jóvenes, disponen del potencial que aportan, mientras las personas de edades mayores van feneciendo. El riesgo mayor lo tienen en la abstención, donde suelen refugiarse quienes sienten en mayor medida el desencanto de la política  y que tradicionalmente se ha manifestado en mayor medida en el grupo más joven. La desmovilización social no deja de ser un peligro.

Lo que haya de ocurrir en el futuro, está por ver. Pero creo que lo que he descrito en las líneas anteriores puede ayudar a entender algo.