Me llamaron la atención gratamente las numerosas esculturas repartidas por las calles del centro. Las hay dedicadas a personajes nacidos en la ciudad (el astrónomo, matemático y médico Ben Yehuda, el cartógrafo Al Idrissi o el médico y alcalde republicano -fusilado- Antonio López Sánchez-Prado) o relacionados con ella (el conquistador portugués Enrique el Navegante o su compatriota Pedro de Meneses). También las hay que tienen motivos alegóricos, como las dedicadas a la Convivencia, la Constitución de 1978 o La Paz y la Libertad, esta última obra de Juan de Ávalos. Son numerosas, cosa lógica, las de carácter militar y religioso. No faltan los personajes clásicos como Estrabón, Platón o Aristóteles. Y, por supuesto, existe una dedicada al mito de las columnas de Hércules...
Durante el paseo nos fuimos topando con nombres de calles de militares golpistas: Sanjurjo, Millán Astray o Aranda. Por falta de tiempo no visitamos los monumentos dedicados a Franco, entre los que están el conocido como "Llano Amarillo", para recordar el juramento de los militares sublevados contra la república, con Yagüe a la cabeza; o el de los "Pies de Franco". Todavía hay en Ceuta junto a los restos del colonialismo que se hunde en la lejanía del tiempo unos cuantos restos de esos fascistas, africanistas o golpistas que hicieron de la ciudad el principal punto de partida de tropas hacia la Península en el verano del 36. Unos restos que para el alcalde-presidente, del PP, son parte de su historia. Es algo que critica ahora el PSOE local, pero que no cumplió, habiendo tenido ocasión para haberlo hecho durante los ocho años de gobierno, por los 80.
Es Ceuta hoy, como Melilla, una ciudad autónoma dentro de la configuración político-territorial de España. Antes fue caracterizada como plaza militar. Es una ciudad, como Melilla, que reivindica Marruecos. Buena parte de su población es de origen marroquí. Ignoro qué porcentaje representa. Mi visita se limitó a la zona poblada preferentemente por la población de origen español. Celebraban bodas (en la catedral, en el santuario de la virgen de África...) y por la tarde, ya casi de noche, se reunieron al sonido de una banda de tambores y cornetas.
Por esas calles del centro transitaban mujeres vestidas con sus chilabas y varones de origen árabe o bereber con atuendos más occidentales. En algunos casos vimos su miseria y algunas mujeres, la prostitución. No faltaban jóvenes subsaharianos, aislados, que parecían esperar, quizás soñando un trabajo. Pudimos ver también algunos de los pequeños comercios que van quedando de lo que fue hace unos años un puerto franco mucho más activo que se visitaba para obtener productos a precios inferiores que en España. Comercios, llamados bazares, que suelen regentar gente de origen judío, hindú, árabe, bereber y, ahora también, chino. Fue en el restaurante Al Andalus, con Larbi en la cocina y su hijo Mohamed en el salón, donde estuvimos comiendo. Compartimos y degustamos los platos de ensalada de verduras, pinchitos, tallín y cuscús, y no nos faltaron el te con hierbabuena y las pastas.
De la parte por donde estuvimos, me gustaron el urbanismo no excesivamente agresivo, numerosos paseos ajardinados y hasta la limpieza. En alguna parte había restos de bloques de edificios con estética colonial de otras épocas. A lo lejos pudimos ver otras edificaciones que me recordaban las que hay en los barrios de las ciudades peninsulares. No llegamos a los barrios musulmanes, como llaman a los morados por la población de origen marroquí. Sólo alcanzamos a ver la mezquita de Muley el Mehdi.
Fueron nueve horas por Ceuta. La misma que fue llamada en otras épocas Sebta (en árabe), Septem Fratres (latín), Hepta Adelphoi (griego) o incluso Abilya (fenicio).