Las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos están que arden. La pugna entre demócratas y republicanos está en uno de sus momentos culminantes de cara al futuro. Por lo que sé, se están jugando que el estado se declare en suspensión de pagos. De los pagos sociales, se entiende, pues los de guerra y seguridad se mantienen. Peligra, dicen, el pago de las pensiones en sus distintas modalidades.
Estados Unidos es un país que ha sido pionero en muchas cosas. Buenas y malas. Pero de un tiempo a esta parte, poniendo como referencia 1980, está marcando un paso que nos sigue contagiando muy negativamente. La política llevada a cabo por Ronald Reagan en materias económica y exterior sólo ha generado un mayor enriquecimiento de quienes más tienen y la progresiva, cuando no drástica reducción de derechos sociales; y el aumento de intervenciones militares y guerras, y el de las víctimas que se derivan. Lo que le está pasando a la gente que allí vive no pasa desapercibido a primera vista si nos atenemos a la información que nos trasmiten. Situaciones tan conocidas como las inundaciones provocadas por el huracán Katrina, los desahucios a las familias por hipotecas impagadas, la desatención sanitaria de buena parte de la población, las matanzas que suceden más que puntualmente, la explotación de la mano de obra inmigrante, la elevada población reclusa, el racismo permanente y tantas más son síntomas de que algo no funciona. El problema es que no existe una conciencia de la dimensión que tienen.
Muchas de esas cosas nos van llegando. En Europa, más que nunca en las últimas décadas, se habla de que el estado debe gastar menos. Y como dije al principio, hacerlo menos en los gastos sociales. Es decir, en educación, en sanidad, en ayudas a quienes menos tienen… Entre los países occidentales, Grecia, Portugal o Irlanda están altamente intervenidos en materia financiera, España no le va mucho a la zaga e Italia acaba de iniciar ese camino. Intervenciones dirigidas por corporaciones financieras internacionales que prestan dinero caro a quienes ya tienen deudas. Toda una forma de hacer negocio de la deuda, que se paga con restricciones salariales, pérdida de derechos sociales, ajustes presupuestarios sobre los gastos sociales… La fiscalidad, sin embargo, sólo se modifica para que se pague más desde las rentas medias y bajas, que tributan directamente por el trabajo que ejercen o indirectamente por el consumo que realizan.
Se me antoja que el rifirrafe existente entre demócratas y republicanos, al margen de lo que tenga de incompetencia e irresponsabilidad por quienes lo están protagonizando, supone algo más. La presión del Tea Party, que recoge lo políticamente más reaccionario de Estados Unidos, puede ser el instrumento que se esté utilizando en la búsqueda de un modelo social y político de nuevo tipo para ese país y el resto del mundo. Un nuevo modelo que se adecue mejor a los intereses del capital, de sus propietarios y gestores, que conectan muy bien con quienes sustentan ideologías excluyentes que se centran en la religión, la nación, la raza…