Hace unos días salió la noticia de que Moviestar, antes Telefónica, va a presentar un expediente de regulación de empleo o ERE. Una compañía que lleva obteniendo año tras año grandes beneficios, pero que, según dice, no han sido en los últimos meses los esperados. Una compañía que, como hace le resto de las grandes empresas, no tiene escrúpulos en pagar elevados salarios a sus ejecutivos, premiarlos con privilegios en forma de, por ejemplo, incentivos y jubilaciones sustanciosas, y, por supuesto, entregarles los beneficios correspondientes. Una compañía que, como las demás, no dejan de robarnos con más o menos descaro cuando incumplen las promesas de sus ofertas. Entre quienes sobran, currantes de a pie, habrá quienes tengan que irse al paro o quienes irán a la prejubilación -que pagaremos a escote quienes vivimos de nuestro salario y nos han condenado a aguantar hasta los 67 años. Las grandes empresas, que es decir quienes las gestionan y controlan, nunca pierden, ni siquiera en épocas de crisis. Sólo ganan. Y bien que ganan. Y, además, dictan las recetas que debemos cumplir el resto de la gente. Perverso. Lo malo es que siguen saliendo de rositas. Porque sus recetas, que acaban imponiendo a los gobiernos en forma de planes de ajuste, rescates financieros o cosas por el estilo, no se cuestionan por buena parte de la población. Pura alienación.