En la cumbre internacional sobre el cambio climático celebrada en Doha, la capital del petrolero estado de Catar, se ha decidido retrasar para 2020 el plazo fijado hace quince años en Kioto (Japón) sobre la reducción de gases contaminantes. El año presente, el 2012, debería haber sido el momento de inflexión en la lucha contra la contaminación causante del calentamiento global y numerosas secuelas que afectan a la salud de las personas.
En 1997 Kioto acogió una cumbre internacional que se centró en un problema, el del cambio climático, que empezaba a preocupar a la opinión pública y los gobiernos, tras las advertencias que se estaban haciendo desde el movimiento ecologista y algunas instituciones ligadas a las Naciones Unidas. El acuerdo más importante se concretó en un objetivo: la reducción en la emisión de gases contaminantes, tales como el monóxido y el dióxido de carbono, los óxidos de nitrógeno y azufre o el gas metano, causantes del efecto invernadero y con él del calentamiento del planeta. Se fijó que el acuerdo entrara en vigor en 2005 y que el plazo para cumplir el objetivo principal fuera, como se ha dicho, el año 2012. Desde entonces se ha hablado del Protocolo de Kioto como un referente trascendental en el campo de la defensa del medio ambiente.
La ratificación posterior por los estados, sin embargo, ya marcó uno de los primeros límites, especialmente por el comportamiento de EEUU y Canadá, que acabaron abandonando el Protocolo. El siguiente problema derivó de la falta de compromiso para cumplir lo pactado. En el caso de la Unión Europea se aprobó en 2007 un paquete específico de medidas, fijando la reducción en un 20% de las emisiones de gases más contaminantes, el aumento de las energías renovables, el aumento en un 10% de los biocombustibles y el fomento de la energía nuclear. Medidas contradictorias desde una vertiente ecológica (caso de los biocombustibles y la energía nuclear), pero que pretendían caminar en la dirección marcada en 1997. Las diversas cumbres celebradas desde 2007 en Bali (Indonesia), Copenhague (Dinamarca) y Cancún (México) para hacer un seguimiento del Protocolo de Kioto han puesto al descubierto dos cosas: una, las enormes diferencias existentes entre los países en vías de desarrollo y los más desarrollados; y otra, que ninguno está cumpliendo. Lo ocurrido en Doha ha sido más de lo mismo, con el agravante de que se ha ampliado el plazo para seguir castigando al planeta que habitamos y la atmósfera que nos permite vivir. Sigue abierta la veda.