En torno a los documentos "La Carta de la Paz" y “Conversando de paz con Eduard Vinyamata Camp”
Una reflexión personal
En la raíz del resentimiento “siempre hay una herida, una violencia sufrida, una afrenta, un trauma”, ha escrito el conocido historiador francés Marc Ferro en El resentimiento en la Historia. Si el título del libro ya me llamó la atención, quizás por extraño, su lectura en el verano pasado, además de resultarme apasionante, me llevó a la reflexión. Llegado a la obligación de tener que hacer una reflexión en torno al trabajo realizado el miércoles pasado, 17 de febrero, sobre una de las entrevistas a personas que han suscrito la Carta de la Paz, no he podido por menos que utilizar una cita del mismo. Las distintas entrevistas que tratamos en grupo y ahora he leído con tranquilidad tienen en común el tema de la paz desde las experiencias concretas de sus protagonistas, variadas en los ámbitos de su realización y desarrolladas en países distintos, y con un leiv motiv: La Carta de la Paz.
En el caso que me ocupa a mí, la entrevista a Eduard Vinyamata Camp, me llamó la atención el que se refiriera al principio a un asunto de gran actualidad en España, el de la memoria histórica, por el que tengo un gran interés y del que humildemente me ocupo en algunas investigaciones. Esta coincidencia, innegablemente, ha hecho que tenga que hacer un gran esfuerzo por calibrar bien lo que escriba. La lectura atenta de la Carta de la Paz, de la entrevista a Vinyamata y de las otras, y, por qué no decirlo, la relectura de algunos libros que mentalmente seleccioné, todo ello, en su conjunto, ha hecho que mi cabeza se haya convertido en un hervidero de ideas, recuerdos e intentos por buscar una hilazón entre el contenido de las entrevistas y mis planteamientos. En el caso de Vinyamata he podido encontrar un hilo conductor coincidente con el contenido de la Carta. Para él la base de la paz se encuentra en “la reconciliación entre enemigos”. Como experto en conflictología y resolución de conflictos, considera que le interesa la Historia como disciplina académica cuando está orientada a que “los antiguos enemigos se reconcilien”. Esto coincide con la idea de lo absurdo de los resentimientos que se plantea en la Carta. En el caso de la ley española sobre la memoria histórica, el que no haya permitido que eso ocurriera, le lleva a valorar que “no ha dado un resultado positivo”, ya que lo que ha suscitado han sido “peleas”. En este sentido considera que hubiera preferido promover un encuentro entre “los dos bandos”. Aquí sigue dentro de la secuencia de la Carta, en la medida que a Vinyamata no le interesa indagar en el pasado si no se hace desde un presente que exime de responsabilidad a cada generación de lo hecho por las anteriores. Finalmente, ya casi al final de la entrevista, Vinyamata expone un caso concreto, que lo presenta como un modelo a seguir, sobre lo ocurrido en Sudáfrica y particularmente entre dos altos cargos de una fundación para la reconciliación, otrora enemigos y hoy colaboradores. Es decir, eliminar los resentimientos para colaborar juntos en pos de un futuro gratificante para la siguiente generación.
En un momento de la entrevista Vinyamata apunta que “el olvido podría ser una nueva injusticia”. La palabra olvido es una de las más utilizadas cuando se busca comprender lo ocurrido en el pasado, más o menos reciente, y sobre todo desde quienes han sufrido una injusticia, en este caso para evitarlo. Como creo que su postura sobre la memoria histórica resulta controvertida, su referencia al olvido en parte puede aclararla, pero no del todo. En mi opinión adolece de algún punto débil, aunque no por lo formalmente bienintencionada de su idea sobre la reconciliación. Me pregunto dónde están actualmente esos bandos (¿en el 12% de población actual que nació antes de 1931?), a no ser que consideremos que se encuentran entre quienes actualmente se sienten identificados con uno de ellos, sea la que sea la razón que se esgrima (lazos familiares, afinidad política…). Pierre Vidal-Naquet, también historiador francés, argumentó hace más de veinte años, para rebatir la postura revisionista sobre el holocausto, que “no se trata de sentimientos, sino de la verdad”. Interpreto la palabra verdad como indagación histórica con el fin de no olvidar. No hace mucho, otra historiadora, Josefina Cuesta, sostiene que la ley de la memoria histórica sólo representa un paso parcial. “Trata de reparar algunos olvidos”, pero no salda una asignatura pendiente: “una memoria con justicia para las víctimas, pero también para los crímenes y sus autores, aunque sea simbólica en muchos casos”.
Reconozco lo difícil que resulta encontrar coincidencias entre las partes a la hora de evitar el resentimiento. Para mí una de las claves la dio María Oianguren Idígoras, quien desde la fundación que dirige, Gernika Gogoratuz, busca proyectar la paz desde lo ocurrido en 1937 en el bombardeo de la villa vasca. Es cierto que la pedagogía de la paz que se fomenta desde su fundación, implica buscar espacios de encuentro y reflexión, pero no supone dejar de indagar sobre lo ocurrido críticamente, intentar conocer la verdad, en definitiva. Pero también el reconocimiento de los errores o de las injusticias, como hizo el presidente de la RFA.
Ya para acabar, me pregunto si acaso no merecen una reparación quienes han sufrido la injusticia. Un término, el de reparación, que no restrinjo a lo material, a lo económico, si cabe, sino a lo moral, que permita vivir sin el peso de que todo seguiría igual si no se llevara a cabo. Quienes han sufrido la injusticia o sienten la sufrida por otras personas estoy seguro que liberarían resentimiento y con ello se evitaría una nueva injusticia.
Breve bibliografía de referencia.
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(marzo de 2010)