Acabo de leer una entrevista a Joan Martínez Alier en Diagonal. Es muy interesante, como suele ser lo que dice este sabio de la economía y de la ecología. Dos ciencias que ha sabido compaginar desde hace muchos tiempo, habiendo sido uno de los pioneros en este país.
Coordina actualmente el Atlas de Justicia Ambiental, que pretende ser "un archivo general de conflictos ambientales a nivel mundial". Y por ello saca a la luz cosas muy preocupantes: "más o menos en el 12% de casos hay ecologistas o gente que protesta que acaba muerta, aunque no sean ecologistas militantes, quizá no saben ni que son ecologistas, pero están protestando contra una hidroeléctrica o por minería, o por residuos, etc. y en esa protesta les matan". También destaca como positivo que "casi el 20% de casos son de éxito en la justicia ambiental. Visto al revés quiere decir que hay como 50% de fracasos declarados y otros 30% que la ficha pone que no se está seguro de si es un éxito o un fracaso".
Sus palabras suenan a advertencia cuando establece una relación entre extracción de energía y conflictos: "cuando crece la economía mundial quiere decir que aumenta lo que llamamos el metabolismo social, económico. Esto quiere decir, el uso de energía y de materiales. Cada vez hay más extracción de energía fósil, incluso de energía eólica en algún sitio, y también de metales o de biomasa, y como hay más, hay más conflictos". También para desentrañar la naturaleza del sistema en que vivimos: "cuando hay crecimiento ves que no es un crecimiento desmaterializado, sino que cada vez se están usando más materiales y energía y se están produciendo más gases de efecto invernadero". Y no le falta una frase antológica que ilustra el modelo civilizatorio dominante: "ahora vivimos de fotosíntesis embotellada: hace millones de años se produjo el carbón, el petróleo y el gas. Lo descorchamos y lo liquidamos en cien años de juerga industrialista".
Su apuesta es clara. Pese a que el daño producido ha sido muy grave ("ya nos hemos pasado"), considera que podemos atenuar la situación. Por ejemplo, frenando el crecimiento de población, algo que ya es real. También, mejorando "el uso de energía solar, como han mejorado los molinos de viento". Y reduciendo y yendo "a un cierto decrecimiento –a un nivel de los años 50 o 60 en Europa– de la energía que gastamos, en aquella época era la tercera parte de la que consumimos ahora".
Consciente de lo que ocurre, no desiste en el empeño. Por eso dice que "luchemos contra esa idea del todo va a acabar mal y propongamos cosas nuevas".