"No tenemos un puto duro", fue lo que le dijo el otro día a micrófono cerrado, aunque captado por algún periodista, Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, a Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de la capital. Por esos días también los medios de comunicación informaron acerca de la reducción del gasto educativo en esa comunidad a costa sobre todo del profesorado, cuyo número se está reduciendo, mientras aumentarán sus horas de clase a impartir. Y acto seguido nos llega el alcalde con el canto de los juegos olímpicos. Después de los dos fracasos seguidos sonados de 2012 y 2016, vuelve a postular a Madrid, por tercera vez, para que ese evento deportivo pueda celebrarse en el año 2020, aduciendo que es el momento adecuado por un cálculo peregrino de posibilidades. Le ha seguido la corriente el portavoz del PSOE en el ayuntamiento, Jaime Lissavetsky, otrora secretario de estado de Deportes. Los dos, ufanos, salieron en las fotos correspondientes ayer durante el anuncio oficial de la candidatura. El afán de protagonismo a cualquier precio resulta espeluznante por buena parte de quienes gobiernan. También resulta espeluznante, por qué no decirlo, el apoyo que reciben de mucha gente. Y, lo que más me duele, que haya tenido el apoyo de UGT y CCOO. No cuenta el coste real de la preparación y promoción de la candidatura. Sobre esto último, siguiendo el artículo "Más deudas para la capital, mientras sigue la contaminación", firmado por Ecologistas en Acción y publicado hoy en Rebelión, el intento para 2016 ha costado, que se sepa, cuarenta millones de euros y a cientos de miles de millones, también que se sepa, se han elevado los gastos de las instalaciones construidas total o parcialmente. Es el caso de la Caja Mágica, el estadio conocido como "la Peineta", el Centro Acuático o el parque de La Gavia, instalaciones que apenas se utilizan y que están resultando muy poco rentables. Y todo esto en medio de lo que está cayendo.