Vi dos veces a Aguado. Una, cuando visitó Salamanca en febrero de 1979 durante la campaña de las elecciones generales del 1 de marzo. Tras el mitin estuvo tomando una cerveza con un grupo de militantes en un bar de la ciudad, departiendo opiniones e impresiones. La otra, un año más tarde en Madrid, durante la asamblea de militantes que puso fin al PTE tras el fracaso de la unificación con la ORT. Después, todo fueron referencias por otras personas o rumores. Recuerdo el episodio que protagonizó en el Congreso desde la tribuna de gente invitada lanzando unas octavillas y gritando "esto es una farsa". Ahora he sabido que dos o tres años después fue condenado a no acercarse a la capital por un tiempo. También recuerdo que en los primeros años de los ochenta oímos que había vuelto a su Palencia natal y que se había reintegrado en la enseñanza, profesión que había abandonado por los imperativos de la vida clandestina. Hace unos años supe por la red que era dirigente del sindicato de enseñanza de CCOO en Palencia y de una controversia que tuvo con el delegado provincial de Educación.
Cuando conocí la noticia de su fallecimiento he podido leer cosas que ya sabía de él y otras más, sobre todo de su vida tras el abandono de la militancia en un grupo político concreto. He leído, así, en palabras del concejal de IU en Palencia, que en cierta ocasión le confesó que no habiendo sido nunca militante de ese grupo, parecía que públicamente se le identificaba con él. También, que fue un profesor muy apreciado por su alumnado. He sabido que sobrevivió pocos meses a su madre, a quien había estado cuidando desde años. Incluso que llegó a viajar hasta Sevilla para despedirse de su amigo Eladio García Castro, antiguo secretario general del PTE, conocedor ya de la proximidad de su muerte ante el avance del tumor maligno que le dio la estocada.
Con Nazario Aguado se va una parte -muy digna- de la lucha por las libertades en este país, la misma que ha sido secuestrada por personajes que lo único que hicieron fue vampirizarla. Aunque había nacido en una cuna con recursos, puso su esfuerzo personal en la lucha por la clase obrera y por la gente más desfavorecida. Lejos ya de la intensidad con que vivió la vida política desde finales de los sesenta y a lo largo de los setenta, después siempre supo estar en el mismo sitio. Al fin y al cabo, fue un militante de la vida, la forma que tuvo Mario Benedetti de definir el compromiso político y social solidario.
(Fotografía:
pertenece al archivo de los hermanos Vallejo Llamas y fue tomada en febrero de
1979 durante la visita de Nazario Aguado a Salamanca con motivo de la campaña
electoral)