En los años 90 Julio Anguita acuñó el término de “las dos orillas” para definir quiénes defendían con su política un modelo neoliberal y quiénes no. En una de las orillas estaban los Köhl, Major, Mitterrand, Chirac o González, y también los Blair, Schröder o Aznar. Juntos habían levantado y estaban consolidando la nueva arquitectura económica, con el tratado de Maastricht de 1992 como emblema. Anguita fue crucificado, porque osó poner en el mismo lado a la “derecha” y la “izquierda” españolas. En esa ceremonia participaron periodistas, intelectuales, artistas y sindicalistas que no asumieron que fueran lo mismo. Una ceremonia que fue aclamada por quienes con su voto prefirieron irse al refugio de la otra orilla o permitida por quienes decidieron quedarse en su casa. Una visión miope de las cosas, porque no supieron ver lo que luego vendría, que es lo que hoy tenemos.
Hoy la derecha europea está llamando la atención al PP por su postura ante las medidas que está tomando el gobierno del PSOE, similares a las tomadas a punto de tomar en todos los países de la UE. Es cierto que el PP del siglo XXI ha forjado un discurso políticamente rancio, buscando parte de su identidad en un pasado del que obtuvo grandes réditos en otros tiempos a base de explotación, corrupción y sangre. Es cierto que ese espejismo de puesta al día, cuando públicamente Aznar reconoció la figura de Azaña o aceptó la ley del aborto, ha quedado en algo fugaz. Que fuera un táctica electoral o no para rebañar en el centro los votos que necesitaba para ganar unas elecciones frente al poderoso PSOE de González, es ahora lo de menos.
Hoy la derecha europea está llamando la atención al PP por su postura ante las medidas que está tomando el gobierno del PSOE, similares a las tomadas a punto de tomar en todos los países de la UE. Es cierto que el PP del siglo XXI ha forjado un discurso políticamente rancio, buscando parte de su identidad en un pasado del que obtuvo grandes réditos en otros tiempos a base de explotación, corrupción y sangre. Es cierto que ese espejismo de puesta al día, cuando públicamente Aznar reconoció la figura de Azaña o aceptó la ley del aborto, ha quedado en algo fugaz. Que fuera un táctica electoral o no para rebañar en el centro los votos que necesitaba para ganar unas elecciones frente al poderoso PSOE de González, es ahora lo de menos.
Sarkozy, Merkel, Cameron, Berlusconi y hasta González han salido al rescate de un Zapatero que no encuentra el aliado natural necesario para sacar adelante las medidas de ajuste. La última, una nueva reforma laboral que pretende abaratar más los despidos y flexibilizar más los contratos.
El otro día tuvo lugar una huelga en la administración pública que, números al margen, no tuvo los resultados deseados por quienes participamos en ella. Pero tampoco hay que ser derrotistas de antemano. El malestar crece y la propuesta de una huelga general va ganando terreno. Esas cosas hacen daño a todos los gobiernos del entramado de poder actual. Una de “las dos orillas”.