Túnez ha saltado a la actualidad por lo que hay quien denomina como una revolución inesperada. Hasta hace poco era considerado modelo por los medios de comunicación del sistema y por quienes gobiernan en los países más ricos. Se hablaba de un país donde había crecimiento y liberalización, en lo económico, y escasa presencia del islamismo y hasta democracia, en lo político. Su cabeza gobernante fue un tal Ben Ali, que ha tenido que salir volando hacia Arabia Saudí, huyendo de su pueblo y olvidado como un apestado por sus padrinos, incluido el principal: el presidente francés Sarkozy.
Durante los años anteriores esos medios de comunicación no han dejado de manipular la realidad demonizando a unos países y ensalzando a otros, inventándose o magnificando los problemas de los primeros, y ocultando o minimizando los de los segundos.
Veamos lo que contaba el otro día Santiago Alba en un artículo dedicado a Túnez, titulado "Y de pronto, la revolución": en junio de 2005 “El País publicó 618 noticias relacionadas con Cuba, donde no pasaba nada, y 199 sobre Túnez, todas sobre el turismo o el mundial de balonmano; El Mundo, en esas mismas fechas, registró 5162 entradas sobre Cuba, país donde no pasaba nada, y sólo 658 sobre Túnez, casi todas sobre el mundial de balonmano; y ABC tendió 400 veces la mirada hacia Cuba, país donde no pasaba nada, mientras sólo mencionaba a Túnez 99 veces, 55 de ellas en relación con el mundial de balonmano. El 10 de marzo de ese mismo año una rápida búsqueda en Google entregaba 750 enlaces sobre el reparto del gobierno cubano de las famosas ollas arroceras y sólo tres (dos de Amnistía Internacional) sobre la huelga de hambre y la tortura a presos en Túnez”. En otra parte del artículo, Santiago Alba seguía diciendo cosas como el ocultamiento del golpe palaciego en 1987 de Ben Ali; la desaparición de la clase media surgida en los años 60; la apertura de un Carrefour para una minoría y el millón de jóvenes tunecinos, sobre una población de 10 millones, que ha emigrado a Europa; la progresiva degradación de la educación, pese a una herencia solvente; la riqueza de 20 familias; el crecimiento del paro entre la gente joven, oscilando llegando al 36% entre la más joven o al 20% entre quienes han acabado los estudios universitarios…
El milagro irlandés.
Podría haberme referido a otros países, como Islandia o Hungría. El primero, que llegó a estar entre los países más ricos del mundo, hoy lo está en quiebra técnica; y el segundo, considerado como una de las perlas de los antiguos países del este de Europa, tiene ahora a una buena parte de la población añorando el denostado comunismo.
Me voy a quedar, sin embargo, con Irlanda, que después de haber sido uno de los tres países situados en la cola de la Europa de los 15, a mediados de los noventa, se convirtió en los años siguientes en uno de los milagros económicos con un promedio de crecimiento anual superior al 4%, a veces del 5%, y llegando a superar en nivel de renta per capita al Reino Unido. Deslumbró tanto, que fue apodado como el “tigre celta” ¿Y cómo ocurrió? Primero lo hizo aprovechándose de los recursos europeos provenientes de los fondos sociales y de cohesión que le correspondían por haber sido un país que estaba por debajo de la renta media europea. Y después, en la más pura ortodoxia neoliberal, bajando los impuestos para atraer capitales y alimentando desmesuradamente el mercado inmobiliario, mientras buena parte de la población, al menos la que aparentaba tener posibles, consumía a cambio de endeudamiento. Es decir, una financiarización de la economía que acabó estallando cuando estalló la burbuja internacional en 2008. Todo, pura fachada. El resultado, un desplome del mercado inmobiliario entre el 50% y el 60%, y la quiebra financiera del estado. El rescate de 50.000 millones de euros en otoño pasado ha traído el ajuste económico, que está afectando a quienes viven de su trabajo. Se prevé que la renta familiar caiga anualmente cerca de los 5.000 euros; el paro, en aumento, ya supera el 13%; la emigración ha vuelto a ser una vía de escape, con previsiones de que afecte a un 2% de la población…
Atrás ha quedado el modelo irlandés. El mismo que deslumbró al PP español. Igual que se ha acabado esfumando como lo hace una pompa de jabón, ese mismo partido se ha puesto a silbar con las manos en los bolsillos mirando para otro lado como si nada. Está esperando a recoger las manzanas podridas que ha dejado el gobierno de Zapatero y que sembraron tiempo ha los gobiernos de Aznar y González.