Es lo que ha hecho el historiador inglés en una obra publicada recientemente en castellano y cuyo título completo es Imperium et consilium. La política exterior norteamericana y sus teóricos (Madrid, Akal, 2014). Una obra en dos partes que en realidad, como explica en el Prólogo, se trata de dos ensayos, publicados con anterioridad, en 2013, en un número especial de la revista New Left Review. En ambos "ofrece un análisis del sistema de la hegemonía estadounidense" desde los campos de la diplomacia y la estrategia política, pero deslindando distintos aspectos. Plantea tres divergencias con respecto a quienes investigan este tema: establece una continuidad cronológica desde la guerra contra México, a mediados del siglo XIX, hasta la actualidad; amplía el campo de actuación imperial a los tres mundos, incluyendo al menos tratado, el primero, esto es, el de los países capitalista avanzados; y critica la falta de quienes, sobre todo desde la izquierda, reiteradamente hablan de la decadencia o la caída inminente del imperio estadounidense. En "Imperium" se dedica a desarrollar las dos primeras de las divergencias, mientras que en "Consilium" lo hace con la tercera.
La lectura del libro resulta apasionante. Desmenuza con maestría sintéticamente una variedad de aspectos que muestran un conocimiento profundo del tema. Sin entrar en cada uno de ellos, me ha resultado muy interesante la forma que tiene de tratar la figura del actual presidente de EEUU, Barak Obama, al que le dedica el último capítulo de "Imperium". Y lo que hace en realidad es desmontar el mito que se ha creado en torno a él: es el presidente que ha aumentado la presencia militar en Afganistán, el que ha multiplicado las acciones mediante drones, el que ha permitido la impunidad de la tortura en las bases especiales, el que ha aumentado el manto del secretismo de estado, el que ha castigado a quienes han osado desvelar los desmanes cometidos, el que vulneró la autoridad de su Congreso para atacar a Libia, el que ha instigado la guerra civil en Siria... El juicio que hace de él Anderson, como del resto de presidentes, es rotundo: "Desde la segunda Guerra Mundial, la criminalidad presidencial ha sido la regla, no la excepción, y Obama ha sabido estar a la altura".
Lo que más me ha llamado la atención del libro, por lo novedoso que tiene para mí, quizás haya sido "Consilium". En esa parte presenta una pléyade de pensadores influyentes situados en el núcleo del poder del imperio. De quienes la conforman dice que "pertenecen a la élite de la seguridad nacional, que abarca la esfera de la burocracia, el mundo académico, las fundaciones, los comités de asesores y los medios de comunicación". En la caracterización que hace de sus componentes dice que suelen situarse en un peldaño inferior de la cúpula imperial, y no buscan ganarse al público en general, sino a la minoría interesada; y sus obras tienen una naturaleza consultiva y su menor erudición la suplen con una mayor libertad e imaginación.
Analiza a estos personajes con maestría a través de sus obras, remarcando su evolución personal y los contrastes entre ellos. Establece hasta una clasificación: a Walter R. Mead, Michael Mandelbaum, John Ikelberry y Charles Kupcham los califica de los cruzados; a Robert Kagan, Zbigniew Brzezinski y Robert Art los inscribe en los ideales realistas; y de Thomas P. M. Barnett destaca que prioriza la economía. Se trata de personajes que llevan un largo recorrido en las altas esferas de las administraciones de varios presidentes, especialmente desde Bill Clinton, pero sin que falten algunos casos, como Brzezinski, que jugó un papel importante con Jimmy Carter desde su puesto de consejero de Seguridad.
No falta al final del libro una puntual alusión al pensamiento disidente en EEUU, mencionando a Chistropher Layne, Chalmers Johnson, Andrew Bacevich, Calleo, Gabriel Kolko, o Noam Chomsky. De Johnson precisamente menciona su última obra, que traducida sería Desmantelar el imperio. Nada menos.