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lunes, 27 de enero de 2014
Los dineros del fútbol
El mundo del fútbol profesional lleva años inmerso en un modelo de gestión que es parte del sistema neoliberal. Los grandes clubes, las federaciones nacionales más poderosas y los organismos rectores internacionales (FIFA, UEFA...) funcionan como grandes empresas que mantienen relaciones con las otras que conforman el universo capitalista. Sus dirigentes forman parte del mismo conglomerado social y económico que dirige el mundo. Aunque los clubes se siguen identificando formalmente con los orígenes de donde surgieron y quienes son su aficionados (más) o aficionadas (menos) sienten la ilusión de que eso sigue siendo así, la realidad es que no dejan de ser meras empresas que actúan por sí mismas, cada cual en su ámbito, con los grandes clubes como verdaderas multinacionales del deporte. Todo el dinero que se mueve pertenece al universo del capital transnacionalizado y financiarizado. Por cada compra-venta de un jugador -y especialmente si es una gran figura- se mueve un entramado donde actúan diversos actores, a cuál más variopinto: los propios clubes, los intermediarios, los agentes del jugador, multinacionales diversas que intervienen con intereses también diversos (hidrocarburos, inmobiliarias, ropa deportiva, bebidas, fondos de inversión...) y entramados financieros de gran opacidad que están situados en los paraísos fiscales. Algo parecido ocurre cuando se celebran las competiciones internacionales y los grandes eventos periódicos. Para poner en práctica esta maquinaria se necesita una infraestructura jurídica y fiscal eficaz que sea capaz de colocar cada activo deportivo en el lugar correspondiente. Es frecuente que las autoridades públicas se pongan al servicio de estos intereses, bien mediante legislaciones ad hoc que crean bonificaciones o exenciones fiscales, las recalificaciones de terrenos, la lenidad en el cumplimiento de las obligaciones legales, la firma de contratos ventajosos para las retransmisiones deportivas, las meras subvenciones... La compra de una figura se valora en una cantidad neta y a partir de ahí quienes integran el aparato de ingeniería financiera y fiscal empiezan a moverse para reducir al máximo los coste fiscales. Y aquí la opacidad de los paraísos fiscales cumple una función primordial. En España se cumplen a la perfección todos los ingredientes antes señalados.