Teniendo en cuenta que los
resultados el domingo han alterado en parte las previsiones de los sondeos -en
favor de Sarkozy y en detrimento de Hollande-, el esfuerzo de los dos
candidatos, como se está viendo, está siendo considerable. De partida, lo
normal es que haya una tendencia a que se normalice el voto en cada bloque político.
Lo que está por ver es el grado que alcance es normalización.
En esta batalla va a resultar
crucial la disputa del voto del electorado de François Bayrou y de Marine Le
Pen. El candidato centrista es el más europeísta de todos, pero está alejado de
Sarkozy por la forma de gobernar de éste y por el mensaje más que ambiguo
mostrado durante la campaña, con veleidades propias de la extrema derecha, como
la xenofobia y el antieuropeísmo. El electorado centrista es políticamente
moderado, con una composición social de los estratos más elevados de las clases
medias y preferentemente ilustrados (1), alejados de las estridencias de un extremo u
otro. Si el domingo una parte de ese electorado acabó yéndose hacia Sarkozy,
seguramente por su identificación con el neoliberalismo extremo, está por ver
cuánto se puede ir en la segunda vuelta, siempre en la medida que Sarkozy se
aproxime más o menos al electorado de extrema derecha. Por
ahora las cosas no parecen ir bien para Sarkozy. Si los sondeos anteriores al domingo
apuntaban una distribución por igual entre los dos candidatos y la abstención,
uno más reciente de VSD et LCP (2) refleja un ligero decantamiento por Hollande (41%) frente a Sarkozy (36%). En todo caso, según Opinion Way (3) el 72% del electorado de Bayrou se
opone a una alianza de la UMP
de Sarkozy y el FN de Le Pen, lo cual ilustra lo que estamos diciendo.
Los votos de Le Pen van a
ser los más importantes, por no decir decisivos. En primer lugar porque son más
que los de Bayrou. Pero también por sus rasgos. Uno, el ideológico, es más
homogéneo, con el nacionalismo extremo como su argamasa. El otro es la
composición social. A grandes rasgos el voto a Le Pen se ha nutrido más de
varones que de mujeres, de las edades maduras y de los sectores sociales ligados
a la pequeña propiedad, la clase obrera y los pensionistas (4). Resulta evidente que por su naturaleza en estos grupos hay cierta
heterogeneidad (propiedad versus trabajo
asalariado), pero también proximidad por la posición que ocupan en la jerarquía
social. Entre los distintos candidatos Le Pen ha sido la que más votos ha
obtenido en la clase obrera, llegando casi a la tercera parte. Se trataría en
este caso de los sectores más castigados con la crisis y, por lo tanto, más
fácil de ganar, en su desesperación, con mensajes demagógicos de carácter
xenófobo y nacionalista. En esto último es donde coinciden buena parte de los electorados de la UMP de Sarkozy y el FN de Le
Pen, que se han manifestado mayoritariamente por un acuerdo entre los dos
grupos: en el primero, un 64%; y en el segundo, un 54% (5). Su antieuropeísmo resulta evidente, lo que le aleja de los mensajes
que pueda lanzar Sarkozy en defensa de la Unión Europea o, por
el contrario, le acerca cuando se muestra crítico con determinados aspectos de la UE , como ocurre con el acuerdo
de Schengen.
Lo que no debe llevar a
engaño es que en Francia ha habido un cambio de signo en el voto hacia la
izquierda. Sí ha habido un recorte de las diferencias que se dieron en las
presidenciales de hace cinco años, cuando los candidatos de la derecha y el
centro superaron en la primera vuelta el 60% de los sufragios y Sarkozy derrotó
en el ballotage a la candidata del
PSF, Ségolène Royal, por una diferencia de 6 puntos. Los apoyos que pueden aupar
a la victoria a Hollande provendrían del centro neoliberal y de la extrema
derecha xenófoba. Unas frutas duras de pelar.
Notas
(1) “Análisis de la intención del voto”, El País, 23 de abril de 2012, cuyos
datos se han extraído de una encuesta de IFOP hecha entre el 12 y el 14 de abril.
(2) Le Monde, 27 de abril de 2012.
(3) Le Monde, 24 de abril de 2012.
(4) “Análisis de la intención del voto”, El País, 23 de abril de 2012
(5) Le Monde, 24-04-2012.